Diecinueve

Aunque el papel de anfitriona de una cena no era nuevo para Joss, notaba unos nervios incontrolables porque era la primera cena en la que actuaba de anfitriona en casa de Dash. Los invitados eran todos amigos, así que no había motivo para estar nerviosa, pero lo estaba. A pesar de que sus amigos conocían su relación con Dash, no había hecho ostentación delante de ellos. Añadió los toques finales a la ensalada y metió el cuenco en la nevera antes de poner las patatas al horno. Los bistecs se estaban macerando, y Dash los asaría a la parrilla cuando faltara poco para cenar.

Primero hablarían con Kylie, y Dash le explicaría que se había asociado con Jensen. Joss detestaba la confrontación, pero sabía que era mejor hacerlo en privado, en un lugar donde Kylie se sintiera cómoda, en vez de que Dash se lo comunicara en el despacho, un lugar donde ella no podría reaccionar con absoluta honestidad.

Oyó el timbre de la puerta y se apresuró a salir de la cocina al tiempo que le gritaba a Dash que ya iba ella. Quería ser la primera en recibir a Kylie.

Cuando abrió la puerta, Kylie le sonrió y Joss la abrazó.

—Te preguntaría qué tal te va, pero con solo ver tu aspecto ya lo sé —comentó Kylie con sarcasmo—. Se te ve… feliz, Joss. Me alegro.

Impulsivamente, Joss volvió a abrazar a su amiga.

—Gracias. ¿Y tú qué tal? Solo han pasado un par de días, pero tengo la impresión de que hace siglos que no hablo contigo.

—Eso es porque nos pediste a Chessy y a mí que no te agobiáramos —espetó Kylie con sequedad.

Joss rio.

—Es cierto. Pensé que sería más fácil enviaros un correo electrónico a las dos en lugar de llamaros a cada una por teléfono, porque me freiríais a preguntas sin piedad.

A Kylie se le curvaron las comisuras de los labios hacia arriba cuando entraron en el salón de Dash. Echó un vistazo a su alrededor y cuando no vio a nadie se dio la vuelta hacia Joss y en voz baja le preguntó:

—¿Se porta bien contigo? Pareces feliz, ¿pero de verdad lo eres?

Joss sonrió, expresando abiertamente su felicidad mientras contemplaba a su amiga.

—Es muy bueno conmigo. Lo nuestro va mejor de lo que había imaginado. Soy muy feliz.

Kylie le tomó la mano y se la estrechó con energía.

—Entonces me alegro por ti. Ya sé que al principio no parecía estar de tu parte, y lo siento. Solo estaba preocupada por ti. Quiero que seas feliz, Joss. Espero que lo sepas.

—Lo sé. Te quiero; no lo olvides nunca.

Dash entró en el comedor y avanzó hasta Kylie para darle un beso en la mejilla.

—Me alegro de verte. ¿Quieres tomar algo? Hay un tema que quiero comentar contigo antes de que lleguen los demás.

Kylie le lanzó una mirada inquisidora.

—Una copa de vino, por favor. Elige tú, me da igual si es blanco o tinto.

Dash sirvió un par de copas para las dos mujeres.

—¿De qué querías hablar? —inquirió Kylie con curiosidad.

Dash suspiró; de repente parecía incómodo. Pero Joss sabía que él no era la clase de persona que se andaba con rodeos. Expondría la situación y luego se adaptaría a la reacción de Kylie, fuera cual fuese.

—Tenemos un nuevo socio en la empresa —anunció directamente, tal como Joss sabía que haría.

Kylie abrió los ojos exageradamente y separó los labios, pero no dijo nada. Simplemente se quedó mirando a Dash, paralizada ante tal información.

—Se llama Jensen Tucker —continuó Dash—. Carson y yo ya habíamos considerado aceptarlo como socio hace unos años. Cuando Carson murió, aparté esos planes y me centré en mantener el negocio a flote. Pero ha llegado el momento. Es un sólido valor añadido; Jensen será un componente positivo para la empresa.

