Dos

Joss entró en el aparcamiento del Lux Café en Westheimer y aparcó su BMW Roadster junto al Mercedes descapotable plateado de Kylie. Carson le había regalado el coche a Kylie cuando cumplió veintiún años, justo un año antes de sufrir el accidente mortal que lo apartaría para siempre de su esposa y de su hermana.

Carson y Joss solían ir a Las Vegas. A Carson le encantaba el juego, y había enseñado a Joss a jugar a cualquier modalidad habitual de los casinos. Había pulido tanto las habilidades de Joss en el póquer que había acabado por convertirse en una formidable adversaria en las mesas. Carson siempre se reía por lo bajo cuando ganaba más que él, aunque Joss se negaba a jugar en la misma mesa porque su marido tenía una vena tan competitiva que no soportaba perder. Ni siquiera contra su esposa.

El hotel favorito de ambos era el Venetian, donde Joss había descubierto el Lux Café y su espléndido menú. Estuvo encantada cuando la cadena abrió un establecimiento en Houston, y muy pronto pasó a convertirse en su restaurante favorito, cuando quedaban con amigos para comer.

Joss echó un vistazo al reloj de pulsera y esbozó una mueca de fastidio. Carson siempre se reía de su impuntualidad, y llegaba quince minutos tarde al encuentro con Kylie y Chessy.

Las dos la estaban esperando dentro, cuando Joss atravesó el umbral con paso apresurado. Enseguida fijó la vista en su cuñada. El aniversario de la muerte de Carson le resultaba a Kylie tan doloroso como a ella, ya que Carson era la única familia que le quedaba. Joss se había esforzado para que ella y Kylie siguieran unidas después de la muerte de Carson. Se habían aferrado la una a la otra, ambas desoladas por la gran pérdida.

En el rostro de Kylie se evidenciaban las ojeras, pero sus ojos se iluminaron al ver a Joss, e inmediatamente se levantó para abrazarla.

—¿Cómo estás? —susurró Kylie.

Joss la abrazó con ternura y luego se apartó con una sonrisa en los labios.

—Bien —contestó con sinceridad.

Acto seguido, se dio la vuelta hacia Chessy y la envolvió en un abrazo.

—¿Qué tal, cómo estás? —preguntó Chessy en un tono sosegado.

—Sentémonos y hablemos. Me muero de hambre —contestó Joss con una sonrisita maliciosa.

Las dos parecían encantadas con su buen estado anímico. Joss se sintió avergonzada de haber sido una carga no solo para Dash a lo largo de los tres últimos años sino también para sus mejores amigas. Pero se acabó. Aquel día… bueno, aquel iba a ser el primer día de su vida, de recuperar la normalidad y llenar el vacío que le había dejado la muerte de su esposo.

Estaban sentadas en un espacioso reservado —Joss odiaba las largas hileras de mesas prácticamente apiñadas unas sobre otras—. Aunque su conversación fuera desenfadada, odiaba que alguien la oyera. Y ese día, precisamente, deseaba disponer de la más absoluta intimidad.

—Se te ve… distinta —reflexionó Chessy mientras abrían los menús.

Joss no abrió el suyo porque sabía lo que quería. Las otras se burlaban de ella porque con la maravillosa selección del enorme menú, ella siempre pedía lo mismo, y aquel día no iba a ser una excepción: ensalada vietnamita tibia de berros y ternera salteada. Su plato favorito del Lux Café.

—Es que me siento diferente —admitió Joss en voz baja.

Kylie abrió los ojos como platos.

—¿Qué ha pasado?

—No ha pasado nada, pero es por lo que pasará —terció Joss con firmeza.

—Uy, uy, uuuy… No sé si queremos oír esta historia —bromeó Chessy.

El silencio se instaló en la mesa cuando el camarero apareció para tomarles nota. Solo después de que se alejara Kylie exhortó a Joss a explicarles a qué se refería.

Joss suspiró y lanzó una mirada a Chessy.

—Quería preguntarte… bueno, ya sé que es una pregunta personal, pero alguna vez has hablado de ello. De todos modos, si crees que es muy personal puedes decirme sin rodeos que no me meta en tus asuntos, aunque la verdad es que me gustaría hacerte algunas preguntas respecto a ti y Tate.

Una sombra oscura se extendió por las facciones de Chessy, y la tristeza empañó sus ojos durante un breve instante antes de que volviera a recuperar la compostura. Pero Joss y Kylie se habían fijado en su cambio de actitud, por lo que ambas intercambiaron miradas desconcertadas.

