Siete

Joss se recostó en el sofá y suspiró hondo antes de inclinar la cabeza hacia atrás para contemplar el techo. Se sentía emocionalmente exprimida, y por primera vez no podía achacar su estado de ánimo a la muerte de Carson.

Se trataba de otra clase de zozobra, un desasosiego que nunca habría imaginado, cuando decidió asumir con valentía —o, por lo menos, pensaba que asumía con valentía— el control de su futuro. En esos momentos, sin embargo, el futuro era un enorme interrogante.

Volvió a suspirar y cerró los ojos, vencida por la fatiga. Se habría quedado dormida, a pesar del caos mental, si no hubiera sonado el timbre de la puerta, y luego otra vez, insistentemente.

Sabía sin confirmar que era Chessy o Kylie, o quizá las dos juntas. No se habían conformado con su llamada para decirles que ya las pondría al corriente más tarde; querían oír la historia con todo lujo de detalles.

Joss resopló con resignación, se obligó a levantarse del sofá y arrastró los pies hacia la puerta.

Dash la había dejado en casa apenas media hora antes, después de que ella hubiera hecho todas las llamadas pertinentes. Él le había dado un beso de despedida, y Joss tembló al recordar el intenso deseo que había visto en sus ojos. Volvió a notar el calor de su beso, recordó las yemas de los dedos de él deslizándose despacio por su cara hasta el cuello, antes de decirle «hasta pronto».

La promesa en su voz le había dado mucho en que pensar. Ahora que volvía a estar sola en su territorio, por decirlo de algún modo, Joss tenía muchas cosas que repasar y procesar.

Tan pronto como abrió la puerta, sintió el impulso de resoplar de nuevo. Chessy y Kylie —¡las dos!— la miraban sin pestañear. Los ojos de Chessy eran incisivos y exigentes; su amiga la escrutaba como si pretendiera llegar hasta el fondo de sus pensamientos. Kylie parecía más vacilante, y preocupada.

Chessy se abrió paso, seguida de cerca por Kylie.

—Vamos, desembucha, querida amiga. No nos tragamos esa excusa que nos has soltado de que simplemente decidiste descartar The House y pasar la noche con Dash.

Joss siguió a Chessy y a Kylie hasta el comedor y se dejó caer en el sofá del que apenas se había levantado unos segundos antes.

—Y no vamos a permitir que omitas ni un solo detalle —continuó Chessy—. Contrastaré tu información con Tate y con Dash si es necesario. De una forma u otra, me enteraré de los trapos sucios, así que será mejor que nos pongas tú misma al corriente.

—¿Estás bien? —se interesó Kylie, con semblante ansioso—. ¿Tuviste una mala experiencia anoche? ¿Alguien te hizo daño o te asustó?

Joss sonrió socarronamente. ¿Cómo contestar a tales preguntas? ¿Sí, no y sí?

—Estoy bien. De verdad —la tranquilizó—. Es complicado.

Chessy frunció los labios y puso una de esas miradas que parecen decir: «¡Ajá! ¡Sabía que pasaba algo!».

—¿Qué pasó? ¡Cuéntanoslo! —la apremió Kylie.

—Pero cuéntanos la verdad —insistió Chessy—. Nos vimos ayer; recuerdo que dijiste que estabas firmemente decidida a ir al club para llevar a cabo tu plan. Y de repente, esta mañana me llamas para decir que al final cambiaste de opinión, que no fuiste y que estás en casa.

Chessy esbozó una mueca de incredulidad.

—Sí que fui —contestó Joss con evasivas.

Kylie frunció el ceño.

—Pero si has dicho que no habías ido.

—No he dicho que no había ido —la corrigió Joss—, simplemente he dicho que cambié de opinión.

—¿Y? —preguntó Chessy sin perder la calma—. ¿Qué pasó?

Joss suspiró.

—Lo que pasó fue que Dash apareció.

Chessy abrió la boca con cara de sorpresa y sus ojos destellaron cuando, de repente, comprendió lo que había pasado.

—¡Oh, no! ¿Dash estaba en el club? ¡Madre mía! ¿Y se puso como un energúmeno?

Kylie las miraba totalmente desconcertada, girando la cabeza hacia Joss y luego hacia Chessy, y nuevamente hacia Joss, procurando no perder el hilo de la conversación.

Antes de que Joss pudiera contestar, Chessy se adelantó.

—Lo siento, Joss. Debería haberte advertido, pero es que Dash apenas se ha dejado caer últimamente por allí. Sé que es socio, pero ni se me ocurrió decírtelo, porque ¿qué posibilidades había de que apareciera por el club la misma noche que tú?

Kylie sacudió la cabeza, perpleja.

—¿Dash —nuestro Dash— es socio de The House? ¿Por qué?

A Joss le quemaban las mejillas. Ella y Chessy intercambiaron miradas de complicidad.

—Dash es un dominante, igual que Tate —explicó Chessy con delicadeza.

