Como ya les dije anteriormente, son muchas las personas que, tras escuchar las magistrales llamadas de nuestros oyentes, me preguntan si son guiones escritos por profesionales. No creen posible tanta genialidad escénica o situaciones tan bien contadas. No; nuestros oyentes son genuinos y su ingenio es innato. Puedo asegurarles que la imaginación de todo el equipo de guionistas de Cheers es mucho más limitada. Por mucho que un grupo de creativos se reúna y sesudamente hurgue en sus cerebros buscando situaciones inverosímiles, es imposible llegar a pensar que un ciego orinó en los glúteos de un altísimo cargo del BBV, que una familia desvalijó el piso de su prima recién casada como broma de vuelta de viaje de novios, que una vecina cotilla dio el resultado del partido a través del tabique o que otra portera chismosa recibía saludos en las postales de sus inquilinos. Son historias de ciegos, coleccionistas, bomberos, cotillas y fisgones; incluso de hombres que hacen cosas tan innecesarias como inflar su miembro viril para, seguidamente, desinflarlo como un globito.
• MÁS GAFE, IMPOSIBLE
Carlos
F: Yo voy a contar de un gafe famoso de la zona de Vizcaya. Es «Josechu, el gafe». También le llaman «El hunde barcos». Entre los marineros es famoso.
C: ¿Por qué?
F: En un año logró hundir él solo tres barcos de gran tonelaje. Uno era un petrolero, otro era de estos que llevan contenedores que se fue a pique en veinte minutos en Bremen y otro en Alaska que no sé qué le pasó con el hielo que tuvieron que salir en helicóptero. Y eso en un año.
C: ¿Él es marinero?
F: Fue marinero. Tuvo que dejarlo. Ha hundido varias empresas en tierra también, o sea, que ha entrado y han ido a la quiebra. Mucha gente que no ha tenido ningún accidente se monta en su coche y tiene dos accidentes el mismo día, pero con él dentro. Puedes hacer varios programas monográficos con este.
C: ¿Y él qué dice de su mala suerte?
F: Lo cuenta muy bien, es simpático, es muy salado. Habla muy despacio, cuenta todas sus anécdotas y la gente se pasa las tardes de risas con él. Todo el mundo sabe que es gafe pero le aceptamos. A mí me ha hecho varias. Un día tocarme el motor, sólo tocar, y tuve que cambiar el radiador de un coche nuevo. ¡Sólo tocar! Me rompió un manguito. A mí me ha hecho muchas, muchas, lo que pasa es que se lo aguanto porque es primo carnal y le quieres y eso.
C: ¿Y qué más ha hecho Josechu?
F: Tiene muchas. Por ejemplo, la de ir a hacer el amor en el coche con la novia, quedarse embarrado y tener que llamar a la grúa. Es una detrás de otra.
C: Lo de los barcos me llama la atención. Hundir tres…
F: Sí. Tiene un petrolero. Cuando estaban Irán e Irak de guerra explotó una mina. He dicho tres pero son cuatro realmente porque otro petrolero fue en auxilio y también se hundió.
C: ¡Nuestro campeón! Es nuestro campeón.
Fernando
F: A mí me dicen que soy gafe. Yo no me lo considero pero la gente lo dice.
C: ¿Y por qué le dicen eso, Fernando?
F: Le puedo contar, por ejemplo, historias de la mili. Estaba en artillería. Estaba llevando un transporte en un acorazado y el que yo llevaba se cayó en un hueco, en un agujero, y se me fue el motor, se partió por la mitad.
C: Bueno, pero eso le puede pasar a cualquiera, Fernando.
F: Sí, ya.
Naranjo: No era un Simca 1000, ¿eh? Eso aguanta tela.
C: A la semana siguiente me llaman que se había atascado otro transporte y decían que lo tenía que remolcar. Fui con el que me habían dado después y lo pasé de vueltas. Pero bueno, que eso le pasa a cualquiera.
C: Sí, eso le pasa a cualquiera, Fernando. Eso le pasa a cualquiera.
