Capítulo 16

Nada ayuda más a no perder la cabeza que tener un baño a mano cuando hace falta.

Gregory MacAllister,

En continua cuesta abajo, 2219.

Hutch observaba horrorizada cómo se fundía la sección delantera del Wendy Jay.

—¿Qué vamos a hacer? —inquirió George.

Allí estaban todos, quietos, impotentes a la sombra de la lanzadera. Nick mirando la pantalla con cara de asombro, Alyx pálida y desesperada, George abriendo y cerrando sus enormes puños. Su vista iba de Hutch a su propio intercomunicador concentrándose en este último, queriendo hablar con Kurt, con la voz llevada por la desesperación.

—Quizá haya más de esos bichos —dijo Nick— esperando a echarse sobre nosotros.

Hutch negó con la cabeza.

—Creo que solo hay uno.

—¿Y cómo ibas a saberlo? —inquirió Nick—. ¿Cómo diablos ibas a saberlo?

—Fuera lo que fuese lo que atacara al Cóndor, debió de estallar junto con la nave. Nosotros nos quedamos allí luego, durante bastante tiempo, y nada nos inquietó. Creo que actúan individualmente.

—Siempre que sea la misma clase de alimaña —apuntó Nick.

El Wendy era un compendio de filtraciones, surtidores y pulverizados. Su casco era como fino polvo, como chorros de aguas termales, como el Old Faithful, aquel famoso géiser, manando con fuerza por todas partes, formando niebla y bruma. Poco a poco, las nubes se aplanaban, se dispersaban, se redondeaban. Englobando a la nave.

La voz de Tor estaba de vuelta en el comunicador, esta vez con un tono agudo.

¿Alguna sugerencia, Hutch?

—Creo que sé qué está haciendo —apuntó Nick—. Busca repuestos. Un nuevo espía. Un nuevo satélite.

Hutch era consciente de ello. Incluso en el interior de la nube, bajo la incierta luz, podía distinguir el contorno apenas visible del núcleo adiamantado de un nuevo satélite incipiente.

—Bill —dijo—, muéstrame de nuevo ese plano esquemático. Centrado en la parte trasera, cubierta C. La que ocupa Tor.

Apareció en pantalla.

—Hutch. —Alyx viraba su vista de la capitana a la lanzadera. Pongámonos en marcha. No podemos quedarnos aquí sin más.

La capitana estudió la alineación de los depósitos de almacenamiento del Wendy y también de las diversas casillas. La mayoría de ellas estaban dispuestas directamente sobre la mampostería. Sería casi imposible seccionar una de ellas y conservar su integridad.

—Venga —dijo Nick—. En marcha. Al menos podemos intentar sacar a Kurt.

—Kurt está muerto, ¿es que no lo entiendes? No tuvo la menor oportunidad de sobrevivir. Probablemente el techo se abriría sobre su cabeza y moriría casi sin siquiera ser consciente de que algo iba mal —dijo Hutch.

Aquí está empezando a hacer frío —dijo Tor.

George estaba cada vez más desesperado.

—La nave está perdiendo consistencia —señaló—. Se está deshaciendo.

—¿Nanotecnología? —preguntó Alyx.

—Sí, tiene que serlo.

Nick miró a Hutch.

—¿Explotará al alcanzar los motores?

—Es probable.

George estudió a Hutch con la mirada, suplicante.

Entonces ella creyó ver una forma de hacerlo.

—El baño —dijo. Era un cubículo independiente de la mampostería. Tenía estantes de almacenaje a ambos lados.

Todos la miraron, perplejos.

Hutch. —La voz de Tor parecía provenir de muy, muy lejos—. Las sirenas han callado.

—Nick. —Hutch intentaba discurrir si su plan era factible, y el modo de ponerlo en marcha—. Ve al puente. Bajo el panel de mandos principal hay dos cajoneras. La de la derecha guarda algo de cinta de sellado. Ve a por ella y tráela.

Nick empezó a preguntar para qué, pero se lo pensó mejor y salió corriendo.

Hutch hizo señas entonces a George y Alyx para que la siguieran.

—Nosotros tres recogeremos lo que nos va a hacer falta —dijo.

• • •

A gravedad cero y sin luz. La temperatura bajaba, no demasiado, pero lo suficiente como para adivinar qué se avecinaba. La nave estaba en completo silencio, excepto por un ligero crujir en la mampostería. Sonaba como a papel empujado por el viento. Al posar la mano sobre la construcción pudo sentir una leve vibración.

—Las paredes emiten ruido —informó a Hutch. Ella recibió el comentario sin decir nada. Tor imaginaba algo royendo la nave.

Hasta hacía solo dos semanas, Tor nunca había vivido una situación de verdadero peligro. Ahora lo hacía por segunda vez. Estaba aterrorizado, y seguía pensando que peor aún sería que perdiera los nervios y empezase a gritar. Volvió a intentar contactar con Kurt, pero ni siquiera escuchaba el sonido característico indicativo de que la comunicación entre ambos estaba abierta.

Escucha, Tor —dijo Hutch—. Estaremos allí en un par de minutos. Vamos a sacarte de ahí.

—¿Y cómo vais a hacerlo? —inquirió, preguntándose si le estaba mintiendo o esforzándose por hacer que conservara el valor. Recordaba el modo en que los personajes heroicos siempre morían en las simulaciones. Louie, vete y déjame la escopeta. Te cubriré la salida, para que puedas escapar. Lo que ansiaba, quizá incluso tanto como ser rescatado, era estar a la altura.

