Sección XVIII

Lo que digo no será comprendido.

Una vez fuera de mí se convierte en apología o en acusación. No estoy haciendo ni lo uno ni lo otro… pero tú usarás mis palabras para darles tu propio significado, de igual manera que la gente quita o agrega letras en los juegos de palabras. Tú dirás: ella dijo que él era tal o cual cosa: Lionel Burger, Dhladhla, James Nyaluza, Fats, e incluso el pobre diablo de Orde Greer. Yo sólo procuro encontrar formas de afianzarme; tú dirás: es maniquea. No entiendes la traición; un pez volador aterriza en la cubierta desde aguas por las que te deslizas. Te inclinas curioso, llamas al resto de la tripulación y vuelves a echarlo al mar.

Fuera lo que fuese, me confundiste. En la cabaña me dijiste que en esa casa la gente no se conocía entre sí; me lo demostraste en lo que he descubierto desde entonces en lugares en los que, aunque estás explorando el mundo, nunca has estado. Pero hay cosas que ignorabas; o, aplicando tus mismos criterios, que sólo conocías abstractamente, en el acto público e impersonal de leerla o indagar, como un periodista blanco profesionalmente objetivo y conocedor del «sujeto» de una «clase negra explotadora». El credo de esa casa descartaba el tipo de individualismo de los Conrad, pero en la práctica descubría y elaboraba otro. Esto ocurría en las interminables reuniones y grupos de estudio que eran los torneos de golf y las cenas en el club que celebraban quienes compartían las ideas de mi padre. Era lo que se interpretaba falsamente en las purgas, cuando se denunciaban y expulsaban unos a otros por revisionismo o falta de disciplina o insuficiente celo. Algo que lograban crear por sí mismos incluso mientras los agentes del Comintern iban a informar sobre sus actividades y, en ocasiones, a destruirlas por completo cumpliendo órdenes que sembraban nuevas disensiones entre ellos, desesperación y desafecto. Es algo que se introducirá en una grieta oculta entre el análisis que hace el biógrafo de Lionel sobre la Teoría del Colonialismo Interior, la Naturaleza del Nuevo Estado como Movimiento Revolucionario, y la resolución de los Problemas del Período de Post-Rivonia… el cristal que segregaban para sí mismos a partir del dogma. ¿Qué harías si estuvieras en mi lugar? ¿Qué hay que hacer? Lionel y sus compañeros lo descubrieron; signifique lo que signifique el credo en todos los países donde se evoluciona entre «las ortodoxias polares de China y la Unión Soviética» (según el giro expresivo acuñado por el biógrafo), en este país concreto hicieron un comunismo adecuado a las «condiciones locales». No lo declararon herético, aunque sé que contiene algún tipo de herejía desde la perspectiva interpretativa de alguien de afuera. Lionel —mis padres—, la gente de esa casa, tenía con los negros una relación totalmente personal. En este sentido, su comunismo era la antítesis del antiindividualismo. Una relación que otros blancos nunca tuvieron de la misma manera. Una relación sin reservas por parte de los blancos y de los negros. Las actitudes y actividades políticas de esa casa iban de adentro hacia afuera, los negros de esa casa donde no había Dios sentían su abrazo ante la Cruz. Finalmente no había nada entre esta piel y aquélla. Finalmente nada entre la palabra del hombre blanco y sus actos; chapoteaban juntos en la misma agua de la piscina, iban a la cárcel por la misma causa: era, por encima de todo, una conspiración humana.

He perdido esta relación. Ahora sólo es, para mí, la memoria de una tibieza infantil. Marisa dice que «no debemos separarnos». Los Terblanche me dan la oportunidad de robar la llave de la sala de fotocopias. ¿Qué debo hacer? Lionel y mi madre no se plantaron delante de Duma Dhladhla, llevándolo a decir: Nunca pienso en eso.

Ellos mantenían la relación porque la creían posible.