SERENDIP es uno de los proyectos SETI más antiguos y que más tiempo lleva en funcionamiento, pero el récord lo tiene el programa SETI de la Universidad Estatal de Ohio, en Columbus. El programa de esta universidad comenzó en 1973 a escuchar señales de radio usando el radiotelescopio Big Ear (Gran Oreja, llamado así por su forma y tamaño), que se convertía así en el primer radiotelescopio en buscar de manera continua señales de civilizaciones extraterrestres. Ha sido también hasta el momento el programa SETI más largo, ya que ha funcionado ininterrumpidamente durante la friolera de 22 años.
Pero si por algo es conocido este radiotelescopio es por haber detectado en 1977 la famosa señal Wow!, una señal de radio particularmente intensa detectada por la Gran Oreja que mostraba poseer todas las características adecuadas: un pulso de banda estrecha, lento, mucho más potente que el ruido de fondo, y localizado precisamente en las cercanías de la longitud de onda de 21 cm. En la imagen siguiente se muestra la salida impresa donde se recogió la señal. El tiempo avanza hacia abajo y cada columna representa un canal, es decir, un intervalo estrecho de frecuencias. La señal está rodeada con bolígrafo rojo, y junto a ella el astrónomo que analizaba los datos escribió la exclamación de sorpresa Wow! (¡Guau!), por lo intensa que era, expresión que acabó finalmente bautizándola. Como se puede ver, la señal es de banda estrecha y ocupa solamente un canal de frecuencias (el canal 2).
Las curiosas letras que configuran la señal representan valores de intensidad relativos al ruido de fondo mayores de 9, ya que para cada canal, la salida impresa admitía sólo un carácter. En realidad, la secuencia «6EQUJ5» representa los valores: 6, 14, 26, 30, 19, 5. El pico de 30 indica que en ese momento la señal era 30 veces más intensa que el valor del ruido de fondo. Una señal verdaderamente prometedora… si no fuera porque nunca más volvió a repetirse. Tras su detección, en cuanto fue posible se volvió a apuntar la Gran Oreja a la misma zona del cielo, pero lo único que obtuvieron fue silencio. Desde entonces, recurrentemente distintos radiotelescopios han vuelto a apuntar a esas mismas coordenadas, siempre con nulos resultados. ¿Qué era esta señal?
La señal Wow! detectada en 1977 por la Gran Oreja. Cortesía del Radio Observatorio de la Universidad Estatal de Ohio/North American AstroPhysical Observatory/www.bigear.org.
La verdad es que, después de todo el tiempo que ha pasado, la señal Wow! no ha podido explicarse. Lo único que se sabe con seguridad de ella es que se originó en algún punto más lejano que la Luna, por tanto no pudo ser un satélite artificial ni ninguna interferencia local. El patrón tampoco coincide con las emisiones de planetas con ionosfera activa como Júpiter, y además, no había ningún planeta en aquel momento en esa dirección. Una de las pocas hipótesis que pugna por explicar la señal es que haya sido debida a un fenómeno de lentes gravitatorias. Ya vimos este fenómeno cuando se trató el tema de búsqueda de planetas extrasolares. Tal vez una señal de radio natural en segundo plano fuera brevemente amplificada por el tránsito de un cuerpo celeste en primer plano. Pero esto no explica que sea una señal de banda estrecha. De momento, la señal Wow!, además de haberse convertido en un icono de la ciencia, sigue siendo un misterio.
La Gran Oreja en 1977. Cortesía del Radio Observatorio de la Universidad Estatal de Ohio/North American AstroPhysical Observatory/www.bigear.org.
Tras casi 40 años funcionando, después de haber realizado el programa SETI más largo hasta la fecha, y de haber detectado una de las señales más prometedoras de todos los programas SETI, en 1997 la Gran Oreja dejó de funcionar. ¿Se estropeó más allá de toda posibilidad de reparación? No. El final fue más estúpido. El terreno propiedad de la Universidad Estatal de Ohio donde estaba situada la Gran Oreja fue vendido a cambio de una sustanciosa cantidad a especuladores urbanísticos. La Gran Oreja se destruyó en 1998. Hoy día, como «monumento» a su recuerdo, ocupa su lugar un flamante campo de golf.
