37

Todo estaba a oscuras. Levantó la mano y supo que la tenía delante de las narices, pero no podía verla por mucho que se la acercase. Una mancha, nada más… Y hasta eso podía ser producto de su imaginación. La mente se te dispara cuando estás tumbado sin ver nada. Oías algún sonido y te empeñabas en añadirle algo sustancial: el cíclico ruido del frigorífico, la puerta principal que se asienta en el marco con los cambios de temperatura, la copa de un árbol que roza el tejado… Y a base de escuchar, cada vez te llegaban más sonidos y se creaba otro mundo, un mundo alternativo lleno de ruidos.

En algún lugar (¿el cuartel de bomberos?), una cadena golpeó contra el palo de la bandera.

Apareció un helicóptero, se alejó y volvió, allá por la carretera I-17.

Se puso de pie, dio tres pasos y tropezó con… ¿Con qué? ¿Una silla, la esquina de una mesa? Pensó en que debería mover los muebles, pegarlos a las paredes. Como si las cosas fueran a ser siempre así a partir de entonces.

Pero ese pensamiento no era suyo. Y tampoco era él (pensó, al despertar) quien se desplazaba por ese sitio en el que todo estaba a oscuras.