ESTROFAS
La reunión de varios versos en un grupito muy majo se llama estrofa. Cuando esta combinación es facilona, de chicha y nabo, la austera y endiosada crítica desprecia al poeta, y dice que sus composiciones son «de baja estrofa».
Antiguamente, cuando todo era más difícil, se exigía al poeta que los versos que formaban una estrofa tuviesen algo que ver los unos con los otros. Ahora, no; se pueden mezclar sin orden ni concierto los versos más dispares, las ideas más enloquecidas. Todo vale.
Por una simple estrofa se puede conocer a veces al poeta que la ha creado. Por ejemplo, cuando leemos un par de versos, o cuatro, o seis, o más, y nos quedamos a la luna de Valencia, ya se sabe: la estrofa es de don Juan Larrea. Probamos a leerla en francés, idioma en el que fueron escritos sus poemas, y tampoco nos enteramos de nada. De Larrea, entonces.
CLASES DE ESTROFAS
Las estrofas castellanas pueden ser de varias clases, a saber:
Parisílabas, que no quiere decir que vengan de París, sino que tienen el mismo número de sílabas en todos los versos que entran en ellas.
Imparisílabas, o sea, lo contrario.
Aconsonantadas, cuyos versos riman entre sí de forma consonante.
Asonantadas, o que tienen versos que riman de forma asonante.
De arte mayor, cuyos versos tienen más de ocho sílabas.
De arte menor, que están rellenas de versos de ocho sílabas o menos.
Mitad y mitad, o que tienen versos de arte mayor y de arte menor.
De carta comercial, que están rellenas de versos —o lo que sea— de los muchos que se escriben actualmente, y lo mismo Parecen verso, que prosa, que párrafos de la Ley de enjuiciamiento civil.
Nota: Mientras no haga alusiones personales, esto va bien. Y aunque ponga como un trapo a los desgraciados y prosaicos versos actuales, como ninguno de los que los escriben se van a dar por aludidos, esto va mejor.
De menos a más, vamos a estudiar las distintas estrofas:
PAREADO
La estrofa más simple que se conoce en castellano es el pareado. No consta más que de dos versos que riman entre sí con rima perfecta o consonante. No riman, pues, ni son pareados, la mayoría de los refranes españoles, excepto
Muera Marta,
muera harta.
Lo menos que se le puede pedir a un pareado es que su rima sea perfecta. Ahora bien, no es tan fácil como piensa la gente hacer un pareado, porque casi siempre resulta venenoso.
Ejemplo:
Soplaba bastante el cierzo
en Villafranca del Bierzo.
Probemos a formar otro con versos de arte mayor, para desengrasar:
No te olvides, si te pasas por Bembibre,
de tomarte una copita de gengibre.
Que tampoco están mal.
Hay composiciones largas hechas con pareados. El efecto es casi siempre desolador. No obstante, hagamos el intento, a ver qué sale:
Si vas al Peloponeso
quizá te la den con queso,
pero si vas a Gallur,
te la darán con yogur
Pone los vellos de punta pensar que al pareado se le llama también dístico. ¡Qué se le va a hacer…!
TERCETO
Es una estrofa que consta de tres versos, casi siempre parisílabos y consonantes. También se llama terceto a una de las piezas de una ópera, en la cual, en vez de ser dos los que se desgañitan, son tres. Y terceto es, para llamarlo de una manera fina, el matrimonio francés.
Vamos a ver ahora un ejemplo de tercetos poéticos:
Fabio, más que el amor y la decencia,
más que ser un barbián probo y honrado,
valen hoy el enjuague y la influencia.
Y yo, que de influencias no he gustado,
zozobro en mi paupérrima piragua,
mientras a flote queda el paniaguado.
¡Árdeme el pecho con calor de fragua!
Paniaguado no fui, y estoy por eso,
por no ser paniaguado, a pan y agua.
JOVELLANOS
Cuando el terceto se forma con versos de arte menor, o sea, más cortitos, se denomina
TERCETILLO
Pero el tercetillo, de inspiración folklórica, se construye con versos octosílabos asonantados, y entonces se llama soleá. He aquí varias soleares casi cultas, pues riman, como puede observar el que lo observe, con rima perfecta.
Vamos a ver lo que sale:
No te bañes en el Darro
después de que haya llovido,
pues viene bastante guarro.
Popular
Metí la mano en la mar,
y estaba aquello tan verde
que la tuve que sacar.
Popular
Serrana, tú estás en Babia.
¿Cómo quieres ser flamenca,
si has nacido en Yugoslavia?
Popular
De coraje y de desdén,
por mi amor diste un suspiro
y reventaste el sostén.
Popular
ESTROFAS DE CUATRO VERSOS
Las hay de dos clases, según la longitud de sus versos, a saber:
De arte mayor, que son el cuarteto y el serventesio.
De arte menor, a las que pertenecen la redondilla y la cuarteta.
Cuarteto, es una estrofa de cuatro versos de arte mayor, que riman el primero con el cuarto y el segundo con el tercero.
