[1] En F. Largo Caballero, Escritos de la República, edición de S. Juliá, Madrid, Pablo Iglesias, 1985, p. XIV. <<
[2] F. Largo Caballero, Correspondencia, p. 99. <<
[3] Azaña, Memorias, I, (Afrodisio Aguado), p. 314. <<
[4] Azaña, Memorias, I, (A. A.), p. 564. <<
[5] En J. M.ª García Escudero, Historia política de las dos España, Madrid, Editora Nacional, 1976, p. 1.104. AHN, Expedientes reservados, n.º 38, p. 9. Madariaga, España, p. 345. <<
[6] Azaña, Memorias, I, Barcelona, Crítica, 1976, II, p. 129, pp. 135 y 532. <<
[7] A. de Blas, El socialismo radical en la II República, Madrid, Tucar, 1978, p. 19. <<
[8] Fundación Pablo Iglesias (en adelante FPI), XIII Congreso del PSOE, Madrid 1932, pp. 561-2. <<
[9] En E. Barco Teruel, El golpe socialista, p. 20. Boletín del Ministerio de Trabajo, 1936. R. Tamames, La República. La era de Franco, Madrid, Alfaguara, 1977, p. 114. <<
[10] En S. Payne, La primera democracia española, Barcelona, Paidos, 1995, pp. 182 y 183, según datos de L. Benavides, Política económica en la II República, Madrid, 1972, y J. Hernández Andréu, Depresión económica en España, 1925-1934, Madrid, 1980. Martínez Aguiar, ¿A dónde va…?, p. 32. <<
[11] Actas UGT, FPI, AARD XIX, pp. 99-100. <<
[12] Azaña, Memorias, I, (Afr. Aguado), p. 300. J. M. Macarro «Causas de la radicalización socialista» en Revista de Historia Contemporánea, 1982, nº 12, pp. 180 y ss. <<
[13] Cortes, Diario de sesiones, 23-II-1933. <<
[14] Gil-Robles, No fue posible, pp. 39, 67 y ss.; Azaña, «robados», p. 297. <<
[15] Azaña, Memorias, II, ( Crítica), p. 106. <<
[16] Azaña, Diarios 1932-33, p. 318. <<
[17] Pla, Historia, III, p. 319. <<
[18] Azaña, Memorias, II (Crítica), p. 107. <<
[19] Cortes, Diario de sesiones, 4-VII-33. <<
[20] Cortes, Diario de sesiones, 6-VII-1933. <<
[21] FPI, AFLC-XXIII, folios 19 y 55.II <<
[a] En mayo de 1918, los diputados socialistas acusaron al gobierno de Dato por la represión de 1917. Dato les contrapuso el número de víctimas, 80 muertos y 150 heridos, con mayoría de soldados y guardias, y los muertos en el descarrilamiento, por los revolucionarios, de un tren de pasajeros cerca de Bilbao. Citó a Besteiro: «Estábamos preparando ese movimiento, y no queríamos dar la orden porque la fruta no estaba todavía madura». Había madurado cuando creyeron contar con asistencias militares, que les fallaron. Dato apostrofó al PSOE porque, cuando «este Parlamento, tan calumniado por vosotros (…) estaba votando (…) leyes obreras (…), estaba estableciendo el Instituto de Reformas Sociales, estaba creando el Instituto de Previsión, estaba dando la ley del descanso dominical, la ley protectora del obrero por los accidentes de trabajo, la ley protectora del trabajo de la mujer y del niño (…); y no era posible decir a las clases trabajadoras que (…) el Parlamento les volvía la espalda, vosotros que no habíais pedido muchas de estas reformas, decíais (a los trabajadores): «Eso que os han dado no es nada, no vale nada y os lo han dado por miedo». <<
[b] Cambó: «Conocía muy bien a los republicanos de toda especie y sabía que eran unos perfectos botarates, sin organización, espíritu de disciplina ni ganas de trabajar». Algo parecido sugerirá Prieto en 1934, si bien con tono de lamentación y no de desprecio. (Cambó, Memorias, p. 255; Prieto, Discursos, 1975, p. 185). <<
[c] Escribe Largo: «Le hice observar que si no cumplíamos con nuestro deber (…) pagaríamos cara la deserción. Besteiro a todo decía que sí, pero sin poderle sacar la declaración de por qué no habían declarado la huelga. Al fin (la) prometió para el día siguiente, martes (…) El martes vinieron a verme los enlaces y me dijeron que no había huelga (…) La huelga estaba saboteada, consumada la traición por los enemigos de formar parte del Comité» republicano. Según Mauricio Carlavilla, Largo habría podido dar la orden de huelga fácilmente, pues no estaba perseguido —aunque él creyese probablemente lo contrario—. Largo se ocultó, dependiendo de Besteiro, en quien no confiaba. (F. Largo Caballero, Correspondencia, p. 105). <<
