En la villa de Paredes de Nava, que no debía ser modelo de ciudades cosmopolitas y cómodas, vino al mundo, concretamente el año 1440, el poeta Jorge Manrique, simpático caballero y tocayo del autor de estas modestas páginas. Pertenecía este poeta a una ilustre familia de apuestos y aguerridos caballeros, que se dieron también a la poesía. A pesar de esta Última circunstancia, fueron respetados por sus contemporáneos.
Mal andaban las armas en aquellos años en los que la Edad Media estaba dando las últimas boqueadas. Sin duda por eso, don Jorge, guerrero, tuvo que alternar su profesión con la de las letras, seguramente para seguir la tradición familiar.
Se vio mezclado Manrique en las muchas conjuras y banderías de los reinados de don Juan II y de su hijo, don Enrique IV. Y en los hechos importantes de entonces siempre había un Manrique —don Jorge u otro— que tan pronto asistía en Ávila a la degradación pública de don Enrique IV, como se encontraba en los Toros de Guisando, como combatía contra la Beltraneja y a favor de doña Isabel. En resumen: los Manrique estuvieron hasta en la sopa.
Fue don Jorge un guerrero esforzado y apuesto y un elegante caballero. Al frente de sus tropas, como era costumbre que entonces se presentasen los capitanes, luchó muchísimas veces, con mayor o peor fortuna. En una de estas escaramuzas, don Jorge halló la muerte. Antes de morir escribió sus famosas «Coplas a la muerte de su padre», porque comprendió que después de su fallecimiento le hubiera sido muy difícil escribirlas.
A continuación tengo el gusto de insertar unas estrofas apócrifas de las citadas coplas. Apócrifas son, porque me parece recordar que las he escrito yo mismo con mis manos pecadoras.
Mi tocayo no me lo toma en cuenta.
NUEVAS COPLAS MANRIQUEÑAS
En el mundo medieval,
donde la vida sin nexo
se plantea,
como todo es material,
medite y avive el seso
el que lea.
¿Qué se ficieron las damas?
¿Qué de su figura otrora
recatada?
Se han subido por las ramas
e van enseñando agora
la muslada.
¿Por qué triunfó don Froilán?
Méritos extraordinarios
non devana.
¿Por qué acude con afán
a los premios literarios
e los gana?
¿Cómo en puestos eminentes
hay alguno que subió
—yo non subo—
e, según dicen las gentes,
non sabe facer la o
con un tubo?
¿Por qué non dexan entrar
en la rueda que se aprieta
junto al solio,
e paran ya de chupar
los que facen de la teta
monopolio?
Muchos hay con ufanía
que aparescen muy triunfales
e muy vanos;
e son, por su hipocrisía,
comeesfínteres anales,
los marranos.
Por esso yo non prospero
e posición que me cuadre
non me brota,
e todo porque fui entero
e non fice ni a mi padre
la pelota.
Hay quien quiere mil prebendas
e una cruz siempre apetesce
o medalla,
e a mí, para que lo entiendas,
todo aquesso me paresce
que es quincalla.
Con zajones andaluces
los hay a cavallo, ufanos,
fanfarrones,
e a mí, que estoy a dos luces,
me tocan a cuatro manos
los zajones.