—Sabes que puedes pedirme lo que quieras —contestó Chessy con suavidad, aunque a Joss le pareció forzada la dulzura de su tono.

Decidida a intentar averiguar más tarde qué había detrás de aquella reacción, Joss prosiguió con sus pesquisas.

—Nos has contado que Tate y tú mantenéis una relación de dominante y sumisa, o sea, que él manda tanto en la cama como fuera de ella. Quería saber si… quiero decir, ya sé que suena ridículo porque a ti te satisface, sin duda. Cualquiera que os vea se da cuenta de lo enamorados que estáis, pero quería saber cómo funciona.

Kylie palideció. Joss odiaba exponer la cuestión delante de ella, pero no deseaba ocultar algo tan importante a su cuñada —no solo su cuñada, sino una de sus mejores amigas—. No podía dejarla al margen en aquella cuestión tan relevante, en aquel salto monumental hacia delante, en comparación con la vida que había llevado durante los tres últimos años.

—¿Por qué me lo preguntas, Joss? —inquirió Chessy en un tono desconcertado, mezclado con una perceptible preocupación.

Joss aspiró hondo y entornó los ojos. Buscó la mano de Kylie porque sabía que lo que iba a decir le resultaría duro a su cuñada.

—Ambas sabéis que quería a Carson con toda mi alma. Me lo dio todo; pero yo siempre había tenido esta… necesidad, ansia, deseo… no sé cómo llamarlo. La cuestión es que siempre he deseado… experimentar sumisión, y todo lo que ello conlleva. Sé que eso era algo que Carson no podía darme. Le quería demasiado para pedírselo. Hablamos de ello una vez, al principio de nuestra relación, antes de que me contara el trauma de su infancia. Él tenía tanto miedo de ser como su padre… La idea de hacer algo que pudiera herirme o que pudiera ser interpretado como un maltrato lo horrorizaba, y creo que al principio temió perderme porque no podía ofrecerme la clase de relación sentimental que a mí me interesaba.

Kylie había bajado la vista, pero Joss podía ver las lágrimas que se habían formado en sus ojos. Joss le apretó la mano con energía, para transmitirle la fuerza que le había faltado hasta ese momento.

—¿Y lo deseas ahora? —preguntó Chessy, frunciendo el ceño.

Joss asintió despacio.

Kylie alzó la cabeza y torció el gesto, a punto de protestar, pero Joss la silenció con otro apretón de mano.

—No deseo una relación formal; quiero decir, no busco una relación estable. Ya encontré la perfección una vez y sé que nunca encontraré esa clase de amor de nuevo; pero necesito llenar el vacío, un vacío que siempre he sentido dentro de mí, pero que mientras estaba con Carson no resultaba tan acuciante. No me sentía sola. Él me daba lo que necesitaba, a pesar de que una pequeña parte de mí siempre anhelaba y necesitaba más. Sé que suena terrible. Amaba a Carson con toda mi alma, y jamás habría hecho nada que pudiera herirlo. Pero él ya no está. Tengo que aceptar el hecho de que, aunque sea lo que más deseo en el mundo, Carson no volverá.

Se le formó un nudo en la garganta por la emoción y pestañeó varias veces seguidas mientras se le humedecían los ojos. Se secó rápidamente las mejillas; no deseaba montar una escenita en público. Kylie volvió a hundir la cabeza y una lágrima se deslizó despacio por su pálida mejilla.

—Me siento sola —susurró Joss—, y necesito algo, alguien que llene ese vacío que Carson ha dejado en mí. Ha llegado el momento de pasar página, de dejarme llevar. He encontrado un sitio…

—¿Qué clase de sitio? —preguntó Chessy sin rodeos.

—Se llama The House.

Chessy relajó la expresión.

—Sí, conozco ese club. Tate y yo somos socios. Tate es amigo del dueño, Damon Roche. La esposa de Damon ha tenido un hijo hace poco, por lo que él ya no dedica tantas horas al negocio como antes, aunque sigue regentando el local.

—Precisamente hablé con él para hacerme socia —admitió Joss—. Fue muy amable conmigo. Quería asegurarse de que sabía dónde me metía.

—¿Y lo sabes? —intervino Kylie, alzando la cabeza bruscamente—. Joss, esto es muy serio. ¿Y si te hacen daño? ¿Y si entablas relación con el hombre equivocado? Ya sabes qué clase de monstruos circulan por ahí. ¡Lo sabré yo, que he tenido un padre que era un verdadero monstruo! ¿Cómo se te puede ocurrir meterte a ciegas en ese tipo de relación?