Tienes cerca un lavabo. Encuéntralo. Cuando te avise, quiero que entres en él.

—¿En el lavabo?

Sí. Llegaremos en cuanto podamos. Vamos a entrar por la cámara estanca de emergencia, bajando a través del conducto. Te avisaré cuando estemos listos para empezar a seccionar la zona. En ese momento, enciérrate en el baño.

Entonces entendió.

—Dios mío —dijo.

Funcionará.

—Me voy a congelar.

Bueno, tendrás frío. ¿Tienes alguna manta a mano?

—No estoy seguro. No creo. En esta zona solo parece haber artefactos. Antiguos jarrones y estatuas.

De acuerdo. Tendrás que quitarte algo de ropa, para dejarlo todo listo.

No le parecía que fuera el mejor momento para bromear, pero no dijo nada.

• • •

Nick ya estaba esperando con la cinta de sellado cuando Hutch, George y Alyx regresaron al muelle de la lanzadera. Llevaban mochilas propulsoras, arneses de sobra, e-trajes, depósitos de aire, unos cincuenta metros de cable, una llave inglesa y un par de tenazas.

Hutch vio la cinta, le dio las gracias y la estudio con las manos. ¿Alguno de ellos tenía experiencia con cortadoras láser? Todos sonrieron educadamente, mirándose los unos a los otros.

—Necesito un voluntario —dijo Hutch.

Nick arrastró los pies.

—Eres mi hombre —dijo la capitana. Le enseñó la herramienta, la encendió y se encaminó a un depósito de almacenaje que estaba vacío. Trazó una trayectoria lineal por un lateral de su estructura, dividiéndola limpiamente.

—¿Lo intentas tu ahora?

Nick asintió.

Apagó la cortadora y se la pasó.

Él la encendió.

—Luz en verde, preparada —dijo.

La luz se puso en verde y Nick pulsó el interruptor. El láser cobró forma, una larga hoja de luz roja rubí.

—Puedes graduar la intensidad. —Entonces le demostró cómo hacerlo. La luz cambió de color. Se hizo más intensa—. Pero con esto deberá bastar. —Entonces la volvió a ajustar a su estado inicial.

Nick la estudió y apuntó al maltrecho depósito.

—Sin movimientos bruscos. Resiste el impulso de empujar. El láser se encarga solo de hacer el trabajo.

Rebanó una larga pieza de metal y Hutch lo felicitó. Se había graduado.

Entonces explicó lo que intentaba hacer, les dio a todos instrucciones y entregó a Nick un par de botas de adherencia magnética.

Todos vestían sus correspondientes e-trajes. Se colocaron los depósitos de aire, activaron los campos y comenzaron a respirar su oxígeno. Hutch dio inicio al procedimiento de descompresión, comprobó las comunicaciones y se puso un mono. Metió dentro la cinta de sellado, se colgó la llave inglesa y las tenazas, que quedarían fuera del campo Flickinger, y se pasó el rollo de cable por el hombro. Finalmente puso su mochila propulsora en un asiento trasero y cogió otra segunda cortadora láser, la que ella misma tendría que utilizar.

Mentalmente repasó la lista de lo que iba a necesitar, recogió un e-traje más y lo pasó a la parte trasera de la lanzadera.

—Creo que ya estamos listos —dijo.

Nick y Alyx subieron a bordo con ella y Hutch arrancó los motores. George se apartó para dejar espacio al transporte. La capitana pasó a las pantallas auxiliares el plano esquemático del Wendy.

Cuando la cámara alcanzó el vacío, la puerta de la lanzadera se cerró. Pulgares arriba para George. Éste devolvió el gesto y los demás salieron a la noche, justo mientras una de las secciones delanteras del Wendy parecía separarse del resto del cuerpo de la nave, casi como una pelota de mercurio, hasta soltarse.

Nick dejó escapar un sonido ronco con su garganta.

Hutch movía la lanzadera con parsimonia, trazando el arco de aproximación al Wendy por la espalda. Nick empujó su asiento al frente, como dando impulso para que la lanzadera fuera más deprisa, pero sin decir nada. En la parte media de la nave el casco parecía estar contrayéndose, parecía una mujer que estuviera a punto de dar a luz. Una nube de copos de cristal explotó y salió despedida.

—Tor —dijo Hutch—, ya hemos salido. Estaré bajando por el conducto en un minuto.

De acuerdo, tómate el tiempo que necesites. No te apresures.

Pero hazlo bien.

Hutch estudió el plano esquemático y miró el casco del Wendy.

—Ahí —dijo, tomando nota del lugar exacto en su mente. Estaba justo debajo de la estructura de una antena—. Tor está justo ahí. Y justo a un lado es por donde vamos a entrar. Por esa compuerta en la superestructura. —Hutch maniobró en dirección a la antena, se acercó hasta un par de metros del casco, aseguró la trayectoria y la velocidad, y dio instrucciones a Bill de que mantuviera la lanzadera en posición. Entonces despresurizó la cabina y abrió la compuerta.

—¿Qué haremos si esa cosa nos ataca? —preguntó Alyx.

—Si ocurre, dejaremos aquí el transporte. Lo abandonarás y yo te recogeré. —Hutch se giró en su asiento, se colocó la mochila propulsora sobre los hombros y entregó las tenazas a Alyx, casi en un gesto ceremonioso—. Aquí tienes —dijo—. Utilízalas bien.