Ejemplo:
Te enojas, Nise, porque te avizoro
en el Prado, tus pompas paseando,
con el pretexto de que estás tomando
el acero, que Febo cubre de oro.
EL FÉNIX (Y LA UNIÓN)
Serventesio son cuatro versos de arte mayor con rima alterna, es decir, primero con tercero y segundo con cuarto. Una advertencia a los lectores de este libro: les recomiendo que no pidan nunca en un restaurante un serventesio. A lo mejor se lo sirven.
Ejemplo de serventesios:
El surtidor gozoso que a la altura
sube aéreo, es, Matilde, como tú,
que por el mundo vas con gran frescura,
haciendo glu, glu, glu, glu, glu, glu, glú.
Y como tú es la almeja sensitiva,
porque sales desnuda a la ventana,
y ¡Paf!, la autoridad gubernativa
te detiene a diario por marrana.
VENTURA DE LA VEGA
Redondilla. Cuando yo empecé a estudiar estas cosas de los versos y de la Retórica, una redondilla siempre me sugería la imagen casta y veneranda de una albóndiga. La cruel realidad me ha enseñado que la redondilla poética es a veces muchísimo más indigesta y perversa que la albóndiga casera. Rima esta combinación métrica de la siguiente manera: primero con cuarto y segundo con tercero. Los versos han de ser de arte menor y, concretamente, octosílabos.
Ahí van unas redondillas:
ALCATIFA. La aurora tiñe con lumbre
el campo fresco y radiante.
ZOPENCA. Ya sale el sol por Levante,
según tiene por costumbre.
SULTANA. Si el sol te da en la nariz,
aparta del ajimez,
porque te pones, pardiez,
de color de regaliz.
ALCATIFA. Aunque aquí el sol es atroz,
no te inquietes por mi tez,
que con gran esplendidez
me he dado polvos de arroz.
ZOPENCA. Sacude de ti la murria,
sultana de la Alpujarra.
¿Quieres tocar la guitarra,
o prefieres la bandurria?
VILLAESPESA,
El penúltimo abencerraje,
acto 1.º, escena I
Cuarteta es lo mismo en todo que la composición anterior, excepto que los versos riman de forma alterna. La cuarteta es la combinación ideal para hacer versos ripiosos y repelentes. A fines del siglo pasado, más de cuatro poetas se dieron a las cuartetas, circunstancia que fue muy censurada en tiempos de la Restauración. Algunos ingenios tenaces perecieron durante la lectura de sus poemas, a manos de un público de ateneístas furibundos.
Como ejemplo de cuartetas, he aquí un fragmento de una obra muy en boga en la época a que me he referido antes:
(CASIMIRO, solo en escena, se apoya en una consola, que no se queja por ello. Conmovidísimo, declama:)
CASIMIRO. ¡Voto a Satanás maldito!
¡Qué cosas me están pasando!
Cual un potro me encabrito,
y además, estoy piafando.
Mas lo del potro es un fallo
que ahora me quema la sien,
pues compararse a un caballo
no es cosa de gente bien.
Pero si dudo y vacilo,
y mi mente va a estallar,
si me anulo y me aniquilo,
¿qué he de hacer sino piafar?
¡Oh destino despiadado,
pérfido, aleve y cruel…!
¿Por qué, di, me has entregado
la deshonra en un papel?
¿Por qué al tocarlo me creo
mordido por fría larva?
¿Es que el papel, según veo,
es blanco papel de barba?
¿Es este pliego villano
el que me da repugnancia,
porque parece en mi mano
que voy a echar una instancia?
La perdición, ¡oh la la!,
me ha llegado en este anónimo
que me entregaron en la
Carrera de San Jerónimo.
JOSÉ ECHEGARAY, Fango en el rango,
acto 1.º, escena IV
ESTROFAS DE CINCO VERSOS
Hay varias clases de combinaciones métricas en las cuales se utilizan cinco versos y se queda como un hombre. Estas son el quinteto, la quintilla y la lira.
Quinteto. Esta composición está formada por versos de arte mayor, y tiene la ventaja de que se puede rimar como a uno le dé la gana, siempre y cuando los dos últimos versos no formen pareado.
Ahí va un verbigracia de quinteto:
No te desesperes, hurí del profeta,
ni inclines al suelo la noble cerviz.
¿Lloras porque tienes cara de cateta,
y eres patizamba, y eres regordeta,
y de picaporte tienes la nariz?
El ser patizamba es una ventaja
que no ha de llenarte de rubor la sien.
Grasas y espetera la ciencia rebaja,
si a tiempo te pones una buena faja
y esas dos cazuelas llamadas sostén.
Bizquear un poco no es de pavo moco,
ya ti te da encanto ese bizquear.
y si tartajeas al salir del zoco,
eso te da gracia, pues hablas muy poco,
y hembra que no parla, mucho es de admirar.
