[1] A. Saborit, Julián Besteiro, Buenos Aires, Losada, 1967, pp. 238-40. <<
[2] Prieto, Discursos, pp. 166 y ss., 172-3. <<
[3] El Socialista, 15 de agosto de 1933. <<
[4] El Socialista, 16 de agosto de 1933. Recogía el comentario de El Debate. <<
[5] Alcalá-Zamora, Memorias, Madrid, Planeta, 1998, p. 243. Azaña, Memorias, II, p. 108. <<
[6] Alcalá-Zamora, Memorias, p. 282. <<
[7] FPI AH-III-I, pp. 93 y ss. <<
[8] Renovación, 28-IX-33. El Socialista, 15 de septiembre de 1933. <<
[9] Largo, en Renovación, 28-IX-33. El Socialista, 15 y 30 de septiembre de 1933. <<
[10] El Socialista, 15, 24 y 28 de septiembre de 1933. <<
[11] A. Lerroux, La pequeña historia, pp. 115 y ss. <<
[12] Azaña, Memorias, II (Crítica), p. 109. <<
[13] El Socialista, 21 de octubre de 1933, y 10 y 14 de noviembre de 1933. <<
[14] Largo, Discursos a los trabajadores, Barcelona, Fontamara, 1979, pp. 94 y ss. <<
[15] Largo, Discursos a los trabajadores, Barcelona, Fontamara, 1979, p. 77. Vidarte, El bienio, p. 37. <<
[16] Vidarte, El bienio, p. 39. <<
[17] Prieto, Convulsiones de España, III, México, Oasis, 1969, pp. 161 y 163. <<
[18] Cortes, Diario de sesiones, 11-VIII-1932. <<
[a] Prieto comete aquí un error común, al atribuir la llegada de la república a los esfuerzos exclusivos de la izquierda. En realidad contribuyeron no menos los radicales de Lerroux, personalidades de derecha como Alcalá-Zamora, o intelectuales no izquierdistas, muy influyentes en la opinión pública: Ortega y Gasset, Unamuno, Marañón y otros. Además, la falta de violencia en el cambio de régimen obedeció ante todo a la renuncia pacífica del monarca. Por tanto no había la menor razón para las sangrientas represalias que pondera Prieto, máxime cuando el propio PSOE había colaborado con Primo y Alfonso XIII. <<
[b] La ruptura no fue, pues, consecuencia del desalojo del PSOE del gobierno, sino que venía gestándose de muy atrás. El historiador británico P. Preston opina, sin el menor fundamento, que «la desilusión (sic, disappointment) socialista con la república fue consecuencia directa del éxito de la táctica legalista de Gil-Robles.» (P. Preston, The coming of the Spanisb civil war, Londres, Methuen, 1983, p. 936). Por entonces nadie creía que dicha táctica fuera a tener éxito. <<