3

—¿Dónde está? —le dije a Kendra.

—Sube al tejado —dijo ella—. Está a punto de amanecer.

Subimos al quinto piso. Últimamente no había estada mucho allí arriba. Ahora, con Lindy, recordé todos los días que había pasado allí solo, sentado en el sofá, y también el día que habíamos estado juntos. Era maravilloso cuando la vida te otorgaba una segunda oportunidad. Abrí la ventana y trepé al tejado. Desde arriba, saqué una mano y ayudé a subir a Lindy.

El tejado era plano, con una cornisa alrededor, de modo que se podía caminar por él. El sol asomaba por el horizonte. Nueva York al amanecer era uno de los lugares más hermosos del mundo. La gente siempre habla del skyline, pero no puede compararse a ver cómo los primeros rayos de sol se van filtrando entre los edificios, sobre todo cuando tienes cogida de la mano a la chica que amas.

Besé aquella mano.

—Mira. ¿No es la mañana más maravillosa de tu vida?

Pero Lindy no estaba contemplando el amanecer, ni tampoco me miraba a mí. Observaba algo situado al otro lado del tejado. Miré en esa dirección y lo comprendí.

Kendra. Era la primera vez que la veía desde el día del hechizo. Estaba resplandeciente, como lo había estado también aquel día. Su pelo se agitaba con tonos púrpura, verdes y negros. E iba vestida completamente de negro. Tras ella, una bandada de cuervos estaban posados en una de las cornisas. El sol de la mañana los teñía con destellos negros, verdes y púrpuras.

—Kyle, estás genial.

—Adrian. Prefiero que me llames Adrian.

—De hecho, yo también lo prefiero. Te pega más. —Se acercó a Lindy. O, más bien, flotó hasta ella. Parecía que estaba volando—. Y Lindy. No nos han presentado. Me llamo Kendra.

—Kendra, la…

Durante la noche, mientras esperábamos en la comisaría de policía, le había contado a Lindy todos los detalles relativos a Kendra.

—Puedes decirlo —dijo Kendra—. La bruja. Sé lo que soy. Puede que ciertas personas me consideren una bruja malvada. Soy la responsable del hechizo de Adrian.

—¿Y estás orgullosa de ello?

—Un poco. Ahora es mejor persona que cuando empezamos.

Lindy no estaba muy segura, pero yo asentí. Sabía que era verdad.

—Sin embargo, debo admitir que mis anteriores hechizos no fueron tan afortunados. De joven solía ser un poco impulsiva. Convierte a alguien en una rana y después pregunta. Las otras brujas dieron conmigo y me dijeron que si seguía usando mis poderes con tanta frecuencia, atraería la atención sobre la brujería y provocaría una nueva caza de brujas tan letal como la de Salem. Como castigo, me enviaron a Nueva York para trabajar como sirvienta. Me recomendaron no volver a utilizar mis poderes.

—Pero lo hiciste —supuse.

Kendra asintió.

—Lo hice porque trabajaba en casa de un adolescente tan horrible e insensible que pensé que debía darle una lección. Y le lancé un hechizo.

—Ya, gracias.

A mi lado, Lindy me apretó la mano.

—Las otras brujas estaban consternadas. Había lanzado un hechizo, uno de los grandes, uno que podía terminar, pongamos, con una bestia suelta recorriendo el metro de Nueva York. Pero lo que más les preocupaba es que hubiera elegido como víctima al hijo de un famoso presentador de televisión.

—Sí, eso no estuvo bien.

Kendra alzó los ojos.

—Así que me obligaron a quedarme a su lado, como la sirvienta de aquella misma familia.

—¿Magda? —Entonces lo entendí—. ¿Entonces Magda no es real?

—Claro que lo es. —Con un gesto de su mano, Kendra se transformó. En Magda—. Ella es yo, yo soy ella.

—Guau —dije—. Esto es… pensaba que tú… es decir, Magda era mi amiga.

—Lo soy, cariño —dijo Kendra, o Magda—. Me preocupé por ti desde el primer día y quería que fueses feliz. Me di cuenta de que estabas muy triste y de que eso no te dejaba reconocer la auténtica belleza. Por eso hice lo que hice.

—¿Y Will? ¿También es una bruja?

Magda negó con la cabeza.

—No. Conocía a Will y sabía que se portaría bien contigo y te enseñaría lo que debías aprender. Y yo, una simple sirvienta, le sugerí a tu padre que contratara a un estudiante ciego para que fuera tu tutor. Will necesitaba trabajo y ahora, gracias a tu deseo desinteresado, ha recuperado la visión.

—Pero ese deseo tenía una segunda parte. También deseé que tú… Magda se reuniera con su familia.

—Y así fue, ayer a medianoche.

—No lo entiendo.