ZORRILLA
Quintilla. Se forma la quintilla de la misma manera que los versos del quinteto, pero éstos tienen que ser de arte menor, generalmente octosílabos. Si la palabra quintilla va acentuada en la última sílaba, así: Quintillá, no es una estrofa, sino el apellido de una simpática actriz, encanto de chica y esposa de José María Rodero. A esta pareja brindo el ejemplo de quintilla:
Niña del talle que estalla,
la de la bella mantilla,
la de la horquilla y la malla,
el ventalle, la sombrilla,
el tontillo y la toalla.
Mi amor por ti es insensato,
locura, fuego, arrebato,
éxtasis, pasmo, agonía,
porque es que estás, hija mía,
de auténtico campeonato.
Entre entelequias, coloquios,
circunloquios y deliquios,
reliquias de soliloquios
te obsequio con hemistiquios,
como exequias de mis «oquios»,
Hurí que su torso escorza,
miel de amor en grácil orza,
cuarzo que en marzo se engarza
y con el cierzo se enzarza,
garza, alerce, zarza, corza…
Niña que mi amor desgarra
y aterra con su pachorra,
cuerda charra de guitarra,
cachiporra o cimitarra,
mirra, berro, parra… ¡porra!
La quintilla ofrece modalidades muy interesantes. Por ejemplo, a veces suele presentarse fabricada con versos heptasílabos, circunstancia que se suele agradecer muchísimo, porque de esta forma dura menos.
Ejemplo de quintillas heptasílabas:
Mi bergantín, Inés,
tiene cofa y bauprés,
serviola y botalón,
y un capitán inglés,
que se llama don John.
Y con él se negocia,
pues es un buen negocio,
ya que tengo un buen socio
que nació en Capadocia,
y, claro, es capadocio.
Capadocio, Inés mía,
no es un desaguisado
en el cual sufriría
menoscabo la hombría
del socio que te he hablado,
Y para darle fin
a esta cuestión, Inés,
me voy al bergantín,
porque zarpa a las tres
con rumbo a Medellín.
ENRIQUE DE MESA
Lira. Aquí tenemos una composición lírica de las más hermosas. Se dice que fue inventada por Garcilaso de la Vega, pero hay quien achaca la invención a otros autores que sentimos no recordar. Hay también quien opina que esta composición toma su nombre de los cinco versos de que consta, tantos al parecer, como las cuerdas de la lira. Yo no me atrevería a asegurarlo, por la sencilla razón de que jamás he tenido una lira entre las manos.
La lira consta de tres versos heptasílabos y dos endecasílabos, que riman entre sí de la misma manera que la quintilla, pero en este caso concreto el pareado final es de rigor. Lo mejor será que pongamos un ejemplo que nos saque de dudas, ¿verdad? Pues ahí va:
En un raro quietismo,
cuando el cuerpo en reposo no sosiega,
salíme de mí mismo,
y el ánima andariega
no sé si fuese a Suecia o a Noruega.
El pecho desolado
sin sujeción rodó cual un carrete,
sin alma y desmedrado,
pues el pecho es paquete
postal que no hay cartero que sujete
Y sin alma y sin vida,
siendo, sin ser, viviendo y no viviendo,
suspendo mi partida,
pues según estoy viendo,
ser y no ser es un follón tremendo.
SAN JUAN DE LA CRUZ
ESTROFAS DE SEIS VERSOS
La estrofa formada por seis versos se denomina sextina. En la actualidad, la sextina ha perdido muchos adeptos, pero en tiempos pasados fue famosísima. Fue conocida, no solo en España, sino en Italia, y más concretamente, en Roma, porque todos ustedes habrán oído hablar, supongo, de la Capilla sextina.
La sextina se forma casi siempre con versos de arte mayor, divididos en dos grupos, y de forma que rimen primero con segundo y cuarto con quinto, formando sendos pareados. El tercero rimará con el sexto. He aquí una preciosa sextina realizada con versos alejandrinos:
Y tus labios, los labios de la hijastra de Antipas,
devoraron unánimes dos paquetes de pipas,
que una tarde brumosa para ti fui a comprar.
Yo vertía susurros en tu tímpano ardiente,
y te hablaba del viento y del fresco relente,
pero tú no me oías, sin parar de tragar.
DON RUBÉN
Para que no haya dudas, pongamos otro ejemplo de sextina, esta vez construida con sonoros y pimpantes versos dodecasílabos. El fragmento escogido es de una gran profundidad metafísica y de un raro conocimiento de lo que es el mundo:
¡Cuánta cosa extraña para los humanos
se esconde en los pliegues tremendos y arcanos
de las entretelas de la Humanidad!
¿Por qué se le llama «hacer la peseta»
a un gesto del dedo, cual seña secreta,
mezcla de desprecio y de liviandad?
Hierve mi cerebro al pensar en ello;
como escoba hirsuta se me eriza el vello.
¿Por qué un gesto raro tan trascendental?
¿Por qué al aire obsceno del dedo farruco,
darle el nombre honrado, venerando y cuco
de nuestra moneda de curso legal?
