Creación del Universo según las Sagradas Escrituras. —Errores evidentes que demuestran que la Biblia no fue escrita por inspiración de Dios. —Insignificancia palpable de nuestro mundo, el cual no es más que uno de los infinitos millones de mundos.
Copiamos literalmente, cómo la Biblia, o sean las Sagradas Escrituras Cristianas, refieren la creación del Universo. Las palabras son las mismas usadas por el Reverendo Padre Scío en su traducción al castellano de dichas Sagradas Escrituras, traducción aprobada y recomendada por el papa Pío VI, y que es la única admitida como buena por los sacerdotes de la Iglesia Católica Apostólica Romana en España.
LA SANTA BIBLIA
EL GÉNESIS
Capitulo primero
1. En el principio crió Dios el cielo y la Tierra.
2. Y la Tierra estaba desnuda y vacía, y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo;
y el espíritu de Dios era llevado sobre las aguas.
3. Y dijo Dios: Sea hecha la luz. Y fue hecha la luz.
4. Y vio la luz, que era buena. Y separó a la luz de las tinieblas.
5. Y llamó a la luz día y a las tinieblas noche; y fue la tarde y la mañana un día.
6. Dijo también Dios: Sea hecho el firmamento en medio de las aguas; y divididas aguas de aguas.
7. E hizo Dios el firmamento, y dividió las aguas que estaban debajo del firmamento de aquellas que estaban sobre el firmamento. Y fue hecho así.
8. Y llamó Dios al firmamento cielo; y fue la tarde y la mañana el día segundo.
9. Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo del cielo en un lugar y descúbrase la seca. Y fue hecho así.
10. Y llamó Dios a la seca, Tierra, y a las congregaciones de las aguas llamó mares. Y vio Dios que era bueno.
11. Y dijo: Produzca la Tierra hierba verde, y que haga simiente, y árbol de fruta que dé fruto según su género, cuya simiente esté en el mismo sobre la Tierra. Y fue hecho así.
12. Y produjo la Tierra hierba verde, y que hace simiente según su género, y árbol que da fruto, y que cada uno tiene su simiente según su especie. Y vio Dios que era bueno.
13. Y fue la tarde y la mañana del día tercero.
14. Dijo también Dios: Sean hechas lumbreras en el firmamento del cielo, y separen el día y la noche, y sean para señales, y tiempos, y días, y años.
15. Para que luzcan en el firmamento del cielo y alumbre la Tierra. Y fue hecho así.
16. E hizo Dios dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para que presidiese al día, y la lumbrera menor para que presidiese a la noche; y las estrellas.
17. Y púsolas en el firmamento del cielo para que luciesen sobre la Tierra.
18. Y para que presidiesen al día y a la noche y separasen la luz y las tinieblas. Y vio Dios que era bueno.
19. Y fue la tarde y la mañana del día cuarto.
20. Dijo también Dios: Produzcan las aguas reptil de ánima viviente, y ave que vuele sobre la Tierra debajo del firmamento del cielo.
21. Y crió Dios las grandes ballenas y toda ánima que vive y se mueve, que produjeron las aguas según sus especies, y toda ave que vuela según su género. Y vio Dios que era bueno.
22. Y las bendijo, diciendo: Creced y multiplicaos, y henchid las aguas del mar; y las aves multiplíquense sobre la Tierra.
23. Y fue la tarde y la mañana del día quinto.
24. Dijo también Dios: Produzca la Tierra ánima viviente en su género, bestias y reptiles, y anímales de la Tierra según sus especies. Y fue hecho así.
25. E hizo Dios los animales de la Tierra según sus especies, y las bestias, y todo reptil de la Tierra. Y vio Dios que era bueno.
26. Y dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza: y tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo, y sobre las bestias, y sobre toda la Tierra, y sobre todo reptil que se mueve en la Tierra.
