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Volvía a estar conectado a MySpace.

—Muéstrame a Angelbaby1023 —le dije al espejo.

En lugar de eso, me mostró el rostro de Kendra.

—No funcionará, lo sabes, ¿verdad?

—¿Qué haces aquí?

—Mitigar tus desilusiones. No funcionará, no encontrarás a nadie por Internet. Y mucho menos el amor verdadero. No funcionará.

—¿Y por qué no? Es decir, seguro que la mayoría no valen la pena, pero no puede ser que…

—No puedes enamorarte de un ordenador. Eso no es amor verdadero.

—La gente se conoce por Internet cada día. Incluso se casan.

—Una cosa es conocer a alguien por Internet, después conocerla en persona y enamorarse de ella. Y otra muy distinta es llevar una relación exclusivamente por Internet, convencerte a ti mismo de que te has enamorado de alguien que vive a treinta estados más allá…

—¿Qué diferencia hay? Según tú, el aspecto no es importante. Desde luego, en Internet no tiene importancia. Todo es una cuestión de personalidad. —Entonces comprendí cuál era su problema—. Estás cabreada porque he descubierto un modo de revertir la maldición, un modo de conocer a alguien sin que se vuelva loca por lo que has hecho conmigo.

—No es eso. Te lancé el hechizo para darte una lección. Si la aprendes, perfecto. No estoy esperando que la cagues, solo intento ayudarte. Pero esto no funcionará.

—Pero ¿por qué no?

—Porque no puedes enamorarte de alguien que no conoces. Tu perfil está lleno de mentiras.

—Has leído mi correo. Eso no va contra la ley…

—Me encanta salir e ir de fiesta con mis amigos…

—¡Déjalo ya!

—Mi padre y yo estamos muy unidos…

—¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate! —Me tapé las orejas, pero sus palabras seguían martirizándome. Tenía ganas de romper el espejo, el monitor, todo, pero solo porque sabía que tenía razón. Solo quería encontrar a alguien que me amara, alguien que pudiera romper el hechizo. Pero todo era inútil. Si no podía conocer a alguien por Internet, ¿cómo la iba a conocer?

—¿Lo entiendes, Kyle? —La voz amortiguada de Kendra penetró en mis pensamientos.

Aparté la mirada; me negué a contestarle. Tenía la garganta tensa y no quería que se diera cuenta.

—¿Kyle?

—Lo pillo —dije con un gruñido—. Ahora, por favor, ¿podrías dejarme solo?