Hutch se aseguró de que llevaba consigo el rotulador para marcar el lugar de corte y encendió su linterna de muñeca.

—De acuerdo, Nick. Vamos allá.

Atravesó la compuerta, se enganchó la cortadora al mono y con un solo movimiento se impulsó hasta llegar al casco del Wendy.

Nick no se mostró tan seguro, comprobó que él también llevaba su propia cortadora y volvió la vista para ver cómo Hutch trepaba por el caso del Wendy. Observó el gélido mundo que tenía a sus pies y aquella enfermiza cosa que engullía a la nave.

—Animo, Nick —dijo la capitana—, puedes hacerlo.

Él rio nerviosamente.

—Parece un buen epitafio. Nick pudo hacerlo. —Hutch le rio la broma.

Nick se asomó por la cámara estanca, con aspecto de deportista, vistiendo una camiseta de color gris pálido y pantalones blancos. Sus miradas se cruzaron y Nick se impulsó con fuerza. El aterrizaje fue algo brusco y rebotó contra el casco, pero Hutch lo sostuvo y tiró de él. Entonces se dirigió al comunicador.

—¿Tor, estás ahí?

No —respondió él—, me fui a ver una peli.

Sarcástico bajo presión. Aquél tipo tenía valor.

—Avísame —dijo. Ondeó la llave inglesa y dio un golpe en el casco.

Ahora. Te oigo.

—¿Corto aquí?

Un poco más hacia delante. Unos dos metros.

Hutch calculó y volvió a golpear.

Ahora perfecto —dijo Tor.

Hutch sacó el rotulador, que era de un color verde bilioso, dibujó una equis en el lugar adecuado y luego un gran cuadrado a su alrededor. Tres metros de alto por dos de ancho. Entonces se volvió hacia Nick.

—¿Listo?

—Sí. —Pulsó el interruptor de su unidad, y la cortadora empezó a cargarse.

—Es un casco triple —informó Hutch—. No te dará tiempo de atravesarlo todo. Hazlo lo mejor que puedas.

—De acuerdo.

—Pero no empieces hasta que no te avise.

Hutch le apretó el hombro y entonces regresó a la lanzadera. Alyx le pasó los depósitos de aire y el e-traje adicionales, que Hutch unió entre sí a modo de fardo. Mientras se lo ajustaba al mono, volvió a dirigirse a Tor.

—Ahora quiero que te quedes cerca de la compuerta que hay al fondo.

Entendido.

—¿Sigues bien?

Me las apaño. Tengo todo tipo de comodidades.

—Genial. Estoy ya en camino.

Perfecto.

Hutch asintió con la cabeza a Alvx, se aseguró de llevar la cortadora y la linterna, se recolocó el cable que le colgaba del hombro, se deslizó hasta el exterior de la lanzadera y saltó hacia popa, hacia la compuerta en la superestructura.

Era circular y su control manual estaba detrás de un panel. Lo abrió, soltó el seguro y tiró de la puerta. Se abrió hacia fuera. Pero la puerta interior estaba atascada y tuvo que quitarle el mecanismo de cierre para conseguir abrirla.

—Estoy dentro —dijo por el intercomunicador.

Cuando funcionaba, el conducto de gravedad conservaba las condiciones de gravedad cero y era empleado para desplazar materiales, equipamiento, lo que fuera, entre cubiertas. En aquel caso, por supuesto, no lo hacía, pero tampoco importaba, pues la gravedad artificial tampoco estaba operativa. Hutch tuvo que quitarse la mochila propulsora, que empujó por el conducto, y luego hizo lo propio con el e-traje que llevaba de sobra, el cable y los depósitos de aire. Entonces trepó al borde del conducto, metió la cabeza, se impulsó y un momento más tarde apareció frente a una compuerta cerrada. La golpeó con la llave inglesa.

Te oigo —dijo Tor.

—Muy bien. Ahora voy a cortar. Vete para el baño.

Voy para allá.

—Cierra la puerta tan fuerte como puedas.

Alyx interrumpió en el canal privado que la unía a Hutch:

Hutch, será mejor que te apresures. Toda la sección delantera de la nave se está desintegrando. —Entonces dio un pequeño grito, un ooooh asustado que debía proceder de lo más profundo de su ser.

—¿Qué pasa Alyx? —preguntó.

El cuerpo de Kurt ha, ha… ha salido propulsado desde una de esas nubes.

Hutch esperó a estar segura de controlar el tono de su voz.

—¿Está muerto? ¿Puedes distinguirlo desde ahí?

No se mueve.

—¿Lleva algún depósito de aire?

—No.

Entonces sintió algo, como una vibración en la mampostería de la nave. Algo horrible se encaminaba hacia allá. Se le puso la carne de gallina.

¿Qué estaría retrasando a Tor?

Justo entonces se dirigió a ella.

Adelante, Hutch. Estoy dentro.

—Muy bien, Tor —dijo—, quítate la ropa y sella el lavabo cuanto puedas. Hay tres sumideros, tres entradas de admisión y la ventilación.

¿Quieres que obstruya las cañerías con mi ropa?

—Sí. Haz un buen trabajo y rápido. ¿Cierra bien la puerta?

¿Qué quieres decir?

—¿Parece hermética?

Tiene una pequeña rendija abajo.

—Tápala con papel. Con cualquier cosa que pueda aguantar uno o dos minutos.