F: El problema es que luego me fui a Sevilla a trabajar cuando terminé. Me pasó una historia en el trabajo y al final no terminé como debería haber terminado. Me vine a mi tierra, que soy de Madrid, y al mes empezó a llover en Sevilla. Fue la época de las trombas de agua increíbles y se me llenó de moho la casa casi hasta el techo.
C: Sí, sí, pero eso le puede pasar a cualquiera también, Fernando.
F: También, a cualquiera. Ahora estoy trabajando aquí, en Ajalvir, estoy de control de calidad y tengo muchos aparatos a mi alrededor.
C: ¿De qué producto concretamente?
F: Yo estoy de control de calidad de papel de tintas, de impresión. Me enseñan cómo funcionan los aparatos y según voy terminando con un aparato se me va rompiendo. Un batidor que bate cuarenta kilos de tinta, tiene dos motores, pues se quemó el superior y ya no volvió a funcionar.
C: Eso le puede pasar a cualquiera también.
F: A cualquiera. Luego, un aparato que sirve para imprimir unas pruebas de alta definición, hace una semana dejó de funcionar pero es que nadie lo había tocado.
C: ¿Y está a su cargo también?
F: Sí, sí, por supuesto. Ya mi jefe cuando viene dice: «¿Qué ha pasado hoy?» Y le contesto: «No sé. Hoy no ha pasado nada, por ahora». Y me comentan aquí que un toro, un aparato que coge peso de mil kilos, se conoce que lo levanté demasiado con mil kilos a cuestas, y empezó a salir aceite por arriba y ya no volvió a funcionar tampoco.
• HISTORIAS DE CIEGOS
Jesús
F: Yo he sido guía de un paraolímpico, de un ciego. Al poquito de empezar a rodar con él (yo era guía de rodar, no de competición) fuimos un día a Barcelona al CAR, al Centro de Alto Rendimiento, y allí empezó mi odisea. Nos fuimos en tren y en el viaje le entraron ganas de orinar. Me avisa, abro la puerta, le meto dentro del servicio y al ratito sale y me dice: «¡Cachondo, no enciendas la luz y dime dónde está la taza!»
Tino
F: A mí me han pasado muchísimas cosas en mi vida porque llevo veintidós años ciego. Al principio fue muy duro pero ahora para mí es normal. Soy gallego. Antes trabajaba en Orense delante de la puerta de un bar, tenía una mesita como expositor con los cupones con una pinza y una cuerdecita colgada en el pecho. Esperaba siempre a última hora para ir al baño y como ya controlaba todo voy para allá corriendo, abro la puerta, detrás de la puerta había dos orinales y desde lejos enfoco. Resulta que estaba un señor meando y le meé en el culo.
C: Así, directamente. ¿El señor se molestó?
F: El señor se volvió y vio los cupones que los tenía colgados. Le dije que me perdonara y me contestó que estuviera tranquilo, que no pasaba nada. Pues resulta que era el director del Banco Bilbao Vizcaya.
C: Vale, ¡perfecto!
F: Después, cuando pasaba, me decía: «Oye Tino, que voy al baño».
Pedro
F: Aquí en Málaga hace ya unos años, en tiempos de Franco, vino de visita el Príncipe de España, don Juan Carlos. Entonces un grupo de ciegos acudió y puso una pancarta que decía: «Juan Carlos, estamos contigo aunque no te podamos ver». La Brigada Social se los llevó por subversivos. Y los pobres: «No, pero si esto era sin mala intención». Hasta que los pobres pudieron explicar que aquello no tenía maldad los tuvieron detenidos unas cuantas horas.
• LOS HAY QUE COLECCIONAN DE TODO
Ángel
F: Yo concretamente hago colección de radiografías.
C: ¿De radiografías suyas personales?
F: No, no, de cualquier persona.
C: ¡Ah! ¿Y cómo las consigue?
F: Las consigo en las consultas, en algunos sitios que me las van dejando. Las que más me gustan son las de fracturas. Apoteósicas.
C: ¿De fracturas abiertas incluso?
F: Sí, sí, de todo tipo. Hombre, no llega a la colección de Camilo José Cela, que hace de esquirlas.
C: Pero ¿fracturas de base de cráneo también?
F: De todas, de todas las que lleguen.