—Te deseo mucha suerte, Adrian. —Apoyó las manos en mi hombro y en el de Lindy, y sentí una descarga eléctrica, como cuando colocas accidentalmente el dedo entre el enchufe y la toma de corriente. Me pregunté si estaría lanzándonos otro hechizo. Miré a Lindy para comprobar que no estuviera transformándose en una hiena o algo así, pero parecía estar bien.

—¿Suerte? —dije.

—No es que la necesites. Os merecéis el amor mucho más que la mayoría de parejas de vuestra edad. Al contrario que ellos, os conocéis muy bien y sois sinceros el uno con el otro. Cuando dejaste que Lindy se marchara y volviera junto a su padre, supe que acabaría funcionando.

—Pues ojalá me hubieras dicho algo.

Kendra ignoró aquel comentario.

—Y ahora, gracias al deseo que hiciste en nombre de Magda, he conseguido reunirme con mi familia.

—¿A qué te refieres?

—No podemos seguir hablando. Me esperan.

Agitó el brazo y desapareció. O, por lo menos, eso me pareció. Sin embargo, Lindy señaló hacia abajo y vi que un cuervo ocupaba el lugar donde Magda había estado segundos antes. Era un cuervo espléndido, esbelto y lustroso, con unas alas negras que el sol de la mañana teñía de verde y púrpura. Dio un saltito y se unió al resto de la bandada. Se elevaron por encima de nuestras cabezas y, como si fueran uno, se dirigieron hacia el este, hacia el sol.

—Guau —dijo Lindy cuando se perdieron de vista—. Lástima.

—¿El qué?

—Estaba esperando, educadamente, que dejara de hablar. Pero si hubiese sabido que la señora iba a transfigurarse en un cuervo, la habría interrumpido para hacerle una petición.

—¿Qué tipo de petición?

—Bueno, me siento muy feliz de estar contigo. Pero me gustabas cómo eras antes. Pensaba que Kyle Kingsbury era muy guapo y todo eso, pero de quien me enamoré fue de Adrian. No te veía cómo un monstruo, al menos después de cierto tiempo. Te consideraba único. Especial. Creo que empecé a amarte casi desde el principio. Lo que pasa es que aún no lo sabía.

—¿Quieres que sea una bestia? —dije.

Lindy se encogió de hombros.

—Supongo que no sería muy práctico, ¿no? Quiero decir que es más fácil ir al cine y a sitios así si tu novio no es… mmm, noticia.

—También es más fácil solicitar una plaza en una universidad.

—Tienes razón.

—Entonces, ¿cuál es el problema? —dije—. Soy la misma persona. El aspecto físico es secundario.

—Supongo que sí. Pero estaba pensando que, ya que era una bruja, tal vez podría cambiarte un par de cosas.

—¿Como qué?

—Bueno, eres alto, rubio, perfecto.

—No sé a qué te refieres.

—Si preguntáramos a diez chicas superficiales de la escuela, las diez dirían que eres perfecto.

Pensé en Sloane.

—De acuerdo, digamos, por el mero placer de discutir, que soy perfecto. ¿Qué problema hay?

—Por eso quería algunos cambios.

—¿Por ejemplo? Has dicho que soy perfecto.

—No sé. La nariz un poco torcida, o una verruga. Nueve kilos de más en el estómago o un grano en la frente.

—Ya veo. —Le cogí la mano—. ¿Y por qué querrías eso?

—Porque eres perfecto. Y yo soy… bueno, no lo soy. Normalmente, los chicos que parecen perfectos no salen con chicas, ya sabes, normales. Puede que Adrian King me amara, pero ¿Kyle Kingsbury se quedará para siempre o buscará algo mejor?

—¿Mejor? —Pasé de cogerle la mano a abrazarla—. Lindy, me amabas cuando ni siquiera era humano. Me besaste cuando no tenía labios. Viste lo que había en mi interior cuando ni siquiera yo estaba seguro de nada. Créeme, no podría encontrar algo mejor. Creo que eres perfecta.

—Oh, si tú lo dices. —Pero estaba sonriendo.

—Lo creo. Tendré el aspecto que quieras, pero ¿crees que esto le ocurre a todo el mundo? ¿Transformarse en una bestia y romper el hechizo porque se consigue encontrar el amor verdadero? La mayoría de la gente ni siquiera creería que es posible, pero a nosotros nos ha ocurrido. Magia. Durante el resto de nuestras vidas iremos a la universidad, conseguiremos un trabajo, desayunaremos todas las mañanas y veremos la televisión, pero sabremos que, pese a no poder verla, la magia existe en este mundo. Acéptalo, eso es el amor verdadero, como en los cuentos de hadas: y vivieron felices para siempre.

Volví a besarla y ella me devolvió el beso. Nos quedamos en el tejado, besándonos, hasta que el sol salió completamente y los sonidos de la mañana inundaron la ciudad.

Entonces bajamos a la cocina y preparamos el desayuno.