El viaje a través del tiempo se considera cada vez más como una amenaza. La Historia está contaminándose.
La Enciclopedia Galáctica tiene mucho que decir sobre la teoría y la práctica de los viajes por el tiempo, la mayor parte de lo cual resulta incomprensible para todo aquel que no haya pasado al menos cuatro vidas estudiando hipermatemáticas avanzadas, y como esto era imposible de hacer antes que se inventaran los viajes a través del tiempo, existe cierta confusión sobre el modo en que en principio se llegó a tal idea. Una explicación racional a este problema consiste en que, por su propia naturaleza, los viajes a través del tiempo se descubrieron de manera simultánea en todos los períodos de la historia; pero esto, claramente, no es más que faramalla.
Lo malo es que, en estos momentos, buena parte de la historia tampoco es más que palabrería.
Ahí va un ejemplo. A ciertas personas quizá no les parezca tan importante, pero otras lo considerarán crucial. No hay duda de que es significativo en el sentido de que ese único acontecimiento ocasionó que la Campaña del Tiempo Real se pusiera en marcha en primer lugar (¿o fue en último? Depende del sentido en que se mire la historia viva, y ésa también es una cuestión cada vez más debatida).
Hay, o había, un poeta. Se llamaba Lallafa, y escribió lo que por toda la Galaxia se consideraron como los poemas más bellos conocidos, los Cánticos de la tierra larga.
Son/eran maravillosos, inefables. Es decir, no se podía hablar mucho de ellos sin sentirse tan abrumado de emoción, de verdad y de la sensación de totalidad e individualidad de las cosas, que no necesitaría en seguida un rápido paseo alrededor de la manzana, haciendo quizá al volver una pausa para tomar rápidamente un vaso de perspectiva con soda. Así de buenos eran.
Lallafa habitaba en los bosques de las Tierras Largas de Effa. Allí vivió, y allí escribió sus poemas. Los anotaba en las caras de hojas secas de hadra, sin las ventajas de la educación o del líquido corrector. Escribió acerca de la luz en el bosque y de sus ideas al respecto. Escribió sobre la oscuridad en el bosque y sobre lo que eso le parecía. Escribió sobre la chica que le abandonó y lo que pensaba precisamente de ello.
Mucho después de su muerte se encontraron sus poemas, que causaron sensación. Noticias acerca de ellos se esparcieron como la luz de la mañana. Durante siglos iluminaron y regaron las vidas de mucha gente que, de otro modo, habría vivido de forma más oscura y estéril.
Entonces, poco después de la invención de los viajes a través del tiempo, unos grandes fabricantes de liquido corrector se preguntaron si sus poemas no habrían sido mejores si hubiera dispuesto de un líquido corrector de alta calidad, y si no se le habría convencido para que dijera unas palabras en ese sentido. Viajaron por las olas del tiempo, le encontraron, le explicaron la situación —con cierta dificultad— y lograron persuadirle. En realidad le convencieron hasta tal punto, que en sus manos se hizo sumamente rico, y la chica sobre la cual estaba destinado a escribir con mucha precisión nunca llegó a abandonarlo; de hecho, ambos se trasladaron del bosque a una bonita casa en el pueblo, y él viajaba con frecuencia al futuro para hacer entrevistas en las que brillaba su ingenio.
Nunca pudo escribir poemas, claro está, lo que constituyó un problema que se resolvió fácilmente. Los fabricantes de líquido corrector se limitaron a enviarle fuera una semana con un ejemplar de una edición reciente de su libro y un rimero de hojas de hadra secas para que lo copiara en ellas, haciendo de paso la extraña operación de equivocarse a propósito y corregir los errores.
De pronto, mucha gente dice ahora que los poemas no valen nada. Otros aducen que son exactamente los mismos de siempre, de manera que ¿qué ha cambiado en ellos? Los primeros dicen que lo importante no es eso. No están enteramente seguros de qué es lo importante, pero están convencidos de que eso no lo es. Iniciaron la Campaña del Tiempo Real para evitar que ese tipo de cosas siguiera adelante. Sus argumentos se vieron considerablemente reforzados por el hecho de que una semana después de que la hubieran empezado, saltó la noticia de que no sólo habían derribado la gran Catedral de Chalesm con el fin de construir una nueva refinería de iones, sino que la construcción de la refinería había durado tanto tiempo y había tenido que retrotraerse tanto en el pasado para que la producción de iones empezara a tiempo, que la Catedral de Chalesm ya se iba a quedar sin construirse nunca. De repente, las postales de la Catedral se hicieron enormemente valiosas.
De modo que buena parte de la historia ya ha desaparecido para siempre. La Campaña en pro de Cronómetros reales afirma que, así como un viaje agradable elimina las diferencias entre un país y otro, y entre un mundo y otro, del mismo modo el viaje por el tiempo anula las diferencias entre una era y otra. «El pasado», dicen, «es ahora como un país extranjero. Allí hacen las cosas exactamente igual».