TODAS LAS MUERTES

Yo he pasado ya por todas las muertes,

quiero volver a morir todas las muertes,

morir la muerte de la madera en el árbol,

morir la muerte pétrea en el monte,

la muerte de barro en la arena,

la muerte de las hojas en la crepitante hierba veraniega

y la pobre y sangrienta muerte humana.

Quiero volver a nacer flor,

quiero volver a nacer árbol y hierba,

pescado y ciervo, pájaro y mariposa.

Y desde cada forma

un anhelo me arrebatará los peldaños

hasta los últimos sufrimientos,

hasta los sufrimientos del hombre.

¡Oh, arco tenso y tembloroso,

cuando el puño terrible del anhelo

pretende doblegar mutuamente

los dos polos de la vida!

A menudo y con renovada presencia

me expulsarás de la muerte al nacimiento

camino doloroso de las estructuraciones,

camino soberano de las estructuraciones.

UNA AGONÍA es también un proceso vital, no menos que un nacimiento, y a menudo ambos se pueden intercambiar.

Dolor y lamento son nuestra primera respuesta natural a la pérdida de una persona querida. Nos ayudan a través del primer luto y necesidad; pero no bastan para vincularnos con el muerto.

Eso lo hace en un estadio primitivo el culto funerario: ofrendas, ornamentación sepulcral, monumentos, flores. Pero en nuestro estadio, el sacrificio funerario tiene que realizarse en nuestra propia alma, mediante conmemoraciones, mediante un recuerdo más preciso, mediante una reconstrucción del ser querido en nuestro interior. Si lo conseguimos, el difunto continuará a nuestro lado, su imagen se salvará y nos ayudará para que el dolor sea fecundo.