De acuerdo.

—Ocúpate primero de eso. Avísame cuando hayas acabado. Cuando tengas la puerta bloqueada.

Hutch aguardó, contemplando la compuerta sellada. Verificó que todo iba bien con Nick y Alyx. Preguntó a George qué tal iba él. Todo según lo planeado. Las vibraciones de la mampostería parecían cambiar.

—Deprisa, Tor.

Hago lo que puedo.

Hutch encajó un pie en un lateral del pasillo para fijar su posición.

Éste papel de debajo de la puerta no durará demasiado.

—No será necesario. ¿Estamos listos entonces?

Listo. Adelante.

Hutch activó el láser.

—¿Nick? —dijo.

Todo listo, Hutch.

—Entonces hagámoslo.

Posó el rayo rojizo en la compuerta, lo introdujo en la misma y recortó el mecanismo de cierre.

Siguió cortando en círculo, esperó unos momentos a que se enfriase y retiró la sección cortada. Entonces cogió el asa y tiró de ella. La compuerta se abrió y una ráfaga de aire la atravesó.

—Tor, estoy entrando —dijo metiéndose en la cámara. Por lo que sabía, el lavabo estaba a su derecha, continuando aquella pared negra, entre filas de estantes de almacenaje.

Iluminó el baño con la linterna y dio unos golpecitos.

—¿Voy bien?

Acertaste.

La cubierta temblaba bajo sus pies. Toda la nave parecía agitarse. Viró la linterna hacia la izquierda y enfocó la mampostería. Estaba volviéndose de color gris y comenzaba a burbujear.

Sacó la cinta de sellado y cubrió con ella el espacio entre el marco y la puerta, y también entre la puerta y la cubierta. Luego lo reforzó con otra pasada. Dio un vistazo rápido, para comprobar que no se le hubiera pasado por alto alguna rendija que estuviera dejando escapar aire.

• • •

El muelle de carga del Memphis seguía abierto, conservando la gravedad estándar de un cuarto de la terrestre. Bill la llevaría hasta cero cuando empezara todo. Las luces estaban encendidas. El mecanismo de embarque había sido retirado a la cubierta y el techo, para que el espacio cercano a la compuerta quedara libre de obstáculos.

George enlazó entre sí todos los arneses que habían quedado en la nave, para formar con ellos una gran maraña de redes. Entonces empleó cable para asegurar los cuatro extremos libres a las estructuras y traviesas más convenientes que pudo hallar, creando una red que ocupaba todo el centro del muelle. No era nada del otro mundo, pero pensó que debería servir.

Al acabar, midió anchura y longitud, su altura sobre la cubierta, su posición con relación a la puerta de embarque. Satisfecho, le dijo a Hutch que había acabado y entonces sacó el oxígeno y las mantas.

—¿Cómo cerraré la puerta una vez que esté dentro? —preguntó a Hutch.

Limítate a decirle a Bill que se encargue de ello —carraspeó la voz de la capitana en el comunicador.

• • •

Estaba enfriando de verdad, y Tor estaba en calzoncillos y camiseta interior en el lavabo. No había duda de que iba a ser un rescate absolutamente vergonzoso.

¿Qué tal lo llevas? —le preguntó Hutch.

Miró por el desagüe. En ese momento, por supuesto, estaba seco.

—Bien —respondió él. Desenrolló el papel de baño, lo gastó entero, hizo una bola y la incrustó justo en el drenaje.

Luego atoró con sus pantalones el desagüe de la ducha, y empleó una espléndida camisa cosida a mano de Ascot y Meer para taponar el conducto de ventilación.

—Ya no podré volvérmela a poner —le dijo a Hutch, que se río pero sin preguntar detalles.

Avísame cuando estés listo.

Los calcetines obstruían los grifos gemelos del lavabo. Pero tenía un problema: la boca de la ducha, y los desagües del lavabo y también de la ducha. Tres puntos, y ya estaba en calzoncillos y camiseta.

La clave está en partir en dos la camiseta, pensó. Se la quitó y lo intentó, pero se resistía. Tiró, forcejeó, intentó reunir toda la adrenalina que le recorría el cuerpo, y lo volvió a intentar. Fijó una parte bajo los pies y tiró con todas sus fuerzas, pero seguía resistiendo. Pues sí que era de buena calidad.

Se rindió y la colocó entera en el desagüe del lavabo. Los calzoncillos resultaron ser igual de resistentes y acabó utilizándolos para taponar el otro desagüe, el de la ducha.

Ya solo quedaba la boca de la ducha, pero se le había acabado la ropa.

—¿Tor? Nos estamos quedando sin tiempo.

Entonces recordó una vieja historia de un grupo de chicos que tapaban con sus traseros un escape de aire en una nave, pero sospechaba que la salida de la ducha no tardaría en enfriarse de forma considerable, y no quería tener que acabar recurriendo a la cirugía para separarse del mobiliario del baño.

¡Tenía un pañuelo!

Estaba en el bolsillo de la camisa, así que volvió a sacar la Ascot y Meer del conducto de ventilación, cogió el pañuelo y la volvió a colocar taponando la salida. Desenganchó la alcachofa de la ducha y metió el pañuelo en el conducto.

—Listo, Hutch —dijo.

