[1] Citas de reuniones 19 y 26-XI-33, en S. Juliá, Los socialistas en la política española, Madrid, Taurus, 1997, pp. 199-200. <<
[2] El Socialista, 30 y 29 de septiembre de 1933. <<
[3] El Socialista, 30 de septiembre de 1933. <<
[4] A. del Rosal, El movimiento, p. 32. AHN, Expedientes reservados, nº 38 (Prieto), p. 9. <<
[5] Largo, Escritos de la República, Madrid. Pablo Iglesias, 1985, pp. 42-6. S. Juliá, Los socialistas, p. 200. <<
[6] Cortes, Diario de sesiones, 19-XII-33. <<
[7] Cambó, Memorias, p. 460. <<
[8] Gil-Robles, No fue, pp. 101-2. <<
[9] L’Humanitat, 14 de noviembre de 1933. <<
[10] L’Humanitat, 22 de noviembre de 1933. <<
[11] La Veu de Catalunya, 23 de noviembre de 1933. <<
[12] L’Humanitat, 23 y 24 de noviembre de 1933. <<
[13] En Arrarás, Historia, II, pp. 221-2. <<
[14] J. Avilés, La izquierda, p. 223. <<
[15] Alcalá-Zamora, Memorias, pp. 300-1. <<
[16] Martínez Barrio, Memorias, pp. 211-2. <<
[17] Martínez Barrio, Memorias, pp. 210-11. <<
[18] Largo, Escritos, p. 56. <<
[a] De 1931, tras las elecciones municipales que acabaron con la monarquía. <<
[b] En alusión a la Marcha sobre Roma, que dio el poder a Mussolini en octubre de 1922. <<
[c] Cambó cuenta esta anécdota: «Al producirse la primera crisis, Niceto Alcalá-Zamora me indicó las personas que tenía citadas detrás de mí, y vi con sorpresa que Gil Robles, que debía haber sido llamado el primero o el segundo en la lista, no iba a ser llamado hasta después. Llamé la atención del presidente sobre la gravedad que implicaba esta omisión, que significaba nada menos que expulsar del régimen a un hombre sin el cual no se podía gobernar y que no había hecho ninguna declaración de incompatibilidad con la República. Conseguí que se le llamara y, al saber que había sido por indicación mía, vino a darme las gracias muy emocionado. ¡Un hombre que tenía derecho a tomar el Poder, se mostraba agradecido por el hecho de ser llamado entre un conjunto de hombres insignificantes sin fuerza parlamentaria!». (Cambó, Memorias, pp. 460-1). <<
[d] Los escamots apedrearon a los votantes en barrios de derechas, y a sacerdotes y monjas. Llegaron a pedir a votantes sus documentos y la candidatura que iban a votar, amenazándoles con pistolas. Interrogaban a las señoras con estilos como éste: «Me parece que la tengo a usted en la lista de prostitutas… ¿Ha pasado la última revisión sanitaria?». Periódicos como El Matí o Diario de Barcelona protestaron de tales hechos, además de La Veu. Cambó señala que en ciertos colegios electorales «se llegó a la rotura de las urnas, cosa que no había ocurrido en Barcelona desde el año 1901 (…) ¡Tenían que ser los que gobernaban la Cataluña autónoma los que diesen este triste espectáculo!». (Cambó, Memorias, p. 458). <<
[e] Recuerda el asalto, en 1905, a la revista satírica Cu-cut, por unos militares irritados por un chiste antimilitar allí publicado. Este incidente provocó enorme escándalo en Barcelona. <<
[f] Botella Asensi, jefe de la Izquierda Radical Socialista y Cordón Ordás, jefe radical-socialista, ministros en el gabinete de Martínez Barrio que presidió las elecciones. Casares Quiroga, autonomista gallego, y Marcelino Domingo, radical socialista catalán, se unirían con Azaña, en abril de 1934, para fundir sus partidos en el de Izquierda Republicana. <<
[g] Martínez Barrio era entonces uno de los máximos dirigentes de la masonería, a la que también pertenecían Azaña, Casares y Domingo (como asimismo Companys). <<
[h] El historiador Santos Juliá interpreta que no hubo iniciativa de golpe: «Claro está (…) no suelen proponerse golpes de Estado por carta» y supone que la propuesta era constitucional. El comentario suena algo frívolo. Hubo carta y hubo todos los medios y presiones al alcance de Azaña en aquel momento para burlar la expresión de la soberanía popular. Y una Constitución que permitiera tal cosa ¿sería democrática? (S. Juliá, Manuel Azaña, una biografía política, Madrid, Alianza, 1991, p. 213). <<
[i] Unos meses antes Azaña había escrito en sus diarios: «Debemos habituarnos a que los parlamentos duren, y no disolverlos a cada triquitraque, como hacía el rey». (Azaña, Diarios 1932-33, p. 336). <<