27. Y crió Dios al hombre a su imagen: a imagen de Dios lo crió: macho y hembra los crió.>>
28. Y bendíjolos Dios, y dijo: Creced y multiplicaos, y henchid la Tierra y sojuzgadla, y tened señorío sobre los peces de la mar, y sobre las aves del cielo, y sobre todos los animales que se mueven sobre la Tierra.
29. Y dijo Dios: Ved que os he dado toda hierba que produce simiente sobre la Tierra, y todos los árboles, que tienen en sí mismos la simiente de su género, para que os sirvan de alimento.
30. Y a todos los animales de la Tierra, y a todas las aves del cielo, y a todos los que se mueven sobre la Tierra, y en los que hay ánima viviente, para que tengan que comer. Y fue hecho así.
31. Y vio Dios todas las cosas que había hecho, y eran muy buenas. Y fue la tarde y la mañana del día sexto.
Capitulo segundo
1. Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra y todo el ornamento de ellos.
2. Y acabó Dios el séptimo de su obra, que había hecho; y reposó el día séptimo de toda la obra que había hecho, etc., etc.
Dejemos descansar a este Dios que se cansa, el día séptimo, octavo, noveno, etc., y examinemos un poco qué especie de creación es la que nos cuentan que declaró Dios mismo ser la verdadera.
Desde luego Vemos que Dios creó el cielo y la tierra, o, mejor dicho, la materia de que debía formar el cielo y la tierra (puesto que todavía no existía ni una cosa ni otra), en el principio, es decir, desde la eternidad, lo que demuestra que Moisés, por muy ignorante que fuese en ciencias, tenía bastante sentido común para comprender que, no teniendo principio Dios, no podía tampoco tener principio la materia de que está formado el Universo, contrario a lo que dice la Iglesia Romana de que Dios creó el mundo de la nada cuatro mil años antes de Jesucristo, osea hace 5883 años, de lo que resultaría que algunos de los monumentos que existen en Egipto desde hace más de seis mil años, fueron fabricados antes de la creación del mundo.
Si lo que las Escrituras nos cuentan es verdad, es una cosa clara que su dios no formó antes el Universo, porque no supo por dónde, empezar. Su dios, hemos dicho, se hallaba provisto de materiales; pero el que tengamos ladrillos y cal no quiere decir que tengamos una casa; y de esto nos informa la Santa Biblia, asegurándonos que la Tierra, o mejor dicho, la materia antedicha (puesto que todavía no había Tierra), estaba desnuda y vacía (Vers. 2). ¿Por qué estuvo ese Dios desde la eternidad, sin fabricar su Universo? Porque entre la materia creada no había ninguna luminosa, y por lo tanto, Dios estaba a oscuras, según nos lo afirma la Santa Escritura, diciéndonos que las tinieblas estaban sobre la haz del abismo (Vers. 2).
Acaso se dirá que Dios no necesita luz para nada; sí, pero es Dios, lo cual es una cosa muy diferente del Dios de las Sagradas Escrituras, porque éste necesita no sólo la luz, sino de otras muchas cosas que necesitamos los mortales como vamos a probarlo.
El espacio infinito, por el que viajamos en el capítulo anterior, está lleno de agua, según las Sagradas Escrituras, porque aquel dios era llevado sobre las aguas. Ésta es la traducción del Padre Scío; pero más natural seria decir entre las aguas, lo cual estaría más conforme con lo que luego veremos.
Resulta de aquí que el dios de la Biblia no debería tener forma de hombre ni de paloma, sino de pez. Este dios, en medio del agua y la oscuridad, reflexionaba diciendo: Necesito luz para trabajar, porque si no, puedo equivocarme; pero si empiezo por hacer el sol, se va a apagar en medio del agua. En esta dificultad se hallaba desde la eternidad, cuando se le ocurro la idea de hacer la luz antes de hacer el sol, y al efecto exclama: Sea hecha la luz. (Vers. 3.), y en el acto quedó iluminado aquel estanque inmenso.