NARCISO ALONSO CORTÉS
Una modalidad de la sextina es la conocida con el nombre de sextina de pie quebrado o estrofa manriqueña, llamada así porque, con esta combinación afortunada, don Jorge Manrique —mi ilustre tocayo del siglo XV— compuso unas delicadas y famosísimas «Coplas a la muerte de su padre». En épocas más modernas, autores varios han intentado resucitar el ritmo y combinación de Manrique. Renuncio a calificar lo que ha salido siempre de estos ensayos. Uno de los experimentos más perversos fue el de los hermanos Alvarez Quintero, que en una de sus comedias, viniese a cuento o no, hacían recitar a la protagonista aquello de «Era un jardín sonriente…» A pesar de ello, los famosos hermanitos de Utrera vivieron todavía bastantes años, circunstancia que demuestra que el público español tiene óptimas tragaderas, cuando no agredió con violencia a los dos salerosos y castizos dramaturgos.
Uno de los poetas que utilizaron alguna vez esta combinación manriqueña fue don Ramón de Campoamor, que también era de órdago. De él podrían ser estas coplas que transcribo:
¿No has pensado, niña triste,
que en un sarao —esplendente
luminar—
a todo el mundo que asiste
le entra prisa de repente
por tragar?
Al varón sobrio y sencillo,
y a la dama que, coqueta,
va al salón,
les entra un raro hormiguillo
en cuanto ven la croqueta
y el jamón.
¿y qué es la rica bicoca?
¿Qué es la «tapa» y el colmado
copetín?
¡Polvo que ensucia la boca,
concupiscencia, pecado,
cieno, en fin!
DON RAMÓN
ESTROFAS DE OCHO VERSOS
En castellano hay solamente tres estrofas de ocho versos: la octava real, la octava italiana y la octavilla. La octava del Corpus no se suele contar entre las más sonoras composiciones poéticas.
Octava real es una estrofa de ocho versos, naturalmente; endecasílabos, para más señas. La rima se organiza de forma bastante sencilla: los seis primeros versos riman alternativamente, es decir, uno sí, uno no; los dos últimos, con rima diferente, forman un pareado.
Por desgracia, la octava real es una de las estrofas castellanas con peor fama, no por sus muchas dificultades, que las tiene, sino porque con demasiada frecuencia ha sido escogida por los vates españoles especializados en escribir larguísimos poemas de tipo épico-latoso.
Pongamos un ejemplo:
Las galas y boatos antañones
volviéronse miserias y cuidados;
ya no vestimos calzas ni jubones;
ya no usamos encajes ni brocados;
ya no somos donceles ni infanzones;
ya no tenemos siervos ni criados.
Ahora la gente viste gabardina
y se pasa la vida en la oficina.
ZORRILLA
Octava italiana. Esta estrofa fue importada de Italia en tiempos pasados. Tiene, según algunos autores muy competentes, menos carácter español que la octava real, pero cumple. Los desmelenados y ardientes poetas de nuestro Romanticismo utilizaron bastante las octavas italianas, sobre todo para componer himnos y canciones patrióticas.
Los versos de la octava italiana están distribuidos de la siguiente manera: el primero y el quinto verso son libres, para lo que gusten mandar; segundo con tercero y sexto con séptimo, forman sendos pareados, y el verso cuarto rima tan ricamente con el octavo, rematando la estrofa:
A solas en mi celda rememoro
la fatal languidez de tu mirada,
tu mano, entre febril y desmayada,
tus melenas de ibérico león.
y veo tu silueta rutilante,
firme el cuello de cisne que me altera,
y en semejante sitio, en la espetera,
un doble cargamento de emoción.
EULOGIO FLORENTINO SANZ
Octavilla. Si la combinación métrica anterior la aplicamos a versos más cortitos, tendremos sin mucho dispendio lo que se llama una octavilla. Y no insisto sobre el particular, porque el que más y el que menos sabe perfectamente lo que es repatir octavillas. Un ejemplo:
Te picaste porque dije
que abusona especulabas,
y al agio te dedicabas
con un insensato afán.
y si al agio te entregaste,
no te ofenda que te embrome,
pues quien se pica «agios» come,
según pregona el refrán.
DUQUE DE RIVAS
DÉCIMA O ESPINELA
El poeta don Vicente Espinel es el autor, el creador de esta composición ingeniosa y agradable de versos octosílabos. La décima, como el soneto, es una poesía llena de dificultades, porque a poco que el autor se descuide, le ha salido más chabacana que un pasodoble torero soplado por una banda de pueblo. Las dificultades a que aludía se deben a que con ambas composiciones —espinela y soneto— al poeta le dan una especie de molde, que hay que rellenar. Y el relleno, ¡ay!, muchas veces desborda el recipiente, como esos bizcochos que, ya en el horno, se salen por todas partes, sembrando el desconcierto en cualquier hogar honrado.
Los versos de la décima riman de la siguiente forma: primero con cuarto y quinto; segundo con tercero; sexto y séptmo con décimo y último, y octavo con noveno. Las espinelas compuestas por algunos poetas, en lugar de ser décimas a secas, han resultado muchas veces décimas de fiebre.
Pongamos un ejemplo, que siempre aclara conceptos:
Admiróse una hotentota,
que se llamaba Pelagia,
de ver que la antropofagia
no se practicaba en Rota.
