El sueño fue incluso más vívido que en la anterior ocasión. Pese a estar dormida, Joss gemía angustiada mientras se enfrentaba a la visión de tener a Carson y a Dash juntos, delante de ella. Los dos la miraban con expectación, los dos le pedían que tomara una decisión.
—Puedo volver a tu lado, nena —le decía Carson en su típico tono suave y meloso que siempre había usado con ella.
Joss no recordaba ni una sola vez en la que Carson le hubiera levantado la voz, ni siquiera cuando estaba enfadado. Algunas veces discutían, por supuesto, como todas las parejas, pero él jamás había perdido los nervios. Carson luchaba por controlarse y no estallar como un energúmeno, tal como su padre había hecho con tanta frecuencia.
—Podemos estar juntos de nuevo, como antes. Solo has de elegir.
Dash permanecía callado al lado de Carson, con aspecto de saber que estaba vencido. Sus ojos mostraban una clara resignación, y empezó a darse la vuelta, tal como Carson había hecho en su sueño anterior.
—¡No! —gritó Joss—. ¡No te vayas, Dash. Te quiero!
La mirada consternada de Carson le partió el corazón. Joss apenas podía creer que hubiera elegido a Dash y no a su amado esposo. La tristeza enturbió los rasgos de Carson, que miró a Dash con abatimiento.
—Cuídala —le pidió en voz baja—. Ámala tanto como yo la he amado.
—Lo haré —contestó Dash.
Acto seguido, Dash se acercó a Joss y ella dio un paso vacilante hacia él. Luego otro paso, y otro más, hasta que estuvo entre sus brazos. Cuando alzó la vista en dirección a Carson, él había desaparecido, se había diluido por completo, como si jamás hubiera estado allí.
—Carson —susurró ella con un hilo de voz—. Lo siento, de verdad, lo siento mucho.
Entonces alzó la vista hacia Dash, para mostrarle su lealtad, para indicarle que lo había elegido a él.
—Te quiero —susurró—. Es a ti a quien quiero.