N
o lo creía posible, pero a mi alrededor el mundo se vuelve más gris y más confuso.
Qué ancha era la línea entre la oscuridad y la luz cuando salí de Menzoberranzan por primera vez. Estaba yo tan lleno de certidumbres…, y eso a pesar de que mi propio destino se veía borroso. Sin embargo, yo podía golpear la piedra con el puño y proclamar: «Así es como debe marchar el mundo». ¡Esto está bien y esto está mal!››, y hacerlo con toda confianza y con satisfacción interior.
Y ahora viajo con Artemis Entreri.
Y ahora mi amante es una mujer de…
Se ha adelgazado esa línea entre la oscuridad y la luz. Lo que otrora parecía una definición clara, se convierte rápidamente en una niebla que lo confunde todo.
Una niebla en la que me muevo sin rumbo, con una sensación extraña de desafección.
Esta niebla ha estado siempre ahí, por supuesto. No es el mundo el que ha cambiado, sino mi comprensión de él. Siempre ha habido, siempre habrá, ladrones como el granjero Stuyles y su banda de salteadores. Según la ley, sin duda son proscritos, pero ¿no se hunde de forma más marcada la escala de la inmoralidad a los pies de los señores feudales de Luskan e incluso de Aguas Profundas, cuyas estructuras sociales colocan a hombres como Stuyles en una situación insostenible? ¡Asolan los caminos para sobrevivir, para comer, para encontrar una magra existencia en las márgenes de una civilización que los ha olvidado, incluso abandonado!
Es así que en la superficie, incluso ese dilema parece simple. No obstante, cuando Stuyles y su banda actúan, ¿acaso no atacan, asaltan, y hasta matan, tal vez, a simples recaderos de los dueños del circo, a personas tan desesperadas como ellos que se mueven dentro de las estructuras convulsas de la sociedad para ganarse el sustento?
Entonces ¿hacia dónde se inclina la balanza de la moralidad?
Y algo que todavía es más importante, desde mi propia perspectiva y dentro de mis propias opciones: ¿dónde podría yo seguir mejor mis propios principios y las verdades que me son tan caras?
¿Deberé ser un jugador singular en una sociedad de uno, atendiendo a mis necesidades personales de un modo acorde con lo que yo creo correcto y justo? Un eremita, pues, viviendo entre los árboles y los animales, como Montolió de Brouchee, mi añorado mentor. Este sería el camino más fácil, pero ¿bastaría para tranquilizar una conciencia que hace tiempo puso a la comunidad por encima del yo?
¿Seré un gran jugador dentro de un pequeño estanque donde cada uno de los movimientos guiados por la conciencia provoca ondas hacia las orillas circundantes?
Creo que ambas opciones parecen las más adecuadas para describir mi vida hasta la fecha, en las últimas décadas, junto a Bruenor, y con Thibbledorf, Jessa y Nanfoodle, cuando éramos dueños de nuestras inquietudes. Nuestras necesidades personales estaban por encima de las comunidades circundantes, en su mayor parte, mientras íbamos en busca de Gauntlgrym.
¿Debería aventurarme en un lago, donde mis ondas se convertirían en olas, o en un océano de sociedad, donde mis olas podrían llegar a confundirse entre las mareas de las civilizaciones dominantes?
Lo que me pregunto, lo que temo, es dónde termina la hybris y predomina la realidad. ¿Es este el peligro de llegar demasiado alto, o estoy sujeto por el miedo que me mantendrá demasiado bajo?
Una vez más me he rodeado de compañeros poderosos, aunque con menos referencias morales que mi grupo anterior y mucho menos fáciles de controlar. Con Dahlia y Entreri, esta fascinante enana que se hace llamar Ambargrís, y Afafrenfere, monje de considerable destreza, casi no tengo dudas de que podríamos ejercer cierta influencia en algunas de las cuestiones más acuciantes de la amplia región septentrional de la Costa de la Espada.
Pero también es indudable el riesgo que esto implica. Yo sé lo que fue Artemis Entreri, por más que confíe en lo que será ahora. Dahlia, a pesar de todas esas cualidades que me fascinan, es peligrosa y la persiguen unos demonios cuya magnitud apenas he vislumbrado. Y ahora me encuentro todavía más desconcertado por lo que respecta a ella debido a la aparición de este extraño joven tiflin que ha desatado en ella una tormenta interior.
Ambargrís, es decir Ámbar Gristle O’Maul de los Adbar O’Maul, es tal vez la que me inspira más confianza dentro del grupo, y, sin embargo, cuando la conocí formaba parte de una banda que había venido a matarme y a apresar a Dahlia como apoyo de fuerzas realmente oscuras. Y Afafrenfere… bueno, simplemente no sé qué pensar.
Lo que sí sé con certeza, teniendo en cuenta lo que he llegado a conocer de estos compañeros, es que en función de mis obligaciones morales hacia las verdades que me son caras, no puedo seguirlos.
Una cuestión muy diferente es si puedo o debo convencerlos para que me sigan.
DRIZZT DO’URDEN