007: Superstición

Veinte minutos más tarde, Control se las había arreglado para meter a Whitby, a Grace y a la lingüista, Jessica Hsyu, en el reducido espacio frente al lienzo de pared en el que había descubierto las peculiares palabras que la directora había escrito a mano. No se había molestado en mover libros ni otras cosas; quería que no tuviesen más remedio que sentarse incómodamente cerca. Estrechemos lazos en esta cabina de teléfonos, con las rodillas de los demás apretujadas contra las nuestras. Los ruidos de la ropa, la respiración, el crujir de las suelas de zapato, olores inesperados…, todo amplificado. Lo consideraba una experiencia para crear vínculos entre ellos. Tal vez.

Solo la subdirectora tenía derecho a una silla de tamaño normal. De ese modo podía aferrarse a la ilusión de estar al mando; o, más bien, Control quería evitar que más adelante se quejase de él. Ya había pasado por alto un comentario mordaz: «Me alegro mucho de que la hora de esta reunión sea la correcta», lo que significaba que Grace ya sabía que había adelantado la sesión con la bióloga. Antes de entrar, lo tuvo esperando mientras bromeaba en el pasillo con otra persona y él lo entendió como una minirrepresalia.

Estaban reunidos alrededor de la mesa más pequeña del mundo: un taburete, sobre el que Control había colocado la maceta con la planta y el ratón. Todo a su debido momento, aunque el móvil de la directora no iba a formar parte de la conversación: Grace ya lo había confiscado.

—¿Qué es esto que hay en mi despacho? —dijo señalando la pared garabateada.

No estaba dispuesto a ceder en lo que Grace parecía convertir en un campo de fuerza: que todavía era el despacho de la antigua directora.

«Esto» incluía no solo las palabras sino también el rudimentario mapa del Área X que había debajo del párrafo en verde, rojo y negro y que mostraba los principales puntos de interés: faro, anomalía topográfica, campo base. Y a lo largo de la costa, hacia el norte, la isla. Había alguna palabra suelta escrita en los márgenes con bolígrafo y que resultaba incomprensible, y un par de imponentes rayas horizontales un palmo por encima de la cabeza de Control, con sendas fechas separadas por unos tres años. Una roja. La otra verde. A un lado estaban las iniciales de la directora. ¿Era posible que se hubiese estado midiendo? De todas las cosas extrañas que había en aquella pared, esa le parecía la más rara.

—Creía que dijiste que habías leído todos los informes —respondió Grace.

Ningún informe mencionaba un peculiar texto del tamaño de una puerta, pero no iba a discutir sobre eso. Sabía que no era probable que estuviera revelándoles ninguna novedad.

—Si me hacéis el favor de contármelo de todas formas…

—Lo escribió la directora —dijo Grace—. Es el texto que se encuentra en las paredes del túnel.

Control se tomó unos instantes para digerir la información.

—Pero ¿por qué lo habéis dejado aquí?

Durante un intenso momento, la combinación de las palabras de la pared y el olor a miel podrida le hizo sentirse enfermo.

—Como homenaje —dijo Whitby con rapidez, como si quisiera excusar a la subdirectora—. Quitarlo nos parecía una falta de respeto.

Control se dio cuenta de que Whitby no paraba de mirar el ratón de reojo.

—No es un homenaje —dijo Grace—. No lo es, porque la directora no está muerta. Estoy convencida de que no lo está.

Lo dijo sin levantar la voz, pero con seguridad; y tanto Whitby como Hsyu se quedaron callados, como si Grace hubiese confesado una opinión bochornosa que no decía mucho de ella. La meticulosa manipulación del termostato por parte de Control implicaba que ya estaban sudando y suficientemente incómodos.

—¿Qué significa? —preguntó.

Quería dejar la situación atrás. Más allá de su obstruccionismo, detectaba en Grace un dolor que iba en aumento y del que él no pretendía aprovecharse.

—Por eso hemos traído a la lingüista —dijo Whitby caritativo, aunque era obvio que la presencia de Hsyu había sorprendido a la subdirectora.

