MI VIDA, ASÍ más o menos lo imaginé, debería ser un transcender, un avanzar de peldaño en peldaño, debería ser avanzar un tramo tras otro y abandonarse, al igual que una música, tema tras tema, tempo tras tempo, termina, se desarrolla, se completa y se abandona, sin cansarse nunca, sin dormirse jamás, siempre despierta, siempre presente por completo. En conexión con las vivencias del despertar había yo observado que existen esos peldaños y tramos y que siempre la última época de un período vital comporta un matiz de decadencia y de ganas de morir, que más tarde conduce al paso, al cambio hacia un nuevo tramo, a un despertar y a un nuevo comienzo.