[1] Grossi, La insurrección, pp. 32, 33 y 34. Benavides, La revolución, p. 191. <<
[2] A. de Llano, Pequeños anales, p. XII. J. Arrarás, Historia de la segunda república española, II, Madrid, Editora Nacional, 1970, p. 605. <<
[3] Arrarás, Historia, II, pp. 561-2. <<
[4] Grossi, La insurrección, pp. 48 y 40. <<
[5] Grossi, La insurrección, pp. 60, 37, 38. C. Vega, en J. A. Sánchez García-Saúco, La revolución de 1934, p. 199. <<
[6] Grossi, p. 35. <<
[7] Benavides, La revolución, p. 62. <<
[8] Grossi, La insurrección, pp. 34 y 33. M. Martínez Aguiar, «¿A dónde va el Estado español? La rebelión socialista y separatista de 1934», Madrid, revista Las Fnanzas, 1935, p. 224. <<
[9] L. Aymamí i Baudina, El 6 d’octubre tal com jo l’he vist, Barcelona, Atenea 1935, p. 98. <<
[10] Parlament de Catalunya, Diari de sessions, 5-V-1936. <<
[11] Parlament de Catalunya, Diari de sessions, 5-V-1936. <<
[12] Parlament de Catalunya, Diari de sessions, 5-V-1936. <<
[13] J. Arrarás, Historia, II, p. 473. <<
[14] El Debate, 9 de octubre de 1934. El Sol, 14 de octubre. <<
[15] Alcalá-Zamora, Memorias, p. 527. <<
[16] F. Aguado, La revolución, p. 383. <<
[17] E. López Ochoa, La campaña militar de octubre de 1934, Madrid, Yunque, 1936, p. 27. Vidarte, El bienio, p. 359. <<
[18] Hilari Raguer, El general Batet, Abadía de Montserrat, 1994, p. 194. <<
[19] Diego Hidalgo, ¿Por qué…?, pp. 65 y 113-5. <<
[20] Informaciones, 6 de octubre de 1934. <<
[21] Parlament, Diari de sessions, 5-V-1936 <<
[22] Azaña, Mi rebelión en Barcelona, Madrid, Espasa-Calpe, 1935, pp. 116-119. <<
[23] Parlament, Diari de sessions, 5-V-1936 <<
[24] Parlament, Diari de sessions, 5-V-1936. Aguado, La revolución, p. 390. <<
[25] Dencàs, El 6 d’octubre, p. 69. El Debate, 9 de octubre de 1934. F. Escofet, De una derrota a una victoria, Barcelona, Argos-Vergara, 1984, p. 70. <<
[26] Informe del Fiscal de la República, 1935, pp. CXII y ss. <<
[27] E. Angulo, Diez horas de Estat Catalá, Valencia, Libr. Fenollera, 1934, p. 59. <<
[28] La Vanguardia, 9 de octubre de 1934.<<
[29] Aymamí, El 6 d’octubre, p. 103. <<
[30] Parlament, Diari de sessions, 5-V-36. Angulo, Diez horas, pp. 113-4. <<
[31] El Debate, 9 de octubre de 1934. F. Cambó, Memorias, Madrid, Alianza, 1987, p. 465. <<
[a] Comandante del ejército. <<
[b] La policía autonómica, fundada al parecer por el rey Felipe V como milicia contra los bandoleros. <<
[c] Milicia tradicional catalana reconvertida por Dencàs y cuyo nombre y armamento utilizarían las milicias de la Esquerra o escamots. <<
[d] Le apodaban Matacristos, presumiblemente por su anticlericalismo. (Aguado, La revolución, p. 317). <<
[e] En enero de 1933 se produjo una insurrección anarquista, la represión de la cual originó en el pueblo gaditano de Casas Viejas catorce asesinatos por las fuerzas de seguridad. Unos capitanes de la Guardia de Asalto afirmaron que Menéndez había ordenado «ni heridos ni prisioneros». El escándalo marcó el declive de Azaña. <<
[f] Cambó detestaba a los radicales y censuraba la alianza de la CEDA con ellos. También le agraviaba el paso de Anguera de Sojo a la CEDA, después de haber cortejado a la Lliga. <<
[g] No siempre la rebelión tuvo carácter sangriento o dramático. En Sitges, la minoría de la Esquerra y otros del Centro, republicanos, invadieron el ayuntamiento. «Una vez en el salón de sesiones (…) tomaron asiento cómodamente y se consultaron sobre lo que procedía hacer (…). Lo más apremiante era enterar al pueblo de que habían llevado a cabo la revolución, apoderándose del ayuntamiento, y se llamó al pregonero (…) Fue la multitud a situarse frente a los balcones del consistorio y aguardó. Entretanto, los revolucionarios fumaban y aguardaban también. En todas las cabezas danzaba una misma idea. Uno, más decidido, se atrevió a darle forma: «Bueno, nois, hay que nombrar un alcalde» (…) (pero) a todos les daba rubor aceptar el cargo. El pueblo se impacientaba. Hubo que salir al balcón. Habló uno de ellos y comunicó al vecindario que en Barcelona el señor Companys acababa de proclamar el Estado catalán de la República Federal española. Otro orador tomó la vez: «Acabáis de escuchar al excelentísimo alcalde de Sitges» el primer sorprendido fue, naturalmente, el propio alcalde. Después de esto pasaron los revolucionarios al salón de sesiones, y jugando a la malilla entretuvieron el resto de la noche. El vecindario, pacíficamente, se retiró a sus domicilios». (En Antonio Padilla, 1934, las semillas de la guerra, Barcelona, Planeta, 1988, pp. 238-9). <<