—¿Vas a reemplazarlo? —espetó Kylie sin apenas voz—. ¿Por qué? Estás haciendo un buen trabajo, Dash. ¿Por qué necesitas a ese tipo? ¿Qué puede ofrecerte?

Kylie había ido alzando la voz, hasta que pronunció la última pregunta con un chillido colérico.

Joss se puso al lado de Dash, entrelazó los dedos con los de él y se los apretó para demostrarle su apoyo. Él le devolvió el gesto al tiempo que le dedicaba una mirada agradecida.

—¿A ti te parece bien? —preguntó Kylie a Joss en un tono acusador.

Joss se sofocó y por un momento se sintió incapaz de contestar. No esperaba que Kylie se lo tomara bien al principio, pero tampoco esperaba aquel tono acusador, dispuesta a enfocar su ira hacia ella. No era su empresa ni su elección. Sí, Joss era la propietaria de una parte del negocio, pero no tenía poder ni capacidad de decisión; eso era asunto de Dash, y muy pronto también sería asunto de Jensen. Ella y Kylie se beneficiaban de las ganancias; Carson se había asegurado de que así fuera, pero ninguna de las dos tenía voz ni voto en la gestión del negocio. Carson había confiado ese deber a Dash, y Joss estaba de acuerdo con la decisión.

—No puedo creer que le brindes tu apoyo en esta cuestión —le recriminó Kylie—. ¿Acaso ya has olvidado a Carson? ¿Estás tan obsesionada en tu nueva relación con Dash que le das la espalda a todo aquello que erigió tu esposo?

—¡Ya basta! —terció Dash, con la mandíbula tensa de rabia—. No tienes derecho a dirigir tu ira hacia Joss. Si tienes algo que decir, me lo dices a mí, ¿entendido? No permitiré que hagas que Joss se sienta culpable de nada. No ha sido su decisión, pero sí, me ha brindado su apoyo. Mira, Kylie, de ti depende que esto sea un asunto fácil o que se convierta en una situación difícil; tú eliges. Jensen vendrá esta noche a cenar y podrás conocerlo en persona. Espero que te comportes como una profesional y le ofrezcas un trato cordial.

Joss notó una cálida sensación de alivio en el pecho por la defensa instantánea de Dash. Él estaba enfadado, y eso que le costaba mucho perder la paciencia, pero se había mostrado implacable con la salida de tono de Kylie y había rodeado a Joss con un brazo protector para mostrarle su absoluto apoyo, tal como ella había hecho antes con él.

—¿Y si no lo acepto? —lo retó Kylie—. ¿Piensas despedirme si no me gusta la persona que has elegido para reemplazar a Carson?

—Si llegáramos a ese punto, sí —contestó Dash, procurando contener la voz—. Pero espero que no tengamos que llegar a ese punto, Kylie. Eres una secretaria excelente. Esta compañía te necesita, yo te necesito. Odiaría tener que optar por hacerlo, pero si creas problemas por Jensen, no me quedará más opción que reemplazarte.

Kylie palideció y sus ojos reflejaron su profundo malestar. Desvió la vista hacia Joss con la misma mirada acusadora. Joss se estremeció ante su reacción, consciente de que para Kylie aquello era el súmmum de la traición, no solo por parte de Dash sino también por parte de Joss. Probablemente esperaba que Joss se pusiera de su parte, que protestara por haber sustituido a Carson.

Su expresión y su lenguaje corporal no dejaban lugar a dudas de que estaba furiosa, no solo con Dash sino con Joss, quizá más con Joss.

—Me invitáis, me soltáis esta noticia como si nada y luego esperáis que me comporte con afabilidad con un hombre que va a sustituir a mi hermano —murmuró ella dolida—. ¿Cómo esperabais que reaccionara?

—Te hemos invitado porque pensábamos que sería más conveniente decírtelo en privado y darte tiempo para asimilar la noticia antes de que él llegue. La alternativa era decírtelo en la oficina el lunes, y creo que dado que nuestra relación va más allá de una simple relación profesional, prefería no tener que decírtelo en un entorno laboral. Quizá me haya equivocado.

