—Quiero que vengas a vivir conmigo —dijo Dash sin rodeos.
Joss abrió los ojos con sorpresa y abrió levemente los labios; una bocanada de aire se escapó por la pequeña abertura de su boca.
—Pero Dash…
—No hay peros que valgan —la cortó él sin vacilar—. Lo nuestro no será una relación a tiempo parcial, ni tampoco será un secreto.
Ella arrugó la frente, abrumada, y sacudió la cabeza.
—¡Pero no quiero que nadie lo sepa! No es que me avergüence de salir contigo, no es eso, pero es una cuestión personal, íntima. ¡No quiero que nuestra relación, lo que supone nuestra relación, sea un tema de dominio público!
Dash se inclinó hacia delante y le estampó un beso en la frente.
—No será de dominio público, cariño. Por lo menos, en lo que concierne a determinados aspectos de nuestra relación. No haré alarde de ello. Pero quiero que estés aquí conmigo, las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. No creo que sea una buena idea que sea yo quien vaya a vivir a tu casa.
Dash soltó aquella reflexión despacio para que Joss asimilara su significado. Al instante, vio que ella comprendía sus motivos.
—Entiendo. No estaba pensando. Por supuesto no quieres estar en la casa que compartí con Carson. Eso no sería justo para ti —cedió ella en voz baja.
—Ni tampoco para ti —apuntó Dash con suavidad—. Se trata de una oportunidad para que partas de cero, Joss. Es importante que así sea, y, para conseguirlo, has de romper con tu pasado, para que puedas avanzar sin obstáculos hacia el futuro.
—Solo es que… el cambio es tan repentino… —murmuró ella—. Han cambiado tantas cosas, y con tanta celeridad, que apenas he tenido tiempo de procesarlas.
—Si te concedo más tiempo, solo conseguiré darte más oportunidades para que te eches atrás, y no pienso consentirlo. He esperado demasiado tiempo; no pienso dejarte escapar, no cuando estoy tan cerca de conseguir lo que siempre he deseado. Quizá te parezca muy egoísta por mi parte, pero es lo que siento; espero que puedas tolerar a un amante tan posesivo.
Ella sonrió con ademán travieso y se le iluminaron los ojos.
—Podré tolerarlo. Está bien, ¿me voy a vivir contigo y qué más?
—Eso es lo primero. Cuando estés aquí, ya abordaremos los aspectos físicos —y sentimentales— de nuestra relación. Descubrirás que soy un hombre muy exigente. Solo espero que estés preparada. No te lo pondré fácil. Seré implacable.
A Joss se le aceleró el pulso.
—Es lo que quiero —replicó ella en un tono ronco.
—Perfecto. ¿Qué tal si vamos a tu casa para recoger lo más básico? No has de llevártelo todo hoy; solo lo que creas que necesitarás los próximos días. Siempre estaremos a tiempo de ir a buscar más ropa o lo que sea.
Dash no comentó nada acerca de su preocupación de que, una vez instalada en su casa, cuando se hubieran embarcado en su odisea sexual, Joss pudiera cambiar de opinión y saliera corriendo, regresara a su casa y se negara a verlo nunca más. Esperaba que ella fuera tan fuerte como aparentaba ser, y que de verdad supiera lo que quería.
—Tendré que decírselo a Chessy y a Kylie —apuntó Joss—. Se preocuparán. Ya saben lo tuyo; me refiero a que les he contado lo nuestro. Sin embargo, se quedarán pasmadas cuando les diga que nos vamos a vivir juntos. Tendré que soportar el sermón de Kylie.
—¿Y de Chessy, no? —le preguntó él con el semblante divertido.
Joss sonrió y sacudió la cabeza.
—No, Chessy me mostró su apoyo cuando le dije que había decidido ir en busca de lo que deseo. Está preocupada por mí, no creas, pero lo comprende y me ha animado a seguir adelante. ¿Kylie? Bueno, seguro que piensa que he perdido la chaveta, y está muerta de miedo por dónde me meto.
—Entonces debería sentirse aliviada de saber que no te enrollarás con el primer desconocido que encuentres al que no le importas ni un bledo.