C: Con esquirla…
F: Con sus clavitos…
C: ¿Cuál es su favorita?
F: Una que tengo de triple fractura en un dedo gordo del pie que parece prácticamente el seis doble del dominó. Está muy bien, muy bien. Tengo una muy curiosa donde se ve un esfínter con un bote de Danone.
C: ¿Dentro?
F: Sí.
C: ¿O encajado?
F: Encajado, encajado.
C: ¿Y con el bote de Danone de cristal de antes?
F: Sí, sí. Y además se ve la marca perfectamente.
C: ¿Y era como que había sitio o quedaba justito?
F: Pues estaba como ajustado, bastante ajustadito, sí.
C: ¿El Danone estaba lleno?
F: No, no, no, vacío, vacío.
C: ¿O había tomado la precaución de comérselo antes?
F: Lo que no sé es si estaba fresco en el momento de…
Naranjo: Pregunta si era de limón o natural.
Lorenzo: Carlos, estás rozando la escatología.
C: No, no, perdona, es periodismo; ¿verdad, Lorenzo?
Lorenzo: Es periodismo verité. Estoy de acuerdo contigo.
C: Yo estoy obligado por deontología profesional a preguntar e intentar sacar más cosas de una información que me brinda este señor. ¿Y cómo las ve usted en casa? Organiza una fiesta con los amigos: «Vamos a ver unas radiografías». ¿Se las enseñan?
F: Hay gente interesada ¿eh?, bastante gente interesada. Es como todo, es animarse. No lo del yogurt, ¿eh?, lo de la radiografía.
C: ¡Ah!, ¡ya, bueno, ya!
Juan
F: Colecciono recordatorios de difuntos.
Luca: ¿Y por qué?
F: Porque es muy agradable verlos.
Luca: Pero cómo empezó. Es que a mí eso me llama mucho la atención.
F: ¿El qué?
Luca: El coleccionar. ¿Por qué se le ocurrió coleccionar eso?
F: Porque los entierros es una cosa muy bonita, entonces me gusta tener un recuerdo de eso.
C: Yo estoy de acuerdo con usted. Tiene un algo.
F: Sí, sí, sobre todo para el que va dentro.
C: No, para el que va dentro es… ¡Hombre! Quiero decir… bueno, sí o no. Depende. Pero ¿cómo empezó usted a coleccionarlos?
F: Por coleccionar algo.
C: ¿Pero fue usted a un entierro que le gustó especialmente?
F: Sí, y se empezó a coleccionar.
C: ¿Y va usted a entierros que no sean los suyos?, quiero decir, que no le correspondan con tal de coleccionar.
F: Realmente no.
C: No, porque podría usted decir: «Vamos a ver, fallecidos hoy en la localidad». Se hace usted su repasito…
F: Si es feo y tiene foto el recordatorio sí.
C: Los hay con foto, ¿verdad?
F: Sí, sí. Ahora se pierde mucho eso. ¡Es una pena! En los antiguos se veía la foto del señor (ya sabe que antes era muy difícil que hubiera fotos en casa) y pone: «Fulanito de tal que murió con ochenta años», y se ve la foto de cuando estuvo haciendo la mili en Africa. Y dices ¡joder, qué joven!
C: ¿Y cuál es su esquela favorita?
F: Tengo una que pone: «Fulanito de tal murió a los sesenta y pico años en perfecto estado».
C: ¿Y ya se queda usted a dar el pésame?
F: Sí, sí, naturalmente. Las cosas o se hacen bien o no se hacen.
• CUIDADO CON LO QUE SE ENCUENTRA
Pedro
F: Mi mujer se encontró una bomba.
C: ¿Sí?
F: Pero en el coche. En el maletero de mi coche.
C: ¿Y eso?
F: Porque lo que se encontró fueron las bragas de una persona y eso era una bomba.
C: Tengo una curiosidad, Pedro; ¿qué hacían las bragas de otra persona en el maletero de su coche?
F: ¡Pues eso me preguntaba yo! Hasta que tuvimos la bronca, vino mi cuñada a casa y le dijo: «¿Estáis enfadados los dos?» Y contesta: «Sí». Y dice: «¿Por qué?» Y contesta: «Porque me he encontrado las bragas de una tía en el coche». Y dice: «Pues precisamente me faltan a mí unas de cuando vosotros fuisteis a recogerme al cámping». Y casi me cuesta a mí el divorcio las bragas.