Como hemos visto, la década de los setenta fue una época de gran actividad SETI, con momentos excitantes como la señal Wow! La NASA comenzó a finales de esta década a interesarse también en el tema y decidió desarrollar su propio programa de búsqueda de inteligencias extraterrestres. Buena parte de este trabajo se hizo desde el Instituto SETI.
El Instituto SETI se fundó en 1984 y originalmente se estableció para ayudar a la NASA a desarrollar su programa, aglutinando a la mayor parte de los científicos que había en Estados Unidos involucrados en el tema. Ambas instituciones se dedicaron a establecer el programa SETI de la NASA, que recibió el nombre de HRMS (High Resolution Microwave Survey, Muestreo de Alta Resolución en Microondas), en parte para contrarrestar el factor irrisorio que algunos políticos asociaban a las siglas de SETI. Durante varios años, los científicos del HRMS trabajaron en la definición del programa de trabajo, las estrategias de búsqueda, los criterios de selección y eliminación de señales, y en el desarrollo del software y de todos los instrumentos y detectores que iban a ser necesarios en este ambicioso proyecto. Finalmente, el trabajo dio su fruto: el resultado era un programa de observación de 10 años de duración en el que se iban a estudiar 1.000 estrellas candidatas tipo Sol situadas en un entorno de 100 años luz, utilizando para ello el radiotelescopio de Arecibo, al que le habían instalado nuevos detectores de microondas de gran resolución espectral. Y por fin…
El 12 de octubre de 1992, tras una década de prolongado esfuerzo, el ambicioso proyecto HRMS de la NASA ¡comenzaba a funcionar! La antena de Arecibo dirigía su atención hacia la estrella Gliese 615.1A y observaba la primera candidata de la larga lista de HRMS.
Sólo un año después, el 1 de octubre de 1993, el gobierno de Estados Unidos cancelaba los fondos para HRMS y el programa SETI de la NASA quedaba anulado. El senador Richard Bryan, conocido por su oposición al programa SETI, era el encargado de dar la estocada: en la sesión del Senado en que se trataban los presupuestos había conseguido colar en el último minuto una enmienda para terminar con el programa SETI, y el Senado votó en pleno a favor de la cancelación. En sus declaraciones a la prensa, Richard Bryan concluyó: «espero que esto sea el fin de la temporada de caza de marcianos a expensas de los contribuyentes».
¿Por qué se canceló SETI? En buena parte por las presiones de los grupos políticos, que acusaban a SETI de no ser buena ciencia y resultar un gasto inútil de dinero público, ridiculizando en muchos casos el programa y asociándolo al mundillo ovni. Pero el proyecto SETI de la NASA sí era buena ciencia. Se trataba de un excitante programa científico que había sido avalado por numerosos científicos de todo el mundo, incluyendo varios premios Nobel que dieron su apoyo al programa. HRMS era un proyecto riguroso, cuyos científicos habían conseguido un gran consenso sobre cómo, dónde y cuándo buscar señales. Una inversión de 10 millones de dólares anuales bien merecía la pena, teniendo en cuenta lo que se podría obtener a cambio si tuviera éxito. Los productos derivados del programa también tenían valor científico, pues la instrumentación y los métodos que se desarrollaban podían usarse en otros campos de la ciencia o la tecnología (por poner un ejemplo, el analizador de frecuencias de SETI resultó tener aplicaciones prácticas para control del tráfico aéreo). Pero no sólo eso. Era una aventura intelectual, cuyos componentes educativos podrían excitar la atracción de los niños (y sus padres) hacia la ciencia, lo que de por sí justificaría la existencia de un proyecto SETI propio de la NASA.
