EL ANCIANO Y SUS MANOS

Penosamente se arrastra a lo largo

de su larga noche,

aguarda, escucha y vela.

Ante él descansan sobre la colcha

sus manos, la izquierda y la derecha,

rígidas y tiesas, servidores cansados.

Y ríe

suavemente, para no despertarlas.

Más incansables que la mayoría

han ido creando,

cuando todavía estaban jugosas.

Aún habría mucho que hacer,

pero los compañeros sumisos

quieren descanso y tierra.

De ser servidores

cansados están, y endurecidos.

Suave, para no despertarlas,

les sonríe el dueño;

la trayectoria de una vida larga

ahora parece corta, aunque largo es

el tranco de una noche. Y manos de niño,

manos de mozo, manos de hombre

parecen al atardecer, parecen al final

tal como son.