Papá se marchó con la promesa de regresar a la hora de la comida. Debía realizar ciertas indagaciones. Pero el reloj dio la una. Las dos. Magda salió a comprar y aprendí que es casi imposible comer cereales si tienes zarpas en lugar de manos. De hecho, es difícil comer cualquier cosa. Me comí un paquete entero de jamón Boar’s Head. ¿En los próximos días empezaría a alimentarme de carne cruda?
A las dos y media comprendí que papá no regresaría. ¿Estaba haciendo algo para ayudarme? ¿Qué diría? ¿«Oye, sabes que mi hijo se ha transformado en una bestia de cuento de hadas»?
A las tres había elaborado un plan para cubrirme las espaldas. Por desgracia, necesitaba la colaboración de Sloane. La llamé al móvil.
—¿Por qué no me has llamado? —¿Debo añadir que lloriqueó?
—Te estoy llamando ahora.
—Pero tenías que llamarme antes, el fin de semana.
Controlé mi enojo. Debía ser amable con ella. Era mi mejor baza. Siempre decía que me quería. Así que si me besaba, todo aquello podría solucionarse antes de que papá consultara al primer cirujano plástico. Me di cuenta de que era una locura creer que un beso me transformaría; era como creer en la magia. Pero ¿cómo no iba a creer en la magia?
—Cariño, lo siento. No me encontraba muy bien. De hecho, creo que el viernes cogí algo. Por eso estaba de tan mal humor. —Tosí unas cuantas veces.
—Y tanto que lo estabas.
Aquel comentario me sentó como un tiro, pero logré decir:
—Lo sé. Me comporté como un idiota. Lo estropeé todo, ¿verdad? —Tomé aire y dije lo que ella esperaba que dijera—: Y el viernes estabas tan hermosa. Dios, eras la chica más hermosa que he visto en mi vida.
Una risita.
—Gracias, Kyle.
—Todo el mundo se moría de envidia al verme a tu lado. Fui tan afortunado.
—Sí, yo también. Escucha, estoy en el SoHo, de compras con Amber y Heywood. Pero dentro de un rato puedo ir. Tu padre no está en casa, ¿verdad?
Sonreí.
—No. Pégate el teléfono a la oreja. Quiero decirte algo, pero no quiero que lo oigan Amber y Heywood.
Volvió a reír.
—De acuerdo. ¿Qué es?
—Te quiero, Sloane —dije en un susurro—. Te quiero tanto…
—Yo también te quiero —dijo ella entre risas—. Nunca lo habías dicho antes que yo.
—No me has dejado acabar. Te quiero tanto que te querría incluso si no fueras tan guapa.
—¿Cómo?
—Es verdad. Te querría incluso si fueras fea. —Oí a Magda al otro lado de la puerta. Bajé la voz para que no me oyera—. ¿No me querrías si fuera feo?
Otra risita.
—Nunca podrías ser feo, Kyle.
—Pero si lo fuera. Si tuviera, digamos, un grano enorme en la nariz, ¿me seguirías queriendo?
—¿En la nariz? ¿Tienes un grano en la nariz?
—Es solo una pregunta retórica. ¿Me seguirías queriendo?
—Claro. Esto es muy extraño, Kyle. Estás muy extraño. Tengo que colgar.
—Pero ¿vendrás cuando acabes?
—Claro. Sí. Tengo que colgar, Kyle.
—De acuerdo. Hasta luego.
Y antes de que colgara, oí cómo reía y le decía a sus amigas:
—Ha dicho que me quiere.
Todo saldría bien.
Dieron las seis. Le había dicho a Magda, a través de la puerta, que si Sloane venía, la enviara a mi habitación. Estaba sentado en la cama, las cortinas corridas, la luz apagada excepto la lámpara de la mesa. Esperando. Con un poco de suerte, puede que Sloane no reparara en mi aspecto en aquella oscuridad. Para cubrirme mejor, llevaba puestos unos viejos pantalones de papá, más grandes que los míos, y una camisa de manga larga. Lo único que necesitaba era un beso. Amor y un beso, había dicho la bruja. Después de eso, todo volvería a ser normal. Recuperaría mi hermoso aspecto anterior y aquel chiste cósmico se habría acabado.
Por fin, alguien llamó a la puerta.
—Adelante —dije.
Sloane apareció en el umbral. Había trabajado sin descanso para recoger los cristales rotos y el papel. Encontré los dos pétalos y los guardé en el tocador para que no se perdieran.
—¿Por qué está tan oscuro? —dijo ella—. ¿Qué ocurre? ¿No quieres que te vea el grano?
—Quería una atmósfera romántica. —Di un golpecito al colchón e intenté que mi voz sonara calmada—. Quería compensar lo del viernes. Te quiero mucho, Sloane. No quiero perderte.
—Disculpas aceptadas. —Una risita.
