Me siento agradecida hacia tantas personas que casi no sé por dónde empezar. El orden, cualquiera que sea, parecerá desacertado.
He tenido la gran suerte de contar con unos agentes literarios asombrosos. Elisabeth Weed, tú fuiste mi primera opción desde el principio y aún no me creo la suerte que he tenido de contar contigo en mi equipo. La agente de derechos internacionales, Jenny Meyer, es pura magia. Sin sus ayudantes, Stephanie Sun y Shane King, que se encargan de que se firmen, se archiven y se envíen las cosas importantes, estaríamos todos perdidos. Creo que a la agente cinematográfica Jody Hotchkiss le enloquece el cine tanto como a mí, y eso es bueno. Gracias a todos por enamoraros de esta novela.
Las editoras Hilary Rubin Teeman, de St. Martin’s Press, y Jenny Geras, de Pan Macmillan, son todo sabiduría aunque con la dosis justa de misericordia. Gracias a vuestro maravilloso trabajo en equipo esta novela es más profunda, más amplia, más larga y más auténtica. Vuestro entusiasmo, y el de todo el equipo de St. Martin’s y Pan Macmillan, es un sueño hecho realidad. A mis editores y editoriales de otros países debo deciros que me siento emocionada, honrada y agradecida de tener tantos lectores por todo el mundo.
Kim Bullock, Pamela Hammonds, Elizabeth Lynd, Joan Mora y Susan Poulos, ¿qué haría yo sin vosotras? Os habéis convertido en más que mi grupo de crítica y mis compañeras de blog en What Women Write. Sois mis amigas, mis confidentes y mi brújula narrativa. Esta novela sería un libro distinto sin vosotras.
Otras personas han sido fundamentales en la lectura de las primeras versiones, con sus sabios consejos o su empujón inicial: Carleen Brice, Diane Chamberlain, Gail Clark, Margaret Dilloway, Helen Dowdell, Heather Hood, Sarah Jio, Beverly McCaslin, Garry Oliver, Jerrie Oliver, Judy Oliver, Tom Oliver y Emilie Pickop. Gracias a todos.
Gracias también a Book Pregnant, inestimable grupo de autores noveles, por ayudarme a distinguir lo que debía preocuparme de lo que debía desechar. Me honra compartir con todos vosotros los gozos y las vicisitudes de engendrar un libro.
No deja de asombrarme la generosidad de la multitud de escritores que se han cruzado en mi camino como autora, entre los que se encuentran los miembros de Backspace, The Seven Sisters, Barbara Samuel-O’Neal, Margie Lawson y los inquilinos del retiro de Mount Hood, que me presentaron no solo a ese grupo sino también a mi agente.
Quiero dar las gracias de un modo especial a una serie de amigos no escritores por su aliento y sus ánimos durante todo el viaje. Que todos lleguemos algún día a ese puerto de paz perpetua que ansiamos, pero, entretanto, como sugiere el cantautor David Wilcox, dejaremos que la ola nos defina. Y, a propósito de David Wilcox, gracias por la sabiduría de Rule Number One.
Sin la familia, ya sea consanguínea, política u honoraria, nada de esto habría sido posible. Mis padres, mis hermanos y mi familia política jamás dudaron de que algún día lograría hacer esto que tanto me gusta; así es como vivimos en esta familia. Gail y Jay Clark me han querido y apoyado más que nadie en mi vida que no sea de mi sangre. No habría podido sobrevivir sin vosotros, de verdad. Mis hijos me han enseñado lo que es el amor verdadero desde el instante en que cada uno de ellos llegó a mi vida. Heather, Ryan, Emilie y Kristen, vuestros corazones vienen conmigo a donde quiera que vaya. Y mi marido, Todd, mi mejor amigo y un auténtico caballero de brillante armadura, con su apoyo constante e inquebrantable, ha hecho posible que redescubra mis pasiones y me centre en ellas. ¿Cómo podré agradecerte algún día que aceptaras, hace ya años y con gusto, este torbellino de familia como caída del cielo?
Fannie Elizabeth Hayes, gracias por ayudarme a crear a Dorrie compartiendo conmigo, durante más de diez años, tu valor, tu compasión y tu horrible sentido del humor. Que todos tus sueños, inmensos y únicos, se hagan realidad.
A ti, abuela, Velma Gertrude Brown Oliver, aunque ya llevas puesto tu vestido de fiesta y quizá no me oigas con los cánticos, gracias por permitirme vislumbrar una historia que me atrapó el corazón y nunca quiso soltármelo. Y gracias a ti, papá, por contármela.
Por último, una nota a mis lectores. Gracias por leer De vuelta a casa. Cualquier error de datos o escenarios históricos es mío y solo mío. Confío en que toméis esta novela por lo que es: una historia que he imaginado sobre cosas que son ciertas. Si vivís por las zonas que recorren Dorrie e Isabelle, sabréis mejor que yo lo mucho que han cambiado las cosas y lo mucho que aún deben cambiar. Que ocurra solo depende de vosotros.