• • •

Las secciones delanteras de la nave vibraban y se retorcían. En medio del oscurecido casco, Alyx pudo vislumbrar un atisbo de un arco, como una oreja malformada que estuviera intentando abrirse oaso entre la agitación. En la parte central de la nave había empezado a formarse también una especie de malla. Se le antojaba familiar, algo que va había visto antes, pero era incapaz de decidir el qué.

Aquél era un espectáculo obsceno. El estómago se le retorcía casi tanto como lo hacía la nave, y apartó la vista hacia Nick, que aún intentaba horadar el casco. Las luces de la lanzadera, dispersadas por la bruma, se reflejaban en su figura. Parecía haber adoptado un ritmo espectral, como perdiendo y ganando sustancia, en un baile al son de las luces y las nubes.

—¿Qué tal va, Nick? —le preguntó. Si no se daba prisa, el metal acabaría vaporizándose a la luz de su linterna.

Casi lo he atravesado del todo.

Pensó en la IA del Wendy. No estaba viva. Lo sabía. Pero, aun así, le hubiera gustado poder apagarla, desconectarla, para que no se sintiera abandonada. Había pensado en decírselo a Hutch, pero ella ya tenía bastante de lo que ocuparse, y además era una estupidez. Sin embargo…

¿Lo habéis sacado ya? —preguntó la voz de George, sobresaltándola. Por un momento había pensado que se trataba de la IA del Wendy. El Bill del Wendy.

—Aún no —dijo Alyx—. En un par de minutos más. —O eso esperaba.

Hutch y Tor conversaban todo el rato.

Los desagües están asegurados.

Estoy cortando ya por entre los estantes.

¿Alguna idea de lo que habrá arriba?

Ésa última pregunta iba dirigida a Bill, que respondió al instante:

Cableado, nada más.

• • •

Hutch rebanó los estantes sin encontrar demasiada oposición, liberando los laterales del baño, separándolos de la mampostería. Luego empezó a cortar por la cubierta, al frente y por los lados.

Se había traído consigo el e-traje de sobra y los depósitos de aire, por si algo iba a mal. En caso de que calculara mal y cortara por algún sitio que hiciera perder aire a la cabina del baño, arrancaría la puerta e intentaría ponerle el traje a Tor. En el mejor de los casos, sería una tarea desesperada, pero al menos tendría una oportunidad.

—¿Qué tal vamos, Nick?

Ya casi he completado dos tercios. Dame solo unos minutos más —dijo.

El aspecto de la mampostería empeoraba por momentos. Su brillo grisáceo desaparecía ante sus ojos. Parecía comido por la gangrena.

Hutch acabó de liberar el cubículo del baño por la parte superior y lo separó también del cableado de la nave. Solo quedaba en su sitio la conducción del agua. Entonces pasó el cable alrededor de las cuatro paredes del compartimiento, y luego lo enrolló hacia arriba y abajo, fijándolo con fuerza, como un regalo de Navidad.

—Listo —le dijo a Tor—. En cuanto acabemos el agujero nos vamos.

Muy bien.

—Vuelvo en un minuto.

Hutch, aquí dentro está refrescando.

—Aguanta un poco más, campeón. —La capitana fue hasta donde Nick seguía peleándose con el casco, justo hasta la mampostería que había al otro lado, sin dejar de arrastrar el cable—. ¿Nick, puedes dar unos golpes en el casco?

Claro que en la cámara, al vacío, no había sonido, pero Hutch colocó las manos apoyadas contra el metal y no tuvo problemas para encontrar dónde estaba golpeando Nick.

—Perfecto —dijo—. Ahora, apártate.

Hutch —dijo. Parecía molesto—. Si casi lo tengo ya.

—Ya lo discutiremos luego. Vamos. Me ocuparé yo desde este lado. —Encendió el láser y espero un momento. Cuando Nick le avisó de que ya se había apartado, rebanó metódicamente el metal. El material se ennegrecía y se disolvía, y por fin vio la luz de las estrellas. Con empeñó, trabajó para ensanchar el agujero.

Tras ella, la mampostería frontal, como un espeso sirope, empezó a gotear hacia el interior de la cámara.

—Nick —dijo—, es tuyo de nuevo, encárgate de agrandarlo.

¡Eh! ¿Qué está ocurriendo?

Había olvidado que Tor estaba escuchando.

—No pasa nada —respondió. Podía escucharlo castañetear los dientes—. En unos minutos te habremos sacado de ahí.

Estoy listo —dijo Tor—, siempre que vosotros lo estéis.

Hutch miró de soslayo la marea que se arrastraba por la mampostería, la oscura bruma que se colaba en la cámara a través del espacio que había ocupado el fragmento de casco que había seccionado. Por fin rebanó la conducción del agua. Un torrente empezó a verterse en la cámara. Sin la fuerza de la gravedad, se repartía por todas partes.

—Muy bien Tor, allá vamos.

Arrancó el compartimiento de cualquier clase de fijación que pudiera quedar, entonces lo arrastró por pura fuerza hacia el agujero de salida.

Podía ver ocasionales destellos de luz, era Nick trabajando.

Irá un poco ajustado —dijo. Y entonces, con una retahila de blasfemias, añadió—: ¿Qué es eso? —refiriéndose a la alarmante marea que avanzaba por la mampostería.

—Sigue cortando —le dijo Hutch.

La cabina del baño se había escorado y Hutch tiraba de ella por la parte de arriba. Tropezaba con la mampostería y las taquillas, la cubierta e incluso el techo, pero no podía hacerlo más suavemente. No había tiempo para remilgos. Tor preguntó qué estaba ocurriendo, y ella le respondió que lo estaban sacando, que estaban haciéndolo muy deprisa y que se agarrara a lo que pudiera.

