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Dos meses después, Zipo Bibrok 5 X 108 había cortado las perneras de sus vaqueros galácticos y gastaba parte de los enormes honorarios recibidos por los juicios tumbado en una playa engalanada mientras la preciosa componente del jurado le daba un masaje en la espalda con Esencia de Qualactina. Era una muchacha de Soolfinia, al otro lado de los Mundos Nublados de Yaga. Tenía una piel de limón sedoso y estaba muy interesada en los cuerpos legales.

—¿Has oído las noticias? —preguntó.

—¡Vaaaayaaaaa! —exclamó Zipo Bibrok 5 X 108, y habría que haber estado allí para saber por qué dijo eso. Nada de esto está registrado en la cinta de Ilusiones Informáticas, y todo se basa en rumores—. No —añadió cuando dejó de suceder lo que le había hecho exclamar «¡Vaaaayaaaaa!». Se movió un poco para recibir los primeros rayos del tercero y mayor de los tres soles primarios de Vod, que ahora se remontaba sobre el horizonte, ridículamente bello, mientras el cielo relucía con el polvo de mayor potencia bronceadora que jamás se conociera.

Una brisa fragante venía del mar en calma, se esparcía por la playa y flotaba de nuevo hacia el mar, preguntándose a dónde iría a continuación. En un impulso alocado, volvió otra vez a la playa. Se retiró nuevamente hacia el mar.

—Espero que no sean buenas noticias —masculló Zipo Bibrok 5 X 108—, porque no creo que pudiera soportarlo.

—Hoy se ha cumplido tu sentencia sobre Krikkit —informó la muchacha en tono mayestático. No era preciso anunciar algo tan prosaico con esa suntuosidad, pero la muchacha siguió adelante de todos modos porque era esa clase de día—. Lo he oído en la radio cuando fui a la nave a buscar el aceite.

—Ajá —murmuró Zipo mientras apoyaba la cabeza en la arena recamada.

—Ha ocurrido algo —anunció la muchacha.

—¿Mmmm?

—Nada más cerrar la envoltura de Tiempo Lento —dijo ella, haciendo una pausa para untarle la Esencia de Qualactina—, una nave de guerra de Krikkit, a la que se daba por perdida y se creía destruida, resultó que simplemente estaba perdida. Apareció y trató de apoderarse de la Llave.

Zipo se incorporó bruscamente.

—¿Qué, cómo?

—Todo está bien —explicó la muchacha con una voz que habría apaciguado a la Gran Explosión—. Al parecer hubo una batalla breve. La Llave y la nave quedaron desintegradas y estallaron en el continuo espacio-temporal. Por lo visto, se han perdido para siempre.

Sonrió, vertiéndose en los dedos un poco más de Esencia de Qualactina. Zipo se calmó y volvió a tumbarse.

—Repite lo que me has hecho hace unos momentos —murmuró.

—¿Esto? —dijo ella.

—No, no —protestó Zipo—, eso.

—¿Esto? —preguntó la muchacha.

—¡Vaaaayaaaaa!

Una vez más, había que estar allí.

La fragante brisa volvió a venir del mar.

Un mago paseaba por la playa, pero nadie le necesitaba.