—No me meto a ciegas —respondió Joss con suavidad—. Llevo bastante tiempo dándole vueltas al asunto. He dedicado muchas horas a investigar, y así es como he dado con ese club. He estado allí en las horas de mayor afluencia de socios; sé lo que se cuece ahí dentro. Además, Damon me ha asegurado que estará pendiente de mí, sobre todo en mi primera cita.

El camarero las interrumpió al presentarse con los entrantes, pero en lo último que pensaban las tres amigas en esos momentos era en comer. Continuaron conversando, sin tocar los platos que tenían delante.

—Solo quería saber más detalles de tu experiencia con Tate —insistió Joss con suavidad.

De nuevo, el dolor se plasmó en los ojos verdes de Chessy. Se colocó un mechón negro detrás de la oreja, intentando ocultar su vacilación, pero Joss se fijó en su reacción y se preguntó qué era lo que le pasaba a su amiga. Parecía… infeliz. Quizá llevaba tiempo así, pero ella había estado tan centrada en sí misma que no había prestado atención a los que la rodeaban.

—¿Hay algo que no me hayas contado, Chessy? —se interesó Joss.

Chessy se mostró primero culpable y luego sorprendida.

—¡No, claro que no! Y en respuesta a tu pregunta, te diré que si se hace bien, puede ser la experiencia más maravillosa del mundo. Jamás me he arrepentido de someterme por completo a él. Tate siempre se ocupaba de mí hasta en lo más mínimo. Me cuidaba, me protegía al máximo. Yo siempre era su prioridad. Y él era tan exigente…

Joss frunció el ceño; su amiga estaba usando el tiempo pasado en todos los ejemplos.

—¿Acaso ya no es así? —quiso saber Joss.

Chessy esbozó una sonrisa radiante, excesivamente radiante.

—¡Claro que sí! Solo era una forma de hablar. Bueno, quizá nuestra relación no sea tan perfecta como solía ser, pero eso es normal. Tate está muy ocupado intentando dar un buen empujón a su negocio, y cuando una relación sentimental pierde la novedad, es fácil caer en la rutina. No te preocupes —soltó con una carcajada— no nos vamos a divorciar ni nada parecido.

Pero la alegría forzada incomodó a Joss. Se zafó de la sensación premonitoria para centrarse en el tema que las ocupaba.

—Vuelvo a decirte que no es necesario que hablemos de ello, si te resulta demasiado personal —aclaró Joss.

Con un gesto liviano de la mano, Chessy la instó a seguir.

—¿Qué clase de… prácticas realizáis Tate y tú? Quiero decir, ¿practicáis el bondage, el dolor placentero, la flagelación? ¿O simplemente se trata de obedecer y dejar que él dé siempre las órdenes?

Kylie tenía aspecto de ir a vomitar de un momento a otro, y empezó a empujar la comida con el tenedor en un intento de entorpecer la conversación. Se había puesto pálida, y Joss pensó que quizá había sido una mala idea sacar el tema a colación delante de ella. Pero no quería que Kylie no estuviera al tanto de sus intenciones. Apreciaba mucho a su cuñada; quería que supiera que por lo menos iba a intentar pasar página y quizá iniciar una relación, aunque solo fuera temporal, con otro hombre. No quería que Kylie se enterara por boca de otros; quería ser ella misma quien se lo anunciara.

—Creo que es cuestión de lo que tú desees —respondió Chessy despacio—. Sí, nosotros practicamos todo eso y más. Soy suya, me he entregado a él, por completo, y por lo tanto he de hacer lo que él desee. Él conoce los límites. Llevamos tanto tiempo juntos que sabe hasta dónde podemos llegar; conoce mis límites quizá incluso mejor que yo misma. Pero al principio es importante que seas muy sincera con tu compañero y establezcáis límites. Él ha de saber exactamente con qué te sientes cómoda y con qué no, y tú necesitas un entorno seguro hasta que vuestra relación progrese lo bastante como para que él sepa hasta dónde puede llegar.

—Me siento como una niña en una tienda de juguetes —resopló Joss, con una mueca traviesa—. Deseo probarlo todo. Por lo menos una vez. No conozco mis límites, y no los conoceré hasta que no los supere.

—Más razón aún para elegir a la persona adecuada; alguien que comprenda que eres nueva en estas prácticas, que deseas experimentar pero que te reservas el derecho a retirarte en cualquier momento. Y por el amor de Dios, Joss, no aceptes ir a tu casa con un hombre hasta que no lo conozcas bien. Quédate en el club. Experimenta todo lo que quieras en un local público donde dispones de absoluta seguridad.