C: ¿Usted en algún momento temió que eso pudiera haber pasado de verdad?
F: No, es que yo no le encontraba la lógica de tener unas bragas en el coche porque no había estado yo con nadie ni nada. Y no le encontraba la lógica. Y ella, lógicamente, no se lo creía porque las bragas evidentemente estaban en el maletero.
C: Pero cuando usted se lo trataba de explicar, ¿qué argumento utilizaba?
F: Que no sabía cómo había podido llegar eso ahí. Y ella decía que andando solas no venían las bragas.
Naranjo: ¡Depende!
C: No, depende de la carga que lleven. Pero por ejemplo, cuando apareció su cuñada ya todo se calmó, ¿no?
F: Sí, pero bueno, yo le tenía que decir hasta de qué marca eran y dónde las había comprado.
• ¡VAYA SUSTO!
Álvaro
F: Yo trabajo de bombero y nos llaman para todo. El fuego es quizá a lo que menos miedo tengamos porque lo tenemos más o menos dominado. El problema son los animales: cuando te llaman para un gato, para un perro… El problemilla es que yo tengo miedo y entonces, claro, el dueño se agarra a mí pensando que yo voy a coger al perro y yo no pienso coger el perro. Yo le digo: «¿Muerde? ¿Cómo se llama?» Es un poema.
C: Y es usted bombero, claro.
F: Sí, sí, sí. Pero la anécdota que le quería contar es que cuando entré a trabajar de bombero nos llamaron por una señora que llevaban tiempo sin verla y olía mal por la casa. Mi jefe me mandó saltar por la ventana. Era un entresuelo, como una especie de escalera de caracol. Con mi inexperiencia me solté, me pegué un batacazo, cogí el casco, la linterna y me puse a iluminar la casa. En la cama había una señora con la cara azul y un pestazo que había… Por la emisora dije que creía que la señora estaba muerta. Me contestaron que abriera la puerta y esta tenía un cerrojo de estos antiguos FAC que hay que abrirlos por dentro con la llave. Las llaves no estaban puestas y les dije: «Las llaves no están puestas. Tirad la puerta». Me contestaron: «Cómo vamos a tirar la puerta. ¡Busca la llave por ahí!» Pues andaba buscando la llave y no la encontraba por ningún lado. Me dijeron que mirara por donde la señora a ver si estaba por ahí. Veo un bolso, lo abro y escucho una voz que dice: «Las llaves están en el cajón». A mí se me cayó la manguera, el casco… Y la mujer es que se había resbalado y lo que olía era la basura. ¡Que se me paró el reloj!
• APRETONES (tal como suena)
Enrique
F: Yo soy ingeniero de la quinta rueda.
C: ¿Eso qué es lo que es?
F: ¡Hombre, camionero!
C: ¡Ah! Bien, bien…
F: Por la gracia de Dios. Te admiro mucho porque te considero una mezcla de Charles Bukovsky con Lorca.
C: ¡Fenómeno! Qué preparación, Enrique. ¡Qué alegría!
F: Mira, te cuento una anécdota. Estaba yo una vez de esas que Dios te toca con el dedo y te pone una mujer de recio cuerpo a tu disposición. Por la mañana tempranito pasamos por una discoteca que hay en la carretera de Pinedo al Saler y me dio un arrechuchón, pero yo iba vestido con mis bermuditas y mis tenis marca Tórtola. Me dio el arrechuchón y fui a meterme a la discoteca. Había un gorilón en la puerta, Carlos, que era el animal más parecido al hombre. Era una cosa terrible. Y me dice: «Aquí con esa ropa no puedes entrar». Y yo con el apretón. Vi una acequia cercana de las del Tribunal de las Aguas de Valencia y pensé que si iba ahí no se iba a enterar nadie. Le dije a la niña: «Espérate aquí». Y cuando volví me dice: «De dónde vienes que te fuiste con calcetines y vienes sin calcetines».
