Madrileño de pura cepa fue este maestro del ripio. Según unos, nació en 1880, y según otros, al año siguiente. La fecha del nacimiento no creo que le pueda importar mucho al interesado, porque lleva ya varios años difunto.
Extraña es la producción literaria de Carrere; extraña y desgreñada su inspiración ramplona y tópica. Cuesta trabajo pensar que este poeta de cafetín, prosaico y falsorro, pueda ser considerado como representativo de algo, aunque sea de lo más descabellado.
Lo único divertido de Carrere no está en sus poemas, perpetrados a espaldas de las Musas: está en su vida particular. Porque Carrere se inventó un argumento para su existencia, y representó sus puercas escenas una a una, sin salirse jamás del papel. Y como si estuviera entregado a una tarea social que podríamos llamar plan de antidesarrollo, vivió su bohemia falsa de tugurio y tasca, lugares trasnochados que fueron forillos de su drama y ya formaban parte del decorado del acto primero de Juan José, de Dicenta.
Lo más exótico de su presentación en público eran las secretarias que se buscaba siempre Carrere: mozas esculturales y mórbidas, las cuales, acaso influidas por los versos pedestres y guitarreros del poeta, tenían siempre un barniz malsano, una pátina de zorras redimidas, de putas que han abandonado la profesión y, como penitencia de sus pecados, tienen que escuchar todos los días los versos de aquel bohemio de chambergo y pañosa con olor a copa de anís y café de recuelo.
La chalina —rosa negra parida por la glándula tiroides de los poetas facilones— se secó definitivamente con el fallecimiento de don Emilio, que se llevó la última de ellas a la tumba.
Que nos espere muchos años por allí.
LA AMADA COCHAMBROSA
De nuestro astroso cariño
nos mecimos en la cuna,
y nos quedamos sin una
peseta para un pestiño.
y en los pálidos domingos
de los tristes barrios bajos,
yo besaba sus andrajos
y ella besaba mis pingos.
Con desganas de sultán,
le regalé un abanico
con una vista de Orán
y un bey bailando el zorcico.
Pero la Puerta del Sol,
a aquellas horas muy sola
a las doce metió un gol
con su bola, con su bola…
La fuente triste y cenceña,
bajo la luz de muaré,
parecía un plato de
callos a la madrileña.
Para alegrar nuestros ratos
de golfería y miseria,
yo, muy serio; tú, muy seria,
comíamos boniatos.
y aquella masa que estaba
pastosa, y fue un buen banquete,
en las tripas nos alzaba
tabiques de panderete.
Pero en la Puerta del Sol
—mingo de la carambola—,
al billar jugó el resol
con la bola, con la bola…
Da pena que, siendo hermosa
y habiendo nacido en Rute,
con tanta miseria tú te
veas tan guarra y pringosa.
Pero todos los bohemios,
o por lo menos, alguno,
tienen de esta vida el premio
de apestar siempre a chotuno.
Y en vez de faisán con trufas
y canapés de caviar,
podrás conmigo cenar
chochos, cacahués y chufas.
Y allá, en la Puerta del Sol,
alguien hizo una mamola
y el reloj sonó a perol
con su bola, con su bola…