La voz de Dash era fría; destilaba rabia por todos los poros. Kylie lo había provocado, y su ataque hacia Joss lo había sacado de sus casillas. Joss volvió a apretarle la mano, una señal silenciosa para que intentara contenerse.

—No pasa nada, Dash —intervino Joss en un tono conciliador—. Comprendo que esté enojada.

—Sí que pasa —espetó Dash—. No tiene derecho a tratarte de ese modo, y no lo permitiré en nuestra casa.

—¿Nuestra casa? —repitió Kylie con incredulidad—. ¿Vuestra relación ha progresado hasta ese punto, Joss? ¿Te has mudado aquí y has olvidado al hombre con el que estuviste casada durante tres años? ¿Pero se puede saber qué pasa aquí? ¿Es que todos tenemos que olvidar que Carson ha existido? Quizá vosotros podáis, pero yo no. Era mi única familia, y no se le puede sustituir tan fácilmente, al menos para mí no.

—Si no le pides disculpas a Joss ahora mismo, te pediré que te vayas; es más, el lunes pasarás por el despacho solo para recoger las cosas de tu mesa y presentar la dimisión —concluyó Dash en un tono gélido—. Lo que hay entre Joss y yo no es de tu incumbencia. Ella no necesita tu consentimiento ni tu bendición, aunque le gustaría tener ambas cosas. Te quiere y se cortaría un brazo antes de hacerte daño aposta. Pero tú le estás haciendo daño y por ahí no paso. Ni hablar. Además, no te permitiré que pongas más los pies en nuestra casa. Sí, «nuestra» casa, Kylie. Joss vive conmigo, así que tienes dos opciones: aceptarlo y alegrarte por ella o marcharte. ¿Qué eliges?

Joss se puso lívida, a juego con la palidez de Kylie. Temblaba incontrolablemente, y eso parecía irritar aún más a Dash. La abrazó con fuerza hasta el punto de que apenas podía respirar. No, no esperaba que Kylie se lo tomara bien, pero tampoco esperaba que la atacara de ese modo.

¿Era lo que Chessy pensaba, también? ¿Que había olvidado a Carson con una pasmosa facilidad y que se había tirado a la piscina a la primera de cambio? ¿Acaso ninguna de sus amigas se alegraba de verdad por ella? ¿Perdería su amistad porque deseaba volver a ser feliz? ¿Por qué tenía la impresión de que ser feliz era pedir demasiado? ¿Por qué Kylie no podía aceptar que lo único que Joss deseaba era no estar más tiempo sola?

Las lágrimas le quemaban en los ojos, y Dash se dio cuenta. Su cuerpo se tensó y miró a Kylie furibundo.

—Has ofendido a Joss, y no pienso aceptarlo —terció él sin vacilar—. Discúlpate o vete, y decídete ya. No toleraré que la maltrates psicológicamente en su nuevo hogar.

Kylie lo miró horrorizada y a la vez afligida. Que la acusaran a ella de «maltratar» a otra persona le había causado una gran conmoción.

—Lo siento, Joss —balbució Kylie a punto de llorar—. No quería herirte ni ofenderte.

—Pues has hecho las dos cosas —replicó Dash con sequedad.

—No pasa nada —terció Joss en voz baja—. Sé que no lo has dicho a propósito, Kylie. Dale una oportunidad a Jensen. Yo ya lo he conocido y parece un buen tipo. A Carson le gustaba y lo respetaba, con eso debería bastarte.

Kylie cerró los ojos y luego, impulsivamente, se abalanzó sobre Joss para abrazarla, casi derribando a Dash sin querer.

—Lo siento, te quiero, de verdad, lo siento, Joss. Lo que he dicho ha sido horroroso. No tengo excusa. Solo es que me habéis pillado desprevenida. No me lo esperaba. Por favor, perdóname.

Joss también la abrazó, con el corazón todavía compungido por las acusaciones de Kylie. Creía que su amiga estaba realmente arrepentida, pero sus palabras todavía le dolían, como diminutos dardos que habían dado en el blanco. ¿Acaso eso era lo que todos pensarían? ¿Que se había olvidado tan rápido de Carson y que no le costaba nada sustituirlo por otro? ¡Habían transcurrido tres años! No era como si se hubiera liado con Dash una semana, un mes o incluso un año después de que Carson falleciera.