José Antonio
F: Yo soy camionero. Estuve cargando en Ocaña y me tomé un café de estos de aguachirri. Iba a descargar a la carretera de Burgos y en pleno atasco de la M-30 me vino un apretón de esos que no sabes dónde meterte. Cuanto más me agarraba al volante más me apretaba aquello. Yo ya no sabía qué hacer. No me dio tiempo ni a apartar el camión al arcén un poquito, cogí y me metí debajo de la caja del camión y ahí me quedé tranquilo.
C: ¿Debajo mismo del camión?
F: Sí, sí, debajo del remolque. Entre las ruedas; ahí me tuve que meter. La cosa es que se me olvidó bajarme papel.
C: ¿Y cómo salió usted de esa situación embarazosa?
F: Salí un poquillo mal porque empezó a andar la caravana y justamente cuatro coches detrás mía estaba la Policía Municipal.
C: ¿Y qué le dijo la Policía Municipal?
F: Pues al observar que en la cabina no había nadie pararon para ver dónde me había metido. Salí fuera del camión y me dijeron: «¿Qué hace usted?» Y le contesto: «Nada, es que me he quedado averiado. Se me ha quedado enganchado un freno». Y me dice: «Pero hombre, ¿no se ha podido apartar?» Hasta que el hombre me dijo: «Aflojando los frenos, ¿no?»
• Y LLEGÓ EL BROMISTA
Antonio
F: Tengo una tía que era la más chica de la familia de mi madre y era de estas que para casarse quería tener el piso preparado hasta el máximo. Su novio, que ahora es su marido, le decía: «Venga, vamos a casarnos». Y ella: «Que no, que falta el televisor, la lavadora, los muebles…» Se consigue casar y entre los primos y demás dijimos: «Pues esta se va a enterar ahora». Se va de viaje de novios a Canarias, de esto hace seis años, cogemos la furgoneta de un familiar y le vaciamos el piso entero. Le dejamos el piso sin nada, pelado; ni las cortinas, ni los cuadros, ni las lámparas… Nos tiramos cuatro días para desvalijar la casa. Desmontamos los muebles, las camas… todo muy bien para no romperlo. Vuelven de viaje de novios y no veas la que se lio allí. Cuando lo vieron no avisaron a nadie de la familia; lo primero que hicieron fue ir a la Guardia Civil. Los muebles los teníamos en una cochera. Y nosotros: «Esta no nos dice nada». A los dos días mi madre la llama y le dice: «¿Qué tal el viaje?» Y le contesta: «Me han robado el piso y no me han dejado nada». Y empezamos a aguantar la broma hasta que un día la Guardia Civil empezó a preguntar a la familia y ya sacamos los muebles. Tuvimos que pagar una multa entre todos de doscientas mil pesetas y mi tía se pasó un año sin dejarnos entrar allí.
C: Pero cómo fue el momento en que le dijo usted: «Tita, yo tengo los muebles».
F: Se lo dije a mi hermano porque la denuncia ya estaba en firme y la Guardia Civil buscando por el pueblo (somos de Dos Hermanas) a los delincuentes. Empezaron a investigar y hasta que nos dimos cuenta de que estaban buscando a unos tíos que habían robado un piso entero. Se lo dijimos a mi tía y fuimos con ella a la Guardia Civil. El de la Guardia Civil poniendo a mi tía verde: «Usted es tonta. Usted para qué se cree que estamos nosotros aquí». Y automáticamente nos denunciaron a nosotros, a los familiares.
• COSAS INÚTILES QUE SABE HACER
Valentín
F: Antes jugaba al fútbol y en el ochenta y seis, tendríamos dieciséis años, uno de los compañeros del equipo era muy flexible y cuando nos estábamos cambiando en el vestuario se agachaba, se cogía el aparato y como si fuera un globo lo inflaba e iba soltando el aire y haciendo un ruidito. ¡Era un cachondeo! Queríamos acabar el partido para que en el vestuario nos hiciera el numerito.
C: Es decir, él cogía su miembro viril…
F: Sí. No estaba operado de fimosis, por eso se cogía el pellejo, se agachaba, lo inflaba, se le ponía como una morcilla e iba soltando el aire que iba haciendo ruiditos igual que un globo.
