Sección XIII

No sé dónde vives; tal vez en la misma ciudad que yo; vaya donde vaya, sin que ninguno de los dos tenga conciencia de la presencia del otro, corriendo cada uno a lo largo de una madriguera oscura que nunca se cruza con la otra. Has alquilado un televisor en color a la vuelta de la esquina, o te has alejado de esas cosas zarpando en el arca que vi construir. Nunca fuiste más allá de la fascinación con la gente que rodeaba la piscina de Lionel Burger; nunca diste el salto y te confiaste a él, como Baasie y yo, ni te ahogaste, como Tony. Yo estaba hechizada por tus amigos constructores del barco (me corriges: un yate no es un barco). Eran gente sencilla, no como tú; no entendían lo que estaban haciendo cuando cepillaban el pino fragante de las literas para que durmieras en ellas y levantaras las cortinas que te protegerían del destello del mar subtropical. Pero tú sabes que embarcarse con ellos significaba huir. Porque mi jefe Barry Eckhard y tu próspero padre chatarrero te proponían un sino, el destino burgués, como alternativa al de Lionel: comer sin hambre, aparearse sin deseo.