Dash miró a Joss por encima del hombro de Kylie, con expresión furibunda. Sabía que Joss estaba dolida por la salida de tono de Kylie, y era obvio que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de evitarle el dolor.

Joss sacudió la cabeza, una señal de advertencia hacia Dash para que no hiciera nada. Kylie era muy emotiva, siempre lo había sido, y a menudo hablaba sin pensar. Joss sabía que Kylie la quería, y también aceptaba los fallos de Kylie. Y cuando se quiere a alguien, se aceptan todas sus facetas, incluso las no tan perfectas.

Dash asintió de mala gana, aceptando la silenciosa súplica de Joss de que zanjara el tema. Cuando Kylie se apartó de Joss, clavó su mirada angustiada en Dash.

—Lo siento, Dash. Por favor, perdóname. Intentaré aceptarlo. No haré nada que pueda ponerte en evidencia. Y si todavía mantengo mi trabajo, te juro que haré todo lo que pueda por ser tan profesional como hasta ahora.

La expresión de Dash se suavizó solo un poco y le propinó a Kylie un efusivo abrazo.

—Te lo agradezco, Kylie. Nadie gestionaría mi, nuestra, empresa mejor que tú, y solo espero que sigas haciéndolo. Pero te lo advierto: si te oigo utilizar de nuevo ese tono con Joss, te aseguro que la próxima vez no seré tan comprensivo.

El aviso surtió efecto. Kylie asintió para demostrarle que aceptaba la advertencia y miró de nuevo a Joss, con pena y arrepentimiento en los ojos.

—Te perdono, Kylie —dijo Joss en voz baja—. Por favor, olvidemos este mal rollo y disfrutemos de la velada. Chessy y Tate no tardarán en llegar, igual que Jensen. Por favor, dale una oportunidad.

Su tono era implorante, pero Joss siempre había sido la pacificadora del grupo. Odiaba los desacuerdos o los conflictos de cualquier tipo. Era su forma de ser, y Dash conocía perfectamente ese aspecto de su personalidad. Por eso había hecho callar a Kylie tan rápido y sin vacilar. A Joss le encantaba que él se mostrara tan protector con ella; con él se sentía segura, no solo física sino también emocionalmente, y quizá la faceta emocional era la más importante, porque ya había sufrido mucho en ese sentido. Necesitaba y deseaba que alguien protegiera sus sentimientos, que los tuviera en cuenta. Si eso significaba que era una mujer débil, qué se le iba a hacer. Era lo que Joss deseaba —o más bien necesitaba— y Dash parecía decidido a ofrecérselo.

—Le daré una oportunidad. Por ti, Joss.

Kylie había acabado por ceder, dejando claro que lo hacía por Joss y no necesariamente por Dash, lo cual era curioso, dado que Dash era su jefe y era con él con quien le interesaba estar en buenos términos.

Pero Joss era su amiga —su hermana— y ese vínculo era sólido e irrompible, o por lo menos eso era lo que esperaba Joss. Rezó para que aquella discusión no marcara un antes y un después en su relación con Kylie.

—Apreciamos tu apoyo —comentó Dash con voz sosegada—. Significa mucho para nosotros. No eres una simple empleada; formas parte de la familia.

A Kylie se le humedecieron los ojos y se apresuró a secarse las lágrimas traidoras.

—Estamos desperdiciando un buen vino —dijo con la voz entrecortada, con una sonrisa temblorosa en los labios.

Era evidente que Kylie estaba haciendo un esfuerzo, y Joss se lo agradecía.

—¿Qué tal si vamos a la cocina y me ayudas a preparar los canapés? —sugirió Joss, ofreciéndole la mano a su cuñada—. Cuando llegue Chessy saborearemos una botella de vino entre las tres mientras los chicos se encargan de asar la carne.

Kylie sonrió, esta vez genuinamente, y aceptó la mano de Joss, estrechándola cariñosamente en señal de disculpa silenciosa.