C: Pero vamos a ver, o su miembro era anormalmente largo o le faltaban tres vértebras.
F: Lo tenía un poco grande, la verdad. Pero era muy flexible. En el vestuario, en el banco donde nos cambiábamos él se sentaba, se agachaba y se lo cogía, se lo estiraba, lo inflaba y luego iba soltando el aire haciendo ruiditos.
C: ¡Es lo más que he escuchado en mi vida! ¿Por qué no se ha presentado a un circo o alguna cosa así?
F: No sé, pero nos echábamos unas risas tremendas.
C: ¡No me extraña!
• COTILLAS, FISGONES, CHISMOSOS, CUENTISTAS…
Mari Carmen
F: Llamo desde un pueblo de Toledo y quiero hablar porque estoy harta de mis vecinos. No solamente de mis vecinos, es todo el pueblo entero. Es como el deporte nacional de este pueblo. ¡No lo entiendo! Mi vecina es la abanderada porque es lo peor de lo peor. Tengo veintiocho años, salgo de fiesta, me gusta divertirme… Bueno, pues mi vecina debe ser que no duerme o se aburre mucho porque da igual que yo llegue a las tres de la mañana, a las cinco, a las siete, da igual, ella sale y se pone a barrer en su patio. Yo no sé a las cinco de la mañana qué es lo que ve porque no tiene luz en el patio pero ella me ve llegar, a ver en qué estado llego. Si mis padres ese fin de semana no han estado en mi casa, a la primera que los ve o cuando están el domingo en el bar tomando las cañas, va directamente y les dice: «¿Sabes a qué hora llegó anoche tu hija?» Y mi padre: «Pues sí» o «Mira, pues no». Ella contesta: «Pues llegó a tal hora». Para que se enteren bien ya no sólo mis padres sino todo el mundo. Al final todo el mundo sabe mis horarios. ¡Y estoy harta!
C: ¿Y el resto del pueblo digamos que también tiene la misma costumbre?
F: La gente mayor sí. Los jóvenes de mi pueblo estamos hasta las narices, hasta el punto que ni siquiera vamos a tomar un café al pueblo porque para que luego sepa todo el mundo lo que hemos hecho o lo que no… Y cuando no ocurre nada se lo inventan.
C: Y cuando usted vuelve y está barriendo a las cinco de la mañana, qué le dice: «¡Qué!, ¿barriendo?», o algo así. ¿Usted no le dice nada?
F: Sí, sí, le digo: «Buenos días. Qué, ¿todavía no nos hemos acostado?»
Rafael
F: Te voy a hablar de una vecina que tengo. Entre la gente que nos conocemos del barrio le llamamos «La Agencia EFE» porque es tremenda. Tiene una persiana que dos de las rejillas son orientables para ponerse detrás y poder mirar sin ser vista. Y un día fue el colmo porque estábamos hablando y uno de nuestros amigos dijo: «Vamos a quitarnos de aquí porque esa seguro que está oyendo, que es una cotilla». Y de pronto se abre la persiana y se oye: «¡Yo no soy una cotilla!»
C: ¡Pobre mujer! ¿Y es una buena señora?
F: Sí, sí, es muy buena. Lo único que tiene es que le llamamos «La Agencia EFE» porque cualquier cosa que ocurre ella lo sabe mejor que nadie.
Manuel
F: Llevo tres años diciéndole a mi mujer: «Hay que ver lo chismosa que es la vecina». Cada vez que salgo está en la puerta. Si tiro la basura viene conmigo y siempre igual. Y anoche fue la confirmación. Soy madridista, aunque le pese, madridista total. Anoche llego a casa y pongo la tele para ver cómo había quedado el Madrid. Están dado los resultados y mi mujer preguntándome. Le digo: «¡Ya no me he enterado cómo ha quedado el Madrid!» Y escucho por el tabique: «¡3-1!»
C: O usted tiene tabiques muy delgados, Manuel, o la verdad, su vecina es una auténtica profesional.
