022: Gambito

Última hora de la mañana. Un intento de recuperar el… control. La vieja sala de reuniones cuyas deficiencias había acabado pasando por alto. Estaba esperando la llamada de su madre para que le informase sobre la casa de la directora, aunque tendrían que pasar varias horas antes de que hubiese algo de que informar.

Le había dicho a Grace que estaba a punto de entrevistarse con la bióloga y que en esa ocasión quería que ella estuviese presente, en la sala. Unos minutos más tarde, Grace entró sin asomarse al quicio de la puerta, como temiendo que él fuese a lanzarle una granada. Llevaba un vestido floreado de color amarillo y un cinturón negro, como si fueran sus mejores galas de domingo. Control sospechó al instante.

—¿Dónde está la bióloga? —preguntó Grace con tono cómplice.

Control estaba solo. Como única respuesta usó el pie para apartar de la mesa la silla que tenía delante y fingió estar ocupado leyendo unas notas.

—Lo siento —dijo—, la bióloga se acaba de ir. Pero me ha contado cosas muy interesantes. ¿Quieres saber, por ejemplo, qué me ha dicho de ti?

Control creía que Grace lo interpretaría como una trampa e intentaría marcharse; que tendría que convencerla de que se quedase. Sin embargo, no se movió de la silla y siguió escrutándolo.

—Antes de empezar, creo que deberías saber que los dispositivos de grabación están parados. Esto quedará entre nosotros dos.

Grace se cruzó de brazos.

—Me parece bien. Continúa.

Eso le pilló desprevenido, pues creía que ella iba a querer comprobarlo para asegurarse de que no le estaba mintiendo, aunque era posible que lo hubiese comprobado ya antes de entrar en la sala. Según los consejos del abuelo Jack, para un trabajo como aquel se necesitaba «un compinche, siempre». Pues bien, él no lo tenía, pero decidió seguir adelante igualmente.

—Iré al grano: antes de la última undécima expedición, la directora cruzó la frontera en secreto y en solitario. ¿Lo sabías antes de que lo hiciese? ¿Le proporcionaste ayuda material? ¿Participaste en la toma de decisiones de mando y control? De hecho, ¿te aseguraste de alguna manera de que pudiera volver del otro lado? Porque eso es lo que la bióloga dice que le contó la directora.

Nada de eso aparecía en el informe oficial del incidente que la Voz le había enviado por correo electrónico antes de su abrupta despedida telefónica. En el documento, la directora afirmaba haber actuado sin la ayuda de nadie.

—Interesante. ¿Qué más te ha dicho la bióloga? —dijo Grace sin alterarse.

—Que la directora te dio instrucciones para que esperaras junto a la frontera todas las noches durante una semana, en fechas muy específicas; alrededor de tres semanas después de cruzar sin ser vista. Para ayudarla a volver.

Según el registro de seguridad, todas esas tardes Grace se había marchado de Southern Reach pronto, aunque en los controles de la frontera no tenían constancia de su paso por allí.

—Todo esto forma parte del pasado —dijo Grace—. ¿Qué pretendes probar exactamente?

Control empezaba a sentirse como un jugador de ajedrez que cree tener una jugada perfecta, pero cuyo oponente es genial o le está engañando o tiene algo intocable esperando para dentro de cuatro jugadas.

—¿En serio? ¿Así es como reaccionas? Porque cualquiera de esas acusaciones sería suficiente para presentar un apéndice al informe oficial que tiene la Central. Que coludiste con la directora para violar las normas y los protocolos de seguridad. Que proporcionaste ayuda material. A ella la pusieron a prueba, ¿qué crees que te pasaría a ti por mentir?

—¿Qué quieres? —preguntó Grace sonriendo.

No se trataba exactamente de una admisión, pero le permitió continuar con el guion que tenía en la cabeza y acallar las alarmas.

—No es lo que tú crees, Grace. No te estoy presionando para que renuncies al puesto y tampoco quiero informar a la Central. Mi intención no es cargarme a la directora. Lo que quiero es entenderla, nada más. Cruzó la frontera: necesito saber con exactitud por qué y qué vio allí. El informe es muy impreciso.

Se preguntó si lo había escrito Grace o si al menos había supervisado su elaboración.