Las dos se metieron en la cocina, y un silencio incómodo se instaló entre ellas. Joss se afanó por preparar la bandeja de canapés y luego dio la vuelta a los bistecs en la fuente donde se estaban macerando. Echó un vistazo al reloj, consciente de que los otros ya no tardarían en llegar. Esperaba a Chessy con impaciencia para aliviar la tensión existente entre ella y Kylie.

Suspiró aliviada cuando, al cabo de unos momentos, Chessy entró en la cocina, luciendo una sonrisa animosa en su bello rostro.

—¡Hola, chicas! —gorjeó.

Abrazó a Kylie y luego se acercó a Joss para ofrecerle un abrazo.

—¿Qué le pasa a Kylie? —le susurró Chessy a Joss al oído.

—Ya te lo contaré luego —murmuró Joss a modo de respuesta.

Chessy achicó los ojos como un par de rendijas cuando se apartó de su amiga, y rápidamente esbozó una sonrisa de nuevo y se dejó caer en un taburete junto a la barra, cerca de Kylie.

Kylie estaba visiblemente abatida, pese a ello, Chessy se puso a parlotear, llenando el incómodo silencio entre las dos amigas. Pero a Chessy no se le escapó el malestar patente que se extendía como un manto sobre ambas mujeres.

Cuando sonó el timbre de la puerta, Kylie palideció e inmediatamente se excusó alegando que tenía que ir al baño. Cuando Kylie salió de la cocina, Chessy se abalanzó sobre Joss, rodeando la barra para colocarse al lado de su amiga mientras esta sacaba los bistecs de la fuente y los agitaba para escurrirlos.

—¿Qué diantre pasa aquí? —la interrogó Chessy—. Kylie ha salido disparada como una bala cuando ha oído el timbre de la puerta.

—Es una larga historia —murmuró Joss—. Dash ha aceptado a un nuevo socio en el negocio; se llama Jensen Tucker. Kylie no se ha tomado nada bien la noticia. Es él quien acaba de llamar a la puerta. Le hemos invitado a cenar, para que os conozca a todos. Le habíamos pedido a Kylie que viniera un poco antes para que Dash pudiera hablar con ella en privado. Se lo ha tomado muy mal; ha explotado con un ataque de pánico y rabia, mucha rabia. Ha dicho cosas muy feas, sobre todo a mí.

Chessy abrió los ojos exageradamente.

—¿De veras?

Joss asintió.

—Dash se ha cabreado mucho, muchísimo, y la ha amenazado con echarla del trabajo si no se disculpaba. Kylie se ha disculpado, pero él le ha dicho que como se atreva a atacarme otra vez de ese modo, la despedirá en el acto.

—¡Vaya! —resopló Chessy—. Me parece muy bien que Dash te haya protegido, pero de todos modos, menudo mal rollo.

—Sí, eso mismo pienso yo.

Chessy agarró la bandeja cuando Kylie volvió a entrar en la cocina, como si se hubiera acercado a Joss para ayudarla.

—¿Puedes coger el vino, Kylie? —le pidió Chessy en un tono desenfadado—. Serviremos el aperitivo que ha preparado Joss. Por cierto, ¡qué buena pinta tiene todo esto!

Con su fingida indiferencia hacia la embarazosa situación, hasta casi convenció a Joss. Kylie parecía un cervatillo en medio de la carretera deslumbrado por los faros de un vehículo, pero prefirió morderse la lengua para no montar una escena. Suspiró pero tomó la botella de vino de la mesa y siguió a Chessy hasta el comedor sin rechistar.

Joss se quedó rezagada unos instantes antes de salir también de la cocina para saludar a Jensen. Deseaba que se sintiera tan cómodo como fuera posible, ya que era obvio que Kylie no se mostraría demasiado afable.

Jensen la besó en las dos mejillas y le regaló una afectuosa sonrisa.

—¿Ha hecho Dash las presentaciones? —preguntó Joss.

—Sí, solo me falta presentarle a Kylie y a Chessy.

Joss le tomó la mano a Jensen y lo llevó hasta las dos mujeres. Jensen parecía confundido; Dash, en cambio, le sonrió a Joss agradecido por encargarse de la situación.