El agujero parecía ser suficientemente ancho. Parecía. Nick acabó y se apartó para dejar salir a Hutch, que arrastraba con fuerza la cabina, intentando encaminarla lo mejor posible hacia la salida. Justo enfrente estaban Alyx y la lanzadera, con el morro apuntando hacia ellos. Nick fue rápidamente hasta su lado, presto a ayudarla, pero solo estorbaba. Aquello desconcentró a Hutch y la cabina del baño empezó a dar tumbos, rebotando a un lado y otro de la mampostería. Tor se unió a la retahila de blasfemias. Hutch estiró con fuerza del cable, para evitar que el compartimiento cayera entre rebotes en la fundida mampostería. Entonces fue Nick quien sostuvo con ímpetu, girando la cabina, enderezándola hasta que Hutch consiguió encajarla en el agujero.

Sin embargo, se atascó a medio camino.

—Podría partirse —dijo.

No había tiempo de preocuparse por eso ahora. Hutch ya ni siquiera tenía el e-traje de sobra en caso de necesitarlo. Pero aquello no se movía. Lo intentaron entre los dos, colocando los pies sobre el casco. Estaba encajado.

Hutch estaba a punto de volver a echar mano de la cortadora cuando vio a Alyx haciéndole señas para que le tirara el cable. Hutch lo hizo ondear sobre su cabeza, al más puro estilo del viejo oeste, y lo arrojó hacia ella. Alyx lo atrapó a la primera y rápidamente lo fijó en la estructura de la antena delantera de la lanzadera, como habían planeado transportar la cabina hasta el Memphis. Cuando hubo acabado, entró en la cabina.

—Atentos todos —dijo—, apartaos. Bill, llévanos de vuelta.

Los propulsores de cabeza se encendieron, y la lanzadera tomó impulso. El cable se estiró, tensándose cada vez más… y el vehículo acabó deteniéndose.

Estamos encallados —dijo Bill.

—Dale caña —dijo Hutch.

¿Estás segura?

—Sí, Bill. —Intentaba mantener el volumen de su voz—. Hazlo.

Los propulsores volvieron a encenderse. Seguían escupiendo fuego. Hutch se agazapó en el casco del Wendy, mascullando entre dientes vamos, vamos. La cabina del baño comenzó a comprimirse y desgajarse, pero finalmente acabó liberándose.

Hutch agarró a Nick y se impulsó con la mochila propulsora para alejarse de la maltrecha nave. Instantes más tarde, del mismo agujero que habían sacado la cabina salió despedida una viscosa masa negruzca.

• • •

Tor estaba helado. Flotaba en el interior de aquella caja —ya había dejado de considerar aquel compartimiento un baño— e intentaba aferrarse a la pieza del lavabo, para no ir rebotando de un sitio a otro. No había escuchado lo suficiente de la conversación de sus compañeros como para asustarse hasta hacérselo en los pantalones, claro que tampoco llevaba. Estaba encogido, a modo de bola, intentando conservar su calor corporal. Para empeorar aun más las cosas, le costaba cada vez más respirar.

Hutch lo tranquilizaba. Ya habían salido, decía, y todo iba a ir bien. Ahora todo lo que tenía que hacer era tener paciencia. Aguantar. Su frase favorita. Aguanta.

El le respondió algo como voy aguantando, o muy bien, muchacha, o alguna otra estúpida bravuconada. No quería hablar demasiado, porque no tenía ganas de que viera lo asustado que estaba.

Era perfectamente consciente de su situación, visualizaba la caja arrastrada en el vacío, sentía todo helándose a su alrededor, se preguntaba si la presión del aire en el interior de aquel espacio no haría explotar la cabina arrojándolo al vacío, donde se congelaría como un témpano antes de tener tiempo de hacer ningún movimiento.

La cabina era arrastrada desde la parte superior, de modo que Tor seguía más o menos cerca de la cubierta, que era de plástico que imitaba madera. Aún tenía la linterna encendida y arrojaba feroces conos luminosos por todo el interior, iluminando la alcachofa de la ducha, sus pies o la puerta que en otro tiempo había conducido a una estancia repleta de reliquias y de espacio con aire respirable.

Bueno, todo va bien. Vamos de camino al Memphis.

De camino al Memphis. Intentó hacer una tonadilla. Una canción. En realidad, existía tal canción. Pero no podía recordar la letra completa. De camino, la-de-da, al viejo Memphis. Pues ese viejo Memphis no debía de estar ya demasiado lejos.

En aquel momento decidió que, si salía ileso de aquello, encontraría un modo de plasmarlo en un lienzo. Dibujaría la cabina del baño saliendo a través del agujero en el casco. Sí, podía verlo perfectamente. Hutch encabezando la marcha, con su aspecto completamente sobrenatural, con sus rasgos menudos y delicados, y su e-traje rodeándola como un aura a la luz de las estrellas.

El aire se enrarecía por momentos y apenas podía sentirlo en sus pulmones. La oscuridad lo abrazaba y empezaba a arrastrarse desde los límites de su campo de visión.

—Ahora sentirás una sacudida —escuchaba a Hutch, desesperada, a lo lejos—. Estamos usando la lanzadera para arrastrarte.