La cuestión era que, a medida que Southern Reach se encogía, la influencia de Hsyu aumentaba. Pronto podían verse en una situación en la que los subdepartamentos consistirían en una persona que se abría a sí misma expedientes por mala conducta, se subía el sueldo y se pagaba pluses, y celebraba su cumpleaños con tartas de zanahoria hechas especialmente para Southern Reach.

Hsyu, una mujer baja y delgada de melena larga y negra, habló.

—En primer lugar, estamos seguros al noventa y nueve coma nueve por ciento de que el texto lo escribió Saul Evans, el farero.

La ligera entonación ascendente de su voz imbuía de optimismo hasta la afirmación más anodina o seria.

—Saul Evans…

—Es aquel señor —dijo Whitby señalando la pared donde estaban las imágenes enmarcadas—. En el centro de la foto en blanco y negro.

La que estaba tomada frente al faro. Así que ese era Saul. Aunque de algún modo, en lo más recóndito de su cabeza, ya lo sabía.

—¿Porque lo habéis encontrado escrito en algún otro lugar o porque…? —preguntó Control a Hsyu.

Solamente había tenido tiempo de echar un vistazo rápido al informe sobre Evans: estaba demasiado ocupado familiarizándose con el personal de Southern Reach y lo más básico de la situación en el Área X.

—Porque coincide con la sintaxis y el vocabulario de algunos de sus sermones que tenemos grabados.

—¿Por qué predicaba si era farero?

—En realidad fue pastor y se retiró. Dejó la congregación que dirigía en el norte de forma muy repentina, sin un motivo que haya sido documentado, vino al sur y acabó aceptando el puesto de farero. Cuando apareció la frontera, él llevaba allí cinco años.

—¿Creéis que trajo consigo lo que sea que generó el Área X? —aventuró Control.

Nadie siguió por esa senda.

—Ya lo han comprobado —dijo Whitby.

Por primera vez se dirigía a Control con una chispa de superioridad.

—Y estas palabras las encontraron dentro de la anomalía topográfica.

—Así es —dijo Hsyu—. Se reconstruyeron a partir de los informes de varias expediciones, pero no hemos conseguido una muestra útil del material del que se componen las palabras en sí.

—Material vivo —dijo Control.

Empezaba a tener un leve recuerdo. El texto propiamente dicho no formaba parte del sumario, pero había visto algo sobre palabras escritas en las paredes de la torre con tejido vivo.

—¿Por qué no se ha incluido el texto en los informes?

Contestó la lingüista, con cierta reticencia:

—A decir verdad, no nos gusta reproducirlo. Así que quizá esté traspapelado entre toda la información; en un resumen dentro del informe del farero, por ejemplo.

Al parecer, Grace no tenía nada que añadir, pero Whitby quiso hacer una aportación:

—No nos gusta reproducir las frases porque aún no sabemos a ciencia cierta qué agente desencadenó la creación del Área X… Ni por qué.

Y aun así habían dejado el texto detrás de una puerta que no conducía a ninguna parte. Control se estaba esforzando en vano por hallar la lógica de ese acto.

—Eso es superstición —protestó Hsyu—. Superstición total y absoluta. No deberías decir cosas así.

Control sabía que la familia de la lingüista era muy tradicional y que provenía de una cultura en la que los espíritus se manifestaban y las palabras tenían una trascendencia diferente. Pero Hsyu no compartía esas creencias, de hecho las rechazaba con vehemencia y practicaba una especie de cristianismo laxo que venía acompañado de una fantasmagoría personal y diversos elementos inexplicables. Pero él estaba de acuerdo con su afirmación, aunque esa antipatía permease su análisis.

De no haber sido interrumpida por Grace, habría continuado vilipendiando el fenómeno de la superstición durante un buen rato.

—No es superstición —dijo.

Todos se volvieron hacia la subdirectora haciendo girar los taburetes.

—Bueno, lo es —admitió—, pero también podría ser verdad.

