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La Energía Bistromática es un nuevo y maravilloso método de recorrer grandes distancias interestelares sin todo ese peligroso desbarajuste de los Factores de Improbabilidad.

En sí misma, la Bistromática es una nueva y revolucionaria forma de entender el comportamiento de los números. Así como Einstein observó que el tiempo no era absoluto sino que dependía del movimiento del espectador en el espacio, y que el espacio no era absoluto sino que dependía del movimiento del espectador en el tiempo, así se comprende ahora que los números no son absolutos, sino que dependen del movimiento del espectador en los restaurantes.

La primera cifra no absoluta es el número de personas para quienes se reserva mesa. Ello varía a lo largo de las tres primeras llamadas telefónicas al restaurante, y luego no guarda relación clara con la cantidad de personas que terminan presentándose, ni con las que a continuación se unen a ellas tras el espectáculo/partido/fiesta/sesión musical, ni con los que se van al ver quién más ha venido.

El segundo número no absoluto es el de la hora de llegada prevista, a quien actualmente se conoce como uno de los conceptos matemáticos más extraños, un recipriversexclúson, cifra cuya existencia sólo puede definirse como distinta a la suya propia. En otras palabras, la hora prevista de llegada es el preciso momento en que es imposible que llegue cualquier miembro del grupo. Los recipriversexclusones desempeñan en la actualidad una parte importantísima en muchas ramas de las matemáticas, incluidas la estadística y la contabilidad, formando asimismo las ecuaciones básicas empleadas para programar el campo del Problema de Otro.

El tercero de los no absolutos, y el más misterioso de todos, reside en la relación entre el número de artículos de la cuenta, el precio de cada uno, el número de personas a la mesa y lo que éstas están dispuestas a pagar. (En este campo, el número de personas que han traído dinero es únicamente un subfenómeno.) Las desconcertantes discrepancias que solían producirse en este aspecto no se han investigado durante siglos sólo porque nadie las ha tomado en serio. En el momento se achacaban a cosas tales como cortesía, grosería, cicatería, ostentación, cansancio, emotividad o lo avanzado de la hora, olvidándose por entero a la mañana siguiente. jamás se han examinado en condiciones de laboratorio, desde luego, porque nunca ocurren en laboratorios, al menos en laboratorios respetables.

Y sólo con el advenimiento de los ordenadores de bolsillo ha salido finalmente a la luz la sorprendente verdad, que es ésta: Los números escritos en la cuenta del restaurante dentro de los confines del local no siguen las mismas leyes matemáticas que los números escritos en cualesquiera otros pedazos de papel en las demás partes del Universo.

Ese solo hecho desencadenó una tempestad en el mundo científico. Lo revolucionó por completo. Tantísimas conferencias de matemáticas se dieron en tantos restaurantes buenos, que muchas de las mentes más agudas de una generación murieron de obesidad y de insuficiencia coronaria, por lo que la ciencia de las matemáticas sufrió años de retraso.

No obstante, poco a poco fueron comprendiéndose las consecuencias de la idea. Para empezar, había sido muy fuerte, muy estúpido y demasiado lo que habría dicho el hombre de la calle: «Pues claro, eso ya lo sabía yo». Luego se inventaron ciertas frases, como «Estructuras Interactivas de la Subjetividad», y todo el mundo pudo tranquilizarse y acostumbrarse a ello.

A los pequeños grupos de monjes que rondaban por las más importantes instituciones de investigación cantando extrañas salmodias en el sentido de que el Universo no era más que un producto de su propia imaginación, se los apartó al fin mediante la concesión de un permiso para que representaran teatro en la calle.