El suelo de imitación de madera subió bruscamente y lo golpeó. Le dio un buen empujón. Buenas noticias. Daos prisa, por favor.

• • •

Hutch y Nick observaban cómo la lanzadera se hacía cada vez más pequeña y se encaminaba hacia la compuerta abierta del compartimiento de carga del Memphis. Bill estaba ahora al mando del transporte y lo pilotaba con cuidado, pues necesitaba un aterrizaje bastante suave al otro lado.

—¿Cómo lo ves? —preguntó Nick.

—Aún respira —dijo—. Creo que saldrá de ésta.

Frente a ellos rugían las luces del Memphis. La lanzadera iba con el rumbo fijo hacia la nave, arrastrando a su paso la cabina del baño, unida al extenso cable.

Otra sección del Wendy se doblaba y separaba del armazón principal.

Tor flotaba en la oscuridad, apenas consciente, recluido en una esquina remota de su cerebro. La linterna debía de habérsele apagado. Recordaba con dificultad dónde estaba. Respiraba costosa y ruidosamente. El corazón le latía con fuerza. No te desmayes. Mantén la calma. Piensa en Hutch. Ahí fuera, a la luz de las estrellas. Intentaba imaginarla desnuda, pero aquella no era la imagen que le venía a la cabeza.

Se aferró a la pileta del lavabo. Era cilindrica y metálica, y estaba fría. No sabía por qué, pero le parecía importante no soltarla. Y no lo hacía. Era su anclaje al mundo.

La oscuridad ganaba en tinieblas y espesura, más que cualquier oscuridad normal. Era algo tras sus ojos que lo intentaba arrastrar consigo, apartarlo a una solitaria cueva perdida en algún lugar, como si ya no fuera más que un mero testigo, un observador, ya no más que un espíritu despojado de su cuerpo, apenas consciente de la presencia de unas voces distantes que pronunciaban su nombre. Eran voces familiares que pertenecían a viejos amigos a los que no había visto en décadas, a su padre al que había perdido hacía mucho, muerto un cuarto de siglo atrás en un accidente de esquí, el pobre hombre; su madre, que lo había llevado de paseo hasta Piedmont Square para darle de comer a las palomas; se acordaba de su pequeño camión de juguete, con una inscripción en el lateral que rezaba Sammy Doober, por el personaje de las tiras cómicas. Sammy con su nariz de zorro y su globo.

Hutch.

Sus refulgentes ojos flotaban frente a él. Su aspecto era el de hacía cuatro años atrás, en el Cassidy’s. Recordaba cómo la besaba, sus labios apretándose, mullidos y apremiantes.

La amaba. La había amado desde la primera vez que la vio.

Una pena terrible lo apresó. Iba a morir allí y ella nunca conocería sus verdaderos sentimientos.

• • •

Alyx estaba sentada sola en la lanzadera, viendo cómo el Memphis crecía y crecía. Había intentado hablar con Tor, darle ánimos, decirle que ya estaban muy cerca. Había obtenido una respuesta confusa, y fue incapaz de entender qué le decía. La aterrorizaba cómo pudiera estar, quería decirle a Hutch que Tor no se encontraba bien, pero no se atrevía a utilizar el circuito de comunicación porque no sabía cómo pasar a un canal privado, y temía que Tor pudiera escucharlas. Finalmente optó por llamar a George para decirle, innecesariamente, que se preparase.

—Tú tráelo hasta aquí —le respondió él.

Aquello, claro, era tarea de Bill. La IA guiaba la lanzadera, haciéndola avanzar con tanta parsimonia que Alyx deseaba gritarle, decirle que se diera prisa.

Alyx. —La voz de Bill sonaba calmada, como si no estuviera ocurriendo nada fuera de lo normal—. Prepárate para soltarlo.

Cogió sus tenazas y bajó por la cámara estanca, siguió cuidadosamente las instrucciones de Hutch, sin perder contacto con el casco en ningún momento.

Le había sorprendido encontrar tan sencillo salir al exterior. Cuando Hutch le había explicado el plan por primera vez, se había asustado, y la capitana se la había quedado mirando hasta que Nick le había dicho que no había problema, que podría hacerlo. Se había dado cuenta de que solo podrían hacerlo ella o George, y de que Hutch había querido que este se quedase en el Memphis porque alguien debía permanecer allí para romper la cabina hasta abrirla.

Al principio, cuando había salido al exterior a aguardar que Hutch le tirase el cable para poder fijarlo a la estructura de la antena, le había sorprendido no estar asustada. En aquel momento la situación era ya bastante terrorífica. Hutch le había arrojado el cable y ella lo había agarrado y atado como una heroína.

Ahora repetía la acción, trepando por la techumbre de la cabina de la lanzadera, mientras el Memphis estaba cada vez más cerca. Se dejó caer sobre una rodilla y volvió la vista hacia la cabina. Se veía de un pálido color verde, a la luz de las estrellas.

El lavabo de las estrellas.

Alyx —dijo Bill—. Cuando te avise

—Estoy lista.

El cable temblequeaba un poco. Alyx abrió las tenazas, lo apretó entre las hojas y esperó.

Ahora —dijo Bill.

Apretó las asas, sin suerte, y enseguida lo intentó de nuevo.

El cable se resistía.

¿Ya está, Alyx?

Se le pasó por la cabeza intentar deshacer el nudo, pero le iba a llevar demasiado tiempo. Reunió todas las fuerzas que pudo y volvió a apretar. El cable al fin se partió.

