JUAN DE MENA

Este poeta de finales de la Edad Media, minucioso y aburridísimo, nació en Córdoba. A pesar de ser andaluz no se arrancó por peteneras o serranas, y sí por estrofas de ocho versos dodecasílabos, que no hay quien soporte. Como el Marqués de Santillana, como Micer Francisco Imperial, intentó imitar, sin lograrlo, el alegórico panorama de aquel best-seller del Medievo que se llamó La Divina Comedia.

La obra principal de Mena se denomina El Labyrintbo o las Trescientas. El subtítulo proviene del número de estrofas que tiene el impresionante poema. La trama del Labyrintbo es, como en la obra de Dante, un viaje en el que el lector se va encontrando con personajes más o menos conocidos, que las están pasando canutas. Como puede verse, la originalidad de don Juan de Mena no fue muy relevante.

Por si algo faltaba, Mena utiliza la alegoría cada vez que puede. Y su estilo, plagado de hipérboles oscuras, de neologismos y de otras virguerías, hace dificultosa la lectura de estas gachas medievales que no leyó nadie jamás, si se exceptúa a don MarceIino Menéndez y Pelayo, que era capaz de cualquier cosa.

Es de suponer que este poema, como todas las obras literarias oscuras y sibilinas, hizo las delicias de los pedantes de la época, como en la actualidad sucede en la proyección de películas cuyo significado, cuya clave e intención no comprenden, al parecer, más que un grupo deelegidos, blancas palomas mensajeras del Misterio.

No sé por qué razón, pero siempre se me ha antojado que Juan de Mena tuvo que ser un calígrafo notable, un pendolista fuera de serie, redactando su latazo —despacito y buena letra— hasta terminar con una rúbrica hecha de rabos de lagartijas notariales. Y si hay alguien que me cargue en esta vida, ese es un pendolista.

EL LABYRINTHO O LAS TRESCIENTAS

(Fragmento)

Aquella que vedes, rubiales de trença,

e bien colorada e bien pechugona,

aquella es la mesma María Pamplona,

que todos los días a vivir comiença,

e face lo mesmo que fiço en Sigüença,

e se quita paños, e mueve la tripa,

e queda en porreta, e non se constipa,

e tiene la pobre muy poca vergüença.

Aquellos que vienen en su derechura,

condes, escuderos, paxes, rodrigones,

fueron los amantes que tuvo a montones,

que non daba abasto su desenvoltura,

e a la luç del día o en la noche escura

volvíase loca buscando galanes,

concertaba citas, se arreglaba planes,

e todo lo fiço con poca mesura.

Agora la muerte con ella se forra,

de sus amadores tiénela apartada,

e ven que se pudre su carne cuitada

en la gusanera de su vil maçmorra;

e nadie al destino le busca camorra,

e nadie se espanta de verla en un grito,

e todo el que passa le dice baxito:

«¡Te lo meresciste por cochina e çorra!»

El cuerpo fermoso, la cara tan guapa,

si empieça su dança e su desafuero,

le cubren con pieças de muy duro cuero,

como a los cavallos cubren con gualdrapa;

e danle a diario polvos de xalapa

que agotan su cuerpo donoso e lascivo,

e danle los jueves un aperitivo,

mas, para que aprenda, non le sirven «tapa».

Mostrando su rostro de color alpiste,

fállase sañudo don Pero García,

que ayuntóse un día con la tal María

e su ayuntamiento fue cossa de chiste.

Tampoco ninguno acércase al triste

que mira a la espossa con oxo encendido,

e non se le acercan, porque es el marido,

e dicen que al pronto se arranca e embiste,