Un minuto después, cuando salimos del edificio, vimos que los coches de policía tenían la zona acordonada. Numerosos curiosos y periodistas de todas las cadenas de televisión, incluida la de mi padre, intentaban averiguar qué había ocurrido. Y el tipo que había retenido a Lindy, el camello, estaba hablando con ellos.
—¡Es él! —gritó el tipo cuando nos vio—. La bestia que me ha atacado.
Un rumor recorrió la multitud cuando la gente reparó en nuestra presencia, pero no tardó en extinguirse al ver que no había ninguna bestia.
—¿Esa es la bestia? —exclamó una periodista de la cadena de mi padre.
—Antes era distinto. Tenía colmillos y garras y… pelo por todo el cuerpo.
La periodista se dirigió a Lindy con la esperanza de rescatar su historia.
—¿Ha visto una bestia, señorita?
—Por supuesto que no. —Lindy me miró y me tocó el pelo—. No he visto a ninguna bestia. Pero ese hombre… —añadió dirigiéndose al camello—… me atacó. Si no hubiera sido por este chico, probablemente estaría muerta.
—Ya se lo he dicho —gritó el camello—. Es una bestia. Ha utilizado su magia para transformarse.
—Magia. —La risa de Lindy me pareció algo forzada, falsa. La multitud también empezó a reír—. La magia y las bestias solo existen en los cuentos de hadas, o en las alucinaciones provocadas por las drogas. Sin embargo, los héroes y los villanos son muy reales.
La reportera me puso el micro frente a la cara.
—¿Ha visto a la bestia?
—No. No he visto ninguna bestia. —Cogí el micro de su mano de forma autoritaria, como hubiera hecho mi padre—. Pero si la bestia existe, tal vez no sea más que un chico normal y corriente con un problema cutáneo o algo parecido. Tal vez solo necesite un poco de comprensión. Tal vez juzgamos a las personas por su aspecto porque es mucho más fácil que descubrir lo que realmente importa.
La periodista recuperó su micrófono.
—Eso ha sido un poco ñoño. —Se alejó de mí y se dirigió a la cámara—. Ninguna pista en el misterioso caso del desconocido con aspecto de bestia que esta noche ha sembrado el pánico en el metro de Brooklyn.
La multitud empezó a dispersarse. Un oficial de policía inmovilizó al camello.
—No tan rápido, amigo. He comprobado tu ficha. Parece ser que tienes una orden de busca y captura… y hemos encontrado el arma de que hablaba la chica. —Se dirigió a Lindy y a mí—. ¿Os importaría venir a comisaría para hacer una declaración sobre lo que ha ocurrido esta noche?
—En absoluto, oficial —dije mientras pensaba en lo mucho que le gustaría a mi padre todo aquello, por no mencionar lo furioso que estaría por la historia de la «Bestia en el metro», especialmente cuando viera la noticia en su propia emisora. Seguramente, ya estaría esperándome en el salón de mi casa.
—Iré adonde quiera —dijo Lindy—, siempre y cuando él venga conmigo.
El oficial puso cara de circunstancias.
—Dos jóvenes enamorados. Perfecto.
Debió de decir algo más, pero no le oí. Estábamos ocupados, besándonos.