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A primeros de junio de 1919 estábamos casi listos para ponernos en marcha. Digo casi porque todavía no estábamos de acuerdo en la lista de nombres. ¿Quiénes debían ser los grandes hombres del mundo que serían honrados por una visita de Yasmin y —como una vaga sombra en el fondo— mía? Los tres celebramos en «Dunroamin» varias reuniones para discutir este espinoso problema. Los reyes no lo constituían, pues queríamos incluirlos a todos. Lo primero que hicimos fue una lista de reyes:

REY ALBERTO DE BÉLGICA edad actual 45 años
REY BORIS DE BULGARIA " " 25 "
REY CHRISTIAN DE DINAMARCA " " 49 "
REY ALEJANDRO DE GRECIA " " 23 "
REY VÍCTOR EMMANUEL DE ITALIA " " 50 "
REY HAAKON DE NORUEGA " " 47 "
REY FERNANDO DE RUMANIA " " 54 "
REY ALFONSO DE ESPAÑA " " 33 "
REY GUSTAVO DE SUECIA " " 61 "
REY PEDRO DE YUGOSLAVIA " " 75 "

Los Países Bajos quedaban descartados, porque tenían una reina. Portugal también, porque la monarquía había sido derribada del trono en 1910 por una revolución. Y no valía la pena perder el tiempo con Mónaco. Quedaba nuestro propio rey, Jorge V. Después de largos debates, decidimos dejar tranquilo al viejo. Hubiera sido mucho jaleo en nuestro mismo portal para poder trabajar cómodamente, y en cualquier caso yo tenía planes para utilizarle en otro sentido muy diferente, tal como comprobarán ustedes en seguida. Sin embargo, decidimos incluir en la lista a Eduardo, Príncipe de Gales, como posible suplente. Una combinación de Yasmin y los polvos del escarabajo vesicante le enrolarían en cuanto lo estimásemos necesario. Es más, ella sentía urgentes deseos de apuntarlo.

La lista de grandes hombres y genios fue de más difícil confección. Algunos, como por ejemplo Puccini y Joseph Conrad y Richard Strauss, eran nombres evidentes. Y lo mismo ocurría con Renoir y Monet, dos candidatos bastante ancianos que debíamos visitar evidentemente lo antes posible. Pero esto era sólo el principio. Teníamos que decidir qué grandes hombres y personajes famosos de aquel momento (1919) seguirían siendo grandes y famosos al cabo de diez, veinte y hasta cincuenta años.

Había además otro grupo muy difícil, el de los jóvenes que en aquel momento sólo eran relativamente famosos, pero que parecían tener posibilidades de llegar a ser grandes hombres en el futuro. Esta parte del asunto era un poco como un juego. Era también cuestión de discernimiento y juicio acertado. ¿Llegaría, por ejemplo, el joven James Joyce, que tenía solamente treinta y siete años, a ser considerado como un genio por las generaciones futuras? Yo voté afirmativamente. Lo mismo hizo A. R. Woresley. Yasmin ni siquiera había oído hablar de él. Le pusimos en la lista por dos votos contra uno.

Al final, decidimos hacer dos listas distintas. La primera, con los nombres de máxima prioridad. La segunda, con los presuntos candidatos a la fama. No empezaríamos con estos últimos hasta haber terminado la lista de los chicos de máxima prioridad. Y resolvimos prestar también atención a la edad. Los más viejos, siempre que fuera posible, debían ser atendidos los primeros, para evitar que llegásemos tarde.

Acordamos que cada año pondríamos las listas al día, incluyendo todos los presuntos famosos que de repente hubiesen sido ampliamente reconocidos.