Una andaluza frescota
que la oyó, dijo: «¡Señor…!
Si la carne, con ardor,
sigue de precio subiendo,
nos va usted a ver comiendo
Ingeniero Thermidor».
MORATÍN
A veces, la espinela presenta unas variedades especiales a las que han sido muy inclinados algunos poetas más o menos modernos de nuestra Literatura. Esta variante consiste en rimar entre sí, a modo de pareado, los versos centrales del poema, o sea, el quinto y el sexto. De esta manera cuca, lo que se compone en realidad son dos redondillas unidas por el susodicho pareado central. Es más fácil que la décima clásica, e indica que los poetas que emplearon esta forma de falsa espinela no tenían la soltura y la inspiración necesarias para fabricar poesías sin prescindir del corsé de las reglas tradicionales. Ejemplo:
El desierto prematuro.
¡Luz! y la luz se marea
De ser luz. Y redondea
El hábito de ser puro.
Se inmolan los abedules
Fugaces. Concreta azules
La unidad. Ya la voy viendo,
Y el secreto. Todo el frío
Se masca en el pío pío.
Total, un lío tremendo.
JORGE GUILLÉN
El empleo de mayúsculas al principio de cada verso hace más dificultosa la lectura de éste y de todos los poemas de este poeta de canto único, retocado, repulido y distante.
SONETO
Dicen los que mucho saben, que el soneto lo inventó Apolo para desesperación de los poetas. De los poetas malos —digo yo—, aunque les puedo dar mi palabra de honor que yo no me encontraba allí cuando Apolo hizo la invención.
El soneto es, no cabe duda, una pieza comprometida. Bueno, me estoy refiriendo al soneto de verdad, no a lo que don Pablo Neruda denomina soneto. Claro, que el autor, con una especie de timidez y de arrepentimiento, se justifica, y en el prólogo llama a sus composiciones sonetos de madera o madererías. Menos mal que hay poetas que no se justifican ni inventan eufemismos carpinteriles para encubrir una licencia que más parece frustración que novedad.
El soneto de verdad consta de dos cuartetos y dos tercetos. Los primeros —¡puñeteros cuartetos!— son inamovibles y marmóreos, y además riman entre sí y de esta manera: primero, cuarto, quinto y octavo versos. Y haciendo rancho aparte, segundo, tercero, sexto y séptimo. Los tercetos se dejan a la buena voluntad del poeta para que éste los haga rimar como le dé la gana.
Cuando al soneto se le agregan al final varios versos de propina, el conjunto de éstos se llama estrambote. El estrambote, como muchas invenciones, es una forma como otra de encubrir la torpeza de un escritor. Cuando no se le agrega nada al final, se llama soneto a secas. Y cuando no se sabe hacer un soneto y sale otra cosa se denomina poema, nada más, y se publica, porque hay editores que saben que esos sonetos escacharrados tienen un público de majagranzas, porque hay gente para todo.
He aquí un falso soneto clásico, con imitación de hipérbaton y todo:
Esta, de áureo marfil tierno y rosado,
suculenta y opípara langosta,
pompa, florón y gala de la costa,
que, perezosa y verde, la ha criado,
es manjar indigesto. Ten cuidado;
no de su pinza, que feroz agosta,
sino de los dineros que te «costa»
su plástico marino y nacarado.
Déjala, pues, sin pena y sin enojo,
que en la manducatoria hay jerarquías,
y tú estás bajo, como está el abrojo.
En su lugar ingiere y sin manías
esos guijarros puestos en remojo
—mariscales mariscos—: las judías.
GÓNGORA
SILVA
Aquí tenemos una composición poética curiosísima. La silva es una combinación de versos endecasílabos y heptasílabos, cuyo número se deja a elección del poeta, si bien es preferible que no pasen de veinticinco. De esta manera el poema tiene más probabilidades de ser leído. La rima, consonante, claro, se deja también a discreción, pero tiene la ventajilla de que, de vez en cuando, puede haber algún verso libre.
La silva es el primer intento de poesía libre, porque es la composición que menos se ajusta a las implacables y tremendas leyes de la retórica.
Una modalidad de la silva es la estancia, que ofrece más dificultades, porque una vez que el poeta ha hecho la primera estrofa —en la cual tiene libertad absoluta para escoger el número de versos—, las demás estrofas de la composición tienen que ser iguales. Si no, no vale.
Una estancia es también una habitación anchurosa de una casa antigua, cuando la gente no vivía como vivimos en la actualidad, dándonos constantemente contra los muebles, que apenas nos dejan paso entre ellos. Pero como esta estancia no tiene nada que ver con la poesía, vamos a dejarlo. Publicamos, para compensar, un ejemplo de silva:
Por el boscaje umbroso,
que desciende cual mágico cortejo
monte abajo, y despeina rumoroso
un viento entre fresquito y quejumbroso,
voy y vengo perplejo,
al verlo todo en orden: allá, el sauce;
más acá del arroyo limpio el cauce,
que brilla bajo el sol como un espejo;
allá, la codorniz; aquí, el conejo;
acullá, el pavonado escarabajo,
y el tordo y el chorlito…
Al ver tales bellezas aquí abajo,
y al contemplar, arriba, el Infinito,
tiemblo, doy saltos, pásmome, me agito
(diminutivo de ajo)
y piensa el corazón dentro del pecho,
que este mundo, ¡caray!, está bien hecho.
