Siempre me asombra el hecho de que gente inteligente con cosas mejores que hacer me ofrezca su tiempo y su experiencia. Entre ellos se cuentan, en Moscú: coronel Alexander Yakovlev, detective; Liuba Vinográdova, ayudante e intérprete; Yegor Tolstiakov, editor y asesor; Lana Kapríznaya, periodista; Oxana Dribas del club Diaghilev; Alexander Nurnberg, periodista; Borís Rudenko, escritor; Andréi Sychev, gerente de casino; Maxim Nenarokomov, crítico de arte, y Samuel Kip Smith, ayudante. Natalia Drozdova y Natalia Snurnikova del orfanato Otrádnoye tienen mi admiración y agradecimiento.
Los doctores Neal Benowitz, Nelson Branco, Mark Levy, Ken Sack y Michael Weiner intentaron explicarme el mundo médico. Don Sanders, Luisa Cruz Smith y Ellen Branco ofrecieron su intuición y apoyo.
Por último, doy las gracias a Christian Rohr y David Rosenthal por su paciencia ilimitada, y a Andrew Nurnberg y el difunto Knox Burger por un millón de cosas.