Nuestra lista de prioridad, redactada en junio de 1919, incluía, en orden alfabético, los siguientes nombres:

BELL, Alexander Graham edad actual 72 años
BONNARD, Pierre " " 52 "
CHURCHILL, Winston " " 45 "
CONRAD, Joseph " " 62 "
DOYLE, Arthur Conan " " 60 "
EINSTEIN, Albert " " 40 "
FORD, Henry " " 56 "
FREUD, Sígmund " " 63 "
KIPLING, Rudyard " " 54 "
LAWRENCE, David Herbert " " 34 "
LAWRENCE, Thomas Edward " " 31 "
LENIN, Vladimir Ilych " " 49 "
MANN, Thomas " " 45 "
MARCONI, Guglielmo " " 45 "
MATISSE, Henri " " 50 "
MONET, Claude " " 79 "
MUNCH, Edward " " 56 "
PROUST, Marcel " " 48 "
PUCCINI, Giacomo " " 61 "
RACHMANINOV, Sergei " " 46 "
RENOIR, Auguste " " 78 "
SHAW, Georges Bernard " " 63 "
SIBELIUS, Jean " " 54 "
STRAUSS, Richard " " 55 "
STRAVINSKY, Igor " " 37 "
YEATS, Wiiliam Butler " " 54 "

Y ésta era nuestra segunda lista, que incluía, junto a algunos jóvenes cuyo futuro era pura especulación, los casos en los que la decisión era más difícil de tomar.

AMUNDSEN, Roald edad actual 47 años
BRAQUE, Georges " " 37 "
CARUSO, Enrico " " 46 "
CASALS, Pablo " " 43 "
CLEMENCEAU, Georges " " 79 "
DELIUS, Frederic " " 57 "
FOCH, Mariscal Ferdinand " " 68 "
GANDHI, Mohandas " " 50 "
HAIG, general Sir Douglas " " 58 "
JOYCE, James " " 37 "
KANDINSKY, Wassily " " 53 "
LLOYD GEORGE, David " " 56 "
NIJINSKY, Vaslav " " 57 "
PERSHING, general George " " 59 "
PICASSO, Pablo " " 38 "
RAVEL, Maurice " " 44 "
RUSSELL, Bertrand " " 47 "
SCHOENBERG, Amold " " 45 "
TAGORE, Rabindranath " " 58 "
TROTSKY, Lev Davidovich " " 40 "
VALENTINO, Rodolfo " " 24 "
WILSON, Woodrow " " 63 "

Había naturalmente errores y omisiones en estas listas. No hay juego más difícil que el de tratar de adivinar quién será reconocido como auténtico genio duradero cuando esa persona está todavía viva. Cincuenta años después de su muerte ya es más fácil. Pero a nosotros los muertos no nos servían de nada. Otra cuestión. La inclusión de Rodolfo Valentino no se debía a que pensáramos que fuera un genio. Fue una decisión puramente comercial. Suponíamos que el semen de un hombre que tenía aquel enorme montón de fanáticas admiradoras podría ser de los más vendidos en el futuro. Tampoco creíamos que Woodrow Wilson, o Caruso, fuesen genios. Pero eran personajes famosos en todo el mundo, y éste era un dato que debíamos tener en cuenta.

Lo primero, naturalmente, era trabajar Europa. El largo viaje a los Estados Unidos tendría que esperar. De modo que pegamos a una de las paredes del salón un enorme mapa de Europa y lo cubrimos de banderitas. Cada banderita señalaba el lugar de residencia de un candidato. Usamos banderas rojas para los de máxima prioridad y amarillas para los del segundo grupo, y en cada banderita escribimos el nombre y las señas correspondientes. De este modo, Yasmin y yo podríamos planear nuestras visitas geográficamente, en lugar de correr de un extremo al otro del continente y luego de vuelta al otro extremo. Francia era el país con más banderitas, y la región de París estaba prácticamente atestada.

—Qué pena que Degas y Rodin murieran hace dos años —me lamenté.

—Yo quiero empezar por los reyes —dijo Yasmin. Los tres socios estábamos sentados en el salón estudiando cuál sería nuestro siguiente paso.