F: No le digo de dónde llamo porque igual no me deja entrar esta noche. Mi vecina es la que se fue a confesar: «Padre, me acuso de que soy muy chismosa, muy chismosa. Se queda una preñada y yo la primera: se ha ido Marujita a Alemania con el novio. ¿Usted cree que me salvaré?» Y contesta: «Hombre, claro. Reza seis padrenuestros, tres avemarias…». Y dice: «Pues ya que estoy aquí le voy a preguntar padre: ¿quién murió primero, la Virgen María o san José?» Y responde: «San José». «Y qué hizo la Virgen con la carpintería: ¿la traspasó o la vendió?»
Andrés
F: ¿Usted se acuerda cuando las cabinas telefónicas no existían, que estaban las centralitas?
C: Claro.
F: Pues una señora telefonista tenía fama de que escuchaba las conversaciones y, en una ocasión, había una pareja de novios hablando tranquilamente por teléfono y como sabían de qué iba el tema le dice ella a él: «Vamos a dejarlo que Fulana nos estará escuchando». Y se escucha por el auricular: «¡Y una mierda!»
Rafael
F: Nada más salir del ascensor oigo los clicks, que es inquietante, de las mirillas de las vecinas. Eso lo primero. Y luego, la vecina que tengo en la puerta de al lado, que mi bloque hace un esquinazo, se asoma a la ventana y en vez de mirar el bonito jardín que tenemos con piscina y todo, me mira directamente a mí. Mira a mi ventana y estoy en el sofá leyendo y me está mirando.
C: ¿Tiene usted alguna vida disoluta?
F: No, no, no. Hombre, en casa tenemos calefacción central, hace mucho calor y voy en calzoncillos. Debe ser por eso, pero son largos. También te quería hablar de mi portera que se llama Urbana, un nombre muy bonito para una portera. Varias veces la he pillado leyendo las postales que mandan a la gente y mi hermano, que es muy cachondo, cada vez que me envía una postal la saluda a ella.
C: O sea, que le pone: «Saludos Urbana, me alegro de saludarla».
F: Sí, sí, sí, exacto. Me imagino que se da por aludida.
C: Lo bueno es lo de las mirillas. Oye usted ese click característico de la mirilla cuando baila, ¿no?
F: Sí, sí, es salir al descansillo y oír «click, click, click».
• MENTIROSOS COMPULSIVOS: LA ESPECIE QUE NUNCA SE EXTINGUIRÁ
Javier
F: Yo soy mentiroso. Pero mentiroso lo que yo entiendo por mentiroso compulsivo. Es decir, tú hablas con diez amigos míos de distintos sitios o que no somos de la pandilla común, y si hablasen de mí entre ellos ninguno sabría de quién estaba hablando porque con cada uno de ellos tengo una historia distinta.
Rafa: Pero es usted muy inteligente, ¿eh?
F: Que conste una cosa: ser un mentiroso de verdad, buen mentiroso, tiene su trabajo. Eso requiere un archivo mental impresionante para acordarte de las mentiras que le contaste a uno y a otro, saber cómo le tienes que seguir la conversación para que no se enteren de que les has mentido a unos y a otros. Eso llevado a una familia grande como la mía…
C: ¿Y cuál es su especialidad, José Luis?
F: Todas. Miento absolutamente en todo.
C: Pero hasta incluso en lo innecesario, ¿verdad?
F: En lo más innecesario. Es que yo muchas veces me asombro. Digo: «Pero bueno, ¿por qué leches le dije yo esto? Qué tontería».
Luca: ¿Pero lo haces por placer?
F: No, lo hago inconscientemente. Lo hice desde niño. A mí si alguien me pregunta algo, directamente tiene un noventa y nueve por ciento de posibilidades de que le diga la primera mentira que se me ocurra.
C: ¿Y cuáles son las versiones que usted le ha contado a sus amigos? Las más habituales, las de: «Hola, ¿cómo estás? ¿De dónde vienes?» Y contesta: «Vengo del notario», por ejemplo.