—Chicas, quiero presentaros a Jensen Tucker, el nuevo socio de Dash. Jensen, estas son mis dos mejores amigas: Chessy y Kylie.

—Yo soy su cuñada —matizó Kylie.

—Encantado de conoceros a las dos, pero especialmente a ti, Kylie. He oído hablar mucho de ti. Dash opina que eres indispensable en el despacho. Para mí será un placer trabajar contigo.

Kylie se ruborizó al escuchar aquel halago y agachó la cabeza en un intento de evitar mirar a Jensen a los ojos.

—Yo también estoy encantada de conocerte —contestó Kylie con una más que evidente tensión.

Chessy alargó el brazo para estrecharle la mano a Jensen, pero él se la llevó a los labios tal como había hecho la noche previa con Joss y le dio un beso. Acto seguido, Jensen le tendió la mano a Kylie, y cuando ella la aceptó con reticencia, también se la besó, pero después de hacerlo no le soltó la mano.

Kylie la apartó bruscamente como si se acabara de quemar y la escondió detrás de la espalda como si quisiera protegerla. Si Jensen se dio cuenta de su reacción, no lo demostró. Esgrimía una cándida sonrisa, y apenas parpadeaba.

—¿Desde cuándo conoces a Dash? —le preguntó Chessy llena de curiosidad.

Chessy nunca perdía la oportunidad para entablar conversación. Era realmente encantadora, y Jensen parecía encantado con ella. ¿Quién no? A Joss no le extrañaba que Tate se mostrara tan terriblemente posesivo con ella. Pero Dash había dicho que Tate compartía a Chessy con otros hombres. A Joss todavía no le cabía esa imagen en la cabeza; incluso en aquellos momentos, Tate estaba totalmente atento, sin perder detalle de la reacción de Jensen hacia su esposa. Aunque se hallaba en la otra punta del comedor, no apartaba la vista de Chessy, y frunció el ceño cuando Jensen le besó la mano. Observaba la interacción entre Jensen y las tres mujeres en actitud desconfiada. Aunque Dash le estaba hablando, Tate no le prestaba la debida atención, controlando como estaba cualquier movimiento de Chessy.

Chessy era una coqueta nata; vivaz y atractiva, y tenía una risa contagiosa. Joss envidiaba la seguridad que siempre exhibía, así como su personalidad extrovertida. Joss era más callada y reservada, pero a Carson jamás le había importado; él adoraba su timidez. Estaba encantado de ser el primer amor de su esposa. Le había dicho lo mucho que significaba para él que ella lo hubiera esperado.

Joss apartó a Carson de su cabeza. No había pensado en él durante todo el día, no hasta que Kylie le había recordado a su difunto esposo. Y ahora Carson dominaba sus pensamientos sin poderlo remediar, y eso era lo último que quería; no cuando estaba en casa de Dash, actuando de anfitriona. Un papel que había desempeñado para Carson en numerosas ocasiones.

Pero los congregados eran sus amigos. Cierto, acababa de conocer a Jensen, pero le había caído bien desde el primer momento. Era un tipo tranquilo y silencioso; al principio la había intimidado, pero rápidamente había conseguido que se sintiera cómoda con él, y él se había mostrado comprensivo con los sentimientos de Kylie. Desde que había llegado no parecía tomarse su reacción a título personal. Permanecía de pie, conversando educadamente, como si no se diera cuenta del obvio malestar de Kylie.

—Disculpadme un momento —dijo Joss.

Enfiló hacia Dash y Tate, y este le sonrió afectuosamente; le propinó un rápido abrazo y le estampó un beso cariñoso en la mejilla.

—Hola, cielo, cuánto tiempo sin verte.

Ella le devolvió la sonrisa.

—Últimamente no te prodigas mucho, Tate. ¿El trabajo te mantiene todavía tan ocupado? Hace siglos que no te veía.

Él esbozó una sonrisa orgullosa.

—No pensaba que me echaras de menos. Sé que Dash te ha mantenido muy ocupada últimamente.

Joss se puso roja como un tomate, y los dos hombres estallaron en una carcajada. Tate le buscó la mano y se la apretó efusivamente.

