[1] El Socialista, 26 de septiembre de 1934. <<
[2] Estadísticas en folleto, En servicio de la República: la revolución de octubre en España, Madrid, 1934. <<
[3] Taibo, Asturias, II, p. 189. <<
[4] J. Arrarás, Historia, II. p. 65. <<
[5] H. Raguer, Batet, pp. 200-2 y 207 y ss. <<
[6] I. Prieto, Discursos fundamentales, Madrid, Turner, 1975, p. 297. <<
[7] Largo, Correspondencia, p. 168. <<
[8] R. Carr, La tragedia española, Madrid, Alianza Editorial, 1977, p. 63. <<
[9] A. del Rosal, 1934, El movimiento, p. 299. Á. Ossorio y Gallardo, «Conferencia pronunciada en Buenos Aires por nuestro embajador», en Taibo, Asturias, II, p. 105. <<
[10] Martínez Aguiar, ¿A dónde va el Estado…?, p. 263. <<
[11] Citado por Julián Gorkín en epílogo a Grossi, La insurrección, p. 131. <<
[12] I. Prieto, Discursos, pp. 295 y 298. <<
[a] La cifra oficial es aceptada, con ligeras rectificaciones, incluso por Ramos Oliveira, y también por el más fiable Vidarte, o por Tuñón de Lara. En su historia oficial, Guerra y revolución en España, el PCE aumenta, sin base, a 2.000 los muertos sólo entre los revolucionarios. Pierre Broué habla de «3.000 trabajadores muertos y 7.000 heridos», recogiendo sin crítica las cifras infundadas de Brenan, aunque éste incluye en ellas a los no trabajadores. Para H. Thomas son entre 1.500 y 2.000. Ramón y Jesús Salas dan para Asturias 256 muertos de las fuerzas gubernamentales y 500 civiles. Aurelio del Llano calcula en la región 940 muertos civiles, incluyendo las víctimas de la represión de ambas partes. Taibo se muestra de acuerdo con Díaz Nosty, que supone no menos de 1.100 paisanos y 300 militares caídos sólo en Asturias. (A. Ramos Oliveira, Historia de España, tomo III, p. 213. Vidarte, El bienio, p. 285. M. Tuñón de Lara, La España del siglo XX, II, Barcelona, Laia, 1974, pp. 456-7. PCE, Guerra y revolución en España, I, Moscú, Progreso, 1967, p. 64. P. Broué, La revolución española, Barcelona, 1977, p. 76. G. Brenan, El laberinto español, Madrid, Globus, 1994, p. 307. H. Thomas, La guerra civil española, Barcelona, Grijalbo, 1995, p. 167. R. y J. Salas Larrazábal, Historia general de la Guerra de España, Madrid, Rialp, 1986, p. 19. Llano, Pequeños anales. Taibo, Asturias, II, p. 243). <<
[b] E. Barco Teruel recoge el comentario de George Hills, biógrafo de Franco, extrañándose de que tuvieran menos bajas los atacantes gubernamentales. (E. Barco Teruel, El golpe socialista (octubre 1934), Madrid, Dyrsa, 1984, p. 259). <<
[c] Estas parecen las cifras más fiables, recogidas de los hermanos Salas Larrazábal. (R. y J. Salas, Historia, pp. 18-9). La represión es tratada con mayor detenimiento en El derrumbe de la II República. <<
[d] La propaganda ha llegado a cuadruplicar esta cifra. Ver capítulo «La represión real», en El derrumbe de la II República. <<
[e] Ver capít. «La izquierda retoma la iniciativa», en El derrumbe. <<
[f] Un testigo lo cuenta así: «La impresionante masa humana que rodeaba literalmente al Comité y éste, que a su vez rodeaba al general, en pijama, fumándose un cigarrillo, se fue alejando y el griterío apagándose (…) Eran las siete y media de la tarde y hacía calor. Las moscas se metían en la sopa que acababan de servirnos, cuando sonó un disparo, al que siguió una descarga continua de fusilería que no terminaba nunca (…) Pepito, el practicante granadino (…) a carcajadas nos relató los minúsculos detalles de la escena. «Chiquiyo, oye, le jervía er pijama» (…) Unas milicianas entraron en la celda del general y se llevaron a su mujer». (L. Serrano, ¿La esperanza enterrada?, Madrid, Arca de la Alianza cultural, 1986, p. 75). <<
[g] Las burlas y acusaciones a Dencàs han sido casi generales entre los historiadores. Brenan lo trata de cobarde y fanático, así como, sin prueba alguna, de «agente provocador a sueldo de los monárquicos españoles», lo que ni la Esquerra se atrevió a sugerir. Desde un ángulo muy diferente, Ricardo de la Cierva lo descalifica como un simple botarate y «el mejor aliado de Batet». Manuel Cruells es de los poquísimos que ofrecen una visión más ponderada. (G. Brenan, El laberinto, p. 304. R. de la Cierva, La revolución de octubre, p. 118. M. Cruells, El 6 d’octubre à Catalunya, Barcelona, 1970, en el conjunto del libro). Los hechos muestran que Dencàs fue más bien víctima de las inconsecuencias de Companys, quien creó el clima para el alzamiento pero vaciló en su preparación material. En el momento de rebelarse, Companys mantuvo en un puesto clave a un personaje tan dudoso para su causa como Coll i Llac y luego se rindió arguyendo una imposibilidad de seguir luchando que estaba muy lejos de ser real. Esto, desde el punto de vista de la izquierda. Desde el de la derecha es preciso recordar que si las armas de la Generalidad no fueron a manos de los partidos obreristas, con las consecuencias fáciles de prever, se debió a Dencàs y no a Companys. <<
[h]Así ha seguido ocurriendo, al menos hasta hace poco. Recordaba el político centrista J. M. Otero Novas en el diario ABC del 1-2-1996 : «La noche del 30 de abril al 1 de mayo de 1976 les pedimos a Felipe González y otros dirigentes socialistas que suprimieran de un libro en ciernes una reivindicación orgullosa de su golpe de estado de 1934. Les argumentamos que no era un buen comienzo de la democracia defender un ataque violento a las instituciones democráticas. Y se negaron. Salió la reivindicación. Y en 1984, el PSOE ya en el poder, celebró en muchos puntos de España el cincuentenario del golpe». Desde luego, en 1984 aquella exaltación podía considerarse simple retórica, si bien nada inocua. Pero en los meses y años que siguieron a octubre del 34 era cualquier cosa menos palabrería. <<