—Genial. —Volví a dar un golpecito al espacio que quedaba a mi lado para invitarla a que se sentara—. Podríamos abrazarnos… o algo así. Mi padre está en la televisión, así que no llegará hasta más tarde. —Finalmente se sentó en la cama y yo la envolví con mis brazos cubiertos por la camisa, acercándola más a mí.
—Oh, Kyle. Me encanta que me abraces. —Sus manos recorrieron la parte inferior de la camisa y…
No. De nuevo se encaminaba a la entrepierna. El pelo sería la revelación definitiva. Lo único que necesitaba era un beso rápido antes de que se diera cuenta.
—Besémonos un rato.
—Mmm, de acuerdo, pero solo un rato.
Y la besé en la boca. Esperaba sentir algo, como cuando me había transformado. Pero no sentí nada.
—Auu, Kyle. Estás muy peludo. Tienes que afeitarte.
Me separé de ella, intentando colocarme entre ella y la ventana.
—Sí, es que hoy no me he afeitado. Ya te he dicho que he estado enfermo.
—Bueno, ¿te has duchado al menos? Porque no harás nada conmigo si no te has duchado.
—Por supuesto que me he duchado.
—Deja que encienda la luz. Quiero verte. —Y alargó la mano en dirección a la lámpara.
Y se hizo la luz.
Entonces oí el grito.
—¿Quién eres? ¿Qué eres? —Empezó a golpearme. Me cubrí. Tenía miedo de hacerle daño con mis zarpas—. ¡Aléjate de mí!
—¡Sloane! Soy yo, Kyle.
Continuó golpeándome. Sloane había hecho kárate, y se lo había tomado muy en serio. Me estaba haciendo daño.
—¡Sloane, por favor! ¡Sé que parece una locura, pero tienes que creerme! Aquella chica gótica… en realidad era una bruja.
Sloane se detuvo y me miró fijamente.
—¿Una bruja? ¿Crees que soy idiota? ¿Esperas que crea que había una bruja?
—¡Mírame! ¿Qué otra explicación podría haber?
Sloane alargó una mano, como si tuviera la intención de tocar mi rostro peludo, pero finalmente la encogió y la apartó.
—Tengo que salir de aquí. —Y se dirigió hacia la puerta.
—Sloane… —Fui tras ella y me interpuse en su camino.
—¡Sal de ahí! ¡No sé qué te ocurre pero sal de ahí, monstruo!
—Por favor, Sloane. Tú puedes arreglar esto. Ella me dijo que seguiría así hasta que alguien me amara y me besara para demostrarlo. Debemos intentarlo de nuevo.
—¿Quieres que te bese? ¿Así?
Aquello no iba bien. Tal vez sería mejor si le contaba la verdad. Tal vez debía saber que estaba besando a una bestia.
—Bésame y volveré a ser normal. —Me di cuenta de que estaba temblando, como te ocurre cuando estás a punto de llorar. Era patético—. Dijiste que me querías.
—¡Eso era cuando estabas bueno! —Intentó marcharse pero volví a impedírselo—. ¿Qué te ha ocurrido realmente?
—Ya te lo he dicho, fue una…
—¡No vuelvas a decir eso! ¡Cómo si creyera en hechizos y esas cosas!
—Soy el mismo, por dentro, y si me besas, todo volverá a ser como antes. Gobernaremos la escuela. Por favor, solo un beso más.
Parecía estar a punto de hacerlo. Se inclinó hacia mí, pero cuando me dispuse a besarla, se coló por debajo de mi brazo y salió corriendo de la habitación.
—¡Sloane! ¡Vuelve! —La perseguí por el apartamento, sin pensar en que Magda podía verme—. ¡Por favor! Te quiero, Sloane.
—¡Aléjate de mí! —dijo mientras abría la puerta—. Llámame si te recuperas de lo que sea que tienes. —Y siguió corriendo por el vestíbulo de entrada.
Corrí hacia la puerta.
—¿Sloane?
—¿Qué? —Estaba presionando una y otra vez el botón del ascensor, intentando que llegara cuanto antes.
—No se lo digas a nadie, ¿vale?
—Oh, créeme, Kyle, no se lo diría ni a mi mejor amiga. Creerían que estoy loca. Debo de estar loca. —Volvió a mirarme y se encogió de hombros.
Llegó el ascensor y Sloane desapareció en su interior. Regresé a mi habitación y me tumbé en la cama. Aún podía oler su aroma, y no era agradable. No quería a Sloane, así que no era ninguna sorpresa que ella tampoco me quisiera a mí. Por eso no debió de funcionar el beso. La bruja lo había dejado muy claro: debía estar enamorado.
Nunca había amado a nadie, ni siquiera cuando era normal. Nadie había querido nunca estar conmigo, solo lo hacían por quién era, por las cosas que tenía y por lo bien que se me daban las fiestas. Tampoco me importaba mucho. Solo quería lo mismo que querían las chicas: pasármelo bien. Ya habría tiempo para el resto de cosas más tarde.
Sin embargo, ¿qué probabilidades tenía de encontrar a alguien que me amara de verdad? Aunque probablemente lo más difícil sería corresponder a ese amor.