FRANCISCO DE RIOJA
ESTROFAS MONORRIMAS
Hace muchísimos años apareció en España el Mester de Clerecía, sistema poético peculiar de poetas cultos, que se oponía al Mester de Juglaría, o versificación de juglares callejeros y cochinos. Los poetas del Mester de Clerecía impusieron unas reglas primitivas, pero no por eso menos intransigentes. Y versificaron utilizando estrofas monorrimas, denominadas cuaderna vía, o sea cuatro versos alejandrinos los cuales riman todos entre sí con rima perfecta.
He aquí un ejemplo más o menos medieval de estos celebérrimos y monótonos tetrásforos monorrimos:
Es el hombre malino, ca non fabla de veras,
e non face que pifias e cosas maxaderas.
Non tenemos apaño, ca somos como fieras;
merescemos azotes en las assentaderas.
Ca los homes tenemos un ansia cobdiciosa
cada vez que catamos de otro cualquiera cosa,
e a furtarle probamos, e se alguno non osa
pone como gazapo los pies en polvorosa.
Grave cosa e sañuda es la loca cobdicia,
que face cucamonas Con aceda caricia,
e a todos nos gobierna Con su grande malicia
e su cachupinada de caca e inmundiciá.
GONZALO DE BERCEO
ROMANCE
Si el tetrásforo monorrimo era, como hemos dicho, la forma característica de los poetas cultos, el romance lo fue de los poetas populares. En España, el romance ha tenido siempre grandes cultivadores, tanto entre los poetas clásicos y románticos como entre los contemporáneos.
Los romances constan de un número indeterminado de versos, rimados —los pares nada má— sen forma asonante. Los otros versos —los impares— quedan al aire, sin duda por eso muchas veces se constipan.
Un ejemplo de romance moderno:
Cuando el cielo en el sobaco
tiene cosquillas de peces,
y el viento suave le pone
zancadillas de merengue;
cuando las rosas eructan
suspiros de luna verde,
Felisa va por el río
y nada se le humedece.
¡Ay, que la niña sonámbula
tiene angustia de cipreses!
En las barandas del cielo
un barco de sal se duerme.
¡Ay, que la niña está amarga
lunes, miércoles y viernes!
En el olivar se cuaja
un gazpacho de relente
que con su pringue embadurna
la efigie de Julio Verne.
¡Ay, que la niña en el turbio
cristal del agua se mete!
¡Ay, que el agua ya le enfría
lo que antes tuvo caliente!
Por la barriga del mundo
cabalgan siete corceles:
cuatro van al Infinito,
y los otros, a Albacete.
GARCÍA LORCA
Romancillo es un romance fabricado con versos de menos de ocho sílabas. Se encuentra de varias clases; las más corrientes, sin embargo son:
Heptasílabo. Ejemplo:
¡Oh Filis!, si las nubes
no parecen tan blancas,
si el pájaro no trina,
si no murmura el agua,
si la esquila está muda
y el borrego no bala,
si la flor en el tallo
ya no tiene fragancia;
si el árbol no da frutos;
si el pastor ya no canta,
¿sabes tú por ventura
qué demonios les pasa?
JUAN NICASIO GALLEGO
Exasílabo:
Sobre tablas negras
dejaron sus cuerpos;
con viejas frazadas
pronto los cubrieron,
y allí se quedaron
verdes de fermento
y de soledades,
los quesos manchegos.
La vaga penumbra
de moho y silencio
les prestaba sombra
de trágicos senos,
tan puros, tan lácteos,
que pensé con miedo:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los quesos!
BÉCQUER
Hay romancillos cuyos versos tienen menos de seis sílabas, pero vamos a pasarlos por alto y dedicarnos ahora a explicar lo que se conoce con el nombre de
Romance heroico. En esta composición, llena de versos de arte mayor, su rima asonante es igual a la del romance. Por ser sus versos más largos, el romance heroico da más empaque a la narración. Porque el romance, todo hay que decirlo, es narrativo. Los romances tienen —o deben tener— un argumento con buenos y malos y una chica muy mona a la que le levantan una calumnia y, cuando está a punto de meterse en un convento para los restos, llega una carta que lo aclara todo; y van y se casan.
Ejemplo de romance heroico:
Bajaré hasta los valles rumorosos,
subiré hasta los montes encendidos,
recorreré senderos polvorientos
y trochas, vericuetos y caminos;
treparé por la frente de las peñas,
escalaré los muros del castillo,
y si no pierdo peso, por mi padre
que ya no vuelvo a hacer tanto ejercicio.
SALVADOR BERMÚDEZ DE CASTRO
ENDECHA
Esta composición poética no es más que un romancillo, que el autor, casi siempre del siglo XVIII, divide en estrofas de cuatro versos. Suele tener carácter sentimental, bucólico y amoroso. Algunas veces —casi todas— es, además, de un cursi que obnubila.
