Notas del traductor

[T1] A. H., La revolución industrial, pp. 899-908 <<

[T2] A. H., la moral y el mercado, pp. 1049-1063. <<

[T3] A. H., la libertad, pp. 429-440. <<

[T4] A. H., en torno a la felicidad, pp. 39-43. <<

[T5] A. H., fines y medios, pp. 153-161. <<

[T6] A. H., la economía socialista, pp. 1013-1036. <<

[T7] A. H., disparidad de rentas, pp. 440-442. <<

[T8] A. H., desigualdad personal, pp. 148-150, 272-274. <<

[T9] A. H., oportunidad y suerte, p. 909. <<

[T10] A. H., moderno amparo fiscal de los más ricos, pp. 1165-1166. <<

[T11] A. H., la singularidad de la economía, pp. 17 y ss. <<

[T12] A. H., problemas epistemológicos de las ciencias humanas, pp. 61-121. <<

[T13] A. H., el materialismo dialéctico, pp. 130-140. <<

[T14] A. H., productividad y salarios, pp. 880-889<<

[T15] A. H., empobrecimiento social de origen fiscal, pp. 1161-1164. <<

[T16] A. H., racionalismo, psicología y dialéctica, pp. 148-151. <<

[T17] A. H., civismo y economía, pp. 1266-67. <<

[T18] A. H., la ilusión de los viejos liberales, pp. 1248-1250. <<

[T19] A. H., origen intervencionista de las crisis cíclicas, de las penurias y excedentes mercantiles, de las indominables situaciones de desempleo, pp. 839-855, 1101-1126, 1150-1157 y concordantes. <<

[T20] Como es bien sabido, en el Manifiesto comunista (1848), Marx y Engels, para terminar con la explotación del trabajador por pane de la burguesía, trazan el siguiente programa, dócilmente aceptado hoy por Occidente:

El proletariado debe aprovechar su supremacía para arrebatar el capital a la burguesía, centralizando todos los medios de producción en manos del Estado, o sea, en manos del propio proletariado constituido ya en clases rectora. Sólo mediante despóticas agresiones al derecho privado de propiedad y a las demás instituciones en que se basa la producción burguesa podrá ello alcanzarse. Y si bien habrá, al principio, que recurrir a arbitrismos carentes de justificación desde un punto de vista económico, la propia mecánica de tales medidas hará inevitables sucesivos ataques al orden social, con lo que se acabará por revolucionar enteramente el actual sistema productivo. En los países más avanzados convendrá generalmente adoptar las siguientes disposiciones. 1) Suprimir la propiedad agraria, cuyas rentas se destinarán a fines de interés público. 2) imponer un duro y progresivo impuesto general sobre la renta de las personas físicas. 3) Abolir toda institución hereditaria. 4) Confiscar los bienes de oponentes internos y exiliados políticos. 5) Nacionalizar el crédito, mediante la implantación de una banca enteramente dirigida por el Estado. 6) Estatificar asimismo los medios de transporte y comunicación. 7) Ampliar la esfera de actuación de las industrias estatales. 8) Imponer a todos la obligación de trabajar. 9) Asimilar campo y ciudad, mediante el oportuno control de los movimientos migratorios. 10) implantar la instrucción pública obligatoria, a través de escuelas y establecimientos exclusivamente regidos por el Estado. (Vid. Manifiesto, pp. 74 y 75, Progress Publishers, Moscú 1975, edición en lengua inglesa).<<

[T21] Marx, en aquella época, beneficiábase a su doméstica fámula, teniendo con ella un hijo adulterino, en el propio hogar familiar, según resulta comúnmente sabido. <<

[T22] A. H., control de la natalidad, pp. 971-979. «La reproducción sin coto ni medida no aumentaría la población, isno que la reduciría, viéndose los escasos supervivientes condenados a una vida tan penosa y mísera como la de nuestros milenarios antepasados». <<

[T23] A. H., los salarios y su determinación, pp. 417, 888, 894-899. <<

[T24] A. H., el precio de los bienes de consumo, el de los factores de producción y la función social de las ganancias y las pérdidas empresariales, pp. 316-318, 442-449, 495-511, 590-594, 864-872, 910-915, 967-971, 1079 (nota), 1256-1258. Quien tenga paciencia suficiente y curiosidad bastante como para repasarse tales espigadas páginas, advertirá la certeza de unas cuantas cosas importantes, generalmente conocidas, si bien, en la práctica, por lo común, poco atendidas, o sea que evidente disparidad valorativa preside todo intercambio libremente pactado, tanto en especie como en dinero. Operación de la que ambas parles invariablemente derivan beneficio (pp. 316-318 y 969); que las subjetivas valoraciones de las gentes, comprando o dejando de comprar, condicionan, rigen y cifran el precio de los bienes de consumo pp. 495-501); que de dichas tasas derivan los precios de los factores de producción —incluido el humano o laboral— precios que las actuaciones de los empresarios, dominados e impelidos siempre por voraz e inextinguible ansia de beneficio, determinan y particularizan, bien entendido que aquel lucro, bajo el mercado, sólo se consigue si dócil e inteligentemente son atendidos los deseos de los consumidores (pp. 504-511, 864-872, 910-915); que fuera del mercado no hay precios, ni nada que pueda suplir su especifica función (pp. 590-594); que el mercado es siempre variable e incierto, hallándose sus datos en permanente mutación (pp. 1256-1258); que de tal fáctica disparidad e indeterminación de las circunstancias del mercado surgen las ganadas y las pérdidas empresariales (pp. 967-969), las cuales desempeñan particular cometido social. Las ganancias, en efecto, ponen de manifiesto que la mercancía conseguida vale, para los consumidores, más que los bienes invertidos en la correspondiente producción; por eso, el beneficio empresarial, cuanto mayor, más interesante resulta para la sociedad; y de ahí que resulte nocivo condenarlo o perturbar su operatividad, Las pérdidas dicen precisamente lo contrario, que se están dilapidando riquezas, con aguante y laboriosidad acumuladas, en fabricaciones que los consumidores subvaloran respecto a los factores de producción invertidos, resultando, en consecuencia, altamente dañino el enmascaramiento de los mercantiles quebrantos mediante subvenciones, créditos baratos, exoneraciones fiscales y demás argucias a las que los poderes públicos suelen apelar para la continuidad de ruinosas explotaciones, inducidos normalmente por razones políticas, —admisibles, si se les reconoce ésa su condición y, con toda transparencia, se informa a las gentes— ruinosas explotaciones, cuyo mantenimiento perjudica a las clases trabajadoras, en su conjunto, reduciendo los salarios y provocando, al tiempo, el alza de los precios. <<

[T25] Ambos términos se dejan en su inglés originario, pues parece que no existen equivalentes vocablos castellanos. Los Monarchomachs constituían agrupaciones republicanas inglesas (siglo XVII) opuestas a la monarquía absoluta, tomando el nombre de los círculos atenienses (siglo VI a. de J. C.) contrarios igualmente a la realeza y defensores del republicanismo helénico. Los Whigs son bien conocidos como defensores del auténtico liberalismo, del libre-cambio, frente al partido Tory, careciendo actualmente aquel término de significación política, pues ni los laboristas ni los liberales británicos pueden considerarse herederos de la aludida filosofía libertarianista. <<

[T26] A. H., cómo procura la Unión Soviética resolver el problema del cálculo económico, p. 1019. <<

[T27] A. H., decadencia de las antiguas civilizaciones, pp. 1108-1111 y 1215-1217. <<

[T28] A. H., el genio, gracioso don del cielo, pp. 221-223. <<

[T29] Vid. supra, p. 66. <<