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EN LAS CALLES DE MANHATTAN

… O PITÁGORAS ANTE EL TRIBUNAL

Lugar de las actuaciones: Tribunal Superior del Estado de Nueva York

Fecha: 20 de octubre de 2005

Intervinientes: Juez, Acusado, Defensora y Fiscal

EL TEOREMA MATEMÁTICO MÁS CONOCIDO

Aunque en este caso (auténtico) seguramente habría sido más fácil medir la distancia entre la escuela y el lugar del crimen sobre el mismo plano, el teorema de Pitágoras es tan conocido y elemental que se emplea incluso en la jurisprudencia. En otro caso judicial se aplicó cuando un preso se opuso a que le encerraran junto con otro preso en la misma celda, alegando que el mal olor del retrete le molestaba. Con ayuda del teorema de Pitágoras se midió la distancia en línea recta entre la litera superior y el retrete.

A la pregunta de, «ante un triángulo rectángulo, ¿Cuánto es a2 + b2?», casi todas las personas responden espontáneamente «c2». El porcentaje de aquellos que son capaces de explicar también esta ecuación será probablemente mucho menor.

El origen del teorema no se conoce; lo único que se sabe es que no lo descubrió Pitágoras. Ya se utilizaba en el antiguo Egipto, donde existía el gremio de los «harpedonaptas», que trazaban perpendiculares con las llamadas cuerdas de doce nudos. En India se empleaban cuerdas similares, y también en China y Babilonia se conocían los llamados «triples pitagóricos», es decir, grupos de tres números enteros que obedecen al teorema de Pitágoras.

El famoso teorema, sin embargo, como ya se ha dicho, no procede de Pitágoras, el fundador de la hermandad que lleva su nombre (véase capítulo 9). Fue Euclides quien bautizó el teorema con el nombre del antiguo matemático y filósofo en su libro Los elementos, una recopilación de los teoremas geométricos de su época.

El teorema de Pitágoras habla de los tres lados de un triángulo rectángulo. «El cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos». Otra de esas frases horribles del colegio, pero no hace falta memorizar cuál de los lados es la hipotenusa (ni cómo se escribe). «a2 + b2 = c2» es más fácil de recordar y con c se designa siempre el lado más largo del triángulo.

La ecuación se puede resolver despejando cualquiera de los lados a, b o c, lo que significa que si se conocen dos lados (y, por supuesto, uno de los ángulos, el recto) se puede calcular la longitud del tercer lado. Hay una generalización del teorema para todo tipo de triángulos, pero habría que usar las funciones angulares del seno y el coseno, lo que nos lleva a un nivel superior de la ciencia matemática. Sin embargo, el teorema también se aplica a muchas otras figuras geométricas. Un ejemplo lo tenemos en este mismo libro, en el capítulo 17. Un truco que casi siempre ayuda: si quiere demostrar usted algo en relación con una figura geométrica, descompóngala de alguna manera en triángulos rectángulos y aplique entones el teorema de Pitágoras.

El teorema mismo se puede demostrar de cientos de maneras distintas; en un solo libro están recopiladas nada menos que 370. La que más me gusta es una demostración que mezcla geometría y álgebra. Hay que confeccionar (con papel o en la imaginación) cuatro triángulos rectángulos iguales y formar con ellos la siguiente figura:

Se obtiene un cuadrado de lado a + b que encierra en su interior otro cuadrado (vacío) de lado c. Si se comprende que con cada dos triángulos se puede formar un rectángulo de superficie a × b, entonces resulta que el cuadrado grande es igual a la suma del cuadrado pequeño y los cuatro triángulos, o sea

(a + b)2 = c2 + 2ab

El primer miembro de la ecuación se resuelve fácilmente conforme a la conocida fórmula binomial (véase el apéndice).

a2 + 2ab + b2 = c2 + 2ab

Ahora solo queda restar 2ab de cada miembro de la ecuación y ¡ahí está!, el teorema de Pitágoras.

UNA MIRADA AL HORIZONTE

Para terminar veremos una aplicación del teorema que permite calcular la distancia del horizonte cuando se mira, por ejemplo, desde una cumbre de 1.000 metros de altitud hacia el mar.

Si la Tierra fuera plana, nuestra mirada podría alcanzar en principio hasta el infinito, pero en una esfera su alcance está limitado por la curvatura de la superficie. Nuestra mirada «roza» la superficie terrestre en el punto más alejado, y la línea recta entre el ojo y el horizonte es una tangente sobre la esfera, que por tanto forma un ángulo recto con el radio del planeta en ese punto. Así que ya tenemos un triángulo rectángulo en el que aparece el radio terrestre r, la altitud h desde la que miramos y el alcance d de nuestra vista. Así que podemos aplicar directamente el teorema de Pitágoras despejando la incógnita d2:

d2 = (r + h)2r2 = r2 + 2rh + h2r2 = 2rh + h2

El radio de la esfera terrestre mide unos 6.400 kilómetros y la altitud h, en nuestro ejemplo, 1.000 metros. En la ecuación, por tanto, h2 es insignificante en comparación con 2rh y para pequeñas alturas se puede ignorar (otra de esas típicas «licencias» asombrosamente frecuentes en el por lo demás tan preciso mundo de la matemática):

d2 = 2rh

d = √2r · √h ≈ 113 · √h

Así que si miramos desde la montaña de 1.000 metros de altitud hacia el horizonte, nuestra vista alcanza hasta unos 113 kilómetros de distancia. En Hawái hay un monte de 4.000 metros de altitud muy cerca del mar, el Mauna Kea, y según la ecuación la vista alcanza desde la cumbre hasta el doble de distancia, es decir, 226 kilómetros.

También podemos utilizar valores menores en la misma ecuación, por ejemplo la altura de los ojos de una persona que está en la playa. Suponiendo que es de 1,60 metros, es decir, 0,0016 kilómetros, el horizonte que ve se halla a tan solo 4,5 kilómetros de distancia.