—¿Por qué?

—Porque siento una tremenda necesidad de ser violada por la realeza —suspiró ella.

—Sé un poco más seria —dijo a A. R. Woresley.

—¿Por qué no puedo elegir yo? Yo soy la que tiene que ponerse de cebo. Querría empezar por el rey de España. Luego podríamos saltar a Italia e ir por Víctor Emmanuel. Después iríamos a Yugoslavia, Grecia y así sucesivamente. En un par de semanas podríamos sacárnoslos de encima.

—¿Le importaría que le preguntase cómo pretende lograr audiencias en todos esos palacios reales? —me preguntó A. R. Woresley—. No bastará con que Yasmin llame a la puerta principal y pida ser recibida por el rey. Y no olvide que, si no es una audiencia privada, no servirá de nada.

—Eso no será difícil —respondí.

—Será imposible —dijo Woresley—. Probablemente tendremos que olvidarnos de los reyes.

Yo había estado estudiando este problema desde hacía algunas semanas, y tenía la respuesta preparada.

—Será un juego de niños —expliqué—. Utilizaremos al rey Jorge V como señuelo. Él conseguirá que Yasmin entre.

—No sea ridículo, Cornelius.

Fui a un cajón y saqué algunas hojas de papel.

—Supongamos que quieres empezar por el rey de España —dije pasando rápidamente las hojas—. Ah, sí. Esta es. Querido Alfonso…

Le pasé la hoja a Woresley. Yasmin se levantó de su silla y la leyó por encima del hombro de él.

—En nombre de Dios, ¿puede explicarme qué es esto? —exclamó Woresley.

—Es una carta muy personal del rey Jorge V al rey Alfonso —dije. Y así era.

La hoja tenía grabado en relieve el escudo de armas real en el centro de su parte superior, a la derecha, en tinta roja y también en relieve, decía sencillamente: BUCKINGHAM PALACE, LONDON. Debajo, en una bastante buena imitación de la fluida caligrafía del rey, yo mismo había escrito lo siguiente:

Querido Alfonso:

Sirva esta misiva para presentarte a una querida amiga, Lady Victoria Nottingham. Debe viajar sola a Madrid para resolver una pequeña cuestión relacionada con unas propiedades que ha heredado de su abuela materna, que era española.

Te ruego que te entrevistes con Lady Victoria a la mayor brevedad y de forma absolutamente privada, pues ha tenido algunas dificultades con las autoridades locales en relación con ciertos detalles de poca importancia, y estoy seguro que, cuando ella te haya explicado el problema, tú mismo podrás ejercer tu influencia ante las personas adecuadas a fin de que esa cuestión se resuelva.

Comprenderás que es una gran muestra de confianza por mi parte decirte que Lady Victoria es una amiga especialmente íntima de mi persona. Dejémoslo ahí y no añadamos nada más. Pero sé que guardarás este secreto para ti.

Cuando recibas esta nota, la dama a la que me refiero estará hospedada en el Hotel Ritz de Madrid. Hazme el favor de enviarle lo antes posible un aviso, concediéndole una audiencia privada.

Quema esta carta una vez la hayas leído, y no escribas ninguna nota de respuesta.

Siempre a tu servicio.

Recuerdos afectuosos

GEORGE RI

A. R. Woresley y Yasmin levantaron hacia mí sendos pares de ojos desorbitados.

—¿De dónde ha sacado este papel? —dijo Woresley.

—Lo he hecho imprimir.

—¿Lo redactó usted mismo?

—Sí. Y estoy orgulloso de mi letra. Es una imitación bastante buena de la caligrafía del rey. Y la firma es casi perfecta. Estuve ensayando varios días.

—¡Le detendrán por falsificador! ¡Le mandarán a prisión!