Kylie se quedó en silencio, procesando la revelación. Toda ella emanaba tensión, y Joss se sintió incómoda por lo que tenía que confesar a sus dos amigas, especialmente a Kylie.

Kylie tenía una visión muy limitada del mundo, y no solía aventurarse a franquear los parámetros que ella misma había establecido para sí. Tenía buenas razones para ser como era, pero eso a veces suponía un contratiempo. Kylie era inflexible, y probablemente aquella confesión la descolocaría.

—Cuando entré en el club con otro hombre, Dash estaba allí —explicó Joss en voz baja—, y la situación se complicó.

Chessy arrugó la nariz.

—Ya lo supongo.

—Me agarró del brazo y me sacó casi a rastras. A continuación, me llevó a su casa. Yo creía que su intención era sermonearme porque pensaba que no sabía dónde me metía.

—¿Y le dijiste que se equivocaba? —la interrogó Chessy.

Joss asintió.

—Y entonces fue cuando la noche se puso… interesante.

La mirada de perplejidad de Kylie se acentuó más, y Chessy la observó con ojos desmesuradamente abiertos. Las dos amigas permanecían sentadas con la espalda muy erguida, sin desviar la atención de Joss.

Joss aspiró hondo, consciente de que sus amigas se enterarían tarde o temprano, y que más valía que fuera ella quien les diera la noticia.

—Dash dijo…

Le costaba encontrar las palabras adecuadas para explicarlo. Resultaba mucho más difícil de lo que había imaginado, porque ni ella misma había asimilado todavía todo lo que había sucedido.

—¿Qué dijo? —la exhortó Chessy.

—Dijo que si eso era lo que yo deseaba, lo que necesitaba, él sería el único hombre que me proporcionaría esa clase de experiencia.

—¡Vaya! —suspiró Chessy.

La reacción de Kylie fue un poco más explosiva.

—¿Qué? ¡No lo entiendo! ¿Que él qué?

—Me desea —anunció Joss en voz baja—. Desde hace mucho tiempo. Yo no lo sabía. Me siento como una tonta, pero es la verdad. ¡No lo sabía!

—¡Vaya! —repitió Chessy—. Es verdad que a veces había pensado que… bueno, por su forma de mirarte… pensaba que era evidente que sentía algo por ti. Pero a Carson y a ti se os veía tan felices… y Dash seguía siendo vuestro amigo… Y luego Dash no movió ficha cuando Carson falleció, por lo que pensé que eran imaginaciones mías.

La cara de Kylie se encendió de rabia.

—¿Él estaba enamorado de ti cuando tú estabas casada con mi hermano?

—Sí, pero nunca lo demostró —la apaciguó Chessy con tacto—. Uno no puede controlar la atracción que siente por alguien.

—Carson lo sabía —murmuró Joss—. Dash me dijo que Carson lo sabía, pero que eso no afectaba a su amistad.

—La verdad es que preferiría que salieras con Dash antes que con cualquier desconocido que eligieras en el club —admitió Kylie, con una nota de tensión en la voz—. Pero me preocupa vuestra relación. Jamás imaginé que Dash fuera de esa clase de personas. Me preocupa que pueda hacerte daño, física o emocionalmente, y me preocupa que lo vuestro tenga un efecto negativo sobre nuestra amistad.

Chessy se puso tensa.

—¿Qué clase de persona? ¿A qué te refieres? Tate es de «esa clase de personas», Kylie, y jamás me haría daño.

—Ya sabes que no lo decía en ese sentido —replicó Kylie a la defensiva—. Estoy preocupada por Joss, ¿de acuerdo? Me parece que últimamente está tomando muchas decisiones impulsivas, y no quiero que le hagan daño. Y me preocupa la relación que ha iniciado con Dash. No sé cómo encajar el hecho de que él se sintiera atraído por la esposa de su mejor amigo.

Joss esbozó una mueca de impaciencia y frustración.

—Ya he considerado esas cuestiones, Kylie —espetó—. He tenido en cuenta cómo lo nuestro podría afectar a nuestra amistad, especialmente si lo nuestro no funciona.

Tomó aire profundamente antes de continuar.

—Nunca antes había mirado a Dash de otra forma que no fuera como a un amigo, y no sé cómo me siento al respecto. No me gusta esa sensación de estar traicionando a mi difunto esposo por solo considerar esa posibilidad. Jamás habría sido infiel a Carson, ni siquiera si hubiera sabido lo que Dash sentía por mí. Y no me gusta que tú cuestiones su integridad por el hecho de que él se sintiera atraído por mí pero que hasta ahora nunca lo hubiera demostrado.

Kylie torció el gesto y desvió la vista. Chessy se inclinó hacia delante y tomó la mano de Joss entre las suyas.

—Sí, vuestra relación podría afectar a nuestra amistad —comentó Chessy con voz conciliadora—, pero no se puede vivir la vida sin asumir riesgos. Si eso es lo que deseas, por lo menos deberías probar. Es peor vivir con la duda que dar el paso y que luego no salga bien. No tienes nada que perder y, en cambio, tienes mucho que ganar.