Ejemplo de endechas:
Dulces pajarillas,
piad y venid,
que pasa mi amada
cerca del Genil.
Aires de la sierra,
brisas del jardín,
echadle mimosas,
echadle maíz,
echadle capullos
de rosas de abril,
echadle tres platos
y postre a elegir.
MELÉNDEZ VALDÉS
COPLA
La copla es la letra de un cantar del pueblo. Si las demás composiciones poéticas que estamos estudiando son arte, la copla es artesanía. Los verdaderos poetas no han hecho jamás coplas, sin duda por eso cuando un vate es ripioso y facilón, se le llama despectivamente coplero.
La copla consta de cuatro versos, primero y tercero libres y segundo y cuarto ligados por una sencilla rima asonante. Más fácil no se puede pedir nada.
Yo pondría ejemplos de coplas, pero se me resiste el alma. No obstante, ahí van dos que podríamos llamar coplas cultas, porque en los dos ejemplos los versos segundo y cuarto riman, pero con rima consonante:
Las angulas, en Bilbao;
en La Coruña, el centollo,
y en Zaragoza, la jota
y un polo de desarrollo.
Popular
Me puse a pescar sardinas
y no querían picar;
es claro, estaba en Segovia,
bastante lejos del mar.
id.
El avisado lector habrá observado con sagacidad que en los dos ejemplos precedentes, como anuncié antes, las coplas riman de forma consonante. Por un poquito nada más no me han salido dos cuartetas, ¿verdad? Bueno, pues ese poquito es lo que diferencia al poeta del coplero.
Creo que está claro, ¿no? Pues les invito a ustedes a estudiar la siguiente composición lírica o
SEGUIDILLA
La seguidilla es una estrofa de cuatro versos, dos herptasílabos y dos pentasílabos. Estos dos —los pentasílabos— riman de forma asonante. La seguidilla, casi siempre, se enriquece con un estribillo, grupo de tres versos, que rematan la composición, a modo de epifonema o colofón de la misma. En el estribillo, los versos primero y tercero riman, también de forma asonante.
Ejemplo de seguidilla, que pueden ustedes bailar en su domicilio en compañía de su tía Escolástica:
Desde que te escapaste
con el sereno,
tengo, Carola mía,
rotos los nervios.
Dile que vuelva,
pues no hay nadie que cierre
ni abra las puertas.
Popular
La seguidilla culta, con rima consonante, es más difícil, claro. También queda más redondeada, más sonora.
Sigan bailando ustedes, que yo toco:
El rey don Carlos IV
—bota y merienda—
hace la vista gorda
sobre la Hacienda,
y con sus gastos,
canta en la piel de toro
las veinte en bastos.
La reina, desdentada,
se emperejila,
y le da en los nudillos
con la badila.
Cazo y embudo,
y con Godoy, tan fresca,
le hace cornudo.
Populares del siglo XVIII
Ahí va otro ejemplo de seguidilla, de recio sabor popular andaluz:
Nací en Lora del Río
por Navidad,
según mi documento
de identidad.
Por eso lloro,
porque si nací en Lora,
debo ser loro.
Popular también
Seguidilla gitana es una variedad de la anterior. La seguidilla gitana tiene cuatro versos, entre ellos uno —el tercero— endecasílabo. Pocos autores han escrito seguidillas gitanas, sin duda porque por ser gitanas estaban echando la buenaventura y diciéndoles a los transeúntes que tienen «patitas de bailaor».
Ejemplo de eso:
Como el higo chumbo
eres, Triniá,
que le quitas pinchos, espinas, pellejo,
y no queda ná.
Los QUINTERO (los dos)
OVILLEJO
Una de las combinaciones métricas castellanas más reventativa y asquerosa es el ovillejo. Don Miguel de Cervantes, que era, con los debidos respetos, un poeta detestable, era muy aficionado a los ovillejos. Los hacía con mucha frecuencia, y le salían como suelen salir todos los ovillejos: mal. La ventaja de esta composición es que, cuando se le resiste mucho al poeta, lo mejor es coger el ovillejo y devanarlo. Siempre puede salir una bufanda.
Se me forma un nudo en la garganta cada vez que pienso que tengo que explicar a ustedes cómo se distribuye y rima un ovillejo. Baste recordar que con los versos segundo, cuarto y sexto —la totalidad de versos en un ovillejo es de diez— se ha de formar impepinablemente el décimo y último verso.
Ahí va un ejemplo de tan exótica y asquerosa composición poética:
Cuando la existencia es hambre
cochambre;
el futuro es dura copia
de inopia,
y en el porvenir destaca
la estaca,
nada nos calma ni aplaca,
pues eso es tener, morena,
—desayuno, almuerzo y cena—
cochambre, inopia y estaca.
