No llevaba ni dos minutos en casa cuando Sloane Hagen, la típica chica bronceada, con Blackberry, bebedora de Evian, rubia de bote, con un piercing en el ombligo, un padre director ejecutivo y mi auténtica cita para el baile, me llamó al móvil. Descolgué sin contestar. Volvió a llamar. Y otra vez. Finalmente, me rendí.
—¡Una gótica le está diciendo a todo el mundo que es tu cita para el baile! —berreó.
Tranquilo. Ya lo esperabas.
—¿Te parece lógico que le pida una cita a una perdedora?
—Entonces ¿por qué se lo cuenta a todo el mundo?
—No puedo controlar lo que dicen de mí todos los friquis perturbados.
—Entonces ¿no se lo pediste?
—¿Te has metido algo? ¿Por qué tendría que pedírselo a una cualquiera cuando voy a ir con la chica más guapa de la escuela? —Utilicé mi voz especial «solo para Sloane»—. Somos la pareja perfecta, nena.
Ella soltó una risita.
—Justo lo que pensaba. Le diré a todo el mundo que es un malentendido.
—No, no lo hagas.
—¿Por qué no? —Volvía a mostrarse suspicaz.
—Bueno, es un poco extraño, ¿no crees? Una perdedora diciéndole a todo el mundo que asistirá al baile más importante del año con tu cita.
—Supongo que sí.
—Imagínatelo. Ella les dice a todos que soy su cita. Tal vez incluso se lo crea y se compre un vestido bonito. Entonces aparezco en el baile contigo del brazo. Es un clásico.
—Te quiero, Kyle —dijo Sloane entre risitas—. Eres tan malo.
—Un genio malo, querrás decir. —Me reí con la risa de los villanos de los dibujos animados—. Bueno ¿qué opinas?
—Cuando tienes razón, tienes razón. Es un clásico.
—Exacto. Solo tienes que hacer una cosa para que ocurra: mantener la boca cerrada.
—Claro. Pero ¿Kyle?
—¿Sí?
—Nunca intentes hacer algo así conmigo. No soy tan estúpida, me daría cuenta.
Aunque no estaba muy seguro de aquello, le dije:
—Nunca, Sloane —obediente como un labrador.
—Ah, ¿Kyle?
—Sí, ¿qué ocurre?
—Mi vestido es negro y con muy poca tela.
—Mmm. Suena prometedor.
—Lo es. Así que quiero una orquídea para que haga juego. Una morada.
—Claro —dije, pensando que aquello era lo mejor de Sloane. En realidad, de la mayoría de la gente que conocía. Si conseguían lo que querían de ti, estaban dispuestos a darte lo que quisieras.
Tras colgar, busqué a la tal Kendra en el directorio de la escuela. En realidad no confiaba en que Sloane no le dijera nada a Kendra, de modo que pensé en llamarla para evitar ciertos riesgos innecesarios.
No obstante, cuando comprobé el directorio por la letra H, no encontré a ninguna Kendra Hilferty. Repasé todos los nombres del volumen, de la A a la Z, dos veces, pero tuve la misma suerte. Intenté recordar si estaba en la escuela desde el principio de curso, pero me di por vencido. Una chica como ella nunca aparecería en mi radar.
Sobre las nueve, mientras veía la nueva paliza a la que estaban sometiendo a los Yankees, oí las llaves de mi padre en la cerradura. Aquello era muy extraño. Casi todas las noches papá no llegaba a casa hasta que yo ya estaba en la cama. Podría haber ido a mi habitación a ver el partido, pero la pantalla de plasma estaba en el salón. Además, me apetecía contarle a papá lo del baile. No es que fuera nada del otro mundo, pero al menos era el tipo de cosa con la que conseguiría atraer su atención.
—¿Sabes qué? —le dije.
—¿Qué? Lo siento, Aaron, no te he oído. Alguien intentaba decirme algo. —Agitó una mano para que guardara silencio mientras me dirigía una mirada que significaba «¡Cállate!». Estaba hablando por el Bluetooth. Siempre he pensado que la gente parece estúpida cuando hace eso, como si hablaran solos. Entró en la cocina y siguió hablando. Pensé en subir el volumen del televisor, pero sabía que se pondría furioso. Papá solía decir que tener la televisión encendida cuando se habla por teléfono es de clase baja. El problema era que siempre estaba al teléfono.
Finalmente, colgó. Le oí husmear en el Refrigerador (que es como siempre se refería a la nevera), en busca de la cena que le había dejado la asistenta. Entonces oí cómo abría y cerraba el microondas. Sabía que no tardaría en aparecer; disponía exactamente de tres minutos para mí.
Como un reloj.
—¿Qué tal la escuela?
Muy divertido. Trey y yo hemos acabado de instalar los cables para detonar las bombas mañana. Solo nos queda averiguar cómo conseguir unos cuantos rifles automáticos sin que lo descubras. No tendría que costamos mucho ya que casi nunca estás en casa. Ayer te robé la tarjeta de crédito. Pensé que no te importaría. O que no te darías cuenta.
—Genial. Ya nos han dado la lista de finalistas para el baile de fin de curso y yo soy uno de ellos. La gente dice que lo más probable es que gane.
—Eso es fantástico, Kyle. —Volvió a mirar el teléfono móvil.
Me pregunté si, de haber dicho lo otro, su comentario también habría sido: «Eso es fantástico, Kyle».
Probé con lo que normalmente atraía su atención.
—¿Sabes algo de mamá?
Mamá se marchó de casa cuando yo tenía once años porque, como ella misma dijo, «tiene que haber algo más ahí fuera». Acabó casándose con un cirujano plástico y mudándose a Miami, así que puede tostarse al sol todo lo desea sin preocuparse por hacerse vieja. O llamarme.
—¿Qué? Ah, seguramente está tumbada en alguna playa. —Miró hacia la cocina, como si quisiera meterle prisa al microondas—. Hoy han despedido a Jessica Silver. —Jessica era la otra presentadora de las noticias, de modo que la conversación regresaba a su tema favorito: él.
—¿Por qué? —dije.
—Según la versión oficial, cometió un desliz al informar sobre el caso Kramer.
No tenía ni idea de qué era el caso Kramer.
—… Pero entre tú y yo —continuó papá—, si hubiese perdido los nueve kilos que engordó durante el embarazo, o mejor aún, si no se hubiera quedado embarazada, no habría perdido el trabajo.
Aquello me hizo pensar en lo que había dicho Kendra. Pero ¿y qué? La gente prefería mirar a alguien atractivo en lugar de a alguien feo. Era la naturaleza humana. ¿Qué había de malo en ello?
—Es una estúpida integral —reconocí. Papá volvió a mirar en dirección a la cocina, de modo que añadí—: A los Yankees les están dando otra paliza.
El microondas emitió un pitido.
—¿Cómo? —dijo papá. Se concentró en el televisor durante aproximadamente una décima de segundo—. Oh, tengo muchas cosas que hacer, Kyle.
Entonces se llevó el plato a su dormitorio y cerró la puerta.