EL DECENIO ENTRE los cuarenta y los cincuenta siempre es un período crítico para las personas con temperamento, para los artistas; un tiempo de agitación y de insatisfacción frecuente, en el que a menudo difícilmente puede uno entenderse con la vida y consigo mismo. Pero después llegan unos años de sosiego. Yo no sólo lo he vivido en mí mismo, también lo he observado en muchos otros. Por bella que sea la juventud, por bello que sea el tiempo de la efervescencia y de las luchas, también el proceso de envejecimiento y maduración tiene su belleza y su felicidad.

Con cincuenta años el hombre deja poco a poco de cometer ciertas niñerías, de ganar fama y respetabilidad, y sin apasionamiento empieza a echar una mirada retrospectiva a la propia vida. Aprende a esperar, aprende a callar, aprende a escuchar, y si esas buenas prendas han de adquirirse mediante ciertos achaques y debilidades considera tal adquisición como una ganancia.