DON MIGUEL
OTRAS COMBINACIONES MÉTRICAS
La fantasía de los poetas de todos los tiempos es algo increíble y abracadabrante. No contentos y satisfechos con la rica variedad de formas métricas al uso, los poetas han anhelado siempre nuevas maneras de decir sus más o menos oscuros e intrincados pensamientos. De ahí la gran cantidad de combinaciones que, apartándose de los moldes clásicos, han enriquecido nuestro acervo poético y han proporcionado a sus autores la pequeña vanidad y el pisto de ser ellos los inventores del asunto.
Me parece que he dicho ya que el innovador más importante de nuestra poesía fue don Rubén Darío, aquel señor enamorado hasta las cachas de la música, el ritmo, la cadencia. Utilizó estrofas monorrimas, como los poetas medievales —torniamo all’antico, farem del nuovo, que decía Verdi—, se atrevió con los ritmos más extraños y musicales, y llegó hasta a imitar los pies métricos de Grecia, cuando dijo aquello de
Ya viene el expreso;
ya viene el expreso que va de Medina a Zamora;
la gente se agolpa con aire poseso.
Ya viene por fin el expreso que trae un retraso de tres cuartos de hora…
Otros poetas eminentes se han sacado de la manga combinaciones insospechadas y rarísimas. Zorrilla, que también innovó lo suyo, compuso poemas con versos esdrújulos, cortos y ceñidos, que parecía que saltaban de gustito. Y los intercalaba —breves y agudos— en una composición casi toda en versos exadecasílabos o alejandrinos. Una poetisa sudamericana inventó un poema compuesto con versos largos y cortitos.
Lo hizo aproximadamente así:
Nací
berbiquí.
Cógeme. Mi grito,
si das al manubrio hará agujerito.
Ombú,
¡tururú!
Pódame. Soy gris,
y te daré suerte jugando al parchís.
Fenol,
guayacol.
Bébeme. Mi mano
sabe a diclorurometilcloroetano.
Tonel
de hidromiel.
Sórbeme. Mi orza
fluctúa entre el beso y entre la cogorza.
¡Achis!,
don Luis.
Péiname. Mi crin
te caerá en la nuca como un adoquín.
JUANA DE IBARBOUROU
Hay poetas que han llegado más lejos todavía, como si necesitasen enturbiar nuestras vidas a fuerza de opacidades y penumbras, asequibles por lo visto para los que todas las mañanas reciben de la mano rugosa del Misterio el santo y seña correspondiente. Estos poetas sibilinos y abstrusos son los culpables de la cantidad de pedantes que hoy día pulula por todas partes, gentes que esconden y mimetizan su mediocridad y su falta de talento jugando a ser minoría selecta, que siempre es una diversión y un consuelo.
Podría llenar todo un libro con ejemplos de lo que yo llamo poetas-escollo y poetas-tapón, es decir, aquellos que entorpecen y obturan nuestra alma, que en el fondo es sencilla y anhela siempre ver el bosque sin que se lo impidan los árboles.
Ahí va, y sea lo que Dios quiera, dos muestras inolvidables de la labor de dos poetas importantes:
¿Adónde va ese señor
con un molinillo de café en la mano,
si acaban de dar las seis y media
en el reloj del Ayuntamiento
de Villapuerros del Abad Mitrado?
Sabe
o está soñando acaso,
oh, sí, soñando está en antigua granazón,
con los párpados llenos de ruido y de leche condensada,
que el molinillo va a sonar de un momento a otro.
y por eso su mano
cuajada
como un íntimo requesón lleno de moscas e ingenieros,
no se atreve a accionar el manubrio
del molinillo,
por si acaso repercute en los antípodas,
o se arranca
a tocar un pasodoble torero
que no se oyo jamás
oh, jamás,
ni falta que le hace,
porque está lleno de turbidez pasiva,
y de faroles de góndolas inermes
y de sueños del rajá de Brahmawalpur
montado en una bicicleta con los faros apagados.
DÁMASO ALONSO
Otro que también se las trae es el poeta al que pudiera pertenecer perfectamente este fragmento alucinante y descabellado, que brindo a los pedantes hispanos o de habla aproximadamente ibérica:
¿No sabes?
He corrido distancias que sólo conoce la cabra,
y he vuelto sin embargo,
pero he visto caballos verdes y tristes
que añoraban sonrisas de la Escuela Holandesa
y lápices romos para escribirle a Jorge Sand.
He visto dar una bofetada a una lata de conservas,
y lo más gordo es que era de anchoas,
y eso no se perdona.
Pero salí y estuve recorriendo bazares,
en los que compré un fez y una pastilla de jabón
que se me durmió en las manos.
El jabón no sabe explicar nada,
no sabe que se pueden tener manos de filete empanado,
no sabe que los muertos no guiñan un ojo.
¡Qué panorama desolador de alfileres con urticaria!
Voy con un guante en la mano,
y tengo que sujetarlo porque le gustaría volar,
para ver desde arriba con desilusión
que los mejillones no saben hablar esperanto.
El guante me acompaña,
pero me duele como si fuera una mano nueva.
Así que me lo quito y se lo arrojo a la cara
a un busto de Lafontaine,
¡por fabulista!
VICENTE ALEIXANDRE