Otro de los motivos para la cancelación de HRMS fueron los recortes de presupuesto. En aquel año acababa de ser elegido un nuevo presidente de gobierno, Bill Clinton, y el gobierno tenía déficit presupuestario. Había que recortar por algún sitio. Y fue en parte el pequeño tamaño del proyecto HRMS lo que irónicamente motivó su cancelación. Pequeño pero no demasiado; si hubiera sido excesivamente pequeño, su presencia o ausencia no habría supuesto diferencia presupuestaria. Y si hubiera sido un proyecto enormemente grande, del que dependían muchas empresas, también se hubiera salvado. Pero tenía el tamaño justo, 100 millones de dólares, para que fuera fácil de eliminar y que diera sensación de que se estaba ahorrando dinero. Sobre todo si la clase política pensaba que era un gasto inútil, que lo más probable es que no diera ningún resultado.
Pero es posible que haya habido también motivos de otra índole. En la puritana sociedad estadounidense, con sus políticos tan conservadores, pesa mucho la creencia de origen religioso de que el hombre es único, de que sigue siendo después de todo el rey de la Creación. Un proyecto cuyos resultados podrían hacer ver que esta creencia es errónea resulta cuanto menos incómodo; es mejor no hacer investigaciones al respecto, al menos con fondos del gobierno. Esto podría explicar también por qué la NASA, en sus nuevas misiones a la superficie de Marte, los rover Spirit y Opportunity, no ha enviado ningún experimento biológico para intentar determinar la presencia de vida en el planeta, a pesar de la opinión contraria de varios científicos del proyecto.
La cancelación del proyecto SETI de la NASA fue una dura estocada, pero no fue una estocada mortal. En realidad, sirvió para azuzar al Instituto SETI, que hasta entonces había trabajado como contratista de la NASA, para que se decidiera a continuar con el proyecto por su cuenta y buscara financiación privada. Buena parte de los científicos de la NASA que habían trabajado en HRMS se trasladaron al Instituto SETI, y el profesor Barney Oliver, hasta entonces a cargo del HRMS, comenzó una activa campaña para conseguir el mecenazgo de los ricos californianos de Silicon Valley. Este trabajo culminó con la puesta en marcha de un nuevo proyecto que era, de hecho, el proyecto HRMS renacido, por lo que recibió el adecuado nombre de Phoenix.
Una de las premisas del nuevo proyecto Phoenix era estudiar los candidatos con dos radiotelescopios al mismo tiempo, situados en localizaciones diferentes. ¿Por qué? Pues porque de esa manera se podría distinguir fácilmente si una señal artificial tenía origen terrestre o extraterrestre: si una interferencia local llegaba a uno de los radiotelescopios, el otro no la detectaría, con lo que quedaba descartada automáticamente. Debía llegar a los dos para que fuera considerada como de origen extraterrestre. Así, Phoenix comenzó su andadura en 1995, usando dos radiotelescopios australianos: la antena de 64 metros del Observatorio Parkes, en Nueva Gales del Sur (la más grande del hemisferio sur), y el radiotelescopio Mopra, más pequeño, situado a 200 km al norte. Al año siguiente, la búsqueda retornaba a Estados Unidos, y para esta ocasión se utilizaba el radiotelescopio de 43 m de Green Bank (que aún no había sido construido cuando Drake llevó a cabo el proyecto Ozma) junto con diferentes radiotelescopios del observatorio Woodbury. Aun así, en ambas ocasiones las dos antenas que se usaban conjuntamente estaban demasiado cerca entre sí; si una señal provenía de un satélite artificial, por su proximidad la detectarían ambas y no sería posible descartarla de forma automática. Era mejor poner un océano de por medio.
Finalmente, en 1998, cinco años después de la última observación del antiguo proyecto HRMS, el nuevo proyecto Phoenix conseguía volver a Arecibo, en buena parte gracias a la publicidad que había supuesto el éxito de la película Contact, que se había estrenado el año anterior. El cine al servicio de la ciencia.
Pero se necesitaba un segundo radiotelescopio, y éste fue el radiotelescopio de 76 m Lovell, en Jodrell Banks, Reino Unido. Con el Atlántico separando ambas antenas, por fin podrían distinguirse con seguridad las señales celestes de las terrestres.