Joss asintió. Era un factor que ya había considerado, y de ninguna manera pensaba llevar a un hombre a su casa, el lugar donde ella y Carson habían vivido y se habían amado. Sería el colmo de la falta de respeto, practicar lo que habría horrorizado a su esposo bajo aquel mismo techo. Tampoco pensaba acceder a salir del club con un desconocido. ¡Quién sabía qué podría suceder cuando se quedaran los dos solos y él la tuviera a su merced!

No era que Joss no hubiera considerado todos los riesgos. ¡Lo había hecho! Había ido al club en más de una ocasión, le había hecho un sinfín de preguntas a Damon Roche, y el propietario había mostrado una infinita paciencia y comprensión. Pero en esos momentos, al escuchar las advertencias de Chessy, la asaltaba un mar de dudas.

Pero no. Ya había tomado la decisión. Era en lo único que había estado pensando en los dos últimos meses. Y a pesar de que su deseo de seguir adelante con su nueva vida en el tercer aniversario de la muerte de su esposo pudiera parecer un tanto excéntrico, para ella asumía un cariz simbólico. No pensaba echarse atrás.

Se había estremecido cuando Chessy había afirmado que se había entregado totalmente a su marido. Joss anhelaba lo mismo, lo deseaba con una acuciante necesidad que no llegaba a comprender por completo. No era que no se hubiera entregado en cuerpo y alma a Carson. Lo había hecho, no se había reservado ninguna parte de sí misma.

Pero aquella necesidad de iniciarse en la senda de la dominación era más intensa que la simple idea de pertenecer a alguien. Deseaba sentirse… poseída, querida, totalmente idolatrada. Todo aquello que su esposo le había dado pero… más. Deseaba cruzar la línea gris, hacer añicos todos los límites, descubrir esos límites así como hasta dónde estaba dispuesta a llegar, hasta dónde deseaba llegar. ¿Cómo lo averiguaría si no lo intentaba?

—Estás decidida a hacerlo, ¿verdad? —comentó Kylie en voz baja—. Puedo verlo en tus ojos, Joss. Conozco esa mirada. Estás decidida a hacerlo.

Joss asintió, y la embargó un sentimiento de alivio tras aquella afirmación.

Chessy se inclinó por encima de la mesa para estrecharle la otra mano y se la apretó hasta que Joss se aferró también con fuerza a las manos de su amiga.

—Entonces te deseo mucha suerte —la animó Chessy.

—Oye, ¿no tienes que irte? —preguntó Joss, recordando de repente que Chessy había mencionado varios días antes que ella y Tate iban a pasar la tarde juntos—. ¿No te espera Tate? No quiero robarte más tiempo. Solo quería hacerte esas preguntas.

Nuevamente detectó el leve brillo en los ojos de Chessy, apenas discernible, antes de que su amiga bajara la mirada y le soltara las manos.

—No, Tate lo ha cancelado porque le ha salido una reunión de trabajo.

Joss esbozó una mueca de fastidio.

—¡Vaya! Lo siento. Sé que estabas muy ilusionada. Lamentablemente, yo sí que he de irme. Necesito tiempo para prepararme para esta noche. Pese a que he tomado la decisión, todavía estoy bastante nerviosa, así que necesito tiempo para prepararme y reflexionar más acerca de lo que me propongo hacer.

Chessy sonrió.

—Espero un informe mañana a primera hora, y si no lo recibo, iré a buscarlo. Y si no estás en casa, llamaré a la policía.

Joss sonrió.

—Claro que estaré en casa.

Se puso de pie después de depositar varios billetes en la mesa para pagar el almuerzo. Kylie también se puso en pie.

—Te acompañaré hasta el coche —se ofreció Kylie.

Chessy lanzó a Joss una mirada significativa y luego observó a Kylie con ojo crítico. Joss suspiró. Sabía lo que iba a suceder. Le dijo adiós a Chessy con la mano y salió del restaurante, con Kylie a su lado.

Cuando llegaron al aparcamiento, Kylie colocó una mano sobre el brazo de Joss.

—¿De veras lo has pensado bien, Joss? —le preguntó en un tono implorante—. Estoy muy preocupada por ti. No pareces tú. ¿Qué opinaría Carson? ¡Se moriría si lo supiera!

—Kylie, Carson está muerto —apuntó Joss con suavidad—. No resucitará. Te aseguro que si pudiera hacerlo, lo haría sin vacilar. Me olvidaría de mis deseos y necesidades si él pudiera estar de nuevo conmigo. Pero está muerto.