—Le molestó saber que estabas enamorado de mí mientras yo estaba casada con Carson —comentó Joss—. Creo que lo interpretó como si hubieras traicionado a Carson.
Dash torció el gesto.
—Jamás le traicioné. Él lo sabía; lo sabía perfectamente, sin embargo, seguíamos siendo amigos. Confiaba en mí. Sabía que yo jamás movería ficha. Era mi amigo.
—Lo sé —admitió Joss con delicadeza—. Lo que pasa es que Kylie es una persona de blanco o negro. Tiene una visión muy limitada del mundo. La noticia la tomó por sorpresa, y no le gustan las sorpresas.
Dash esgrimió una mueca de fastidio. Sabía que para Kylie supondría otra gran sorpresa saber que Jensen iba a reemplazar a Carson. Otra desagradable sorpresa.
—¿Por qué pones esa cara? —inquirió Joss—. ¿Estás enfadado porque Kylie se haya molestado?
Dash sacudió la cabeza.
—No, pero de repente me he acordado de la cuestión que quería comentarte, tanto a ti como a Kylie.
Joss lo miró desconcertada, y él se apresuró a calmarla. No deseaba que nada se interpusiera entre ellos, no cuando las cosas iban tan… bien.
—No sé si estabas al corriente, pero antes de que Carson falleciera habíamos hablado de buscar otro socio. No sé hasta qué punto Carson te hablaba de cuestiones relacionadas con la empresa. Sé que lo que él quería era que nunca tuvieras que trabajar ni que te preocuparas por si te faltaba el dinero.
La expresión de Joss adoptó inmediatamente una sombra de inquietud.
—¿Se trata de dinero, Dash? ¿Acaso el negocio no va bien? Puedo volver a trabajar, ya sabes. Aunque lo dejé un año después de que Carson y yo nos casáramos —debido a su insistencia— tengo el título de enfermería, además he tomado las clases necesarias para poder mantener la licencia al día, así que puedo ejercer. No quiero ser una carga económica para ti. Haz lo que sea necesario para que el negocio siga adelante. Es lo que Carson habría deseado.
Dash emplazó un dedo sobre sus labios al tiempo que sentía que la amaba más que nunca. Joss era tan generosa y altruista. La mayoría de las mujeres se habrían horrorizado ante el mero pensamiento de que pudiera peligrar su seguridad económica, pero ella no. Joss estaba preparada para volver a trabajar. De hecho, recordó que Carson había necesitado un año entero para convencerla de que dejara su puesto. No, no necesitaban el salario de Joss, ni por asomo, pero Joss no quería dejar de trabajar. No deseaba depender de Carson. Dash la admiraba por ese motivo.
—El negocio va viento en popa, cariño, y estoy segurísimo de que Carson no habría querido que volvieras a trabajar. Has de saberlo. Carson solo quería que fueras feliz, que no te pasara nada y que no te faltara nada. Y para asegurarse, te dejó un porcentaje en la empresa. No has de preocuparte por nada. Mi propósito es ampliar el negocio para obtener más beneficios. Es cierto que descuidé un poco algunas cuestiones cuando Carson murió. Tenía el corazón y la cabeza en otro lado, por lo que los proyectos se resintieron un poco el primer año. Pero tomé las riendas a tiempo.
Dash hizo una pausa antes de continuar.
—Lo que os quería decir a ti y a Kylie es que he decidido buscar un socio. Carson y yo habíamos planeado ampliar la empresa antes de que él muriera. Esos planes no se llevaron a cabo porque me centré en confirmar que el negocio continuara siendo rentable, pero ahora es el momento perfecto para que entre otro socio. No puedo ocuparme de todo, ni tampoco siento el deseo de hacerlo; prefiero centrarme en otras cosas: en ti. Y no podré hacerlo si tengo que pasarme el día en el despacho o viajando todo el tiempo.
Joss parpadeó varias veces seguidas, sorprendida.
—¿Vas a reemplazar a Carson?
Dash irguió la espalda porque, aunque ya suponía que Kylie llegaría a esa misma conclusión, esperaba que Joss no lo viera de ese modo.