Pero antes había que demostrarlo, por lo que empezaron a realizarse observaciones diarias de la veterana sonda espacial Pioneer 10 (de la que sabremos más en el capítulo tercero). Esta sonda había sido lanzada en 1972 y se encontraba ya entonces a una inmensa distancia de la Tierra: a más de diez mil millones de kilómetros. Es decir más allá de la órbita de Plutón. Era un candidato ideal para probar los algoritmos de discriminación del proyecto. Y la prueba resultó ser un éxito. Las débiles señales de la Pioneer 10 probaban que las técnicas desarrolladas en el proyecto Phoenix podían realmente detectar una señal extraterrestre y distinguirla de una interferencia de nuestro planeta.
La antena parabólica del radiotelescopio de Arecibo, de 305 metros de diámetro. Desde tres gigantescas columnas se halla suspendida la cúpula gregoriana donde se detecta la señal que recoge el plato principal. Arriba a la derecha, el complejo de edificios del Observatorio de Arecibo. Cortesía de Daniel R. Altschuler/Observatorio de Arecibo.
Phoenix acabó en el 2004, habiendo observado unas 700 estrellas. Demostró que la metodología funcionaba a la perfección, pero lamentablemente no encontró ninguna señal positiva de vida extraterrestre. En cuanto al Instituto SETI, irónicamente, puede que sus investigadores estén mejor desde que no cuentan con el apoyo y los recursos de la NASA. Al no tener que depender de los caprichos anuales del Gobierno, los programas SETI están también libres de la política y de los riesgos que conlleva la pérdida repentina de fondos. El Instituto SETI ha conseguido financiarse de manera sostenida durante todo este tiempo, con el apoyo de ricos mecenas como Paul Allen, cofundador de Microsoft, y haciendo uso del merchandising (qué remedio). SETI después de NASA es tal vez una empresa más pequeña, pero es también más diversa, más ampliamente aceptada en instituciones académicas alrededor del mundo, y notablemente más popular con el público en general, como lo ha demostrado el fenomenal éxito de SETI@home.
Probablemente conozca este simpático programa. Tal vez lo haya visto en funcionamiento en algún ordenador o quizá incluso lo haya ejecutado en el suyo propio. Tiene el aspecto de un curioso salvapantallas que se pone a dibujar unas coloridas gráficas en la pantalla del ordenador cuando nadie lo está usando. Se trata de SETI@home, leído SETI at home, y quiere decir SETI en casa. Y de eso precisamente se trata, de traerse a casa datos de SETI para analizarlos con su ordenador. Se trata de una brillante idea para procesar datos mediante cálculo compartido, detrás de la cual está, de nuevo, el equipo de la Universidad de California en Berkeley responsable de SERENDIP.
El proyecto SERENDIP instalado en la antena de Arecibo resultó tan exitoso, que pronto tuvieron muchísimos más datos de los que podían analizar y se vieron desbordados. Sus ordenadores no tenían capacidad suficiente de procesamiento para dar cuenta de la inmensa montaña de datos que se les iba acumulando. Y cada vez tenían más. En 1995 uno de los miembros del equipo, David Geyde, de repente se dio cuenta de que había ya una inmensa cantidad de ordenadores conectados a Internet, a los que en principio podrían acceder a través de la Red. La mayor parte de ellos pasaba mucho tiempo inactivo mientras su usuario no lo estaba usando. ¿Y si estos ordenadores emplearan este tiempo muerto trabajando para SETI, haciendo de todos ellos un superordenador virtual? De esa manera podría procesarse buena parte de los datos que llegaban de Arecibo. Sería la solución. Pero ¿cómo hacerlo?
La respuesta fue un salvapantallas. Precisamente, los salvapantallas trabajan cuando nadie usa el ordenador. Pero éste, mientras funcionara, además de mostrar imágenes bonitas se dedicaría a analizar los datos de SERENDIP tomados en Arecibo buscando señales candidatas.(Había otra versión de este programa para ordenadores UNIX sin la parte del salvapantallas, que estaba en funcionamiento permanentemente). El programa, de forma automática, tomaría por Internet un paquete de datos, y cuando terminara de analizarlo mandaría de vuelta a Berkeley los resultados del análisis, cogiendo un nuevo paquete de datos y vuelta a empezar. Nacía así SETI@home, que se convirtió en el primer proyecto de computación compartida por Internet.