F: «Oye, ¿cómo es que has llegado tarde?» Y yo: «Joder, macho, ni me hables. Tuve un lío hoy… Resulta que me encontré a la novia de Fulano que estuve hablando con ella y por cierto, me estuvo diciendo que muy mal con el tío, ¿eh?» Le puedo contestar lo que se me ocurra. Y llego a mi casa y si no me preguntan nada la cosa va bien y comentamos el día. Pero basta que alguien de mi casa me diga: «Oye, ¿fuiste a mirar lo de los terrenos para comprar?» Como no he ido, lo más lógico sería que contestara: «No tuve tiempo». Pues no: «Sí, vi cuatro terrenos, lo que pasa es que tengo que hablar con el tío que he quedado con él el sábado». Claro, esto es un lunes y el sábado tengo que acordarme que tengo que salir de casa porque oficialmente tengo que ir a ver cuatro terrenos.
Luca: ¿Y tendrá una memoria prodigiosa?
F: Una memoria increíble. Hace falta una memoria increíble.
Naranjo: Y además le noto dolido con los otros mentirosos, como diciendo: «Pero qué saben ustedes de las mentiras».
F: Claro, esos no son mentirosos.
C: Y Javier, ¿le han cogido en muchas?
F: En muy pocas.
C: Cuénteme una que le hayan cogido y le haya fastidiado a usted.
F: Una espantosa fue en mi casa con mi madre que se me deslizó una vez que había aprobado todo en junio y le dije: «Mamá, dame dinero, que me voy de vacaciones». Le dije que para una vez que había aprobado todo me iba de vacaciones quince días. Yo calculé el tiempo justo de los quince días para presentarme al examen. Tenía la Universidad en Santiago. Y resulta que vinieron mi padre y mi madre a traer a mi hermano que sí había suspendido una asignatura de otro curso. Me cazaron justo en la puerta de la Facultad pero reaccioné muy bien. Cuando me vieron me dijeron: «¿Qué haces aquí?» Digo: «Como sabía que hoy le tocaba examinarse a mi hermano, a ver cómo le iba el tema y a ver cómo está». Evidentemente, ya no me presenté porque me fui con ellos y no pude.
C: ¿Y sus amigos saben que usted miente o los tiene completamente engañados?
F: Están totalmente engañados. Ahora mismo, por ejemplo, el nombre que les he dado; naturalmente, no me llamo José Luis.
Antonio
F: Estábamos por la sierra de Cádiz un compañero mío y yo. Llegamos a un caserío y dice la señora del caserío: «¡Ojú, que levantera hace hoy!» Y efectivamente hacía un Levante muy grande, una levantera de estas que hacen por la parte de Cádiz, y contesta mi amigo: «¿Levante?, levante en San Fernando que estábamos en el cine de verano y arrinconó a todos los muñecos. ¡Mira si hacía viento en San Fernando!» Y no tuvo bastante. El padre era electricista y dice que las pruebas las hacía con las puntas de los cables en la lengua. Mira si era exagerado.
C: ¡Es fantástico su amigo! O sea, él mantenía que el viento a los protagonistas en la sábana los ponía en un lado.
F: Sí, sí. Así lo explicó él.
C: ¿Y este las metía muy gordas?
F: ¿Gordas? Cada vez que salíamos y empezaba a hablar tenía que pisarle.
Ismael
F: Para hablar de esto hay que remontarse unos añitos, diez añitos lo menos, cuando yo veraneaba en la playa. Tenía un vecino que era mayor que nosotros, nos reuníamos por la noche y nos contaba historias. En la pandilla había chicas y para lucirse contaba historias como, por ejemplo, que en una visita a un museo se escabulleron él y un amigo y entró en una sala en la que no estaba permitida la entrada y vieron un láser que era un arma secreta que luego le contaron que sólo poseía el Estado español. Yo en aquella época boquiabierto, mirando y alucinando. Lo bueno de esto es que nos comentó que les pillaron y les dijeron que cómo ya lo habían visto les iban a hacer una demostración. Los llevaron a un sitio apartado y dispararon a un tanque con el láser y quedó hecho pedazos. Y claro, todos boquiabiertos. También decía que tenía un amigo hombre-lobo, que le daba de comer él.
C: ¡Qué maravilla! ¿Y le ha perdido usted la pista?
F: No, le sigo viendo. Ya no mantenemos el contacto pero por la zona que vive es conocido. Tiene varios seudónimos.