—Pues a mí me parece que puedo perderlo todo —alegó Joss en un tono desabrido—. Perdí a Carson, y me devastaría perder la amistad de Dash. También me devastaría perderte a ti o a Kylie. No quiero perder a nadie más que quiero.

La cara de Chessy se llenó de amor y comprensión. Al verla, a Joss se le humedecieron los ojos, pese a que se había propuesto no derramar ni una lágrima más. Ya había llorado suficiente; no podía continuar siendo una persona emocionalmente frágil.

—En la vida hay que arriesgarse, y no hay garantías; ya lo sabes —animó Chessy a su amiga con ternura—. Contéstame a una pregunta: si hubieras sabido cuando te casaste con Carson que solo dispondrías de unos pocos años para estar con él, si hubieras sabido que él moriría, ¿habrías hecho algo de forma diferente? ¿Te habrías apartado de él para evitar el sufrimiento por su pérdida más tarde?

La cuestión sacudió a Joss profundamente. Sin apenas pensar, su respuesta fue inmediata:

—¡No, claro que no me habría apartado de él! Volvería a hacerlo todo igual, sin cambiar nada, aun sabiendo que lo perdería. Porque el tiempo que pasamos juntos fue maravilloso. No cambiaría ni un solo segundo por nada en el mundo —contestó apenada.

—Entonces, ¿por qué no estás dispuesta a probar con Dash? —planteó Chessy—. ¿Y si funciona? ¿Y si él te hace feliz? ¿Y si te da lo que deseas y necesitas? ¿Y si encuentras el amor de nuevo? ¿Y si disfrutas de un año maravilloso con él, si te da lo que necesitas y después decidís adoptar caminos separados? ¿Acaso no aceptarías disfrutar de ese año en vez de vivir lamentándote por no haberle dado una oportunidad? No puedes evitar correr el riesgo solo porque hayas perdido a alguien. No es forma de vivir, con constante miedo al sufrimiento.

—Chessy tiene razón —la secundó Kylie a regañadientes—, y yo quiero que seas feliz, aunque no sea con Carson. Pase lo que pase con Dash, te apoyaré. Tal como dijiste ayer, somos hermanas, y muy buenas amigas.

—Gracias —contestó Joss aliviada—. Gracias a las dos. No sé qué haría sin unas amigas tan maravillosas; más que amigas, ¡hermanas! Las dos me habéis planteado la cuestión desde unos términos muy interesantes, pero todavía he de considerarlo con calma.

Chessy le apretó la mano.

—Entonces será mejor que te dejemos sola. Ya sabes, si me necesitas, llámame. Quiero que sepas que, pase lo que pase, te quiero. Tate y yo te queremos, y él mismo le propinará un buen puntapié a Dash si se le ocurre hacerte daño.

Joss sonrió, pero la tristeza le embargaba el corazón. No quería causar ninguna desavenencia entre sus amigos; no deseaba que Tate se enfadara con Dash por su culpa.

Kylie se puso de pie y se inclinó para abrazar a Joss enérgicamente. Joss le devolvió el abrazo y después también se levantó del sofá para acompañar a sus amigas hasta la puerta.

—Estaremos en contacto, ¿de acuerdo? —sugirió Chessy—. Y si necesitas hablar, llámame, ya sea de noche o de día, no importa.

—Lo haré —respondió Joss—. Y gracias de nuevo a las dos por preocuparos por mí. No haré nada que pueda herir a alguien; supongo que ya lo sabéis.

—Lo sabemos —aseveró Kylie—. Y siento mucho si te he ofendido con mis palabras. Te quiero, Joss, y quiero que seas feliz. Sé que Carson desearía que fueras feliz. Hace falta ser un tipo muy especial para no romper la amistad con un hombre que está enamorado de su esposa. Si Carson pudo soportarlo y vivir con ello, entonces yo también puedo.

Joss se fundió en un abrazo con sus dos amigas y luego las contempló mientras se alejaban acera abajo hacia el coche aparcado. Joss se quedó de pie en la puerta hasta que el vehículo desapareció de su vista; a continuación, volvió a entrar en casa para coger el bolso y las llaves.

Se metió en el coche y condujo sin ser consciente de hacia dónde se dirigía hasta que se dio cuenta de que estaba ante el recinto vallado del cementerio. Frenó y detuvo el coche delante de la verja, con la vista fija en las lápidas que salpicaban el paisaje.

Había ido a hablar con Carson, a explicarle lo de Dash y a pedirle su bendición. Tan solo un día antes había jurado que estaba dispuesta a pasar página, a despedirse de él y a no regresar a aquel recinto, nunca más.

Sacudió la cabeza, dio marcha atrás para dar un giro en forma de U y se alejó, tomando la dirección del barrio residencial donde vivía Dash.