[1] El Socialista y L’Humanitat, 9 de enero de 1934. <<
[2] L’Humanitat, 13 y 14 de enero de 1934. <<
[3] L’Humanitat, 12 de enero de 1934. <<
[4] M.ª D. Gómez Molleda, La masonería en la crisis española del siglo XX, pp. 14 y 261. L. Lavaur, Masonería y ejército en la Segunda República, Madrid, 1997, p. 29. Salazar Alonso, Bajo el signo, p. 138. <<
[5] J. A. Ferrer Benimeli, La masonería española, Madrid, Istmo, 1996, pp. 209-10 y 15-6. Alcalá-Zamora, Memorias (Planeta, 1998), p. 239. <<
[6] Vidarte, El bienio, p. 348. M.ª D. Gómez Molleda, La masonería, pp. 451 y ss. y 500. <<
[7] FPI, AFLC XXII, folio 91. <<
[8] J. Avilés, La izquierda, p. 194. El Socialista, 26-1X-34. Bullejos, La Comintern en España. Recuerdos de mi vida, México, 1972, pp. 66-9. <<
[9] Martínez Barrio, Memorias, pp. 249-50. <<
[10] L’Humanitat, 13 de enero de 1934. Azaña, Memorias, II, p. 115. <<
[11] El Socialista, 25 de septiembre y 3 de octubre de 1934. <<
[12] PCE, Guerra y revolución en España, 1936-1939, I, Moscú, Progreso, 1967, p. 57. Carrillo, Memorias, p. 114. <<
[13] Dencàs, El 6 d’octubre, p. 53. <<
[a] El Grande Oriente Español llama a la república «magnífica cosecha que hoy recoge el pueblo español», a la que «ha contribuido la semilla de nuestros sembradores», aunque reconoce «con justicia que a la obra han contribuido con esfuerzo admirables hombres ajenos a nuestra Hermandad». En ese espíritu, sectores de la orden se sentían autorizados a retirar «el título de republicano» al gobierno radical por pactar con la derecha en 1934. (M.ª D. Gómez Molleda, La masonería en la crisis española del siglo XX, Madrid, CSIC, 1986, pp. 266 y 500). <<
[b] El juramento masónico hace enorme hincapié en la obligación de guardar secreto todo lo referente a la orden «bajo una pena no menor (…) de que mi cabeza sea cortada, mi lengua arrancada de raíz y enterrada en la arena del mar sobre la línea de la marea baja (…) o el más efectivo castigo de ser marcado como individuo conscientemente perjuro, privado de toda dignidad moral». Se supone que tales expresiones, salvo la última, son de índole simbólica, aun así curiosa. Cabe anotar la complicada jerarquía del arte, con títulos como Príncipe de Jerusalén, Príncipe de Oriente y Occidente, Gran Caballero de la Venganza, etc., y cargos como Hermano Terrible, Gran Vigilante Exterior, y otros. (En R. de la Cierva, El triple secreto de la Masonería, Madrid, Fénix 1994, pp. 215-6 y 182. <<
[c] El padre Ferrer es entusiasta del arte, y el instituto jesuita de estudios masónicos produce libros como el del religioso Álvarez Lázaro La masonería, escuela de formación del ciudadano, encomiástico desde el mismo título. Para el historiador tiene interés la novedad de estas actitudes, pues los jesuitas fueron otrora una punta de lanza de la Iglesia Católica contra la masonería. También lo fueron contra el marxismo hasta los años sesenta, cuando muchos jesuitas manifestaron admiración por dicha doctrina e intentaron asimilarla al cristianismo, o a la inversa. <<
[d] Opinión atendible es quizá la de Benedetto Croce, figura destacada del pensamiento italiano: «Escucho las jactancias de esa institución sobre su grande y saludable eficacia; escucho las atroces acusaciones que le lanzan sus adversarios (…) Y me inclino a creer que jactancias y acusaciones son por igual exageradas (…) Pero conozco la mentalidad masónica (…) y veo en ella un serio peligro para la cultura italiana». Esa mentalidad se distinguiría por «el abstractismo y el simplismo (…) Simplifica todo: la historia, que es complicada, la filosofía, que es difícil, la ciencia, que no se presta a conclusiones precisas, la moral, que es rica en inquietudes («ansie») y en contrastes. Pasa triunfalmente sobre todas estas cosas en nombre de la razón, de la libertad, de la humanidad, de la fraternidad, de la tolerancia. Y con tales abstracciones pretende distinguir a golpe de ojo el bien del mal y clasifica hechos y hombres por signos externos y por fórmulas». Una ideología, a juicio de Croce, «pésima no sólo mentalmente, sino también moralmente». (B. Croce, Cultura e vita morale, Bari, 1914, pp. 162-3). <<
[e] Su libro La masonería en la crisis española del siglo XX es indispensable en este aspecto. Sobre la infiltración masónica en el ejército, Luis Lavaur en Masonería y ejército en la Segunda República, aporta interesantes documentos. Interpretaciones como las de E. Comín Colomer o M. Carlavilla, parecen un tanto obsesivas. <<
[f] Este episodio, poco conocido, se trata en el capítulo VI: «Rebeldía de Companys y segundo intento golpista de Azaña». <<
[g] En 1925 Macià, «poseído de fiebre insurreccional», dice el comunista Bullejos, fue con éste a Moscú a entrevistarse con Bujarin, para proponerle un plan revolucionario. «Con exagerado optimismo, que rayaba en lo infantil, imaginaba a sus almogábares, así los denominaba, avanzando sin resistencia por tierras catalanas». Conocidos los tratos con los soviéticos, Maciá recibió fuertes críticas de otros catalanistas y vio el peligro de enajenarse la ayuda de ciertos catalanes emigrados a América, que le sostenían financieramente. Esto le obligó a romper públicamente con sus aliados comunistas. (Los almogávares eran las tropas de Aragón, muy mayoritariamente catalanas, que protagonizaron una asombrosa gesta medieval por tierras de la actual Turquía y Grecia). <<
[h] El historiador A. Balcells da excesivo crédito al testimonio del líder peneuvista José Antonio Aguirre durante el juicio a los dirigentes de la Esquerra por los hechos de octubre: «Sospechando que existía una alianza entre socialistas y catalanistas, Aguirre preguntó confidencialmente a Dencás, en presencia de Badía, si tal pacto existía, y los dos le contestaron rotundamente que no». Ello da pie a Balcells para señalar: «No se puede aducir prueba alguna de que ese acuerdo, negado por Dencàs y Badía, existiese en realidad». Pero el testimonio carece de fiabilidad. Aguirre apoyaba a la Esquerra, cuyas declaraciones ante los jueces negaban sistemáticamente la evidencia (si por ellas fuese, no habría prueba de nada. Se tratarán con mayor amplitud en El derrumbe de la II República). Como objeta razonablemente Cruells, sin ese acuerdo es imposible explicar los hechos del 6 de octubre y la concordancia de las fechas con la revuelta socialista. (A. Balcells, El problema agrario en Cataluña, 1890-1936, Madrid, Min. de Agricultura, 1980, pp. 249-50. M. Cruells, El 6 d’octubre a Catalunya, Barcelona, 1970, pp. 124-5). <<
[i] Ver capítulo VII, «La extraña alianza PSOE-PNV». <<