Como, naturalmente, aquel dios nunca había visto la luz, quedó agradablemente sorprendido del buen resultado de su mandato, y de eso nos informan las Santas Escrituras, diciendo: Y vio Dios la luz que era buena (Vers. 4), que es precisamente lo mismo que nos parecería a nosotros si hubiésemos estado tanto tiempo a oscuras. Lo que no nos parece tan bien, es lo que a continuación se dice de que separó la luz de las tinieblas (Vers. 4.). De esto se deduce que entonces se podían mezclar la luz y las tinieblas, cosa que hoy sería imposible, porque, estará más o menos claro, o más o menos oscuro, pero estar claro y oscuro al mismo tiempo, que es lo que resultaría de esta mezcla de luz y oscuridad, podría suceder en aquellos tiempos en que las culebras y las burras hablaban, según nos lo dice la Escritura, pero hoy es más difícil.
Algunos doctores de la Iglesia aseguran con mucha gravedad que separar la luz de las tinieblas quiere decir separar el día de la noche, lo cual no es así, pues el texto dice, del modo más terminante, «que creó la luz, la separó de las tinieblas y después fue que llamó día». Para que los sabios doctores afirmasen la verdad, sería preciso que la Escritura dijese: creó la luz y la llamó día. La causa de esto es que Moisés era de los que creía n que había cuerpos que producían oscuridad, del mismo modo que otros producen luz; y que siendo la luz y las tinieblas dos cosas distintas, podían mezclarse como quien mezcla café con leche. De este mismo modo vemos a mucha gente imaginarse que el frío y el calor son dos cosas diferentes, siendo así que no existe el frío, sino más o menos calor.
Lo original es que, después de crear la luz y de tomarse el trabajo de separarla de las tinieblas, y a pesar de ver que era buena, la destruyó para formar la noche, o, como ha traducido el Reverendo Padre Scío, la tarde (Vers. 5) del primer día; porque, claro está que, si no hubiese anochecido, no se habría acabado el día, y la única manera de anochecer era destruyendo nuevamente la luz.
Doctor de la Iglesia ha habido que se ha vuelto loco tratando de explicar qué especie de luz era aquella que no venía ni del sol, ni de las estrellas, y qué especie de días y noches; porque evidente es que aquellos primeros días y noches no podían ser como los de ahora.
Otra cosa ocurre, y es que, no habiendo ni hombres, ni animales, ni plantas, ni nada que necesitase dormir, es claro que Dios hizo aquella primera noche para dormir él.
Resumen: El trabajo del primer día consistió en crear la luz, separarla de las tinieblas, ver que era buena y destruirla, quedándose aquel dios lo mismo que si no hubiera hecho nada.
Después de dormir tiempo suficiente. Dios creó por segunda vez la luz. Esto no nos dice la Escritura; pero tampoco se necesita, puesto que si no la hubiera creado de nuevo no habría aclarado, y por lo tanto no habría empezado el segundo día, durante el cual hizo el firmamento en medio de las aguas (Vers. 6), y dividió las aguas que estaban debajo del firmamento de aquellas que estaban sobre el firmamento (Vers. 7). De esto resulta que la traducción del padre Scío diciendo que su Dios iba sobre las aguas no es la verdadera; de lo contrario no nos habría metido a todos debajo del agua; pues, según las Sagradas Escrituras, lo que tenemos sobre nuestras cabezas no es el espacio sin fin, sino un firmamento bien firme y sólido que sostiene sobre sí una infinita cantidad de agua; y ahora comprendemos cómo era posible la manera como nos refiere el diluvio la Santa Escritura, que fue dejando correr las fuentes o grifos del cielo sobre la tierra, la cual, como era plana y estaba tapada con el firmamento, se fue llenando como quien llena una botella.
Con la confección de esta cueva hecha dentro del agua, se dio el Dios de Moisés por satisfecho y, apagando nuevamente la luz, dio por fin al día segundo.