Como si le leyera la mente, Joss se inclinó hacia delante, con una expresión franca y los ojos llenos de comprensión.
—No es un crítica, Dash. No me ofende que reemplaces a Carson. Supongo que no me había dado cuenta de las exigencias del negocio. Ya sé que Carson invertía muchas horas; lo que no sabía era que tú asumías más responsabilidades para que Carson pudiera disponer de más tiempo para estar conmigo. Te lo agradezco, de veras, sé que has hecho un montón de sacrificios, pero siempre te agradeceré que lo hicieras por él. Por nosotros. Gracias a ti pude pasar todo ese tiempo con él antes de que falleciera. Para mí, esos recuerdos serán siempre un preciado tesoro. Los viajes, los días en casa, disfrutando de una tarde juntos…
A Joss se le humedecieron los ojos, pero se negaba a llorar. Tuvo que hacer un enorme esfuerzo por no desmoronarse, pero el incontrolable temblor de los labios delataba su estado anímico.
—Y si el hecho de asociarte con alguien te permite no ir tan estresado y no tener que vivir volcado en el trabajo, entonces tienes todo mi apoyo. Me has dado tanto… a mí y a Carson. Es justo que recojas los frutos de tu éxito.
¡Qué mujer tan excepcional! Dash estaba tan orgulloso de ella… Ahora solo faltaba que Kylie encajara las noticias de tan buen grado como Joss. A decir verdad, tampoco había esperado menos de Joss. Ni se le había ocurrido que ella pudiera oponerse o manifestar resentimiento. Pensaba que quizá se mostraría molesta, una reacción totalmente normal. Era una mujer que había amado a su esposo de una forma por la que la mayoría de los hombres estarían dispuestos a matar, y seguro que si pudieran tener esa clase de amor y devoción por parte de una mujer como Joss, nunca desearían nada más en la vida.
Eso era lo que Dash ambicionaba. Esa idea lo obsesionaba —eso y ella—. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de conseguir que Joss volviera a ser feliz. Le demostraría que un relámpago puede impactar dos veces en el mismo blanco, en la misma vida. Ella había mencionado en más de una ocasión, de pasada, que no esperaba encontrar de nuevo el amor, por lo menos no como el que había compartido con Carson. ¡Era imposible que Joss se hubiera resignado a tal posibilidad, que la aceptara sin más!
¡Joder! Si Joss le daba la oportunidad, le demostraría que era posible hallar de nuevo la felicidad, que no solo otro hombre podía ponerle el mundo a los pies, sino que también podía amarla y cuidar de ella. Pensaba envolverla en una nube de algodón y protegerla de cualquiera que pudiera hacerle daño.
—¿Has decidido ya quién reemplazará a Carson? —preguntó ella con calma.
Dash le tomó la mano y se la estrujó.
—Cariño, nadie reemplazará a Carson. Él fundó el negocio y lo hizo crecer hasta lo que es hoy. Yo ayudé, sí, pero se trataba de su visión, de su creación. Era un hombre con una excepcional mentalidad empresarial.
Joss sonrió.
—Te lo preguntaré de otro modo: ¿has decidido quién será tu nuevo socio? ¿O solo acabas de tomar la decisión?
—Sí y no. Conocí a Jensen hace unos años, cuando Carson todavía estaba vivo. Carson y yo ya habíamos hablado de proponerle ser el tercer socio cuando decidiéramos ampliar el negocio. Y planeábamos hacerlo el próximo año. Pero eso fue antes de que Carson falleciera inesperadamente.
—¿Jensen, dices? ¿Lo conozco? —preguntó Joss con cara de absoluta concentración.
Era obvio que estaba intentando ubicar ese nombre. Dash tuvo que contenerse para no reír. ¡Como si se fijara en otros hombres cuando Carson estaba con ella! Eso había sido uno de los puntos que más había envidiado de Carson: la absoluta devoción y fidelidad que Joss le demostraba a su esposo.
Cuando estaban juntos, Joss no tenía ojos para nadie más. Su amor por Carson se evidenciaba en la calidez de su mirada. Más de un hombre había mirado a Carson con envidia, y lo más curioso era que Joss no era consciente de su encanto. No tenía ni idea de que, cuando asistía a algún evento social relacionado con la empresa de su marido, los asistentes no apartaban los ojos de ella; la miraban con concupiscencia y sentían unos celos ciegos hacia Carson por la inmensa suerte que tenía.