—No —dije—. Alfonso no se atreverá a contárselo a nadie. Fíjese qué preciosa es la idea. Nuestro gran y noble rey sugiere que está teniendo un lío con Yasmin a espaldas de todo el mundo. Es una información, querido amigo, muy confidencial y peligrosa. Y no olvide que la realeza europea es el club más exclusivo y más unido del mundo. Siempre colaboran los unos con los otros. Cada uno de esos condenados está emparentado con los demás por algún enloquecido vínculo. Están más liados que unos spaghetti. No, no hay la más mínima posibilidad de que Alfonso delate al rey de Inglaterra. Recibirá a Yasmin inmediatamente. Se morirá de ganas de verla. Querrá echarle una buena ojeada a esta dama que es la amante secreta del viejo Jorge V. Y recuerde también que en este momento nuestro rey es el más respetado de todos. Acaba de ganar la guerra.

—Cornelius —dijo A. R. Woresley—, usted me aterra. Conseguirá que nos metan a todos entre rejas.

—Me parece fantástico —dijo Yasmin—. Brillante. Seguro que funcionará.

—¿Y si un secretario abriese el sobre? —dijo Woresley.

—No ocurrirá —dije. Cogí un paquete de sobres del mismo cajón y busqué el correspondiente a esa carta y se lo di a Woresley. Era un sobre blanco alargado de primerísima calidad, con el escudo de armas real arriba a la izquierda, y las palabras BUCKINGHAM PALACE en el extremo superior derecho. Con la letra del rey, yo mismo había escrito:

Su Alteza Real Alfonso XIII

Personal y confidencial

Debe ser abierta solamente

por Su Majestad en persona.

—Con esto bastará —dije—. Yo mismo entregaré el sobre en el Palacio de Oriente de Madrid.

A. R. Woresley abrió la boca para decir algo, y luego volvió a cerrarla.

—Tengo una carta más o menos parecida a ésta para cada uno de los nueve reyes restantes —dije—. Evidentemente, contienen pequeñas variaciones. Cada mensaje está escrito a medida para cada uno de los receptores. Por ejemplo, Haakon de Noruega está casado con Maud, la hermana del rey Jorge V —a que no lo sabíais—, de modo que su misiva termina con las palabras: «Transmite todo mí cariño a Maud, pero te ruego que no le menciones en absoluto este asunto, que es de carácter totalmente privado.» Y del mismo modo en los demás casos. Es una técnica infalible, querido Arthur.

Era la primera vez que decidía tutearle.

—Parece que ha hecho usted los deberes concienzudamente, Cornelius —dijo adoptando el tono y la actitud propia de los profesores y maestros de escuela e insistiendo en tratarme de usted—. Y, dígame ahora, ¿cómo piensa lograr el acceso a todos los demás, a los que no son reyes?

—No será ningún problema —dije—. Hay pocos hombres dispuestos a negarse a ver a una chica como Yasmin en cuanto ella llama a su puerta. Por ejemplo, tú no te negaste. Apuesto a que empezaste a babear de excitación en cuanto ella entró en el laboratorio.

Aquello bastó para hacerle cerrar el pico.

—¿Podemos entonces empezar por el rey de España? —dijo Yasmin—. Sólo tiene treinta y tres años, y a juzgar por las fotografías está bastante apetitoso.

—Muy bien —dije—. Madrid será la primera parada. Pero luego tendremos que irnos a Francia. Renoir y Monet están en la lista de casos urgentes. El uno tiene setenta y ocho años y el otro setenta y nueve. Quiero pillarlos antes de que sea demasiado tarde.

—El escarabajo vesicante les va a dar un ataque al corazón, pobres vejestorios —dijo Yasmin.

—Reduciremos la dosis —dije.

—Mira, Cornelius —dijo Woresley—. Lo que no tengo intención de hacer es participar en el asesinato de caballeros como Renoir y Monet. No quiero mancharme las manos de sangre.

—Posiblemente te manches las manos de esperma, pero eso será todo —dije—. Nosotros cuidaremos de que no pase nada.