El documento se centraba principalmente en el castigo a la directora y en las medidas que se tomaron para reforzar la seguridad en la frontera. También había una breve declaración que parecía redactada por un abogado: «A pesar de que pretendía actuar en interés de Southern Reach y de las exigencias de mi puesto, deseo ofrecer mis más sentidas disculpas y reconocer que actué con imprudencia, de forma arriesgada y sin tener en cuenta los objetivos de la agencia. Si se me permite regresar, intentaré por todos los medios adherirme al nivel de conducta que se espera de mí y mi puesto». En el informe también se mencionaban «mediciones y muestras», pero hasta la fecha Control no las había encontrado por ninguna parte; tenía claro que no las habían llevado a la catedral, a menos que estuvieran hablando de una planta, un ratón y un viejo teléfono móvil.

—La directora no compartía conmigo todo lo que se le pasaba por la cabeza —dijo Grace con irritación, como si ese hecho la molestara, pero con una extraña media sonrisa.

—Me resulta difícil creer que no sepas más de lo que me cuentas.

Eso no motivó a Grace a responder, así que él siguió presionando.

—No he venido a destruir el legado de la directora ni el tuyo. Te he traído aquí no solo por lo que ha dicho la bióloga, sino también porque creo que los dos podemos disfrutar de cierta autonomía. Que podríamos gobernar la agencia de modo que tu puesto se mantenga igual.

Porque en lo que a él respectaba, la agencia estaba jodida y él había pasado a ser un agente secreto en territorio hostil. Usa todo aquello que no te importe como baza para llegar a acuerdos. Tal vez, antes de encontrar la manera de salir de allí le concedería a Whitby el traslado que ansiaba. Quizá volviese a la Central y se sentara con Lowry a tomar una cerveza.

—Muy cortés por tu parte —dijo Grace—. El alumno ofrece compartir su poder con la maestra.

—Esa no es la analogía que yo hubiera escogido. Yo habría…

—Todo lo que hizo la directora, lo hizo porque estaba convencida de que era importante.

—Sí, pero ¿qué hizo? ¿Qué tramaba?

—¿Que qué tramaba? —dijo Grace resoplando con incredulidad.

Control escogió sus palabras con cautela.

—Grace, ya estoy aquí. Ya estoy metido en este asunto. Deberías decirme qué está pasando.

¿Qué gesto o mirada podía expresar sin la ayuda de palabras que ya había visto mucha mierda y muy extraña?

—No olvides que nada de esto constará en ninguna parte —añadió.

Grace se quedó pensando un momento; al parecer le había hecho gracia. Después empezó a hablar.

—Tienes que comprender la postura de la directora —dijo Grace—. La primera expedición sentó las bases aunque, cuando Cynthia llegó, el primer director estaba intentando cambiarlas.

¿Cynthia? Durante un instante, Control se preguntó quién era Cynthia: llevaba demasiado tiempo llamándola «la directora».

—Aquí, el personal pensaba que la primera expedición había fracasado porque Southern Reach no sabía lo que hacía. Que los habíamos enviado allí y que sus componentes murieron porque no teníamos ni idea de lo que estábamos haciendo. Que nunca íbamos a poder compensar nuestros fallos.

La primera expedición: un sacrificio en pos de contexto. Un lamento que no se reconoció como tal hasta que ya era demasiado tarde.

—Y tal y como yo lo veo, la presencia de Lowry en la agencia —¿era posible que le estuviera leyendo el pensamiento, que estuviera al tanto de ese asunto?— no hizo sino empeorar las cosas. Era un fantasma viviente; un recordatorio convertido en héroe, cuando todo lo que había hecho era sobrevivir. Así que se otorgó mayor peso a sus opiniones, incluso cuando se equivocaba. La directora no tuvo ocasión de dedicarse a sus propios objetivos hasta que ascendieron a Lowry y se fue a la Central, aunque eso también resultó ser un problema. Presionaba para que hubiese más expediciones, aunque ella quería que hubiera menos; y mientras que antes ella podía controlarlo, cuando se marchó de aquí quedó fuera de su alcance. De manera que seguimos enviando a gente, abocándolos a algo que desconocíamos por completo. La directora no estaba de acuerdo, pero no tenía más remedio que acatar órdenes.

Control se sintió absorbido por el relato.

—¿Cómo consiguió la directora instaurar sus objetivos? ¿De qué modo?

