DON TOMÁS DE IRIARTE

Se empeñan muchos eruditos en afirmar que Iriarte fue el rival enconado de Samaniego. Y no es verdad: ambos cabían sobradamente en aquel siglo prosaico, razonador y mentecato.

Don Tomás de Iriarte nació en Santa Cruz de Tenerife. Cuando tenía dieciséis años, abandona la dulzona candonguez del hermoso archipiélago para trasladarse a la península, donde iba a tener un horizonte más amplio para sus aficiones literarias, aunque también es cierto que este horizonte se nublaba —y se sigue nublando ahora— con los vahos y halitosis de la Envidia, de la Murmuración y de la Mala Uva.

Inicia Iriarte su brillante carrera literaria traduciendo algunas obras extranjeras y publicando sátiras y otras composiciones poéticas. Pero la Fama en persona le hace una visita memorable y cálida cuando se le ocurren sus fábulas, lectura para adultos, no para niños insoportables; poemitas socarrones y satíricos que se agradecen todavía más si se piensa que nacieron en una época en la cual las ninfas engoladas y los pastores empalagosos y afeminados poblaban los divinos pensiles de compota rococó de la poesía al uso.

Su «Burro flautista», sus famosos «Dos conejos», su pedante «Mona», su marisabidilla y redicha «Ardilla», en amable coloquio mundano con el filosófico y práctico

«Caballo», son otros tantos aciertos, en los cuales, con mano suavita y su poco de moralista —enfermedad del siglo—, pone de vuelta y media a los falsos ingenios ya los hipócritas.

Lo peor de una fábula es casi siempre la moraleja, porque lo que suele enseñar es una cosa que todo el mundo sabía ya; pero esas moralejas, contadas por Iriarte, parecen otra cosa, tanta es la gracia y el desparpajo del ilustre canario.

FÁBULAS

EL GATO Y EL SOMORMUJO

Encontróse un somormujo

a cierto gato en Breslau.

El felino dijo: «¡Miau!»

El ave pensó, y adujo:

«Tu maullido tiene embrujo,

mas no es correcto y asquea».

Aprenda todo el que lea

este ejemplo sorprendente,

que maullar ante la gente

es una cosa muy fea.

LA MONA Y EL «POLO»

Una mona en Chamberí,

que de seda no vestía,

encontróse el otro día

por la calle a un jabalí.

El jabalí un pirulí

chupaba; la mona violo,

con atención observólo,

y preguntó muy curiosa:

«¿Qué es aquesta quisicosa?»

«Pues esto, chica, es un polo».

La mona quiso uno igual

y comprólo en un carrito,

pero chupaba el palito

y no el jugo tropical.

Extrañóse el animal

y dijo: «Jabalí amigo,

oye bien lo que te digo:

o este “polo” ya esta usado,

o en verdad que me ha tomado

el pelo la “Casa Frigo”».

No acuses de fraude o dolo

a quien tu placer abona,

y no hagas como la mona,

chupando al revés el «polo»,

que quien hace tal acción

y chupa el palo, es cretino,

pues la madera de pino

no sabe como el limón.

LA EXCAVADORA Y LA BUHONERA

La excavadora, orgullosa,

dijo a la buhonera: «Eulalia,

a mí me importan de Italia,

y tú como si tal cosa».

Dijo la vieja: «¡Mocosa!,

gracias a la chufa mía,

y al pirulí, mercancía

a la que restas halagos

nuestra balanza de pagos

se nivelará algún día».

Moraleja

Hasta el comercio más feo

del chocho y del cacahuete,

si con ardor se acomete

llega a nivel europeo.