EL MARQUÉS DE SANTILLANA

Se llamaba este caballero don Íñigo López de Mendoza, y era señor de Hita y de Buitrago. Lo mismo que en literatura cambió de ideas y de procedimientos, en política —la política confusa y follonera del Medievo— le vemos bullir y destacar, tan pronto al lado del rey como contra él, conchabado con algunos nobles descontentos. Si es cierto que se permitió el lujo de dar algunas bofetadas, no es menos verídico que también recibió algunas, tan sañudas y enconadas fueron las luchas intestinas de aquellos tiempos.

Era el Marqués hombre estudioso, culto y leído, como contrapartida de los nobles contemporáneos, que eran casi todos unos zoquetes. La curiosidad y el afán de saber de don Íñigo estuvieron a punto de echar a perder sus condiciones naturales de poeta, porque cayó en sus manos La Divina Comedia, éxito editorial sin precedentes en la Edad Media, y don Íñigo se dijo: «Esto lo hago yo también», hombrada y chulería a la española de la que se salvó por milagro. Escribió en efecto un poema alegórico que tituló La Comedieta de Ponza, en el cual tuvo la habilidad de disfrazar el tema y procurar que se pareciese lo menos posible a la obra maestra del señor Alighieri. Otros poetas, también bajo la potente luz de Dante, obtuvieron resultados peores que nuestro simpático y caballeroso Marqués.

Quiso Santillana enriquecer nuestra poesía introduciendo las rimas italianas, y en particular el soneto. No asimiló el poeta la cadencia petrarquista en sus Sonetos fechos al itálico modo —se le resistió la musicalidad del endecasílabo—, y por eso, con todos los respetos, no pudo conseguir más que una colección de buñuelos medievales, difícil de digerir.

Pero el Marqués era un verdadero poeta. Para entretenerse quizás, o como solaz y diversión mientras descansaba de tareas más engoladas y acartonadas, don Íñigo escribió una serie de serranillas, poemitas que, por su brevedad y sencillez, nadie pensó que podían compararse con los grandes poemas que escribía a la sazón. Pues mira por dónde esas distracciones poéticas del Marqués son, en realidad, las que más valor tienen dentro de su vasta producción, y las que hoy recordamos todos con una sonrisa, reflejo acaso de la satisfecha y rutilante de aquel vate bien comido y mejor bebido.

Así es la vida.

SERRANILLA NAVIDEÑA

Por Navacerrada,

serrana yo vide

gorda e colorada.

Montaba un borrico,

vestía un refaxo

que exhalaba un rico

regustillo de axo;

corpiño e faldeta

teñida de azul,

con su camiseta

e su canesul.

Por Navaccerrada

miréla, miréla

con la mirada.

E yo colegía,

viendo tal primor,

que non la vestía

don Christián Dior.

Vila que partía,

e como un pelele,

por saber do iría

yo «le» preguntéle:

Si marchas quizás,

¿do irás, girasol?

¿Do vienes? ¿Do vas?

¿Do, re, mi, fa, sol?

Non «me» contestóme

mas la su mirada

desencuadernóme.

Hoy es Nochebuena

—dixe— serranilla,

e tengo una cena

con pavo e morcilla.

Daréte el asado

que te he susodicho,

e un cerdo cebado

(con perdón sea dicho)

Daréte unas sopas

que dan calorías,

e después tres copas

de González Byass.

Creo, en poridat,

que te ofrezco, niña,

buena Navidat.

Otros la disfruten

—dixo—, caballero;

la cena es de buten,

mas cenar non quiero.

Non por etiqueta

rechazo el yantar;

es que estoy a dieta

por non engordar.

«¿Non vendrás, chiquilla?»

«Señor, non iré».

«Adiós, serranilla».

«Adiós, don José».

Por Navacerrada,

serrana yo vide

que non comía nada

LA PORQUERIÇA DE MATARREDONA

(Serranilla catalana)

Cerca de Cardona

vi la Porquericça

de Matarredona.

Por senda boscossa

de cardos e ortigas,

la boca pastossa

y el cuerpo hecho migas,

hacia Badalona

por tierra caliça,

vi a la Porqueriça

de Matarredona.

Era colorada;

cruçaba sus manos,

mirando arrobada

a los sus marranos.

El campo, corona

puso de hortaliça

a la Porqueriça

de Matarredona.

Vestía un conjunto

—falda e pantalón—

y encima, de punto,

un minifaldón,

Y estaba tan bona,

que díxele: «¡Atiça!

¿Sois la Porqueriça

de Matarredona?»

Díxele: «Nenita,

saldremos de farra,

comeremos truita,

pan e butifarra.

Por Santa Madrona

que estáis muy rolliça,

linda Porqueriça

de Matarredona.

Después llevaréte

hasta el Llobregat,

y a beber daréte

en la Font del Gat.

¡Oh maca e bufona

ponte tu pelliça,

y ven, Porqueriça

de Matarredona!»

Dixo la su boca:

«¡Basta el devaneo,

que no exerço, loca

esse pluriempleo!

E non es buscona,

nin çorra, nin iça

esta porqueriça

de Matarredona».

Mas entonces, biçco

al verla enfadada,

le aticé un pelliçco

en plena muslada.

Pero la bribona

con porra maciça

diome una paliça

en Matarredona.

SERRANILLA ESTIVAL

Muy cerca de Osorno

passaba yo un día

de mucho bochorno.

Mi boca quemada,

ansiossa de fresco,

seca suspiraba

por un buen refresco.

Dentro de una zanja

que hallé de ocasión,

pedía naranja,

pedía limón.

De forma ridícula,

passaba yo un día

de mucha canícula.

Como flor loçana

de aquel mediodía,

vide una serrana

que hacia mí venía.

No era nada zafia;

su cuerpo era sano,

e un bolso de rafia

llevaba en la mano.

Con mucho calor,

serrana yo vide

que iba en bañador,

De lastex extraño

era la su estofa,

y el gorro de baño

como una alcachofa.

La noté tan fría

de cabeça a pies,

que me parescía

doña Úrsula Andréss

El pecho cual horno,

fablé a la serrana

muy cerca de Osorno

Ofrecí llevarla

en mi bicicleta,

para ansí mostrarla

toda la Meseta.

Le dixe: «Muñeca,

sube al sillín, y hala».

Díxome: «Soy sueca

e nascí en Upsala».

Con pena e bochorno,

perdí a mi serrana

muy cerca de Osorno.