—Se obsesionó con los parámetros, con cambiar el contexto. Mientras ella pudiera imponer ciertos parámetros, aceptaba a regañadientes las expediciones de Lowry, además del condicionamiento y la hipnosis que él defendía. Con el tiempo acabó comprendiendo por qué Lowry insistía en el tema de la hipnosis.

Control seguía viendo a Lowry en el contexto de la cámara que volaba por el aire: Lowry arrastrándose por el suelo, la cámara planeando y la verdad, tal vez, en algún punto intermedio. Y después, Lowry haciendo a Control arrastrarse y flotar.

Sin embargo, nada de eso parecía relevante para la misión secreta de la directora al otro lado de la frontera. Quizá Grace le estuviera lanzando información sin ton ni son para evitar hablar del tema. Pero era mucho más de lo que le había contado hasta la fecha.

—¿Qué más? —preguntó él—. ¿Qué más hizo?

Ella enseñó las palmas de las manos en señal de énfasis y su sonrisa le pareció casi beatífica.

—Se obsesionó con hacerla reaccionar.

—¿Al Área X?

—Sí. Creía que si conseguía hacer que el Área X reaccionase, lograría el modo de desviarla de su curso. A pesar de que no sabíamos cuál era su curso.

—Pero había reaccionado: había matado a muchas personas.

—Estaba convencida de que nada de lo que nosotros hubiésemos hecho había afectado a lo que hay tras el Área X. Que aguantó todo lo que hacíamos con demasiada facilidad. Casi sin pensar. Si es que se puede hablar de ese proceso como tal.

—Entonces cruzó la frontera para conseguir que el Área X reaccionase.

—No voy a confirmar que estuviera al tanto del viaje ni que la ayudase en modo alguno —manifestó Grace—, pero te diré lo que creo según lo que me contó a su regreso.

—No consiguió la reacción que esperaba —dijo Control.

—No, no la consiguió. Y se culpó a sí misma. La directora puede ser muy dura, pero no lo es con nadie tanto como con ella misma. Cuando la Central decidió seguir adelante con la última undécima expedición, estoy segura de que la directora tenía la esperanza de haber contribuido a que hubiera cambios. Y a lo mejor tenía razón, porque, en lugar de lo habitual, lo que regresó de allí eran espectros devastados por el cáncer.

—Y por eso impuso su participación en la duodécima.

—Sí.

—Y por eso se sospechaba de sus métodos.

—Yo no estoy de acuerdo con esa evaluación. Pero sí, otros sí lo dirían así.

—¿Por qué le permitió la Central partir con la expedición?

—Por la misma razón que se limitaron a soltarle una reprimenda cuando cruzó la frontera ella sola pero no la despidieron.

—¿Y cuál es?

Grace sonrió, triunfal. ¿Era por algo que él debería haber sabido o por algún otro motivo?

—Pregúntaselo a tu madre. Ella tuvo que ver en ambas decisiones, si no me equivoco.

—En cualquier caso, ya no confiaban en ella —dijo Grace a continuación con un tinte de amargura en la voz—. ¿Qué más les daba si no volvía? Es posible que en la Central más de uno pensara que así iban a resolver un problema.

Como por ejemplo Lowry.

Pero Control aún no había sido capaz de reaccionar a lo de Jackie Miranda Severance. Severance para los amigos; el abuelo, siempre Jack. Su madre lo había colocado en Southern Reach, en el meollo. Ella misma había trabajado para la agencia durante un breve período, cuando él era adolescente; según ella, para estar cerca de él. Pero mientras preguntaba a Grace, intentó cuadrar las fechas para hacerse a la idea de quién había estado en Southern Reach entonces y quién no, quién se había marchado ya y quién estaba por venir. La directora: no. Grace: no. Whitby: sí. Lowry: ¿sí?, ¿no? ¿Adónde fue su madre después? ¿Había mantenido algún vínculo? Era obvio que sí, si creía lo que decía Grace. Lo que quería saber era si la repentina visita con la oferta del puesto estaba relacionada con que ella supiese que tenía una emergencia entre manos o si, por lo contrario, formaba parte de un plan más complicado. Desenredar todos los hilos podía ser agotador. Al menos el abuelo había sido más directo: Oh, mira, una pistola. ¡Menuda sorpresa! Quiero que aprendas a utilizarla. Hacer que todo sirva para más de una cosa. A veces no hay más remedio que tomar atajos, ¿no? Pero su madre nunca lo trataba con esa complicidad, ¿por qué iba a hacerlo? Ella no quería ser amiga de nadie, y si no conseguía convencerte de forma sutil, buscaba a otra persona a quien sí lograba persuadir. Era posible que Control no supiera jamás con qué otros residuos de su paso por Southern Reach se había topado.

