Como toda flor se marchita y toda juventud
cede a la vejez, cada estadio de la vida florece,
florece toda sabiduría y toda virtud
para su tiempo y no puede durar eternamente.
En cada llamada de la vida debe el corazón
estar dispuesto a la despedida y a nuevos comienzos,
para entregarse con valor y sin duelos
a distintos y nuevos compromisos.
Y en cada comienzo alienta un encanto
que nos protege y nos ayuda a vivir.
Recorramos alegres tramo tras tramo,
sin apegarnos a cada uno como a un hogar,
el espíritu universal no nos atará ni apretará,
nos alzará y dilatará peldaño tras peldaño.
Apenas nos acostumbramos a un círculo vital
en íntima costumbre, se cierne el aburrimiento,
sólo quien está pronto a la ruptura y al viaje
puede escapar a la rutina paralizante.
Quizá pueda aún la hora de la muerte
devolvernos espacios nuevos,
la llamada de la vida nunca terminará…
¡Ánimo, pues, corazón, despídete y sana!