En Belmonte de Tajo, provincia de Cuenca, nació este gran poeta español. Sus padres, que pensarían como todos los padres del mundo, le aconsejaron que buscase un empleo segurito. Como en aquel tiempo había pocas profesiones donde escoger, Fray Luis se hizo fraile. Y más tarde obtuvo una cátedra en la Universidad de Salamanca, que es mucho más importante.
No le dejaron, la verdad sea dicha, llevar una vida sosegada. Calumnias y persecuciones se cebaron en aquel hombre, que, no sé por qué, pero se me antoja que debió ser de la oposición, si entendemos por oposición a colocarse enfrente de las arbitrariedades y de envidiosos y paniaguados.
Fray Luis gustó los acíbares y estrecheces de la prisión, de la que salió tan entero como había entrado.
Tiene Fray Luis de León una cualidad que me parece todavía más importante que sus condiciones de gran poeta lírico: la de haberse salvado del engolamiento docente y de la pedantería de los sabihondos. Por eso sus versos fluyen libres, cristalinos, serenos, inigualables; por eso su poesía no ha perdido su frescura de rosas regadas por el Tormes (que Fray Luis no rimó con conformes, claro).
Poco extensa es su producción poética, pero tan hermosa que no ha necesitado más el barbudo agustino para codearse con los ingenios más grandes de nuestra lírica.
Entrañable fray Luis…
LA ZAMBOMBA
En el aire propicio,
absorto, con el alma en cuarentena,
escucho el estropicio
que face, en Nochebuena,
el personal civil como colmena.
Los lindos pastorcicos
asan, cuecen, adoban y cocinan
loas y villancicos;
y no se compaginan,
y como condenados desafinan.
Quién la gaita discreta
face sonar con ímpetu que arroba,
quién da a la pandereta
una imponente soba
y el cendal de los tímpanos joroba.
Y de pronto, no usada,
violenta y rumorosa como tromba,
sabiamente agitada,
siempre sin perder comba,
resuena impresionante la zambomba.
Su tallo circunspecto,
tallo de arbusto seco y problemático,
es un rexón selecto,
un bohordo axiomático
clavado en el ombligo de un asmático.
¡Qué bella tos ferina,
qué emocionante y fresca carraspera
la que emite y combina,
y al alma da dentera,
y en resumen, señores, es la pera!
Cómo canta y repica,
cómo la mano seca en el trabaxo
de pronto se lubrica
con un escupitaxo
para correr mejor de arriba abaxo.
Suspende los sentidos
el son que tanto ritmo desentraña,
y qué hermosos gruñidos
se le sacan con maña
a esa maceta que parió una caña.