Pero la idea de que la directora hubiese intentado contactar con otras personas en la agencia, en la Central, le parecía un consuelo. Hacía que pareciese una mujer menos excéntrica, no tanto una «conspiración unicelular», como lo había expresado su madre, sino una persona que realmente intentaba resolver un problema.

—¿Qué pasó durante el viaje al otro lado de la frontera? —insistió Control.

—No me lo contó. Dijo que era por mi propia protección, por si me citaban los investigadores.

Control escribió una nota para acordarse de volver a ese punto más tarde.

—¿No te contó nada?

—Nada en absoluto.

—¿Te dejó alguna instrucción especial antes de partir o al regresar?

Según lo que había leído e intuía, Control creía que Grace se adhería mucho más a las normas que la directora. Y quizá esta sintiese que el respeto que tenía la subdirectora por las reglas debilitaba su autoridad. Aunque tal vez eso fuera lo importante: que Grace la mantenía con los pies en la tierra. En ese caso, lo más probable es que la subdirectora estuviera a cargo de la parte operativa.

Grace vaciló, pero Control no sabía si eso significaba que se estaba planteando si contarle más o si estaba a punto de soltarle un montón de mierda.

—Cynthia me pidió que reabriese una investigación sobre la llamada Brigada de Ciencia y Espiritismo y que asignase a alguien para buscar más información sobre el faro.

—¿Y quién hizo la investigación?

—Whitby.

Whitby el Loco. ¿Quién, si no?

—¿Qué pasó con la documentación?

Control no recordaba haber visto datos relacionados con eso en los informes que le habían dado antes de llegar a Southern Reach.

—La guardaba Cynthia. Pidió que le dieran el original y que no se incluyera una copia electrónica en los registros. ¿Tienes intención de perseguir los mismos fantasmas?

—Deduzco que lo considerabas una pérdida de tiempo.

—Para nosotros, pero no necesariamente para Cynthia. Me parecía irrelevante, pero nada de lo que nosotros pudiéramos deducir tenía sentido si no sabíamos qué se le pasaba a ella por la cabeza. Y no siempre estábamos al tanto de lo que pensaba la directora.

—¿Quieres hablarme de alguna otra cosa?

Ahora que Grace se estaba abriendo a él, valía la pena ser directo.

Ella le ofreció una expresión empática ligeramente forzada.

—¿Fumas?

—A veces.

El último fin de semana: para olvidar demonios y voces.

—Entonces salgamos al patio a fumar.

Le pareció una idea estupenda. Bien pensado, le parecía maravillosa.

Reanudaron la reunión en el extremo del patio que estaba más cerca del pantano. Durante el corto trayecto desde el interior del edificio al aire libre se produjo una revelación: por fin vio al conserje, un pequeño señor arrugado de gafas enormes, vestido con un mono de trabajo de color verde claro y fregona en mano. No debía de medir más de metro y medio. Control resistió el impulso de desafiar a Grace y decirle allí mismo que cambiase de detergente para suelos.

Fuera la subdirectora parecía incluso más relajada que en la sala, a pesar de la humedad del ambiente y el molesto coro de grillos que se elevaba desde los matorrales. Él ya había roto a sudar.

Grace le ofreció un cigarrillo.

—Toma.

Sí, le apetecía. Desde el exceso del fin de semana echaba de menos el tabaco. El sabor áspero y penetrante de la primera calada del mentolado sin filtro fue como clavarse un clavo en el ojo para curar un dolor de cabeza.

—¿Te gusta el pantano? —preguntó él.

Ella se encogió de hombros.

—A veces me gusta salir porque aquí se está tranquilo. Se respira paz. —Le sonrió con ironía—. Si me pongo de espaldas al edificio, es como si no existiera.

Él asintió y se quedó callado unos instantes.

—¿Qué harías si la directora volviese y estuviera como la topógrafa o la antropóloga?