—Hecho —dijo.

Perfecto.

Entonces soltó el nudo y lo alejó de la lanzadera.

—Era bastante resistente.

Vuelve dentro —le dijo Bill—. Rápido.

A Alyx le molestaba que una IA le estuviera dando órdenes, pero entendió que realmente debía darse prisa. Se volvió, regresó corriendo a la lanzadera y subió a su asiento. El arnés puesto, la cámara estanca cerrada y entonces escuchó el sisear del aire al entrar. Los propulsores se encendieron, el impulso la reclinó contra el asiento y el vehículo cambió de dirección.

Intentaba recordar algún momento en toda su vida en el que se hubiera sentido tan bien consigo misma.

• • •

George contemplaba la cabina mientras esta avanzaba hacia él. Era horripilante, con restos de tuberías y cables por aquí y allá, y fragmentos de estantes. Los últimos pedazos de cristales de hielo se alejaron flotando. La cámara avanzaba dando lentos tumbos, y empezó a dudar que fuera a poder entrar por la puerta del muelle de carga.

Bill seguía centrando toda la iluminación sobre la cabina, tanto desde la lanzadera como desde el Memphis en sí. George se apartó para dejar paso.

Venía más rápido de lo que había pensado.

Volvió la vista para mirar la red que había construido, diciéndose que aguantaría.

Había estado atento a las conversaciones en el intercomunicador, y sabía que desde hacía varios minutos no había vuelto a escucharse ningún sonido inteligible procedente del interior de la cabina.

La voz de Hutch irrumpió de repente:

¿George, estás listo?

—Estoy esperando —dijo—. Ya viene. Está a unos treinta segundos.

Perfecto. Estaremos ahí en cuanto podamos.

George veía aproximarse la cabina, la veía girar con parsimonia alrededor de su eje central. La lanzadera estaba describiendo un arco y venía ya de vuelta, y a Hutch y Nick se los veía a lo lejos, próximos al Wendy pero acercándose, impulsados por las mochilas propulsoras. Ya estaban lo bastante cerca para que los avistara, al menos sus luces.

Diez segundos —dijo Bill—. Despeja la entrada.

Maldita máquina estúpida. ¿Acaso pensaba que George iba a quedarse ahí para jugar al tú la llevas con la cabina? Escuchó el suave canturreo de la unidad de energía de su traje y sintió el flujo de aire que le recorría el rostro.

Cinco.

La precisión de la IA destilaba un cierto sentimiento de orgullo. Justo en el preciso momento que esta había anunciado, la cabina atravesó la puerta. Dio contra la parte superior del marco, atravesó el muelle y fue a dar contra la red. Tampoco justo en el centro, pero casi.

George corrió hacia allí.

—Bill —dijo—, cierra la compuerta y danos algo de oxígeno.

Le dijo a Tor que estaba en el Memphis, a salvo, que respiraría aire fresco en un minuto. Mientras, empezó a desenmarañar la cabina del lavabo de la red. Tor no respondía.

Al liberarla, la empujó a la cubierta.

—Muy bien, Bill —dijo—, activa la gravedad.

Por razones técnicas que había oído, pero que nunca había acabado de entender, sabía que recomponer la gravedad no era una tarea exacta. Era una cuestión de todo o nada, con independencia de cuál fuese el escenario. Bill le proporcionó la estándar de un cuarto de G.

La puerta de embarque se cerró y el aire fue llenando poco a poco el muelle. George se arrodilló sobre la cabina, esperando a que las luces del panel de estado del muelle se tornaran verdes.

• • •

Más tarde, Tor afirmaría no haber llegado nunca a perder la consciencia. De ser así, desde luego sí estuvo a punto de hacerlo durante varios minutos. Sin embargo, a él le parecía haber estado bien despierto todo aquel tiempo, siendo bastante consciente de cómo había sucedido todo, visualizándolo. Decía que no había respondido porque, astutamente, había estado ahorrando oxígeno. Sostenía que fue consciente de cuando la caja flotó atravesando la compuerta de acceso al muelle, y que le complació percibir que había acertado en la red que había dispuesto George. Complacido. Así lo había descrito.

En cualquier caso, finalmente vio la cara preocupada de George mirándolo, y cómo este le frotaba las muñecas para restablecerle la circulación, cómo lo abrazaba con fuerza, sin dejar de decirle que se iba a poner bien, que lo había logrado, y que por favor no volviera a darle un susto así.

• • •

Lo tenemos —le dijo George a Hutch—. Se encuentra bien.

Hutch y Nick estaban entrando en la cámara estanca principal.

—Tor —dijo la capitana—, me alegra tenerte de vuelta.

No creo que pueda hablarte aún, Hutch. Pero te ha oído. Está asintiendo con la cabeza. Te da las gracias.

—Bien hecho, George —dijo.

Después que George sacara a Tor del muelle de la lanzadera, Bill descomprimió y volvió a abrir la compuerta. Se deshicieron de la cabina y Hutch recogió a Alyx con la mochila propulsora.

Dejaron la lanzadera estacionada a un kilómetro de distancia del Memphis. Estarían observándola un tiempo antes de recuperarla y llevarla de vuelta a bordo. Solo por si acaso.

A regañadientes, Hutch no fue tras el cuerpo de Kurt. Había quedado bañado en aquello que había despedazado al Wendy, y el riesgo que implicaba traerlo a bordo sencillamente no justificaba la recuperación.

Otra baja más.