[d] Gran parte de las votaciones no se realizaron, al haber sólo candidaturas monárquicas y resultar así automáticamente aceptadas según la ley. <<
[e] La disolución de los jesuitas se debió a Azaña, quien la justificó como un mal menor ante la decisión de los extremistas de acabar con todas las órdenes religiosas e incautarse de sus bienes, medida que le pareció «repugnante, ineficaz y que sólo encierra peligro». A su vez Gil-Robles opina: «El carácter sectario de la medida (de disolución general) permitía concebir la esperanza de que el artículo no fuera aprobado (…) Llegó incluso a reunirse de nuevo la comisión de la Constitución (…) con el fin de examinar y recoger, si fuera posible, los juicios emitidos en el salón de sesiones (…) entre los cuales había destacado Alcalá-Zamora (…) Pero esa leve esperanza de concordia se desvaneció en absoluto cuando impensadamente se levantó el señor Azaña en el banco azul, en la tarde del 13 de octubre de 1931, para pronunciar el discurso más sectario que oyeron las Cortes constituyentes. El éxito del orador, aplaudido con frenesí por la mayoría, prejuzgó ya la solución». (Azaña, Memorias, I (Afrodisio Aguado), pp. 338 y 345. Gil-Robles, No fue, pp. 51-2). <<
[f] Típico de este partido fue su congreso de julio de 1933, con falseamientos de actas y representaciones, amenazas entre los líderes de destapar corruptelas, reproches por rebajas del número de afiliados para quedarse con cuotas, etc. Azaña lo describe así: «llevan tres días, mañana, tarde y noche, desgañitándose. Y lo grave del caso es que de allí puede salir una revolución que cambie la política de la República». Un líder, Gordón Ordás u Ordax, peroró durante siete horas. Al final, «los radicales socialistas, después de tan feroces discusiones, se han echado a llorar oyendo el discurso de Domingo, se han abrazado y besado, han gritado. Gente impresionable, ligera, sentimental y de poca chaveta». (Azaña, Diarios, 1932-33, Los cuadernos robados, Barcelona, Crítica, 1997, p. 339). <<
[g] El lenguaje frente a la derecha era demoledor, según recoge de El Socialista J. M. García Escudero en su Historia política de las dos Españas «Reaccionarios trogloditas», «inquisidores», «clerigalla montaraz», «el capitalismo hambrógeno y tirano», «estulticia caciquil», etc. El cardenal Segura era «abyecto», «ruin mezcla de miseria fisiológica y moral», y el periódico derechista El Debate, «gasterópodo diario de la plaga jesuítica», «sinuoso, viscoso, con pasitos de reptil». Hablaba de «destruir a la Iglesia y borrar de todas las conciencias su infamante influjo». Con la quema de conventos «el pueblo ya ha demostrado que con las carroñas eclesiásticas sabe encender hogueras de pasión y libertad», y si «hizo blanco de sus furias a los inofensivos conventos, sean ahora sus moradores las víctimas de su furor». En fin, «con las derechas españolas toda consideración y buena fe es excesiva». Etc. Esto, ya en 1931 y 1932. (Recogido en García Escudero, Historia política, pp. 1098 y ss.). <<
[h] No todo el mundo notaba estas cosas. El embajador norteamericano Claude Bowers escribió, refiriéndose a 1933: «Viajamos de un extremo al otro de España buscando los desórdenes ‘rayanos en la anarquía’ de que tanto habíamos oído hablar en los salones de Madrid, y no hallamos nada semejante». (Bowers, Misión en España, p. 34). Bowers parece creer que el desorden era una invención de la derecha, y por eso no lo «veía». Pero el gobierno lo sufría igualmente, y procuraba atajarlo con medidas de excepción. <<
[i] Tras el pronunciamiento de Sanjurjo fueron suspendidas 127 publicaciones. El diario ABC fue clausurado, sin acusación, durante cerca de cuatro meses, trato sin precedentes en la monarquía para un periódico. Comunistas y anarquistas sufrían rigores parecidos en su prensa y en sus locales, los segundos a manos de la Generalitat sobre todo. (En P. Gómez Aparicio, Historia del periodismo español, IV, Madrid, Editora Nacional, 1981, p. 297). <<