SETI@home se puso en funcionamiento en mayo de 1999. El uso del boca a boca y la ilusión de la gente por participar en la búsqueda de civilizaciones extraterrestres hicieron el resto, convirtiendo a SETI@home en un éxito que superó todas las expectativas. Más de cinco millones de personas en todo el mundo participaron en el análisis. Tan grande fue su éxito que tras él vinieron otros proyectos de computación compartida similares que también requerían potencia de cálculo: secuenciación de genoma, cálculo de plegado de proteínas, criptografía…
SETI@home funcionó tan bien que en diciembre del 2005, tras seis años de operaciones, de repente había más ordenadores personales reclamando datos que datos para analizar. Con lo que el proyecto original terminó y en el 2006 un nuevo proyecto llamado BOINC (Berkeley Open Infrastructure for Network Computing, infraestructura abierta de computación en red de Berkeley) tomaba su lugar. Como su nombre indica, BOINC ya no esta ligado a SETI, sino que está abierto a diversos proyectos que puedan necesitar realizar computación masiva, y aunque hace uso de la red creada en SETI@home y sigue analizando datos de SERENDIP, SETI es sólo una pequeña parte del análisis que realiza BOINC. Actualmente está procesando datos de diferentes proyectos de climatología, biología molecular, medicina, física de partículas, astrofísica y matemáticas.
Aspecto del salvapantallas de SETI@home v. 3.08, analizando datos de SERENDIP tomados en Arecibo.
En cuanto a los resultados científicos de SETI@home, se ha encontrado una gran cantidad de señales francamente interesantes. De ellas, la más prometedora hasta el momento es la catalogada como SHGb02+14A. En febrero del 2003, el software de SETI@home había encontrado alrededor de 200 señales candidatas que se habían visto más de una vez en la misma parte del cielo, por lo que se decidió apuntar el radiotelescopio de Arecibo de nuevo hacia estas mismas regiones para ver si las señales todavía seguían ahí, o había sido una coincidencia. Cuando se terminaron de analizar los datos, todas las candidatas habían desaparecido… salvo una: SHGb02+14A. Se trata de una señal de banda estrecha cuya longitud de onda se encuentra justo en la zona correcta del espectro: en la cercanía de los 21 cm, la emisión del hidrógeno neutro. Está localizada en un punto entre las constelaciones de Aries y Piscis donde no parece haber ninguna estrella en al menos 1000 años luz, y es muy débil. El radiotelescopio la ha observado en total durante cerca de sólo un minuto, lo que no es suficiente para analizarla en detalle, pero sí para saber que no se trata de una interferencia de radio o ruido. Tampoco encaja con ningún objeto astronómico conocido. De momento, esta señal es un verdadero enigma, y no se sabe qué la puede haber causado.
Además muestra otra curiosa característica. Su longitud de onda no permanece constante, sino que oscila, justo de la manera en que uno esperaría que lo hiciera si la fuente estuviera orbitando alrededor de algo con un período orbital de sólo nueve días… Una órbita de nueve días descarta que sea un planeta girando alrededor de su estrella, pero hay otra posibilidad… ¿quizá el emisor sea un satélite artificial alrededor de un planeta? Hipótesis descabelladas aparte, todo apunta a que SHGb02+14A está llamada a convertirse en una señal tan famosa como la señal Wow!, un nuevo icono de esta búsqueda de otras civilizaciones.
Mapa celeste que muestra la posición de las señales más prometedoras encontradas por SETI@home (cuadrados blancos). En un círculo blanco está la señal SHGb02+14A. En gris oscuro, la banda de cielo donde puede apuntar la antena de Arecibo. En gris claro, la Vía Láctea. Cortesía de The SETI@home project, U. C. Berkeley.