—Es probable que estuviera en alguno de los congresos a los que asististe con Carson, pero no creo que os presentaran formalmente. Él sabe quién eres, pero dudo que le conozcas. No es una persona que se haga notar; es comedido, no le gusta llamar la atención. Suele quedarse en un rincón, desde donde se dedica a observar, una característica que lo convierte en una sólida opción para el negocio. Tiene buen ojo con la gente; es extraordinariamente astuto.
—¿Cuándo se lo dirás a Kylie?
Dash irguió la espalda.
—Pronto. Hoy he hablado con él para ultimar detalles. También le he pedido unos días antes de hacer pública la noticia y empezar a trabajar juntos. Quería decírselo a Kylie —y a ti— en persona. No quería soltárselo en el trabajo.
—Temes que no se lo tome bien, ¿verdad? —murmuró Joss.
Dash sacudió la cabeza.
—No creo que se lo tome tan bien como tú.
Joss suspiró.
—Kylie es muy leal. También es, tal como he dicho antes, una persona de extremos, no de un término medio. Ella y Carson estaban muy unidos. Durante mucho tiempo Carson fue todo lo que tenía, mientras vivían en el infierno de maltratos de su padre. Y sí, creo que tienes razón: de entrada no se lo tomará bien. Cuando haya tenido tiempo para recapacitar y asimilarlo, se avendrá a razones.
—Espero que tengas razón —suspiró Dash—. Porque el trato está cerrado. No puedo echarme atrás. Y es lo mejor para la compañía. Con el tiempo, Kylie se dará cuenta de que he obrado correctamente.
Esta vez fue Joss quien le tomó la mano y se la estrechó con cariño.
—Seguro que sí. Kylie es una mujer extremadamente inteligente, y Carson decía que era una excelente secretaria. Solía decir que ella os mantenía a los dos organizados y «bien engrasados».
Dash se echó a reír.
—Sí, así es. Espero que tengas razón. No me gustaría perderla por esta cuestión. Para Carson era importante que no os faltara nada, ni a ti ni a ella. Seguro que no le gustaría que Kylie trabajara en otra empresa.
—Entonces no permitas que tome ninguna decisión precipitada, de forma impulsiva —le aconsejó Joss—. Si reacciona airadamente y te presenta su dimisión, no se la aceptes; dale tiempo para que recapacite. Estoy segura de que se avendrá a razones.
Dash asintió.
—No te preocupes; no siento el menor deseo de contratar ni de tener que instruir a una nueva secretaria.
—Ya sabes, si necesitas ayuda, solo tienes que pedírmelo. No sé mucho acerca del negocio, pero aprendo rápido.
Dash la besó de nuevo en la frente, pero en esta ocasión desplazó los labios hasta la sien e inhaló su aroma dulzón.
—Lo sé, cariño, pero no me gusta la idea de que trabajes. Prefiero tenerte conmigo todo el tiempo; ya sé que soy un maldito cabrón egoísta sin remedio. No deseo compartirte con nadie, y menos con mi trabajo.
Ella sonrió y suspiró. Su expresión adoptó un aire de inquietud cuando Dash orientó de nuevo la conversación hacia ellos dos.
—¿De verdad crees que es una buena idea que vivamos juntos? ¿No te parece que es demasiado prematuro? No me gustaría echarlo todo a perder antes de que lo nuestro funcione.
—Deja que sea yo quien se preocupe por esa cuestión —apostilló él con ternura—. Quiero que estés aquí, en mi territorio, en mi vida, en mi cama. Con determinados aspectos no pienso ejercer ninguna presión, y te aseguro que tendré una paciencia infinita. ¿Pero en otras cuestiones? ¿Como por ejemplo que te instales aquí y que estés conmigo todo el tiempo? Sí, ahí sí que te presionaré, porque es lo que deseo, y nunca desisto cuando deseo algo. No me gusta perder, Joss, y puedes estar segura de que no pienso perderte.