—Me alegro por ti, cielo. Mereces ser feliz, y Dash es justo el hombre que puede hacerte feliz. Os deseo lo mejor.

Con la cara todavía abochornada, Joss miró a Dash con timidez antes de volver a dedicar su atención a Tate. ¿Qué le había contado Dash acerca de ella? ¿O quizás era Chessy quien había compartido los detalles de su relación con Dash?

—Gracias —dijo ella con franqueza—. Dash me hace feliz.

Dash se relajó ante tales palabras y Tate sonrió complacido.

—Mereces ser feliz, cielo. Y no encontrarás a otro hombre mejor que Dash.

—Lo sé —respondió ella en voz baja.

De repente, se acordó de por qué se había acercado a los dos hombres. Alzó la vista hacia Dash y dijo:

—Los bistecs están listos para asarlos a la parrilla. El resto está listo. Tengo las patatas en el horno, y estarán a punto cuando sirváis la carne. ¿Qué tal si los chicos os ocupáis de la parrilla? Yo me encargaré de la bebida: cócteles, cerveza o vino, lo que queráis.

Dash se inclinó para besarla en la frente y luego apresó su carita entre ambas manos.

—Gracias, cariño. Convenceré a Tate y a Jensen para que me ayuden en un deber tan propio de hombres: ocuparnos de la parrilla. ¿Va todo bien con Kylie?

Dash la escrutó sin parpadear, en busca de alguna señal de incomodidad.

Joss asintió.

—No se siente muy cómoda con Jensen, pero ya lo suponíamos. Puede ser realmente… intimidador, exactamente la clase de hombre capaz de llevar a Kylie al borde de un ataque de nervios.

Tate arrugó la nariz al tiempo que comentaba:

—Será muy duro para ella. Me sabe mal pero tarde o temprano tendrá que aceptar la muerte de su hermano. No puede continuar dejando que el pasado rija su presente y su futuro. Celebro que te hayas puesto duro con ella, Dash. Es lo que Kylie necesita.

Dash asintió en señal de conformidad y su expresión se oscureció. Desvió la vista hacia Kylie y las arrugas se acentuaron en su frente.

—Estaba totalmente fuera de sí, acusando a Joss de una manera inaceptable. No podía permitirlo. A mí puede decirme lo que quiera, pero no toleraré que insulte a Joss de ese modo.

Joss se sintió reconfortada de nuevo. Se arrimó a Dash y ladeó la cabeza para besarlo en la boca. Él se sorprendió con aquel gesto, pero rápidamente se mostró encantado con la espontánea muestra de afecto de Joss.

—Gracias —susurró ella—. Significa mucho para mí que te hayas puesto de mi parte tal como lo has hecho.

Él emplazó un dedo debajo de la barbilla para obligarla a alzar más la cara y mirarlo a los ojos.

—Siempre estaré de tu parte, cariño. Jamás permitiré que nadie te haga daño. Cuenta con ello.

Ella sonrió y entonces lo empujó hacia la cocina.

—Si no os ocupáis de la carne, no cenaremos ni mañana. ¡Tenemos hambre!

Dash soltó una carcajada y enfiló hacia Jensen. Tate lo seguía de cerca. Al cabo de un momento, los tres hombres desaparecieron en la cocina, y Joss oyó el chirrido de la puerta del patio al abrirse y luego cerrarse, cuando salieron para ocuparse de la parrilla.

Al ver las copas de vino de Kylie y Chessy prácticamente vacías, Joss fue en busca de una botella y les sirvió otra copa; luego se sirvió otra más para ella. Consciente de que todavía faltaba media hora para que los bistecs estuvieran listos, señaló hacia el sofá, para que se sentaran y se pusieran cómodas.

Era como en los viejos tiempos, solo que Carson no estaba con ellos. Era el único que faltaba en el grupo, y ahora estaba Jensen, llenando aquel vacío. Nunca sería lo mismo, y por primera vez Joss se sintió optimista acerca de esa realidad. No, nada volvería a ser lo mismo, pero era posible que incluso fuera mejor.