Dos días después, Nadir y sus caballeros, seguidos de las tropas del Masenderán, volvieron a entrar triunfantes en la capital persa, entre los aplausos entusiastas de toda la población.
Las ciudades del reino, informadas de la insurrección en la capital y de la muerte del usurpador, habían abrazado en seguida la causa del nuevo rey, y en todas partes, en las llanuras, en los montes y hasta en los desiertos, la población había saludado a Nadir como sha, el sucesor legítimo de Luft-Alí.
Diez días más tarde, en el palacio real, mientras la capital estaba en fiestas, entre descargas de artillería, el Rey de la Montaña era investido por los grandes dignatarios de la suprema autoridad, bajo el nombre de Nadir-Sadek, y el mismo día se casaba con la bella Fátima.
El joven soberano se mantuvo fiel a la palabra dada; ninguna otra mujer fue llamada al palacio real y jamás disminuyó el amor hacia la buena Fátima.
Mantuvo al viejo Mirza en el cargo de primer ministro, nombró a Harum jefe de su guardia, compuesta en su mayor parte por los fieles montañeses, y elevó a la categoría de príncipe al begler-beg y a los khan que le habían ayudado a reconquistar el trono de su padre.
Narran las historias persas que jamás durante aquel reinado, hasta entonces tan perturbado, había habido un sha tan magnánimo, más justo y más valeroso, ni se gozó de tanta prosperidad y tanta tranquilidad como bajo el dominio del leal Nadir-Sadek.