[j] Azaña pinta en sus diarios un cuadro deprimente de ineptitud en los partidos de izquierda, no sólo en relación con la reforma agraria: «En todas partes y en todos los asuntos tropiezo con lo mismo: ¿dónde está la gente capaz de hacer bien las cosas?». En un momento de exasperación truena, no se sabe si contra políticos o militares: «¡Verdaderamente son demasiado canallas o demasiado idiotas! Con estos servidores, ¿qué podrá hacer España?». (Azaña, Diarios 1932-33, pp. 416-7). <<
[k] Al llegar la república, la UGT creció espectacularmente, de 277.000 afiliados a un millón largo (se decía). En realidad esta cifra está muy inflada, y no debió de llegar nunca a los 700.000 cotizantes. <<
[l] Del cariz que tomó el asunto dan idea intervenciones como la de Balbontín, radical socialista pasado al PCE, el 1 de febrero: «El señor Azaña encontraba legítimo acudir a la conciencia europea contra la brutalidad del rey (por la muerte de cuatro manifestantes, años atrás), y ahora resulta que sois infinitamente más brutales, más criminales que la monarquía, porque quemar una casa vieja, con mujeres y chiquillos dentro, no lo hizo nunca don Alfonso de Borbón (…) Las cabilas del Rif (…) no han asesinado (a los prisioneros) por la espalda (…) En Beniurriaguel, señor Azaña, son más civilizados que vosotros». Y llamó a los rebeldes «héroes del proletariado», aunque «equivocados». El federal Barriobero, el día 1 denunciaba: «Los llamáis extremistas, también, con la misma pobreza de léxico, en lugar de llamarlos futuristas, precursores (…) Poco importa que se niegue aquí la brutalidad (…) Ya se alzó la muralla de papel de oficio, y a través de ella todo es opaco (El señor De la Villa: Hay testigos allí, señor Barriobero, a los que se puede preguntar). Esos testigos dirán lo que les sugieran. ¡Si yo llevo testigos todos los días a mis juicios y los preparo en mi despacho!». <<
[m] Eran frecuentes las violencias de la izquierda contra los actos de propaganda contraria. A finales de mayo, socialistas y otros amenazaron con liarse a tiros si se celebraba un mitin agrario en Valladolid. Azaña suspendió el mitin con un extraño argumento: «Ante la posibilidad de que mañana maten o hieran a unas cuantas personas para asegurar que hable Gil-Robles, no queda otra medida que tomar sino la suspensión del mitin. Los republicanos y socialistas, furiosos por la campaña que hacen las derechas, no comprenderían que se procediera de otro modo». Meses más tarde, la izquierda declaró en Toledo huelga general contra una asamblea católica. Las derechas evitaban tales métodos. (Arrarás, Historia, II, p. 117. Arrarás, Memorias íntimas de Azaña, Madrid, Ediciones españolas, 1939, p. 65. Cortes, Diario de sesiones, 25 y 26-11-1933). <<
[n] Largo cuenta que después de negarse Marcelino Domingo a formar gobierno, el presidente le gritó, furioso: «¿Quieren ustedes que trague a ese hombre? ¡Lo tragaré! ¡Lo tragaré! ¡Lo tragaré! ¡Dígale que venga!». El hombre era Azaña. (Largo Caballero, Correspondencia, p. 124). <<
[o] Para Josep Pla, ello era fruto de «dos años de frivolidad y optimismo sobre los sentimientos y las pasiones humanas. Esta frivolidad y este optimismo han costado un número de vidas humanas ingente». (Pla, Historia, III, p. 317). <<
[p] Azaña: «Casi ningún día llegan a cien los diputados presentes (…) Estos gansos de la mayoría, dejando cada cual para el prójimo el cumplimiento de su deber, trabajan por su propia perdición». (Azaña, Diarios 1932-33, p. 413). <<
[q] Azaña: «Ahítos de pedantería y vacíos de sindéresis, se presentan como los auténticos defensores de la República». Ello le trajo a la mente la experiencia republicana de 1873: «Así debieron de acabar con ella. El espectáculo era estomagante. Diríase que estaban llamando a voces al general ignoto que emulando a Pavía restablezca el orden». (Azaña, Diarios 1932-33, p. 400-1). <<
[r] Alcalá-Zamora profetizó a Azaña: la ley «dividirá en dos bandos a los electores: extrema derecha y extrema izquierda (…) Los grupos republicanos serán minúsculos». (Azaña, Diarios 1932-33, p. 388). <<
[s] La acusación de revisionismo era de las más fuertes en la jerga comunista. Implicaba revisar el contenido revolucionario del marxismo para volverlo así inocuo y asimilable para el capital. <<