Las lágrimas se apiñaron en su garganta, unas lágrimas que llevaba todo el día intentando contener. Había decidido que aquel año sería diferente, que no pasaría el aniversario de la muerte de su esposo con esa actitud apática y desconsolada.

Los ojos de Kylie reflejaban su dolorosa consternación. Las lágrimas empezaron a rodar silenciosamente por sus mejillas.

—Le echo tanto de menos, Joss… Era mi única familia. Todavía no puedo creer que esté muerto.

Joss la abrazó con fuerza. A Kylie le temblaban los hombros.

—Te equivocas. Sí que tienes familia. Me tienes a mí. No pienso apartarme de tu lado. Lo que ha pasado no cambia las cosas entre nosotras dos, te lo aseguro. Pero he de rehacer mi vida y seguir adelante. Esta situación me está matando. La pena me está matando lentamente, y Carson odiaría eso. No desearía que me pasara el resto de mi vida llorando su ausencia. Él sería la primera persona que desearía que yo fuera feliz, aunque no sea con él.

Kylie se apartó y se secó las lágrimas con rapidez.

—Lo sé. De verdad, lo sé, y yo también deseo que seas feliz, Joss. ¿Pero ha de ser de este modo? No sabes lo que es estar a merced de un monstruo. Seguramente no querrás ponerte en una posición en la que te encuentres indefensa bajo el poder de un hombre. Podría hacerte daño, maltratarte. Créeme, seguro que no es eso lo que quieres. Nunca podrías comprender lo degradante e impotente que resulta ese sentimiento. No te lo deseo. Carson jamás querría eso para ti.

Joss le secó a Kylie las lágrimas con dulzura.

—No todos los hombres son como tu padre, Kylie. Entiendo tu preocupación. No niego que tú y Carson vivierais un infierno. Nunca permitiré que me pase lo mismo. Y fíjate en Chessy y Tate. Ya sabes qué clase de relación mantienen. ¿De verdad crees que Tate se atrevería a hacerle daño a Chessy? Él la quiere, respeta por completo el regalo de su sumisión. Y eso es lo que deseo.

—Pero le está haciendo daño —replicó Kylie con brusquedad—. Seguro que has visto lo mismo que yo, en el restaurante, lo que hemos visto en los últimos meses. Ella no es feliz, Joss, y estoy preocupada por ella. ¿Y si él la está maltratando?

Joss pestañeó, totalmente consternada por el comentario de Kylie. Sí, se había fijado que Chessy no estaba tan alegre, tan animada como de costumbre. Había notado que a su amiga le pasaba algo, pero ni por un momento había pensado que Tate pudiera hacerle daño.

—No sé exactamente qué es lo que pasa entre Chessy y Tate —comentó Joss con cautela—, pero lo que sí sé es que es imposible que él la maltrate. Chessy jamás lo aceptaría; es demasiado fuerte e independiente, a pesar de que haya decidido someterse a él. Y no olvides que ella nos lo diría, si él le estuviera haciendo daño. Hace muchos años que somos amigas. Lo sabemos, Kylie; lo sabemos.

—Nadie supo nunca el martirio que Carson y yo teníamos que soportar —espetó Kylie con pena—. Lo ocultábamos al mundo entero. Todos creían que mi padre era un ser adorable incapaz de hacernos daño. Pero en casa era un monstruo.

—Por favor, no te preocupes por mí —dijo Joss—. Y no te preocupes por Chessy. Hablaré con ella, si así te sientes mejor. Conozco a Tate. Las dos conocemos a Tate. Hace años que somos amigos. No es posible que esté maltratando a Chessy. Y ya sé que no te gusta mi elección. No espero que la aceptes, pero me gustaría que por lo menos respetaras mi decisión.

—Te quiero —dijo Kylie con la voz quebrada—. Nunca me lo perdonaría si por lo menos no intentara disuadirte de que no tomes el camino que pareces decidida a tomar. Pero si eso es realmente lo que deseas, si eso es lo que necesitas y es lo que te hará feliz, entonces intentaré respetar tu decisión. Simplemente no quiero perderte a ti también.

Joss la abrazó de nuevo.

—No me perderás. Eres mi hermana y mi mejor amiga. Carson no era el único vínculo contigo, y el hecho de que ya no esté con nosotras no significa que nuestra relación tenga que romperse. Eres mi familia, Kylie. Te quiero.

Kylie se apartó, con una sonrisa acuosa en sus labios temblorosos.

—Espero un informe mañana, igual que te lo ha pedido Chessy. Esta noche no dormiré porque estaré preocupada por ti. Solo espero que sepas dónde te metes.

—Yo también —murmuró Joss—. Yo también.