SALVADOR RUEDA

Aquí tenemos a un precursor del modernismo, pero no mucho. Don Salvador nació en Benaque, provincia de Málaga, y en sus versos presagia e intuye lo que después se haría carne y música transparente en las hadas y princesas de Rubén Darío. Don Salvador intuyó, pero no hizo en su vida nada más que eso: intuir.

Es Rueda poeta musical, musicalísimo. Con sus versos de ámbar y piedra pómez consigue rozar las cumbres geniales de la ramplonería. Rueda es un poeta colorista, que lo canta todo, lo mismo el friso del Partenón que el entierro del maestro Caballero, circunstancia fúnebre que el poeta aprovecha para salir por peteneras y terminar la composición con un sonoro ¡viva Cartagena!, que produce al lector pudor nacional.

Si tuviera que comparar a Rueda con alguien, escogería a don Julio Romero de Torres, buen retratista, como Rueda, pero impregnado de falsa trascendencia, de filosofía de almanaque.

Don Salvador, que no paraba, se formó un lío tremendo, porque anhelaba ser original, nuevo y atrevido; pero la sombra de Núñez de Arce y la perillona de Zorrilla le estaban dando siempre la lata, como moscones tenaces y veraniegos.

Las composiciones de Rueda están llenitas de castañuelas, panderetas, peinas, mantillas, capas, sonrisas de toreros, cigarros puros, volantes, caireles y demás «souvenirs» tópicos. Las de Romero de Torres, también; por eso los comparaba antes. Y todas las figuras del pintor y del poeta aparecen como bañadas en cera: ex votos y presentallas colocados por todas las furcias andaluzas y tristonas en los altares de la copla y la alcahuetería.

De Rueda podría ser este soneto en versos alejandrinos que va a continuación.

EL BONIATO

Tubérculo grandioso que, modesto, acometes

aventuras de siembras y de recolecciones;

pedrusco que ha caído de antiguos torreones

o de los domingueros provincianos templetes.

Patata memorable enferma de diabetes,

sin insulinas suaves en dulces inyecciones;

topo alegre y grisáceo, que brindas y propones

la palidez sabrosa de tus fríos mofletes.

Tu prima, la Batata, de más rango y pureza,

desprecia tus orígenes y tu naturaleza:

extraña mezcolanza de postre y primer plato

Y aunque pariente pobre, con tal gusto te ofreces,

que un corazón asado partido en dos pareces,

¡oh español, benemérito y heroico boniato!