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i travesía de Luskan a Calimport ida y vuelta resultó ser la menos movida y al mismo tiempo la más memorable de cuantas he realizado. No hubo tormentas ni piratas ni problema de ningún tipo con el barco. Las actividades a bordo del Minnow Skipper no se apartaron de lo rutinario a lo largo de todo el viaje.
Sin embargo, en el nivel emocional pude presenciar el desarrollo de un intercambio fascinante a lo largo de semanas y meses, desde el odio más encarnizado hasta la culpa más profunda y una necesidad primordial de resolver lo que parecía inalcanzable en el marco de una relación irreparable.
Pero ¿lo era?
Cuando nos enfrentamos a Herzgo Alegni, Dahlia creía que se enfrentaba a su demonio, pero no era así. En esa travesía, cara a cara con Effron, fue donde se encontró a su demonio, y no era el contrahecho tiflin, sino el desgarro de su propio corazón. Effron era sólo un símbolo de ello, un espejo en el que veía su propia imagen y lo que había hecho.
Y esto no era menos cierto desde el punto de vista de Effron que tal vez no llevaba una culpa a cuestas, pero cuyo corazón no estaba menos destrozado. El joven tiflin había sufrido la traición suprema, la de una madre hacia su hijo, y se había pasado la vida tratando de responder, sin conseguirlo, a las expectativas y exigencias de su brutal padre. Había crecido bajo la sombra de Herzgo Alegni, sin nada que lo protegiera, sin un solo amigo. ¿Quién puede sobrevivir a semejante prueba sin quedar marcado para siempre?
Pero a pesar de circunstancias tan tumultuosas, considero que hay esperanza para ambos. La captura de Effron en Puerta de Baldur (¡por la que estaremos eternamente en deuda con el hermano Afafrenfere!), obligó tanto a Dahlia como a su hijo a compartir un espacio estrecho durante un largo período. Ninguno de los dos tuvo ocasión de esconderse de sus demonios respectivos; el centro de atención, el símbolo, el espejo, estaban allí mismo cuando se miraban el uno al otro.
Así, Dahlia se vio obligada a enfrentarse a la culpa que llevaba dentro. Tuvo que mirar de frente a lo que había hecho, y eso implicaba revivir los días que habría preferido olvidar. Sigue revuelta, pero su carga se ha aligerado enormemente, y hay que reconocer que la afrontó con sinceridad y sin tapujos.
¿Y no es esa la única manera?
Y tanto más grande es su liberación por la generosidad —o tal vez sea una necesidad que ni él mismo llega a entender— de Effron. Sus sentimientos se hicieron más cálidos hacia ella y hacia nosotros. Por ejemplo, me reveló el lugar donde se encuentra Guenhwyvar, lo cual revela un rechazo absoluto de la vida que había conocido antes de ser capturado en Puerta de Baldur. No sé si ha perdonado a Dahlia o si lo hará algún día, pero su animosidad ha bajado de punto, sin duda, y, a la vista de eso, Dahlia camina más ligera.
Yo lo observo todo como alguien que ha pasado la mayor parte de sus días imponiéndose la sinceridad. Cuando hablo en silencio, solo, bajo las estrellas o, en el pasado (y ojalá también en el futuro), cuando escribo estos diarios, no hay lugar donde pueda esconderme. ¡Ni lo busco tampoco! Ahí está la cuestión. Tengo que enfrentarme a mis carencias sobre todo, sin justificación, sin prevenciones, si quiero vencerlas algún día.
Debo ser sincero.
Por extraño que parezca, me resulta más fácil hacerlo cuando predico ante un público de uno solo: ante mí mismo.
Nunca antes de ahora había entendido esto, y no sé si lo mismo es aplicable a mi vida anterior, la vida transcurrida junto al brutalmente franco Bruenor, y a otros tres amigos en los que confiaba de todo corazón. A decir verdad, y tal como lo veo ahora a la luz de mis reflexiones, lo contrario también era cierto. Estuve enamorado de Catti-brie desde años antes de admitirlo. Ella lo supo en nuestro primer viaje a Calimport, adonde fuimos a rescatar a Regis, y sus insinuaciones me hicieron despertar de mi autoengaño. ¿O era simplemente negación?
Me despertó porque yo estaba voluntariamente dormido, y eso porque temía las consecuencias de admitir lo que había en mi corazón.
¿Le debía más confianza que esa? Creo que sí, y se la debía también a Wulfgar. Es ese precio, el precio que tuvieron que pagar los demás, lo que hace que mi responsabilidad sea mayor.
Es cierto que hay momentos en los que la verdad del propio corazón no debe ser compartida, cuando la herida que puede causarse puede resultar peor que el coste del engaño. Por eso, cuando veo recortarse en el horizonte la silueta de Luskan una vez más, miro a Dahlia y me siento destrozado.
Porque ahora sé la verdad de lo que hay en mi corazón. La oculté y luché contra ella y la enterré con cada átomo de racionalidad que podía encontrar, porque admitirla significa reconocer, una vez más, lo que he perdido, lo que no va a volver.
Encontré a Dahlia porque estaba solo. Ella es atractiva, no puedo negarlo, y misteriosa, y soy mejor por haber recorrido el camino a su lado. Considerando en perspectiva los hechos, los acontecimientos en Neverwinter, en Gauntlgrym, en Puerto Llast y con la banda de Stuyles, vamos dejando a nuestro paso un mundo mejor que el que encontramos. Realmente quiero continuar este viaje con Dahlia y con Ambargrís, y Afafrenfere, e incluso con Effron (puede que con Effron el que más) y hasta con Artemis Entreri. Siento que estoy recorriendo el camino del bien.
Sin embargo, no amo a Dahlia.
Saqué la conclusión de que la amaba por lo que me quemaba en la entrepierna, e incluso más debido al frío desmedido que había en mi corazón. Volví a oír el consejo de Innovindil de que viviera mi vida en ráfagas más cortas y más intensas, para renacer con cada pérdida a una nueva existencia y a nuevas y apasionantes relaciones.
Puede que haya algo de verdad en ese consejo. Puede incluso que para algunos todo eso sea verdad. Pero no para mí (eso espero y eso me temo). No puedo reemplazar a mis compañeros, pero tampoco puedo reemplazar a aquellos amigos, y, sobre todo, no pudo llenar el vacío que ha dejado la muerte de Catti-brie.
No con Dahlia.
¿Podré con alguna?
He evitado compartir esta verdad debido al estado emocional en que se encuentra Dahlia actualmente. Creo a Effron cuando dice que ella buscó el lecho de Artemis Entreri. No me sorprendió, pero sí me sorprendió lo poco que me importunaba esa información.
Catti-brie sigue conmigo, en mis pensamientos y en mi corazón. No voy a tratar de protegerme de ella con la compañía de otra.
Puede que el paso del tiempo y las vueltas del camino me revelen la suprema sabiduría de las palabras de Innovindil, pero hay una profunda diferencia entre seguir los dictados del corazón y tratar de dirigirlos.
Ahora, en cualquier caso, mi camino está claro, y pasa por recuperar a otra amiga que me es muy cara. Voy hacia ti, Guenhwyvar. Volveré a tenerte a mi lado. Volveré a caminar a tu lado en las noches estrelladas.
Y si no, moriré en el intento.
Ese es mi compromiso.
DRIZZT DO’URDEN