Llegamos a la tercera creación de la luz, o sea el día tercero, durante cuyo transcurso el trabajo fue importante, consistiendo en separar, en el lodo que formaba el suelo de la cueva del mundo, el agua de la Tierra, formando los mares y continentes: además creó la hierba, los árboles y, en general, toda la vegetación, concluyendo con esto el día tercero.
No deja de ser notable que el dios de Moisés, que con tanta minuciosidad nos refiere la creación de las plantas y animales, olvidase por completo explicarnos cómo formó las montañas; porque, naturalmente, el suelo de aquella cueva, que era barro líquido, sería tan plano como un mar. Se dirá que Moisés ignoraba que las montañas son levantamientos de la costra terrestre por efecto de las fuerzas del fuego y los gases interiores; pero entonces, ¿en qué quedamos, es Dios, o es Moisés el que escribió la Biblia?
Por cuarta vez se levanta el Dios de las Santas Escrituras, y por cuarta vez crea la luz para ver lo que va a hacer. Natural parece que, a fuerza de encender y apagar la luz, habría ya adquirido la habilidad de crearla brillante del primer golpe, sin tener que clarificarla de las tinieblas, como le sucedió la primera vez; pero, sin embargo, con objeto sin duda de ahorrarse aquel trabajo, hizo dos grandes lumbreras (Vers. 16), una para alumbrar el día y otra para alumbrar la noche o, lo que es lo mismo, el Sol y la Luna.
A lo que parece, aquel Dios creía que la Luna era una lumbrera como el Sol, porque ninguna diferencia nos dice existiese entre uno y otra, resultando así la Luna con luz propia, si bien Dios se olvidó de decirnos por qué, si esto es así, crece y mengua, y cómo es que, si la hizo para alumbrarnos por la noche, no lo hace más que unas cuantas noches al mes. (Ya hemos visto que los habitantes de la Luna tienen mucho más derecho a creer que nuestra Tierra fue hecha para alumbrarles a ellos).
Pasemos al versículo 17, que dice: Y púsolas en el firmamento del cielo. Veamos si tal cosa es posible.
Según las Sagradas Escrituras, la Tierra es plana; démosle, pues, gusto a la Santa Biblia haciéndola plana, lo cual no se puede efectuar sino de este modo: tomemos la naranja de que nos hemos servido para otras demostraciones, cortémosla por la mitad, saquemos la carne de una de las mitades, no dejando más que la cáscara, que quedará de la misma forma que el solideo con que se tapan la coronilla vuestros sacerdotes; tomad esta media naranja hueca y ajustadla a la otra media, de modo que parezca otra naranja entera. Meted la naranja así preparada debajo del agua, y tendréis la representación exacta de lo que el Dios de Moisés nos dice ser el universo entero.
La parte hueca de la naranja es la cueva en medio de las aguas; la cáscara hueca, y que naturalmente resulta plana; representa la Tierra llana de la Santa Biblia.
Ya tenemos la imagen de la creación de las Escrituras; ahora se trata de colocar el Sol dentro del firmamento. Siendo el hueco de la bóveda del firmamento igual a media Tierra, del mismo modo que el hueco de la naranja es igual a media naranja, claro está que dentro del firmamento no cabría más que un Sol del tamaño de la mitad de la Tierra, y no sólo no habría sitio para la Luna, sino que aquel Sol llenaría el firma mento hasta el punto de aplastar y quemar todas las plantas que Dios había creado el día anterior. Pero esto no es lo peor, sino que el Sol no es del tamaño de la mitad de la Tierra, sino un millón doscientas mil y pico de veces mayor que la Tierra entera y, por consiguiente, más de dos millones de veces más grande que el hueco del firmamento. Querer, pues, colocarle dentro, sería lo mismo que si dentro de la media naranja hueca quisiéramos meter una casa.
Pues Moisés lo hizo, o por lo menos así nos lo dice en sus Santas Escrituras. Después de esto, el cuento del toro que se metió por el cañón de la escopeta, es una cosa muy natural.