¿Cómo podía algo ser superstición y verdad al mismo tiempo? Control reflexionó sobre eso mientras se preparaba para el viaje a la frontera echándole una ojeada a una carpeta que le había traído Whitby. Se titulaba simplemente «Teorías». Tal vez la superstición fuese lo que se escurre por las grietas, por las rendijas, cuando uno trabaja en un lugar con pocos recursos y la moral por los suelos. Quizá la superstición fuese lo que ocurría cuando tu directora desaparecía durante una misión y tu subdirectora aún lamentaba la pérdida. A lo mejor ese era el momento en el que se recurría a hechizos y rituales, cuando el cerebro reptiliano le dice al resto de tu ser: «A partir de aquí, me ocupo yo. Tú ya has tenido tu oportunidad». En realidad, era una opción no poco razonable. ¿Cuántos conjuros abstractos e invisibles gobernaban el mundo más allá de Southern Reach?

Pero no todos creían en las mismas versiones. La lingüista aún tenía fe en la superstición de la lógica, por ejemplo, probablemente porque solo llevaba dos años en el puesto. Si las estadísticas tenían algo de verdad, antes de que pasaran dieciocho meses ya no estaría allí. Por algún motivo, el Área X trataba muy mal a los lingüistas; casi tanto como a los curas, de los que ya no quedaba ni uno en Southern Reach.

Así que quizá estuviese a tan solo unos meses de convertirse al sistema de creencias de la subdirectora, o al que fuera que tuviese Whitby. Porque Control sabía que la creencia en un proceso científico tenía fecha de caducidad. Los templos a la falta de lógica erigidos por un o una terrorista cualquiera mientras compraba fertilizante o construía un detonador proliferaban y acumulaban poder. Cuando esas torres se desmoronaban, en la mente del autor del crimen seguían en pie; igual que en la de los demás, pero por motivos diferentes.

Pero Hsyu había sido categórica con relación al Área X, y por razones que no reconfortaban a Control en absoluto:

—Imagina que el lenguaje solo es una parte de un sistema de comunicación. Imagina que ni siquiera es una parte importante, sino algo más parecido a un canal, una vía. Un conducto, nada más.

Infraestructura era la palabra que usó Control más tarde para describírselo a la Voz. El verdadero núcleo del mensaje, el significado, sería transmitido por la combinación de materia viva que componía las palabras, como si la propia «tinta» fuese el mensaje.

—Y si un mensaje es parcialmente físico, si un tipo de codificación es parcialmente física, entonces unas palabras en una pared no tienen mucho significado. Al menos en mi opinión. Podría invertir años en analizar las palabras, que, por cierto, es lo que tengo entendido que la directora podría haber estado haciendo, sin que eso me ayudase a comprender nada. El tipo de canal ayuda a decidir la rapidez con la que se transmite el mensaje y quizá también algo de contexto, pero eso es todo. Además —aquí Control se dio cuenta de que Hsyu estaba recitando una charla que seguramente había dado muchas veces, puede que incluso acompañada de una presentación de PowerPoint—, si algo o alguien está intentando meterte información en la cabeza utilizando palabras que entiendes pero un significado que no comprendes, no es que esté en una frecuencia que puedas recibir: es mucho peor. Como si el mensaje fuese un cuchillo que crea su significado penetrando en la carne, y tu cabeza es el receptor y la punta del cuchillo penetra tu oído una y otra vez…

La lingüista no tuvo que decir mucho más para que Control se pusiera a pensar en las expediciones que habían tenido un triste final antes de que prohibiesen los nombres y la tecnología de comunicación moderna. ¿Y si el destino de la primera expedición en particular fue determinado por algún tipo de interferencia que llevaron consigo y que les impedía oír o percibir?

Volvió al farero.

—Entonces creemos que Saul Evans escribió todo esto hace mucho tiempo, ¿no? Es imposible que esté escribiendo ahora. Sería un anciano.

—No lo sabemos. Simplemente no lo sabemos.

El comentario, que no ayudaba a la situación, lo hizo Whitby mientras el resto lo miraba como si fueran animales en mitad de una carretera, de noche, con un coche de frente.