Control pretendía seguir con el tono distendido de la conversación, pero en cuanto hizo la pregunta se dio cuenta de que había metido la pata.

Grace no se inmutó.

—Eso no va a pasar.

—¿Por qué estás tan convencida?

Estuvo a punto de romper la promesa que le había hecho a su madre y contarle a Grace lo que había encontrado escrito en la pared de la casa de la directora.

—Tengo que contarte una cosa —dijo Grace, cambiando la dirección de la conversación—. Te va a resultar impactante, pero mi intención no es esa.

A pesar de que ya era demasiado tarde, vio venir el golpe prácticamente a cámara lenta. Pero aun así lo dejó fuera de combate.

—Deberías saber una cosa: el viernes por la tarde la Central se llevó a la bióloga. No ha estado aquí en todo el fin de semana, así que debes de haber hablado con un fantasma. Lo digo porque sé que no me mentirías, John. No lo harías, ¿verdad?

Lo miraba con seriedad, como si existiera un vínculo entre ellos.

Control se preguntó si la mujer de la chaqueta militar volvería a estar delante de la licorería. Si el skater estaría ocupado vaciando otra lata de comida para perros en la acera; el hombre de la gabardina de plástico, listo para asaltar a algún peatón. Se preguntó si debería unirse a ellos. Sentía por esa gente un afecto generoso a la par que una tristeza cada vez más grande y profunda. Una caseta en la parte de atrás. Lucecitas de Navidad enrolladas alrededor de un abeto. Cigüeñas.

No, esa mañana no había hablado con la bióloga. Pero creía que todavía estaba en Southern Reach y dependía de ese hecho. Ya había planeado la próxima sesión al detalle. Iba a ser en la sala de interrogatorios, no allí fuera. Ella se sentaría y quizá estuviera de un humor diferente al de los días anteriores, o puede que no; simplemente esperando una serie de preguntas que ya le resultaban familiares. Pero él no pensaba hacerle ninguna. Había llegado el momento de cambiar el paradigma y de mandar el protocolo a tomar viento.

Iba a deslizar la carpeta sobre la mesa, a ofrecérsela y decir: «Esto es todo lo que sabemos sobre ti. Sobre tu marido. Sobre tus empleos y relaciones. Además de una transcripción de las entrevistas con la psicóloga». No le iba a resultar fácil y después de eso era posible que ella se convirtiera en una persona diferente de la que él conocía; y él probablemente estuviera dejando que el Área X penetrase más en el mundo, de algún modo extraño. Podría incluso estar traicionando a su madre.

La bióloga haría algún comentario sobre que ella había durado más que él, y Control pensaba contestar que no quería seguir jugando; que los juegos de Lowry ya le habían cansado demasiado. Entonces ella repetiría la frase que le había dicho él junto a la balsa: «No le des las gracias a nadie por lo que deberías tener». «No busco agradecimiento», replicaría él. «Claro que sí —diría ella, pero sin asomo de reproche—. Así es como funcionan los humanos».

—¿Hiciste que se la llevaran? —dijo en voz tan baja que Grace tuvo que pedirle que lo repitiera.

—Habías establecido una relación demasiado estrecha con ella. Estabas perdiendo la perspectiva.

—Pero ¡tú no podías tomar esa decisión!

—Es que yo no di la orden.

—¿Qué quieres decir?

—Pregúntaselo a tu supervisor, Control. Pregúntaselo a tu conciliábulo de la Central.

—No es mi conciliábulo —dijo él.

Conciliábulo frente a facción, ¿qué podía ser peor? Aquello se estaba convirtiendo en un récord de asuntos sin resolver, de ser enviado a sitios en los que se le cerraba la puerta. Le gustaría saber qué clase de carnicería estaba teniendo lugar en la Central en ese momento.

Le dio una larga calada al cigarrillo, se quedó mirando el espantoso pantano y oyó a Grace que le preguntaba desde la distancia si se encontraba bien.

—Dame un momento.

