EL VARÓN DE CINCUENTA AÑOS

Desde la cuna hasta el féretro

cincuenta años discurren,

después empieza la muerte.

Uno se atonta, se aburre,

se abandona, se hace más rústico

y el cabello se va al diablo.

Los dientes también se pierden,

y en vez de estrechar con entusiasmo

a las muchachas contra nuestro pecho

leemos un libro de Goethe.

Pero una vez más antes del fin

quiero ganarme a una niña

de ojos claros y cabellos rizados,

la tomo con cuidado en mis manos

beso su boca, su pecho y sus mejillas,

le saco la falda y el pantaloncito.

Después, en nombre de Dios,

puede la muerte venir a buscarme. Amén.