¿Estaba bien? Si hiciese una larga lista con todas las cosas que legítimamente podían parecerle mal, esto estaría arriba del todo. Se sentía como si le hubieran roto un vínculo demasiado pronto, porque aún quedaba mucho más por decir. Resistió el impulso de volver al despacho y llamar a su madre, porque no cabía duda de que ella ya estaba al corriente y se limitaría a ofrecerle un eco amplificado de lo que Grace le acababa de decir, por mucho que el asunto tuviera toda la pinta de un castigo a manos de Lowry: «Estabas intimando demasiado con ella en demasiado poco tiempo. Pasaste de interrogarla a conversar con ella en su celda y después a masticar hierbajos juntos mientras le hacías una visita guiada de los jardines…, en tan solo cuatro días. ¿Qué hubiese sido lo siguiente, John? ¿Una fiesta de cumpleaños? ¿Bailar la conga? ¿Una suite privada para ella en el Hilton? Tal vez una vocecita en tu interior te diga: “Dale el informe…”».

Entonces él hubiese mentido y habría dicho que eso no era cierto ni justo, y ella habría recurrido a la típica frase de viejo impertinente del abuelo Jack sobre que la justicia era para «los perdedores y los lloricas». Control afirmaría que estaba interfiriendo con su capacidad de hacer el trabajo que ella misma le había mandado hacer, y ella contraatacaría ofreciéndose a enviarle las transcripciones de las entrevistas que le hiciesen en la Central porque le servirían igual. Después de esas palabras, él podría responder de forma muy poco convincente que eso no era lo que importaba. Que necesitaba su apoyo, e intentaría acabar la conversación con torpeza, porque en el tema del apoyo caminaba sobre arenas movedizas y ella no le iba a echar una mano y él no tendría a quien recurrir. Nunca llegaron a hablar sobre Rachel McCarthy, pero el tema siempre estaba ahí.

—Así que deberíamos hablar del reparto de responsabilidades —dijo Grace.

—Sí, tienes razón.

Porque ambos sabían que ahora ella tenía ventaja.

Pero mientras Grace masacraba sus tropas antes de marcharse del patio, él tenía la cabeza en otra parte. A partir de ese momento, Grace iba a llevar casi todos los asuntos y John Rodriguez iba a abdicar la responsabilidad de todo, salvo los deberes de cabeza visible y las reuniones interdepartamentales más importantes. Volvería a presentar sus recomendaciones a Grace y ella decidiría cuáles poner en práctica y cuáles no. Se pondrían de acuerdo de modo que sus respectivas horas de trabajo coincidiesen lo mínimo posible. Grace lo ayudaría a descifrar las notas de la directora, y mientras él se acostumbraba al nuevo orden, esa iba a ser su principal responsabilidad, aunque Grace se negaba a reconocer la posibilidad de que la directora estuviese muerta o hubiese perdido la cabeza completamente y durante sus últimos días en Southern Reach hubiese echado a correr entre la maleza y se hubiese despeñado. Sin embargo, sí reconoció que la planta y el ratón resultaban excéntricos y también aceptó la realidad ex post facto de que él ya había pintado la pared de detrás de la puerta.

En aquella derrota aplastante —aquella retirada que no tenía vanguardia ni retaguardia, sino que era un grupo de hombres desesperados defendiéndose con espadas anticuadas del cieno de un pantano mientras los Cosacos los esperaban en el llano— no había nada que verdaderamente fuese en contra de los deseos de Control, aunque no era así como había previsto la situación: no con Grace dictando las condiciones de su rendición. Y nada de eso le ahorraba una suerte de duelo, no por el poder que estaba perdiendo sino por la persona que había perdido.

Siguió fumando al aire libre después de que Grace se hubiera marchado dándole una palmadita en la espalda que pretendía mostrar empatía pero que él sintió como un fracaso; a pesar de que ahora podía contarla entre sus compañeros, si no como amiga. Estaba intentando resucitar la idea de la bióloga, su imagen, el sonido de su voz.

—¿Qué hago ahora?

—Yo soy la prisionera —le dijo la bióloga desde el camastro, de cara a la pared—. ¿Por qué debería decírtelo yo?

—Porque intento ayudarte.

—Ah, ¿sí? ¿No estarás intentando ayudarte a ti mismo?

No sabía qué contestar a eso.

—Una persona normal abandonaría. Sería lo más normal.

—¿Lo harías tú? —preguntó él.

—No, pero yo no soy normal.

—Yo tampoco.

—¿En qué situación nos deja eso?

—En la que siempre hemos estado.

Pero no era así. Cuando por fin había visto al conserje, se le había ocurrido algo. Algo relacionado con una escalera y una bombilla.